Una de comandos navales de 1764

Por Juan García (Todo a Babor)

Asalto naval
Detalle de una pintura de John Michael Groves.

En 1764, en verano, tuvo lugar otra de esas hazañas totalmente desconocidas de nuestra historia naval.

La escuadra al mando de don Domingo Pignateli, que hacía el corso por el Mediterráneo, estaba detrás de un navío turco cargado de trigo, que les había logrado dar esquinazo de manera casi insolente cuando trataban de cazarlo, además de haber quemado dicho navío anteriormente un jabeque español.

Los españoles le tenían ganas a este buque turco y sabedores de que estos se hallaban fondeados en aguas de Tanger se decidió o bien apresarlo o quemarlo allí mismo. Lo mismo daba una cosa que otra, pero una cosa estaba clara, había que darles un escarmiento como fuera.

Para ello se eligió a don Martín Cebollino, teniente del Regimiento Fixo de Ceuta, para que reconociera la playa y ensenadas hasta el puerto de Tanger, para «tener conocimiento de los peligros e inconvenientes que pudieran aventurarla». El oficial no encontró ninguna dificultad en la descubierta que realizó por toda la zona, a pesar del fuego que le hizo la Plaza.

Se dispusieron entonces, como en plan comando actual, dos falúas, de bastantes remos, y el embarco en ellas de 42 hombres escogidos. En una iban Granaderos del Fixo, al mando de don Gonzalo Piris, que era subteniente del mismo, y en la otra falúa soldados de la Compañía de Caballería de Ceuta, al mando del patrón de jabeque Manuel Pérez.

Ambas embarcaciones se dirigieron a Tánger bien prevenidos y procurando asegurar siempre la retirada. A los tres días de navegación, que padecieron el mal tiempo y las corrientes, entraron en el puerto de Tánger.

A pesar de las precauciones fueron descubiertos. Aun así superando el fuego que se las hacía de fusil, de cañón de la Alcazava, y del muelle, las dos embarcaciones españolas llegaron hasta el navío turco, siendo entonces la tropa la que abordó al buque, sable en mano, matando a los tripulantes que no habían huido arrojándose al mar. 

Sin tiempo que perder, picaron los cables y remolcaron fuera del puerto a la nave, llevándosela ante la segura cara de incredulidad de los espectadores de la función. Y todo sin una sola baja de los atacantes, a pesar del intenso fuego con que les recibieron y la dificultad del abordaje.

Fue tal éxito, y tan bien ejecutado, que enterado el Rey de tal noticia hizo recompensar a la valerosa tropa y marinería que tomaron parte del asalto. Al subteniente Piris se le ascendió a teniente, al patrón Manuel Pérez se le dio el grado y sueldo de subteniente, y al Sota Patrón Melchor de Mera, que se había distinguido entre los más valientes de la acción, recibió de sobresueldo dos reales de vellón más al día.

Como han podido leer esta sin duda fue una gran acción de comando, llena de tal intrepidez y arrojo que me recuerda a un episodio muy parecido, y conocido porque lo protagonizaron los británicos, pero esta vez nos quedamos con la protagonizada por los españoles.

  • Fuente: Gaceta de Madrid.

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