Álvaro de Bazán hijo y las galeras de Biserta y Argel

Por Juan García (Todo a Babor)

Combate naval parecido al que se dio entre las galeras de Biserta y Argel contra las de Álvaro de Bazán hijo.
Combate naval parecido al que se dio entre las galeras de Biserta y Argel contra las de Álvaro de Bazán hijo. Pintura de Willem van de Velde II. The Box (Plymouth Museums Galleries Archives).

Introducción

Ya sabemos que don Álvaro de Bazán, el hijo del legendario marino español del mismo nombre, era también un gran estratega además de hombre arrojado. Hoy proseguimos sus andanzas por aquel Mar Mediterráneo lleno de piratas y corsarios berberiscos y otomanos.

Ya por entonces tenía el marqués labrada su fama, ya que uno de los documentos en los cuales nos basamos comienza así el relato de los hechos:

El famoso marqués de Santa Cruz, gran capitán, general que fue en esta famosa Armada de las galeras de España y ahora lo es del Armada de las galeras de Mesina por el Rey nuestro Señor, que Dios guarde largos años, queriendo imitar a su famoso padre, tan gran guerrero por tierra y mar, en servir al rey Felipe (que esté en la gloria)…

Por entonces, se dio aviso de que unas galeras berberiscas habían sido localizadas y sitiadas en una cala el Mar Adriático, en aguas venecianas, por fuerzas del virrey de Sicilia Manuel Filiberto de Saboya, que de inmediato dio orden de reforzar a los sitiadores para combatir a los corsarios.

Estas galeras berberiscas andaban normalmente por las costas desde Italia hasta Cataluña y las Islas de Mallorca e Ibiza, y estaban causando estragos, haciendo cautivos de los buques mercantes apresados y saqueando pequeñas localidades sin posibilidad de defensa.

Se trataba de seis galeras de Biserta (en Túnez), cinco de Argel y dos de Rodas, todas muy bien artilladas y equipadas.

El virrey envió a la escuadra de galeras del general Álvaro de Bazán, además de otras cuatro galeras de Génova, que se encontraban en Mesina y que se apuntaron a la acción.

A la caza de los corsarios

No era la primera vez que el general Álvaro de Bazán trataba de echar el guante a esta escuadra de piratas más que corsarios, pero nunca había podido dar con ellas. Y eso que alguna vez estuvo a punto.

Así que no es de extrañar que Bazán partiese de inmediato, a ver si esa vez tenía más suerte.

Las galeras cristianas, además, iban muy reforzadas de bastimentos y armamento. Con pólvora y municiones para dos meses.

Ambas escuadras navegaron a la vela y remo, llegando al punto señalado la noche del 12 de julio de aquel año de 1624. Se unieron así a la escuadra sitiadora, compuesta por elementos de la escuadra del virreinato de Nápoles y otras de Malta.

Se trataba de gente muy competente.

Gente muy lucidísima que había acompañado por orden del príncipe Filiberto de Austria de muchos y principales potentados de aquella provincia…

La batalla contra las galeras de Biserta y Argel

Encuentro con las galeras

A la mañana siguiente del día 13, hubo consejo de guerra de todos los capitanes con el general Bazán, para decidir los pasos a seguir. Y todos concurrieron que lo mejor era embestir al enemigo y aprovechar así la ventaja numérica que tenían.

No se sabe exactamente cuántas galeras formaban parte del bando cristiano, ya que uno de los documentos habla de catorce galeras de Nápoles (del virreinato español) y otras catorce de Malta, pero no dice nada del número de las de Sicilia que traía consigo Bazán (sólo las 4 de Génova). Aún así, está visto que eran muchas más que las del enemigo.

La escuadra cristiana se puso entonces en marcha hacia las galeras de Biserta y Argel de manera animosa. Los piratas no se echaron atrás y se dispusieron en formación de ala.

Porque son gente muy belicosa y ya cursados en estas refriegas

Aún así, el marqués quiso parlamentar con ellos antes que lanzarse sin más.

Una galera cristiana saliendo de un puerto del Mediterráneo
Una galera cristiana saliendo de un puerto del Mediterráneo. Pintura de Lorenzo a Castro. National Maritime Museum.

Para ello mandó una falúa con doce marineros, con el célebre alférez Juan de Quesada, que era un gran soldado y diez soldados, con la única propuesta de que aquella gente abatiesen sus estandartes al de la corona del cristianísimo rey D. Felipe, el mayor monarca del mundo.

El cabo de las galeras de Biserta, que era un caballero turco a quien el Bey de Argel tenía en gran estima, respondió con cortesía que no tenían orden para ello y que se dieran la vuelta y los dejaran marchar hacia Argel.

Vamos, que no se iban a rendir y que preferían morir en aquella cala de la que sólo podrían escapar hacia adelante, si con suerte lograban romper la formación cristiana.

El combate naval

Preparados entonces para la batalla naval que se cernía sobre ellos, el marqués de Santa Cruz dio las órdenes pertinentes a sus hombres.

Los cristianos se aprestaron al combate, levantando estandartes y poniendo empavesadas. Los soldados se distribuyeron en sus puestos, por las ballesteras, con sus arcabuces y mosquetes. Los artilleros cargaron los cañones de crujía (se trataba de cañones de grueso calibre en la parte de proa, que ocasionaban grandes destrozos).

Comenzó un duelo artillero por ambas partes.

Y fue tanta la artillería que se disparó de una y otra parte, que del humo de la pólvora, parecía otra naval, animando el valeroso Marqués a su gente, poniéndoles por delante la fe de Cristo y obligación que al Rey nuestro Señor tenemos.

Fue, como pasaba siempre en las batallas de galeras, un combate brutal.

En la rigurosa batalla volaban brazos y piernas rompiendo árboles y entenas de las galeras de los turcos.

En aquella primera andanada los aliados cristianos mataron a un centenar de hombres; de un balazo se llevaron el brazo del capitán Serafín Salot, de la capitana de Biserta, que acabó muerto.

Las galeras enemigas intentaron escapar, pero poco pudieron hacer, porque las galeras cristianas no los dejaron maniobrar para ello. Su suerte estaba echada.

Los cristianos pelearon con furia y echaron a pique a seis galeras berberiscas, aunque vieron con pesar que, además de moros, se hundían los cautivos cristianos que en ellas iban y que no pudieron salvar por estar encadenados.

Prosiguieron entonces los abordajes y los hombres de Álvaro de Bazán se metieron dentro de las galeras corsarias, pegándole fuego a tres de ellas, quemándose muchos enemigos aunque salvando antes a muchos cautivos cristianos.

Desde la capitana de Malta comenzaron a dar voces: «Victoria, victoria; viva el rey don Felipe; viva la fe de Cristo«.

El resto de las galeras musulmanas fueron apresadas. Fue sorpresa descubrir que una de estas había sido la capitana de Barcelona, apresada cuatro años antes.

Al parecer, esta galera había estado varada en tierra en Estambul como trofeo y se la habían llevado los corsarios por ser muy buena embarcación. Los españoles se mostraron muy satisfechos de poder devolver esta buena galera a donde pertenecía originalmente.

Tras la batalla, el general mandó repartir en los bancos de las galeras cristianas a los moros apresados. A los soldados se les repartió el saco que se hizo y a los cómitres (quienes dirigían la maniobra de una galera) se les dio las velas de las apresadas.

En total habían capturado a unos 450 hombres y muy pocos menos cautivos cristianos liberados, pero aún así no fue poca consideración e importancia la estima de la deseada libertad que tuvieron, pues al punto se les dio. De entre la multitud de orígenes, muchos eran de Cataluña y sus costas que habían sido especialmente saqueadas.

Murieron muy pocos de los nuestros en la batería por la mucha diligencia que pusieron de ropa y velas debajo de las arrumbadas de proa, aunque pelearon por espacio de tres horas; más con todo eso, no se dejaban de teñir las aguas de la sangre que salía de los heridos cuerpos, que donde las dan las toman.

Fuente:

  • El Gran Duque de Osuna y su marina, por Cesáreo Fernández Duro.

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