Por Juan García (Todo a Babor)
En el periodo de entreguerras que va desde la finalización con los ingleses de 1761-1763 hasta el inicio de la siguiente, también contra los ingleses, de 1779-1783 no hubo realmente paz en la mar, ya que, sobre todo en el Mediterráneo se libraba una lucha constante contra el corso y la piratería berberisca.
A los corsarios berberiscos lo sufrían en mayor o menor medida todas las naciones europeas, pero España por su cercanía y extensa costa mediterránea, fue de las que más tuvo que soportar. Los berberiscos partían de diferentes puntos de Marruecos, Argel y Túnez, dispuestos a apresar cualquier buque que se les pusiera a tiro.
A veces tenían éxito y otras no. La cuestión era que siempre estaban ahí y como si fueran moscas no siempre era posible acabar con ellos por medio de la fuerza bruta. Las expediciones de castigo a sus bases tuvieron un éxito relativo, como las expediciones de Barceló. Este bravo militar, por cierto, se fogueó en multitud de combates contra ellos cuando sólo era comandante de buque, tal y como hemos visto en Todo a babor en muchas ocasiones.
Así pues, la mejor manera de combatir a esos escurridizos piratas era con sus propias armas, utilizando sobre todo los gráciles y maniobrables jabeques. De ahí que la Armada española mantuviera en sus listas un número proporcional de este tipo de embarcaciones rápidas.
Hoy les traigo una de esas anónimas y habituales escaramuzas contra los corsarios berberiscos, argelinos para ser más exactos.
Tras el corsario argelino
El 13 de noviembre de 1765 salieron de Cartagena dos pequeños jaquebes correos de Orán. Recordemos que este enclave argelino era español desde que en 1732 una gran expedición se hiciera con ella de forma sorpresiva y fulminante. En 1792 pasaría a manos argelinas tras un tratado.
Estos jabeques correo no eran como los de guerra. Eran pequeños y muy ligeros, ideales para la comisión que tenían de correos. No obstante, iban reforzados por oficiales y tropa de marina, así como soldados del Regimiento de Bruselas. Uno de los jabeques estaba al mando del teniente de navío don Vicente Pignatelli y el otro el teniente de fragata don Juan Quintano.
¿Y por qué salieron ambos buques a la vez?
Para perseguir a un corsario argelino que acababa de hacer una presa en las inmediaciones de aquellas aguas cartageneras, en concreto un buque valenciano. Ambos se retiraban hacia Argel.
El jabeque de Pignatelli, al ser más velero, alcanzó al argelino entre las ocho y las nueve de la noche. Le hizo unas descargas de cañón y fusilería, además de soportar dos reñidos abordajes, los cuales rechazó y echó al agua a doce corsarios que se habían metido en el jabeque español.
Pero el jabeque argelino, que era de porte de 8 cañones, tenía muchos daños y se fue a pique. De la tripulación de este sólo quedaron 31 supervivientes de 72 que componían la tripulación.
Los españoles, no obstante, habían sufrido la muerte de Juan Cavanillas, patrón del jabeque español, y otros dos individuos, además de salir heridos el teniente de granaderos de Bruselas don Pedro Libert, el alférez de navío don José Miranda, un guardián, 16 marineros y 8 soldados, algunos de los cuales fueron de gravedad, lo que corrobora que el combate fue bastante duro.