Por Joan Comas
Índice
Introducción
A veces es curioso como un emplazamiento estratégico se convierte en batalla más de una ocasión a lo largo de la historia. Esta característica normalmente viene acompañada de la de “batalla terrestre”, pero también podemos hallar ejemplos en el mar; este es el caso de la batalla de Lissa de 1811. Esta batalla naval destaca, porque no estuvo comandada por ningún almirante y también por la ausencia de los grandes y legendarios navíos de primera clase de porte de 100 cañones, que a lo largo de sus tres puentes casi involuntariamente asociamos en la mente cuando pensamos en los combates navales de las guerras napoleónicas. Fue un curioso combate entre escuadras comandadas por capitanes, que a primera vista bien podía parecer un Trafalgar a la inversa (por la posición de las flotas); pero con un curioso resultado, que bien nos enseña que tácticas se podrían haber usado aquel fatídico día si la escuadra española no hubiese estado subordinada a incompetentes oficiales franceses.
Es importante no confundir este enfrentamiento con la otra batalla con el mismo nombre, que ocurrió 55 años después en el mismo emplazamiento, entre la recién fundada flota real italiana y la armada imperial austriaca durante la Tercera guerra de la independencia italiana, en el marco de la guerra Austro-Prusiana; no por eso menos interesante, la cual será tratada en otra ocasión.
Contexto histórico
Tras adueñarse de Italia, en especial de Venecia pues controlaba la actual costa de Croacia; Napoleón ambicionaba el control del Mediterráneo, cosa que no solo se convertiría en una piedra en los zapatos de Gran Bretaña sino un bálsamo por su recién convertido en aliado Alejandro I, Zar de Rusia, contra su enemigo tradicional, el imperio Otomano.
Para frenar su creciente poder los británicos tomaron la isla de Lissa (en el Adriático) para utilizarla como base de operaciones contra la costa y el comercio francés. Tras varios choques de desgaste por ambas partes los franceses se apoderaron de la isla cosa que propició a un contrataque británico.
Finalmente tras conseguir una flota mayor y una gran cantidad de tropas los franceses se vieron preparados para lanzar su ataque definitivo al puerto de la mencionada isla. Pronto el “anti-Villeneuve” mediría sus fuerzas contra el “discípulo de Nelson”.
Comandantes
El comandante de la escuadra francesa era el capitán de navío Bernard Dubourdieu, quien por su historial de servicios se puede ver que era un buen oficial; natural de Bayona empezó a navegar en la marina mercante a la erad de 16 años y más tarde entró en la escuela hidrográfica de su ciudad.
Con el estallido de la revolución Dubourdieu se alistó en la armada republicana, donde a causa de los continuos cambios de organización fue ascendiendo rápidamente hasta ser timonel; donde destacó por sus conocimientos de navegación.
Con el rango de guardiamarina combatió bajo el mando del almirante Latouche Tréville, el único marino francés que llegó a causar problemas a Nelson. Aunque su estrella declinó cuando el puerto de Toulon fue tomado por los británicos en nombre del niño rey Luis XVII, Dubourdieu trató de escapar pero fracasó y como resultado fue trasladado a unos pontones navales en Gibraltar.
Tras cuatro meses, no conforme con su situación Dubourdieu y 20 soldados que le siguieron trataron de volver a evadirse, esta vez robaron un buque británico y navegaron hasta llegar a aguas francesas. Tal proeza que le valió más tarde el ascenso a teniente junto a las felicitaciones de la Convención Nacional.
Fue hecho prisionero otra vez tras un duro combate con un buque británico de mayor porte, aunque se resistió por más de dos horas hasta ser herido de gravedad en la pierna. Liberado en uno de los múltiples intercambios de prisioneros de aquel periodo, sirvió en otras acciones como la evacuación de los franceses de Egipto, en Martinica contra tres buques ingleses, en el rescate de otro buque de guerra francés durante su naufragio a causa de un huracán (no dudando ni un segundo en saltar a la aguas embravecidas para salvar a sus compañeros de armas) y capturar cerca de Corfú varios buques corsarios ingleses con un total de 300 prisioneros; cosa que le hizo merecedor de los galones de capitán de navío.
Había sido recompensado con la Legión de honor (grado caballero) y más tarde de oficial y con la Orden de la corona de hierro (clase caballero) por capturar el puerto de la isla de Lissa. Y tras una recomendación del Virrey de Italia (hijo adoptivo del Gran Corso) en breve seria ascendido a contralmirante. Quedaba claro que esta vez el comandante francés no era un Villeneuve.
Por otra parte el capitán al mando de la flota inglesa era William Hoste y se podría describir como el prototipo de capitán inglés, es decir, embarcado desde la tierna erad de cinco años como sirviente del capitán. Era una práctica común que permitía familiarizarse con la náutica, preparar su examen de guardiamarina y crear unos valiosísimos lazos de amistad con otros futuros capitanes, cosa que era muy útil a la hora de combatir o buscar apoyos. Aunque no llegó a navegar hasta los doce, sí combatió en las batallas de Génova e islas Hyères durante la revolución francesa.
Sirvió con el renombrado almirante Samuel Hood quien lo describió como “un chico inteligente” pero carecía de influencias dentro de la institución para poder ascender; cosa que cambió cuando conoció al que sería su “maestro” el almirante Horatio Nelson. Siguiendo la estela de su mentor Hoste participó en las batallas de San Vicente, Santa Cruz de Tenerife y en el Nilo destacando y valiéndole el ascenso a capitán a los 18 años.
Debido a que se encontraba en una misión diplomática en Argel no pudo por pocos días participar en Trafalgar, cosa que lamentó, especialmente por la muerte del almirante. Tras este mal momento participó en las campañas de corso del mar Adriático; llegando a capturar a 200 buques enemigos y demostrando ser un digno discípulo de su ilustre “maestro”.
Composición de las escuadras
- HMS Amphion. Fragata de 5ª clase de porte 32 cañones
- HMS Active. Fragata de 5ª clase de porte 32 cañones
- HMS Volage. Fragata de 6ª clase de porte 32 cañones
- HMS Cerberus. Fragata de 5ª clase de porte 32 cañones
Escuadra Franco-italiana:
División de barlovento
- Favorite. Fragata de 5ªclasse de porte 40 cañones
- Flore. Fragata de 5ªclasse de porte 40 cañones
- Bellona. Fragata de 5ªclasse de porte 32 cañones
División de sotavento
- Danaé. Fragata de 5ªclasse de porte 40 cañones
- Corona. Fragata de 5ªclasse de porte 40 cañones
- Carolina. Fragata de 5ªclasse de porte 32 cañones
Buques menores (no intervinieron directamente)
Grupo destinado al puerto de San Jorge
- Mercure. Bergantín, 16 cañones
- Principessa di Bologna. Goleta, 10 cañones
- Gazelle. Cañonera, 1 cañón
Grupo destinado al puerto de Camisa
- Principessa Augusta. Goleta, 16 cañones
- Eugenio. Jabeque, 6 cañones
- Lodola. Cañonera, 2 cañones
Tácticas
Plan de batalla francés
Consciente de que las “clásicas” tácticas defensivas de la marina francesa no servirían, Dubourdieu optó por tácticas ofensivas, en concreto dividió su flota en dos divisiones de tres buques cada una: la división situada en barlovento y la situada en sotavento. La idea era romper su línea de batalla por dos puntos diferentes y destruir o abordar al enemigo con un fuego cruzado. Dicha acción realmente recordaba el ataque de Nelson contra la flota franco-española.
Pese a todo no confió solo en la superioridad numérica, bien sabía por experiencia que los ingleses eran un duro oponente y destacaban no solo en la rápida recarga de sus cañones, sino también en las luchas cuerpo a cuerpo durante los abordajes. Por este motivo ordenó a todas las tropas que tenían que realizar el desembarco, que se preparasen para abordar a los navíos ingleses en caso de abordaje.
Plan de batalla británico
Hoste por su parte evitó una batalla a mar abierto donde su desventaja aun sería más fuerte. Por este motivo navegó en paralelo con la costa, evitando ser rodeados por las fuerza numéricamente superiores de Francia-Italia. Como formación Hoste eligió la “clásica” línea recta de batalla, con los navíos bien juntos sería muy difícil romper su línea y también podría cañonear a los primeros buques de la formación enemiga sin que estos (al llevar los cañones a los costados) pudiesen responder. Cosa que si apuntaban con precisión, podrían causar grandes daños antes de que los franceses e italianos pudiesen responder.
La batalla
Primeros movimientos
Las flotas formaron de la forma ya descrita; pero de repente el viento aflojó, no llegando a superar ni siquiera los tres nudos; con ello empezó un lento avance de las flotas que duraría casi tres horas. Mientras Hoste no pudo sino pensar en Trafalgar y también el efecto de la famosa señal de Lord Nelson: “Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber” por eso ordeno izar las banderas de señales con el siguiente mensaje “Recordad a Nelson” (Remember Nelson) dicho mensaje resultó, las tripulaciones quedaron motivadas y lanzaron gritos de entusiasmo.
Por aquel entonces todavía se empleaba la versión mejorada del contralmirante Home R. Popham del sistema de señales creado por el almirante Lord Howe que en 1813 contaba con 6.000 frases y 30.000 palabras; pero existían palabras y nombres que no figuraban cuya transmisión era más larga. Tras investigar acerca del código Popham esta fue probablemente la forma en que el capitán Hoste envió su texto a los demás buques:
Mientras en el bando franco-italiano el capitán Dubordieu se daba cuenta que tenía que modificar sus planes, inicialmente quería romper la línea pasando entre el buque insignia inglés Amphion y el segundo de la línea, de este modo podía barrer la popa del primero. Pero debido a lo juntos que se hallaban los navíos enemigos no era posible. Ante este obstáculo decidió dirigirse hacia el ya mencionado al buque insignia y dejarlo fuera de combate tras un abordaje; cosa que si lo conseguía, rompería la cadena de mando y los demás barcos se hallarían en desorden y sin comunicarse con su comandante.
Hoste vio enseguida las intenciones francesas, por lo que mandó cargar un cañón de 5,5 pulgadas con 750 balas de mosquete. Pronto cuando el buque insignia francés se hallaba a la distancia perfecta abrieron fuego. El impacto fue brutal, las balas barrieron toda la cubierta del Favorite segando muchas vidas y dejando docenas de heridos, entre ellos el mismo capitán Dubordieu, que murió unos minutos después.
La gran maniobra
Pese aquel terrible percance los franceses no se iban a rendir tan fácilmente y el comandante del Flore el capitán Jean-Alexandre Péridier, asumió el mando de la flota, quien maniobró para aprovechar su superioridad numérica.
Entonces Hoste ordenó que toda la escuadra virase simultáneamente en redondo por babor. Esta maniobra desconcertó tanto a franceses como a italianos, pues no sabían que pretendían los británicos, ¿volver al puerto o continuar enfrentándose? Este hecho les llevó a desorganizarse. Mientras el navío Favorite se retiró del combate, pero con muy pocas personas disponibles para gobernarlo, acabó encallando y hundiéndose; sus supervivientes fueron recogidos por los buques menores.
Después de perder al Favorite la confusión fue total y la formación de la flota franco-italiana se rompió. Aun así, la batalla continuó y los buques restantes de la división de barlovento alcanzaron el buque insignia británico, mientras la división de sotavento atacaba al Cerberus y el Volage, este último adelantándose.
La cacería
Tras la desbandada cada buque eligió un contendiente; Hoste centró su atención contra el nuevo buque insignia quien le barrió la popa causándole terribles daños. Mientras el Cerberus y el Volage combatieron contra el buque italiano Carolina y el francés Danaé causándose daños similares. Por su parte el Active se lanzó contra el Corona para aliviar la situación del Cerberus y el Volage, batiéndose en un duelo hasta que los italianos se rindieron.
En este momento se produjo otro gran logro para los británicos, ya que solo cinco minutos después de iniciar el duelo, el capitán del Flore, Jean-Alexandre Péridier estaba gravemente herido y sus oficiales asumieron el mando. Viéndose sobrepasados por la situación, decidieron arriar su pabellón de combate en señal de rendición y lo arrojaron por la borda.
Acto seguido, Hoste ceso el fuego y se dirigió contra el buque italiano Bellona con quien tendría un duro enfrentamiento que se alargaría hasta mediodía, incluso la pequeña goleta Principessa Augusta intentó ayudar a sus compatriotas, aunque su escaso poder de fuego poco pudo hacer ante la tenacidad de los británicos.
El final de la batalla
Con la rendición final del Bellona y la captura del segundo buque insignia, el destino del combate estaba sellado. Los buques menores junto al Danaé y Carolina se habían retirado; el Favorite yacía en el reino de Neptuno… Pero aquella jornada llena de heroísmo y sufrimiento por ambas partes en seguida quedó en entredicho con la infamia que protagonizaron los oficiales del navío Flore.
Aprovechando el desorden de después del combate y la dificultad para responder de los marinos del Amphion tras su combate con los italianos, decidieron olvidar su rendición, volviendo a izar las velas y huyeron pasando tranquilamente por medio de los buques ingleses. Este hecho provocó la furia de los británicos, especialmente al capitán Hoste, quien calificó este hecho de deshonroso y cobarde.
La Flore se había rendido al arriar el pabellón de combate y las velas en cesar las hostilidades, por este motivo los ingleses no atacaron más al pertrechado navío. Y según el comportamiento de la época el oficial al mando tenía que esperar instrucciones como “diríjase a puerto” o esperar que una tripulación inglesa de presa tomase el mando de su buque, pues al rendirse se convertían automáticamente en prisioneros de guerra; los ingleses lo sabían y no esperaron tal acto.
Debido a los daños recibidos, los ingleses reusaron perseguirles; pero Hoste mandó una carta a los franceses con sus quejas y exigiendo que cumpliesen con su palabra. Los franceses nunca le contestaron, de este modo mancillaron con su deshonor la bandera tricolor que volvía a flamear orgullosamente en sus mástiles y a la maltrecha armada imperial francesa, que durante las guerras napoleónicas en muy pocas ocasiones saborearía el significado de la palabra victoria.
El balance final quedó en 45 muertos y 145 heridos en el bando vencedor, más 700 bajas entre muertos, heridos y prisioneros en el francés; sin contar dos buques capturados y uno hundido.
Premios
Las recompensas en el bando británico fueron importantes, William Hoste fue condecorado con la Naval Gold Medal (versión para almirantes, comodoros y capitanes al mando) más tarde por sus acciones en el Mediterráneo fue ennoblecido con el título baronet y recibió la muy honorable orden de Bath.
Sus capitanes recibieron la Naval Gold Medal (versión de capitanes subordinados) y los tenientes fueron ascendidos a capitanes. En 1847 los supervivientes de la batalla recibieron la Naval General Service Medal del gobierno de la reina Victoria I.
Por su parte un frustrado Napoleón dijo sobre su fallecido capitán:
Dubourdieu, un valiente luchador; pero acostumbrado a acciones individuales, no era lo suficientemente grande como para ejecutar grandes fuerzas.
Pese a esta cruel crítica, la viuda de Bernard Dubourdieu recibió una pensión de 2.500 francos, la que le correspondería a un contralmirante. Su tercer hijo seguirá la estela de su padre y fue vicealmirante a cargo de la prefectura de Toulon. En la actualidad un muelle de Bayona lleva su nombre.
Por increíble que parezca no hay constancia de haber habido un castigo para los oficiales de la Flore. Si sabemos que su maltrecho capitán Jean-Alexandre Péridier fue premiado con la Orden de la corona de hierro (clase caballero) de manos del Virrey de Italia y unos meses más tarde recibió el rango de gran oficial de la Legión de honor. Curiosas recompensas teniendo en cuenta que ni siquiera se hallaba al mando en el momento de su mítica “evasión”.
Con la caída en desgracia del Gran Corso se terminó el reino italiano que había creado, aunque la semilla terminaría germinando y pronto surgió el sentimiento de crear una Italia unificada; será en este momento cuando los “herederos” de los buques Bellona, Corona y Carolina volverían a entrar en combate en las costas de la isla de Lissa, poniendo a prueba el valor de sus marinos y la determinación de sus comandantes contra un enemigo muy diferente.
- Imágenes pinturas: National Maritime Museum, Greenwich, London.