Otra «hazaña» de los corsarios ingleses

Por Juan García (Todo a Babor)

Buque con pesqueros
«Sunrise on the Bay of Fundi» por William Bradford

En otra ocasión ya hemos visto lo ruines que podían llegar a ser algunos de los corsarios que navegaban con patente de corso de Su Majestad Británica. Hoy traemos otra de esas pequeñas historias que te hacen apretar los dientes cuando las lees.

Corría el año de 1779, más concretamente un 16 de septiembre, cuando a 7 leguas de la costa de Cádiz se encontraban faenando tres pequeños faluchos de pescadores. Uno de los faluchos era de la misma Cádiz y los otros dos de Ayamonte. Sus patrones eran Francisco Bravo, Manuel Martín y Sebastián Sosa.

Por aquel entonces era muy común que otros buques se acercaran a los pescadores a comprarles género, y podían ser nacionales o extranjeros.

A veces los tripulantes de los buques de guerra enemigos también compraban pescado para que sus tripulaciones pudieran tener algo más nutritivo y saludable en su dieta, basada casi exclusivamente de carne salada, galletas y bizcocho.

 Es por ello que los pequeños e inofensivos barquitos de pesca no solían ser nunca un objetivo y solían dejarlos faenar sin entrometerse.

Pero ese día se les acercó un «diate» al falucho de Francisco Bravo. Estos creyeron que venía a comprarles pescado, pero se dieron cuenta que se trataba de un corsario británico de 14 cañones, 10 pedreros y 80 hombres.

Estos obligaron a los tripulantes del falucho, que eran 8 hombres, a embarcar en el corsario mientras que algunos ingleses pasaron al pequeño barquito de pesca. Se pusieron los gorros de los españoles y se acercaron a los otros dos faluchos.

Así fueron también apresados otros 12 hombres y 5 muchachos que fueron conducidos al corsario. Allí les despojaron del poco dinero que llevaban, de las hebillas de plata y de toda la ropa.

Además de tan «suculento» botín se quedaron también con el velamen, jarcia y avíos de pescar de los tres faluchos. Y el colmo fue que no pararon hasta echar a pique dos de los barcos y prender fuego al tercero. 

Encadenaron con grilletes a los pobres pescadores y trataron de llevarlos a Argel para venderlos como esclavos y así sacar algo de dinero. Ya puestos esto no parece tan inhumano porque al menos no los degollaron allí mismo.

Cuando tenían ese rumbo el viento les obligó a arribar al cabo de San Vicente donde encontraron una embarcación danesa, presuponemos que de guerra, cuyo comandante obligó al capitán inglés a entregarle los prisioneros españoles porque todo lo que habían hecho los corsarios violaba escandalosamente las leyes de la guerra y del corso.

Los daneses, ejemplo de las buenas formas que debían de primar, les dieron un buen trato y los transbordaron a una lancha portuguesa, que los desembarcó en las cercanías de Ayamonte, donde llegaron y contaron las tropelías a las que habían sido objeto, causando general indignación por unas conductas que consideraron ajena de naciones cultas y propia sólo de piratas.

  • Fuente: Gaceta de Madrid.

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