Por Juan García (Todo a Babor)
Esta entrada pertenece a la sección:
Buques británicos de guerra apresados por los españoles en el siglo XVIII-XIX
Los frascos de fuego eran unas terribles armas utilizadas muy a menudo por la Real Armada, y sobre todo por nuestros corsarios. Estos frascos eran simples recipientes de cristal con una mecha y rellenos de productos incendiarios que se utilizaban al uso de los contemporáneos “cócteles molotov”, produciendo a bordo de los buques enemigos espantosos estragos.
El 28 de agosto de 1745 salieron de La Habana dos Jabeques de la Real Compañía de comercio de la Habana, mandados por don Juan de Cañas y don Lorenzo de los Ríos, a recorrer la costa del Sur de la isla. Eran el jabeque San Juan Bautista y el San Cristóbal. Ambos tenían sus correspondientes patentes de corso. Cada uno tenía 10 cañones y una tripulación de 150 hombres.
Recalando sobre la de Jamaica, a tres leguas, encontraron y apresaron una gran fragata inglesa mercante del porte de 30 cañones de pequeño calibre, con 450 toneles de aguardiente, otros tantos de azúcar, porción de tablones de caoba, frutos y nueve negros esclavos.
Tras poner una tripulación de presa la despacharon a La Habana mientras ambos jabeques seguían su patrulla. A pesar de despachar a algunos tripulantes propios los jabeques seguían contando con bastantes hombres a bordo.
Encuentro con el HMS Blast
Sobre el puerto de Savaba, en la misma Jamaica, encontraron un paquebot de guerra inglés el 19 de octubre. Se trataba del guardacostas de Jamaica, el HMS Blast, un queche bombardero en su origen pero reconvertido en paquebote. Tenía 16 cañones montados y 136 tripulantes. Estaba bajo el mando del oficial de la marina británica Molyneux Shuldham.
Los jabeques de inmediato le dieron caza y a media legua de la costa, y tras izar las banderas, comenzaron a batirle a cañón. Esto duró unas dos horas, pero viendo el comandante Cañas que así no le iban a poder doblegar optó por resolver la situación al abordaje.
Vemos de nuevo el problema de enfrentarse con un buque de guerra. Los corsarios no estaban acostumbrados a prolongados duelos artilleros, puesto que no tenían entrenamiento militar y sus enemigos habituales solían ser mercantes con pocas ganas y menos cañones aún para batirse contra ellos. Por contra, los británicos es este caso sí eran duchos en la materia y eso se notaba.
Los jabeques, hábilmente, se abordaron por popa y proa, con tanta intrepidez que lograron meter a bordo del paquebot hasta 200 hombres, con sable y pistola en mano. Pero a bordo del HMS Blast había 136 hombres que se dispusieron a rechazar a los españoles.
Fue tanto su empeño que durante casi dos horas aguantaron en cubierta. Así que desde los jabeques se empezaron a tirar los mencionados frascos de fuego y a los ingleses, a consecuencia de esto y del daño de los asaltantes, no les quedó más remedio que retirarse a la bodega.
Hubiera sido complicado rendir a los ingleses que se habían hecho fuertes ahí abajo, pero nuevamente se pusieron los españoles a lanzar frascos de fuego por las escotillas, lo que les acabó por decidirse a la rendición.
Había sido un desastre para los británicos.
De los 136 tripulantes ingleses murieron en la acción, o estaban mortalmente heridos, unos cien hombres, entre ellos los oficiales y el capitán. Los españoles tuvieron 5 muertos y 15 heridos.
Concluida la función y receloso el comandante español de ser perseguido, ya que desde la cercana costa enemiga se hacían señales, resolvió acertadamente retirarse a la Habana. Tenía además en su capitana un tiro en la proa que había que reparar cuanto antes.
Al mismo tiempo, con su presa, se fueron del lugar. En el viaje aun tendrían tiempo, y ánimos, de apresar otra fragata inglesa de 16 cañones, cargada de azúcar, algodón y aguardiente.
¿Maltrato a los supervivientes?
El autor de Presas de la Armada, Rubén Vela Cuadros, dice sobre este ataque:
Muy pocas veces, a lo largo de la historia, padecieron los británicos unas bajas tan horrorosas en un buque de guerra menor.
El capitán del HMS Blast, al ser liberado, expuso que en su paquebot tenía 118 hombres, de los cuales murieron 45 y quedaron solo 22 sin recibir herida alguna.
El capitán Edward Legge, quien mandó informe de lo sucedido a su superior, indicó que el capitán Shuldham había sido maltratado por los corsarios, de tal manera que lo habían dejado tirado en la playa expuesto al sol.
El gobernador de la Habana se enteró de esto y llamó a los dos capitanes de los jabeques. Incluso le dio la oportunidad al capitán inglés de que dijera el castigo que se merecían aquellos hombres, a los que este declinó porque no deseaba ningún mal a nadie.
¿Fue esto verdad? No lo sabemos, pues solo queda el testimonio de la carta de un oficial británico sobre lo que le pasó a otro. De todos modos, los dos corsarios españoles siguieron en activo y haciendo presas.
Entre ellas a otros dos buques de guerra, el HMS Achille, un sloop de 8 cañones y el HMS Achilles, una goleta de 14 cañones.
El HMS Blast se incorporó como guardacostas de la zona, pero en manos españolas.
Fuentes
- Gaceta de Madrid.
- “British Warship losses in the age of sail, 1650-1859“. David J. Hepper
- Presas de la Armada española (1779-1828). Rubén Vela Cuadros.