La batalla de Gibraltar, 1621

Por Juan García (Todo a Babor)

Combate naval Gibraltar, 1621
La batalla de Gibraltar, 1621. Primera vista. Por Enrique Jácome y Brocas. Museo Naval de Madrid.

Con el advenimiento al trono español del rey Felipe IV, el 31 de marzo de 1621, y con los manejos del válido del monarca el conde duque de Olivares, se acabó la tregua de doce años con las Provincias Unidas y se optó por atacar ahí donde más le podía doler a estos: a su comercio. Una de las primeras acciones fue esta que les vamos a relatar, la batalla de Gibraltar de 1621.

Preparativos para un encuentro

El momento había llegado al saberse, por medio de los agentes españoles en Venecia, de que una gran flota de buques mercantes escoltados por galeones de guerra holandeses que se encontraban por oriente, estaban dispuestos a pasar por el estrecho de Gibraltar para ir a su país. También informaron de la fuerza con que contaban y posibles fechas.

Los holandeses habían decidido ir en un gran convoy para defenderse de los piratas berberiscos que infestaban el Mediterráneo.

La idea de los españoles fue juntar en la zona del estrecho de Gibraltar a la escuadra homónima al mando de don Juan Fajardo, la de Portugal al mando de Martín de Vallecilla y la de Cuatro Villas, al mando de Francisco Acevedo.

Sin embargo, y a pesar de contar con tiempo suficiente para prepararse, hubo problemas por falta o escasez de lo necesario. Así, Acevedo tuvo que salir de Santander con nueve naos de su escuadra hacia Lisboa para buscar él mismo los pertrechos. Iba sin apenas artillería a bordo de sus buques.

Vallecilla tampoco pudo unirse a la armada del Océano de don Fadrique de Toledo, ya que vientos contrarios los mantenían alejados. La escuadra de Fadrique, por tanto, salió el 31 de julio hacia el cabo de San Vicente esperando reunirse con los refuerzos, que no aparecieron.

Sin esperar más Fadrique y su exigua escuadra de cinco galeones y dos pataches, se dirigió a las costas de Málaga.

La composición de la flota holandesa, según las noticias, era de treinta buques mercantes escoltados por una veintena de buques de guerra. Era por lo tanto un enfrentamiento desigual, pero Fadrique de Toledo no podía dejarlos escapar sin intentar algo. De hacerlo, esos mismos buques podrían encontrarse con la escuadra de Vallecilla y machacarla.

En consejo de guerra a bordo del insignia de Fadrique, el Santa Teresa, se reunieron los comandantes de los buques y todos decidieron combatir. Estos eran, a parte de Fadrique, el maestre de campo Gerónimo Agustín, general Carlos de Ibarra, almirantes Alonso de Mújica, Roque Centeno y Juan de Burrundia, contador de la Armada.

La batalla del Estrecho de Gibraltar, 10 de agosto de 1621

La escuadra española se componía del insignia Santa Teresa (capitana Real), que era un enorme galeón de casi mil toneladas y peso pesado que llevaría el protagonismo de la lucha. Los demás buques eran más modestos, con tonelajes que iban de los 450 de los más grandes a las 330 de los pataches.

La escuadra española dio fondo en la bahía de Algeciras. Desde Ceuta se disparó la artillería, avisando del paso de navíos y los españoles se pusieron en marcha.

Fadrique de Toledo anduvo por la noche dando bordadas de un lado a otro hasta que a las diez de la mañana halló a sotavento a 31 buques holandeses formados en dos grupos, 24 en uno y 7 en otro. En otras fuentes, incluido Fernandez Duro, se habla de cincuenta buques. Es posible que llevara razón, ya que en teoría se trataba de un gran convoy. Aún así, contando con el número más bajo de enemigos, no deja de ser una acción audaz.

Batalla de Gibraltar, 1621
Batalla de Gibraltar, 1621. Segundo movimiento. Pintura de Enrique Jácome y Brocas. Museo Naval de Madrid. En primer plano, con muchos daños, tenemos al galeón Santa Teresa, batiéndose con varios buques holandeses a un mismo tiempo. Esta “fortaleza marina” aguantó todo lo que le cayó y aniquiló la defensa holandesa gracias a su poder.

Los del galeón insignia se dirigieron al grupo más numeroso. Los buques holandeses de la escolta arremetieron.

…ellos también se fueron a la armada. Llegando cerca la Real disparó una pieza sin bala, a la cual, una de las dos capitanas que traían, respondió con otra bala y volviendo al Real a dispara con otra con bala y no queriendo amainar le vinieron una para otra. Como el estandarte no le abatía, como lo acostumbran, le conoció venían a pelear, y estando muy cerca le dieron carga de artillería y mosquetería, y la que dio la Real fue cosa espantosa a dicho de cuantos lo vieron desde tierra y mar.

Así pues, al Santa Teresa le atacaron por ambos costados dos de los buques principales, pero los españoles no se achantaron y les descerrajaron tremendas andanadas que dejarían a los holandeses maltrechos casi de inmediato. Jugaba a su favor su enorme tamaño.

Uno de los buques holandeses se incendió y el fuego llegó a trasmitirse al Santa Teresa, aunque pudieron apagarlo. Siguieron entonces con su destructivo camino, abriéndose paso entre los holandeses sin que ninguno fuera capaz de detenerlo.

…tras esto la Real se metió en medio de todos ellos y dando muchas cargas de artillería, mosquetería y arcabuceria peleó mucho tiempo por maltratarlos.

Con esto lo que se quería era dejarlos listos para que los demás buques españoles los abordaran. Estaban utilizando al buque insignia (el más grande y poderoso) como ariete.

Y eso hicieron los demás, tras haber pasado don Fadrique por tres veces entre medias, haciéndoles gran daño. Alonso de Mújica aprovechó y abordó a un galeón holandés y lo rindió. El patache San Nicolás, del capitán Domingo Hoyos y Carlos de Ibarra con el Santa Ana, abordaron a otro y lo tomaron. Estos eran buques más pequeños que los del enemigo, pero no les importó demasiado.

El Santa Teresa se había abierto paso hasta los mercantes incendiando a uno de ellos, pero el fuego se comunicó de nuevo al insignia y tras duro trabajo lograron sofocarlo. Pero por culpa de los daños, los palos se vinieron abajo y ya no pudieron proseguir con aquella masacre. A las tres de la tarde acabó la función.

Los holandeses huyeron forzando la vela, pero perdieron cinco buques, hundidos o incendiados y otros dos habían sido apresados. Los españoles no perdieron ningún buque, aunque el Santa Teresa quedó muy maltrecho y necesitó reparaciones urgentes.

Batalla naval de Gibraltar, 1621
Galeones españoles luchando contra holandeses en una de las numerosas ocasiones a lo largo de la Guerra de los Ochenta Años. Autor anónimo. Pintura del Museo Naval de Madrid.

Tras la batalla

Al día siguiente entraron en Cádiz con las presas. El capitán general de Ceuta Luis de Noroña, envió un buque a don Fadrique de Toledo con pólvora de socorro, estopas, balas y paños para los heridos, entre ellos el propio Fabrique que recibió un astillazo en la boca.

Los holandeses habían perdido siete buques pero habían logrado pasar el convoy, por lo que la victoria no fue satisfactoria del todo, ya que el objetivo principal había sido acabar con el comercio holandés.

En la Corte, no obstante, se dio importancia a la batalla naval acaecida y el rey recompensó como era costumbre. Por Real Cédula expedida el 24 de agosto de daba las gracias a don Fadrique de Toledo y se le autorizaba a recompensar con pensiones a todos los que se hubieran destacado en el combate.

Don Fadrique tendría otra actuación memorable en la recuperación de la isla de San Cristóbal.

Fuentes:

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