Por Juan García (Todo a Babor)
Antes de pasar al tema de esta entrada sobre el apresamiento de los corsarios ingleses en Gibraltar en 1563, conviene recordar los hechos acaecidos antes, para saber por qué los ingleses hicieron lo que hicieron.
Índice
El fracasado intento de tomar el Peñón de Vélez de la Gomera
En el verano de 1563 el alcaide de Melilla, Pedro Venegas, confiaba en que los españoles podían cobrarse el Peñón de Vélez de la Gomera de los moros. Según unas noticias seguras de dos renegados esto podía hacerse siempre que se escalara por la noche y por sorpresa.
Así, el general de las galeras don Francisco de Mendoza, fue comisionado para llevar tal operación. Sin embargo, unas fiebres de este hicieron que el mando recayera en don Sancho de Leyva, capitán general de las galeras de Nápoles.
El 23 de julio se hizo a la mar con 50 galeras y en la Isla de Alborán se abrieron los pliegos reservados con el plan del alcaide de Melilla. Dicho plan les pareció a todos imposible de realizar, pero eran profesionales y se dispusieron a ello, recalando por la noche y disponiendo en fragatas y bergantines las escalas y gente hábil y dispuesta para trepar por ellas.
Pero la cosa no acabó bien, tal y como ellos mismos esperaban, puesto que el ruido proveniente de tanta gente y remos no pasó desaparcibido a los vigilantes que dieron la alarma y acabaron con la fundamental sorpresa.
Sancho de Leyva no quiso irse sin más y desembarcó a 4.400 hombres a seis millas de Vélez, con los caballeros de San Juan a la vanguardia. Hubo un toma y daca que acabó con la retirada de los españoles hacia la playa, mientras el escuadrón del mismo Leyva hacía frente a los moros que se les echaban encima.
Al día siguiente llegó el alcaide turco con dos galeras, que fueron perseguidas por las españolas durante más de 20 millas sin poder atraparlas.
En el consejo de generales, Leyva aseguró que estando así las cosas era imposible hacerse con el Peñón y que era preciso embarcarse. La mayoría estuvo de acuerdo, excepto un hombre, don Álvaro de Bazán.
Leyva le consultó entonces y Bazán respondió con respeto:
Que aquel negocio era de mucha calidad, y que importaba no se dejase de batir el Peñón y procurar de ganarle, porque los turcos que estaban en él de presente, comovivían descuidados de enemigos, no estaban avituallados, y la guarnición que había dentro era muy poca, y viendo cualquier batería que se les daba bastaría para que se le rindiesen de grado ó por fuerza, lo que por aventura no se podría hacer, aunque otra vez, con otra mayor armada de la que allí tenían, volviesen sobre él, porque se habrían avituallado y proveído de buena guarnición y presidio. Cuanto más que hacer lo contrario era ir contra la orden que traían del Rey, y en menosprecio de las naciones española é italiana, y dar ánimo á aquellos turcos y moros, que, ensoberbecidos de esto, de allí en adelante los tuviesen en poco y menosprecia sen: y que así era de voto que no se retirasen, sino que en la playa de Vélez, al canto de ella hacia el Poniente, se planta sen tres ó cuatro cañones de batir, con que batiesen; y que pues tenían 50 galeras, las partiesen en dos bandas de á 25, y la una batiese por la parte de Alcalá y la otra á la banda de España; porque, aunque aquello no bastase para hacer batería, bastaría para matar la gente que se escondiese por aquella parte, y que, hecha la batería, no sería menos sino que fuese de mucho efecto por ser las murallas del Peñón muy flacas y débiles, lo que él había reconocido ser así, yendo en una pequeña barquilla, desde muy cerca; y que hecha la batería, para dar el asalto había muchas fragatas y bergantines en que podría acometer la gente, y que para esto él tomaría la batería más peligrosa, que era (como se vía) la de la banda de Alcalá, de hacerla con sus galeras; y que para el dar del asalto también se encargaría de hacer escalas de las entenas de sus galeras, poniéndolas en ellas como baupreses de naos, para poder echar la gente en el Peñón bien alta de la mar, y que de la retirada protestaba que no era en ello por las causas y razones que tenía dicho, y que para que esto viniese á noticia de Su Majestad lo daría firmado de su nombre, y que así pedía y requería á cada uno de los que allí estaban en aquel Consejo hiciese lo mismo que dijese.
Vamos, que había que aprovechar la ocasión. Otros generales se mostraron de acuerdo con ese plan, pero Leyva no accedió y se procedió al reembarco de las tropas, portegiéndolas las galeras, donde se destacó don Álvaro de Bazán al tomar el puesto de más peligro, recibiendo su galera dos balazos que no mataron a nadie.
La escuadra de galeras se dispersó entonces y los turcos contruyeron un castillo nuevo en la playa para evitar futuros desembarcos y reforzaron las fortificaciones del propio Peñón. Bazán tuvo razón, tenían que haber atacado cuando aquellos eran más débiles.
El Peñón lo recuperaría una escuadra de 93 galeras y 60 buques menores bajo el mando de García Álvarez de Toledo Osorio el 6 de septiembre de 1564. Quien sabe si bajo el plan de Bazán se hubiera conseguido antes y con menos dificultades.
El apresamiento de los corsarios ingleses
Y es en este punto como decíamos al principio de la entrada cuando, aprovechando la dispersión de los españoles, los ingleses, siempre oportunistas, fueron hacia aguas de Gibraltar (por entonces española) y se atrevieron a combatir y abordar a una embarcación francesa dentro del mismo puerto de Gibraltar, violando flagrantemente las aguas españolas.
Se la hubieran llevado si los del castillo no hubieran hecho fuego de inmediato, obligando a los ingleses a salir de allí.
Se dio aviso a las galeras que invernaban en el puerto de Santa María, desde donde salieron cinco galeras al mando de don Álvaro de Bazán. Aquel insulto no podía quedar impune.
En el encuentro que sucedió, las cinco galeras se enfrentaron a ocho buques ingleses, que terminaron todos apresados. Hallaron a bordo pan de cazabe, azúcar y otros productos de las Indias que hicieron sospechar que eran corsarios. Se hicieron 240 prisioneros.
Don Álvaro escribió al rey, el 24 de noviembre de 1563, desde Gibraltar relatándole el suceso. Es notable la rabia de este ante el atrevimiento de los ingleses al adentrarse en Gibraltar:
El sábado pasado a los 20 de este me llegó un Correo del Corregidor de Gibraltar al Puerto de Santa María, donde estaba de invernada con las galeras de mi cargo, con aviso de como ocho naos inglesas, con gran desvergüenza, se habían movido dentro del puerto de aquella ciudad a tomar una nao francesa que allí estaba surta, y le habían tirado muchas piezas de artillería y abordándola, y como realmente la tomaran, si la nao francesa, metiéndose debajo del artillería, no fuera favorecida con muchos cañonazos que del castillo y de la ciudad tiraron a los ingleses, y como las dichas naos le prendieron un alguacil y se lo tuvieron preso en las dichas naos, como todo lo verán V.M. por las copias del testimonio y carta que me escribió que serán con esta; y el atrevimiento con que quebrantaron aquel puerto tan en de servicio de V.M. y de la autoridad de su justicia, y contra las paces que V.M. tiene con los Príncipes de aquellos reinos, yo apresté con todo diligencia cinco galeras de las de mi cargo y salí en busca de las dichas ocho naos que iban a la vela la vuelta de levante tres leguas del Monte de Gibraltar, y dándolas caza, ellas se pusieron en huida puestas en orden, y todas juntas hechas sus cinturas al árbol para pelear, como llegué cerca con esta galera Capitana les hice tirar sin pelotas dos piezas de artillería y capealles para que amainasen; nunca lo quisieron hacer aunque esperé u n rato; fue necesario tirarles de cañonazos y a fuerza de artillería les hice que lo hiciesen; tengo presa toda la gente, y aquí he pedido al Corregidor la información que contra ellos tiene hecha para juntar con la que yo tengo, y proceder en el negocio hasta sentenciarlos y castigarlos conforme a justicia, como V.M. me lo tiene mandado por su instrucción. Después de esta escrita, se han hallado muchas máscaras en las naos inglesas, y dice un muchacho que se las ponían cuando tomaban algún navío, y se ha hallado Pan de Caçavi, que es de Santo Domingo y algunos panes de azúcar de la dicha isla o de las Indias, y les vieron echar a la mar, de las galeras, cochinilla y otras cosas que no se pudieron determinar, por donde se entiende ser de corsarios, de lo que en todo se hiciere será V.M. avisado
Revista General de Marina, 1888.
En febrero de 1564 el embajador inglés cursó correspondencia con el rey de España asegurando que aquellos prisioneros habían sido echados a galeras donde se morían de hambre y frío y que el rey de España intercediese por ellos.
Aseguró el embajado Challoner que aquellos hombres no eran piratas, sino mercaderes, ya que fue culpa del buque francés el que empezó las hostilidades y aquellos no hicieron resistencia a las galeras del rey.
Pero en otra carta posterior del embajador, esta vez a los prisioneros, les avisó de que se había interesado por ellos, reprendiéndoles al haber hecho muy mal en acometer la empresa en las costas de España y que tenían que sufrir las consecuencias.
En carta a la reina Isabel del 18 de junio el embajador expresó:
…que, si bien el tratamiento de los prisioneros era cruel, en mucha parte lo motivaban los aventureros, ó más bien piratas ingleses.
Hoy en día se puede ver una pintura de este enfrentamiento naval en el el palacio del Marqués de Santa Cruz, en el municipio de Viso del Marqués (Ciudad Real).
Fuente:
- Fernández Duro, Cesáreo. Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón.