Por Juan García (Todo a Babor)
Índice
Introducción
Hay un episodio desconocido en nuestra historia naval, uno más de tantos, del que siempre he leído los mismos datos y, además, con poca variación de los mismos1.
Se trata del rechazo en Vigo de la pequeña división de Juan José Ruíz de Apodaca, de otra escuadra británica muy superior. Aunque más que rechazo habría que hablar de engaño.
Un hecho de armas del que nuestro ilustre historiador Cesáreo Fernández Duro no hace ninguna mención en su magna obra sobre la historia de la Armada. Y si Duro no escribe nada sobre el particular, nos deja en la duda de si realmente existió. Porque la historiografía británica tampoco se hace eco del asunto2.
Sin embargo, tal acción sí que sucedió ya que lo corroboran varios documentos de la época: uno británico y otro español, como veremos.
El protagonista de esta entrada es el brigadier Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza3 quien el 31 de octubre de 1796 tomaba el mando del navío de línea San Agustín, de 74 cañones.
El 24 de enero de 1797 salió este navío a escoltar a la fragata Santa Clara, que debía llevar pertrechos a Montevideo. Junto al San Agustín iba también el bergantín Atocha, al que tenía que escoltar hasta Safi (en la costa occidental de Marruecos), para después regresar a Cádiz escoltando otro convoy. Al parecer, a bordo del Atocha viajaba un personaje moro que había que llevar.
El día 26 la fragata se separó de los otros dos buques para seguir su rumbo, mientras que el San Agustín y el Atocha regresaban a Cádiz, donde sobre el Cabo de Santa María el día 13 de febrero la niebla los envuelve y son rodeados por toda la escuadra británica de Jervis, la misma que al día siguiente combatiría contra una escuadra española en la Batalla del Cabo de San Vicente,.
Juan José Ruiz de Apodaca mantuvo la calma y demostró sus dotes de navegación al burlar la caza de cinco buques británicos hasta las once de la mañana, que puso rumbo a Cádiz.
A su serenidad en tan crítica ocasión se debió que no cayesen ambos buques en poder de los ingleses; siendo tan acertadas sus maniobras que burló la caza que inmediatamente le dieron.
La noche siguiente vuelve a ser acosado por los enemigos, que le impiden al San Agustín recalar en Cádiz, por lo que su comandante opta por dirigirse rumbo norte, donde llegará a Vigo.
Calculó tan bien Apodaca su derrota, que consiguió separarse de los cruceros ingleses de las costas de Portugal y no dar en manos de los de la Coruña y Cabo de Finisterre, arribando felizmente al expresado puerto de Vigo.
El San Agustín y el bergantín Atocha habían sorteado a los británicos varias veces. No estaba nada mal para unos navegantes en horas bajas de la Armada.
Bloqueados en Vigo y el engaño de Ruiz de Apodaca
En este puerto gallego permanecería Apodaca con su pequeña división durante cuatro meses, esperando el momento propicio para dirigirse a Cádiz, algo complicado con tantos buques británicos bloqueando aquella ruta y área tan importante como concurrida.
Entonces, el 1 de julio de aquel mismo año de 1797, se presentó en la ría de Vigo una escuadra británica compuesta por dos navíos de línea, tres fragatas y dos bergantines. La mandaba el capitán Samuel Hood4, que como oficial comandante5 enarbolaba su insignia en el HMS Zealous.
Tras fondear dicha escuadra, los británicos mandaron un oficial con una carta para el comandante general de la provincia de Tuy.
Dicha misiva decía así:
A bordo del navío de S.M.B. el Zealous, en la entrada de la ría de Vigo a 1 de julio de 1797.
Señor: Antes de que haga ninguna otra disposición para atacar las embarcaciones y el puerto de Vigo, la humanidad me incita a esperar que V.E. y el comandante de los buques de S.M.C. en el puerto querrán prevenir las fatales consecuencias que pueden resultar al pueblo etc., entregando a las embarcaciones de S.M.B. el navío de línea de 74 cañones, el bergantín y los demás barcos armados, lo que es el principal objeto de esta determinación. Una respuesta positiva y definitiva debe ser entregada a bordo del navío de S.M.B. a las dos de la mañana, y espero que para este tiempo se le permitirá a mi oficial volver a bordo, pues no puede concederse ninguna otra comunicación.
Tengo el honor de ser de V.E. obediente servidor. Samuel Hood, comandante de los navíos de S.M.B. en a entrada de la Ría de Vigo. A su excelencia el gobernador de Vigo.
¿Cuáles eran los barcos armados a los que hacían referencia los británicos? Pues poca cosa, unos pocos brulotes y barcos de pescadores a los que se les había puesto un cañón a modo de improvisadas lanchas cañoneras.
Tanto Apodaca como el gobernador de Vigo rechazaron cumplir con aquella exigencia. Lo que sí pensaron fue que aquel oficial parlamentario británico viera las obras que estaban disponiéndose para la defensa de la plaza y los buques surtos en ella.
El comandante español dispuso sus buques en orden de combate, acoderados de tal forma que eran unas plataformas artilleras complementarias a los fuertes de Vigo, que aunque no estaban especialmente bien artillados, parecían otra cosa a ojos de un observador foráneo.
Apodaca preparó también algunas baterías en tierra con cañones de su navío, al mismo tiempo que establecía vigías en los parajes más convenientes.
Llegado el momento, el oficial británico se fue con su escuadra y con la noticia de que allí no se iba a rendir nadie.
El día dos de julio, cuando todos esperaban que comenzase la función, los españoles fueron testigos de la retirada de la escuadra de Hood, que levaba anclas y se volvían por donde habían venido.
Hood se reuniría de nuevo con la escuadra del vicealmirante Jervis, quien mandó al Zealous y a su capitán con la división de Nelson para atacar Santa Cruz de Tenerife. Lo cual, visto cómo acabó aquello, fue más un castigo que una recompensa.
Sin duda, los británicos habían caído en el engaño de que las defensas españolas eran más fuertes de lo que en realidad eran. Sopesarían los pros y los contras de atacar y Samuel Hood decidió que iba a costar mucha sangre para tan poco premio.
Y si esto no bastaba para nuestra satisfacción, dos lanchas pescadoras armadas con cañones rescataban del poder inglés un bergantín español cargado de víveres y apresado por Hood en la costa.
Las Autoridades españolas conocieron lo ocurrido y mandaron una comunicación por medio del general Juan de Lángara:
Enterado el Rey de cuanto V.S. expone con fecha de 5 del corriente, acerca de los preparativos con que se dispuso a rechazar los intentos hostiles de los buques ingleses que a principios del mismo fondearon en la boca de esa bahía, y del espíritu y deseos de cumplir sus deberes, que manifestaron las tripulaciones, se ha servido aprobarlo todo, y así de Real Orden participo a V.S. para su satisfacción.
Dios, etc. Madrid, 12 de julio de 1797. Juan de Lángara. Sr. D. Juan Ruiz de Apodaca.
Aunque la división de Hood ya no estaba en la zona, sí que había otros buques británicos que patrullaban sin descanso.
Apodaca salió de la Ría de Vigo con el navío San Agustín y el bergantín Atocha el 23 de noviembre, aprovechando un fuerte viento del sur, burlando de nuevo a los británicos y entrando en Ferrol, tras haber desarbolado el mastelero de gavia.
Allí, Juan Ruiz de Apodaca dejaría su navío, que entraba a reparar tras un largo periplo, y pasaría por tierra a Cádiz tras dejar el mando del buque en diciembre, para hacerse con el mando del primer navío que se encontrase libre de la escuadra del general Mazarredo.
Notas
- Los mismos datos figuran en la «Galería biográfica de los generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868» (editado en 1873-1874) de Francisco de Paula Pavía y Pavía, cuyo texto, sin cambiar una coma, es el mismo que el del escritor vigués Teodosio Vesteiro Torres, quien también hace una crónica si no igual muy parecida aunque algo más ampliada, en la «Crónica naval de España», que sería reproducida también en el diario «El Heraldo Gallego» en su número 270 de 1878. Todos bebiendo de la misma fuente: el texto de la publicación dirigida por José Marcelino Travieso en su revista «La Marina» editado en Madrid en 1856, el cual creo que es la fuente inicial. Dicho texto está firmado por el capitán graduado Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca.
- El historiador contemporáneo William James no hace mención alguna de este episodio. En realidad, la poca entidad del hecho de armas, unido a que ellos no sacaron ningún provecho de la acción, puede aclarar el porqué de tal falta de información.
- Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza, I conde de Venadito, fue un marino, prócer del Reino, militar y virrey. Fue el 61º y último virrey de la Nueva España nombrado como tal, tercer jefe político superior de Nueva España y 16º capitán general de la Real Armada Española. Tuvo un destacado papel en la batalla de la Poza de Santa Isabel en 1808 en la que fue el jefe de la escuadra española que batió y apresó a la francesa del vicealmirante Rosily. No hay que confundir a este marino con su hermano Sebastián Ruiz de Apodaca, también de la Real Armada que estuvo, entre otras, en la ocupación de Trinidad por los británicos y que fue condenado en un Consejo de Guerra por su actuación, siendo retirado del servicio, aunque fue perdonado después.
- Se trataba de Sir Samuel Hood, primer Baronet. No hay que confundirlo con el otro Samuel Hood, primo hermano de su padre y quien también fue un afamado marino, estando en Tolón en 1793 en conjunción de los españoles, y la Batalla de los Santos en 1782. El Samuel Hood de esta entrada tuvo una dilatada carrera en la marina, teniendo su momento destacado en la Batalla del Nilo, mandando precisamente el mismo buque: el HMS Zealous. También se encontró, ya con el HMS Venerable en la Batalla de Algeciras y en la acción posterior. Llegó a vicealmirante y miembro del Parlamento. Moriría en 1814 en Madrás, en la India.
- Samuel Hood ostentaba el rango de capitán, pero por antigüedad era el mando principal en la división que llegó a Vigo, era el Commanding Officer, que no hay que confundir con Comodoro, que era el rango superior a capitán. Ser oficial comandante de una división era reconocerle el mando de dicha escuadra aún sin ser Comodoro. En la Armada española pasaba lo mismo cuando un capitán de navío no era Brigadier (equivalente español de Comodoro), pero debía mandar una división de buques. Como decimos, el mando de una agrupación con rangos iguales se le daba al de más antigüedad.
Fuentes
- «La Marina. Revista científica, militar, administrativa, histórica, literaria, política y de comercio». Dirigida por José Marcelino Travieso. Tomo I. 1856.
- «Historiales de los navíos de línea españoles (XVIII-XIX)», Tomo 2, sección del navío San Agustín. Santiago Gómez Cañas.