Por Guillermo Nicieza Forcelledo
Autor del libro: «Leones del mar. La Real Armada española del siglo XVIII» y «Anclas y bayonetas»
Índice
Antecedentes
Los intereses mercantiles y militares del Imperio Otomano en el mar Mediterráneo se mantuvieron perennes desde, al menos, el siglo XIV1, controlando de facto los tramos comerciales terrestres2 de la Ruta de la Seda3.
Este hecho vino a manifestarse, posteriormente y de forma más notable, con la caída de Constantinopla4 en manos del Turco, quedando también las rutas marítimas bajo el control del Imperio Otomano.
El desarrollo militar y naval del Imperio Otomano fue tal que en poco tiempo consiguió someter los mares menores regionales, Adriático, Jónico y Egeo, y parte del Mediterráneo, incluyendo Grecia y sus archipiélagos5 y todo el norte de África hasta casi las puertas de España. A esto habría que sumar las costas del mar Negro6.
Durante estos tiempos fue precisamente España, en ausencia de una Francia ladina7 y una Inglaterra todavía por destacar8, la encargada de socorrer, proteger y salvaguardar, gracias a su hegemonía militar como potencia dominante en Europa, los territorios que peligraban y eran los últimos bastiones9 frente al empuje otomano.
Así, en virtud de los lazos familiares entre los Habsburgo españoles y los imperiales, se auxilió Viena, en 1529, y Malta, en 1565. Por otro lado, España también llevó a cabo diversas campañas de corte ofensivo sobre los territorios de influencia otomana en el norte de África, como la Jornada de Mazalquivir de 1505 o la conquista de Orán de 1509, además de las fracasadas expediciones contra Argel de 1516 y 1518.
Si bien destacó también la muy exitosa Jornada de Túnez de 1535, junto con otras campañas en los Balcanes y en el Mediterráneo, como el asedio de Cefalonia10 de 1500, las dos derrotas del asedio de Castelnuovo de 1539 y de la batalla de Préveza de 1538, y la victoria naval de Girolata de 1540.
Así, en los siglos XVI y XVII, el mar Mediterráneo se repartió tácitamente en dos grandes dominios entre las dos talasocracias hegemónicas en dicho mar: España, que señoreó la zona occidental al heredar el poder de la Corona de Aragón y sus territorios italianos, y el Imperio Otomano, que hizo lo propio con la zona oriental.
Sin embargo, fue precisamente con la batalla de Lepanto, en 1571, cuando la Liga Santa, coalición cristiana amparada por el Papa y a la que se sumaron el Imperio Hispánico y todos sus territorios, la República de Venecia, la República de Génova, los Estados Pontificios, el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de Saboya y las órdenes militares de Malta, San Lázaro y San Esteban, expulsó al Imperio Otomano de la zona más occidental, la que marcó la frontera marítima entre la Cristiandad y el Islam.
Todavía a principios del siglo XVII, a pesar de la meteórica recuperación otomana en construcción naval y reclutamiento de tropas para sus flotas, España abofeteó al Imperio Otomano en un par de ocasiones, siendo las más famosas las batallas navales del cabo Corvo, en 1613, y el cabo Celidonia, en 1616.
Estas dos acciones, además, tuvieron la particularidad de derrotar navalmente a los turcos en sus propias aguas de influencia y frente a sus costas: en la península de Karaburun, la primera, y en el cabo Gelindonya, la segunda.
Esta situación donde fue posible expulsar a los turcos de las aguas europeas e incluso ofenderles en sus propias costas no podía haber sido ni quiera soñada en el siglo XIV e inicios del XV, antes de Lepanto.
Sin embargo, las ofensivas terrestres turcas fueron mucho más precisas y continuaron siendo eficaces durante esta época, quedando la banda de costa de los Balcanes y virtualmente el territorio interior hasta Viena en manos de la Sublime Puerta.
Para este momento, la mayor parte de las potencias europeas ya estaban alineadas contra el Imperio Otomano, menos Francia, Inglaterra y Provincias Unidas.
No fue hasta la batalla de Kahlenberg, en el contexto del Segundo Sitio de Viena, el 11 y 12 de septiembre de 1683, cuando la Liga Santa de Linz11, compuesta por el Sacro Imperio Romano Germánico y la Mancomunidad de Polonia-Lituania, consiguió frenar el avance otomano en Europa central.
Igualmente, la República de Venecia consiguió grandes victorias por mar, recuperando posiciones y territorios en el Báltico.

Todas estas derrotas otomanas en el contexto de la Gran Guerra Turca12 llevaron a una serie de cambios de manos territoriales que fueron más tarde confirmados con la paz, por el Tratado de Karlowitz13 del 26 de enero de 1699.
El resultado del tratado de paz obligó a los otomanos a ceder Hungría, Transilvania y la mayor parte de Croacia-Eslavonia, la zona norte de los Balcanes, a favor del Imperio de los Habsburgo, Podolia a la Polonia-Lituania, el Azov al posterior14 Imperio Ruso, y la Serenísima República de Venecia se hizo con la península de Morea15, Dalmacia, la isla de Santa Maura16 y la isla de Egina17.
Sin embargo, los venecianos no pudieron recuperar la isla de Creta, perdida en 1669, ni expandir sus posesiones del mar Egeo.
Siglo XVIII
Por su lado, encontrándose las potencias cristianas atentas al contexto de las guerras europeas de inicios del siglo XVIII, como la Guerra de Sucesión Española o la Gran Guerra del Norte, y fracturada ya la Liga Santa, el Imperio Otomano, que nunca había renunciado a recuperar los territorios perdidos, derogar el tratado de paz y revertir sus cláusulas, inició varias reformas para su importante armada.
Además, Venecia se hallaba prácticamente aislada desde el punto de vista diplomático y militar, al no contar con aliados que en ese difícil contexto quisieran o pudieran18 defenderla.
Así, tras lograr una situación estratégica favorable al derrotar19 al Zarato Ruso, y fortalecer20 así su flanco norte, el Imperio Otomano decidió aprovechar el contexto internacional para llevar a cabo su venganza contra Venecia, declarando la guerra el 9 de diciembre de 1714 y marchando sobre la provincia veneciana de Morea.
Para principios del año 1715, los turcos reunieron en Macedonia un ejército de unos 70.000 hombres bajo el mando del gran visir Silahdar Damat Ali Pashá, que además era yerno del sultán Ahmed III. En el verano del mismo año, hacia el 25 de junio, el ejército cruzó el istmo de Corinto e invadió Morea.
La provincia de Morea, en ese sentido, no dejaba de ser una posesión veneciana insertada en medio del Imperio Otomano.
En poco tiempo, las tropas del gran visir Silahdar Damat Ali Pashá, con el beneplácito del sultán Ahmed III, tomaron toda la península para septiembre. Igualmente, el kapudan pashá21 Canım Hoca Mehmed Pashá22 con la flota otomana se apoderó de las islas de Tenos23 y Egina, las últimas posesiones venecianas en el mar Egeo.
A la buena preparación y táctica relámpago turca se opuso la actitud desidiosa de los locales griegos24, que se negaron a ayudar a los venecianos en la defensa, la falta notable de preparación militar y naval25 veneciana, y la escasa resistencia que ofrecieron los principales gobernadores venecianos, rindiéndose muchos de ellos sin llegar a combatir.
Así, en tres meses, toda Morea cayó en manos turcas.
No deja de resultar curioso que los venecianos tenían por inexpugnables sus fortalezas en esta región, especialmente la ciudadela de Acrocorinto, que bloqueaba el paso y acceso al istmo del Peloponeso.
Sin embargo, Acrocorinto fue la primera en caer, rindiéndose tras una breve lucha con la promesa de que se perdonaría la vida de los defensores y civiles. Los jenízaros otomanos, una vez dentro de la ciudad, no cumplieron con su palabra.
La ciudad de Nauplia, capital de la provincia de la Morea, sufrió la misma suerte el 22 de julio, al caer el fuerte Palaméde.
Con el éxito arrollador de estas primeras acciones, los otomanos decidieron poner la mirada en las costas occidentales de Grecia, las islas Jónicas y más allá hasta la costa de Dalmacia, obligando al capitán general del Mar veneciano, el almirante Daniel IV Delfín26, a quedarse con su flota en la isla de Santa Maura con la intención de protegerla.
Esto no hizo más que retrasar la crónica de su derrota, pues caía en manos otomanas la isla jónica de Citera, Kýthira, ya que las pocas fortalezas y fuertes que resistían se vieron forzadas a rendirse.
Así, en Creta, Suda y Spinalonga27 quedaron en manos del Turco, intentando reaccionar los venecianos llevando a cabo una serie de incursiones y golpes de mano, de escasa entidad y eficacia, en el mar Egeo.
A pesar de que en este momento la flota veneciana intentó encontrar a la escuadra turca para presentar combate no la halló, por lo que tuvo que regresar al mar Jónico, primero, y más tarde replegarse a Corfú tras abandonar la isla de Santa Maura y destruir sus propias fortificaciones. Santa Maura fue capturada de inmediato por los otomanos.
Tensión en la isla de Corfú
Plenamente conscientes de que las ambiciones otomanas eran recuperar las islas Jónicas, enclaves marítimos de gran importancia estratégica por resultar de las mejores bases de operaciones navales para las futuras campañas en el Mediterráneo occidental, los venecianos estimaron muy acertadamente que Corfú sería el siguiente escalón en la ofensiva turca.
Corfú era la isla más septentrional y de mayor tamaño de las islas Jónicas, situada, además, en una posición estratégica de capital importancia: al mismo tiempo un enclave importante en el mar Jónico para recalar y pertrecharse, pero también catapulta desde la que lanzar ofensivas contra el sur de Italia, y llegar al mar Adriático e incluso al Tirreno, alcanzando Nápoles o la propia Roma.
Sin embargo, la capital de la isla, homónima, estaba fuertemente fortificada y tenía cerca de 50.000 habitantes. Además, los otomanos no tenían buenas experiencias en intentar tomarla, ya que habían fracasado los dos intentos anteriores.
Para 1716, el Senado Veneciano decidió iniciar los preparativos para recibir a los otomanos y endurecer las defensas de los territorios y antemurales que aún le quedaban. Así, se reemplazó a Daniel IV Delfín, considerado demasiado tibio y poco resolutivo para lo que estaba por venir, por Andrea Pisani28, que recibió el cargo de capitano generale da mar.
Destinado en Corfú con su escuadra, las operaciones de vigilancia y patrulla naval del capitán general Andrea Pisani lograron destruir 18 galeras, 12 galeotas, 26 barcos menores y 2 brulotes otomanos.
Cerca de un mes más tarde, en febrero de 1716, el feldmaresciallo generale29 Johann Matthias Graf30 von der Schulenburg llegó a la isla para tomar el mando de las tropas venecianas e iniciar las labores de fortificación de la ciudad de Corfú, que se encontraban en un promontorio en la costa Este de la isla.

El mariscal de campo von der Schulenburg era para aquel tiempo un anciano general que tenía una amplia experiencia, no es de extrañar cuando se había pasado media vida, las últimas cuatro décadas, combatiendo en los campos de batalla de Europa.
Sin embargo, las defensas de Corfú habían sido largamente descuidadas durante la Primera Guerra de Morea, el conflicto anterior, ya que había sido imposible para el Tesoro de la Serenísima República de Venecia financiar su construcción.
Por ello, Venecia intentó reunir todos los fondos y hombres posibles para la guerra que estaba venir, solicitando auxilios y préstamos a otros estados europeos, que se mostraron poco colaboradores en un primer momento ya que prácticamente media Europa estaba en bancarrota tras la Guerra de Sucesión española.
Sin embargo, los siempre esforzados caballeros de la Orden de Malta y la Orden de San Esteban enviaron hombres y socorros económicos. Así, el mariscal de campo von der Schulenburg ordenó la construcción de murallas, empalizadas, trincheras y otros trabajos de fortificación, así como el adiestramiento de la tropa veneciana.
Sin embargo, muchos de los habitantes y mercaderes, tanto venecianos como griegos, de las islas Jónicas decidieron huir a las costas de Dalmacia, Italia y Sicilia, ante la amenaza de una inminente invasión otomana.
En la primavera de 1716, España, iniciando una portentosa recuperación tras la guerra, y Portugal respondieron a las peticiones de ayuda de Venecia, previo ofrecimiento del Papa de una bula de cruzada para combatir al Turco en el Mediterráneo. Esto hizo que los dos reinos ibéricos organizaran sendas flotas.
Por su parte, el Sacro Imperio Romano Germánico puso en marcha un importante reclutamiento de tropas y poco después los austriacos decidieron colaborar en la guerra.
De esta forma, ya en abril, el príncipe Eugenio de Saboya extendió una carta de reclamaciones y exigencias a Constantinopla solicitando que se devolvieran a Venecia los territorios ocupados, volviendo al statu quo del Tratado de Karlowitz. Al negarse los otomanos, se declaró la guerra en junio.
Sin embargo, cerca de un mes antes, en mayo, los espías austriacos ya habían informado al mariscal de campo von der Schulenburg de que las fuerzas otomanas, bajo el mando del serasker31 Merzifonlu Kara Mustafa Pashá, sobrino homónimo del gran visir que había dirigido el Sitio de Viena de 1683, se estaban congregando en la costa continental frente a la isla de Corfú.
Por su parte, la gran flota turca del kapudan pashá Canım Hoca Mehmed Pashá había atravesado el Paso de los Dardanelos desde Galípoli y estaba ya en el mar Egeo.
Ante estas nuevas, el capitano generale da mar Andrea Pisani destacó sus navíos más maniobrables a cargo del capitano straordinario delle Navi Andrea Corner para patrullar y realizar labores de descubierta en el estrecho entre Morea y Creta, mientras que mantuvo en Corfú sus galeras y galeotas.
En este punto es importante destacar que la Armada Veneciana siempre había sido, de forma tradicional hasta casi el siglo XVI, una fuerza naval basada en las galeazas, galeras y galeotas, es decir, naves de escaso francobordo, una relación entre eslora y manga, escasa artillería y con remos.
Así, no fue hasta finales del siglo XVII cuando comenzaron a organizarse divisiones o escuadrones de buques de vela cuadra y sin remos, formándose, en un primer momento, al armar barcos mercantes.
Esto ocasionó la creación de diversos puestos y cargos dentro de la marina de guerra veneciana, fundamentalmente el capitano delle Navi32, comandante del escuadrón de vela, que pasó a llamarse Armata Grossa, y directamente bajo el control del capitano generale da mar.

A lo largo del siglo XVII, la proporción entre galeras y navíos de vela, llamados de línea, comenzó a equilibrarse gracias al buen resultado que dieron en la Guerra de Candia. Así, durante la Guerra de Morea y la Séptima Guerra veneciano-otomana, la Armata Grossa desempeñó un papel principal en el combate, y adquirió gran protagonismo al tener cerca de 36 buques, algunos navíos y otros más del porte de la fragata.
El cargo de capitano straordinario delle Navi33 se creó aproximadamente en estas fechas para desempeñar el mando supremo de la flota de vela, llevando también en el combate el mando directo de la primera división del primer escuadrón, unos 9 barcos; mientras, el capitano delle Navi mandaba el segundo escuadrón.
El 22 de junio, las naves del almirante Corner volvieron a salir, esta vez con la intención de interceptar alguna división o avanzadilla de la flota otomana, pero los almirantes otomanos decidieron navegar a mar abierto, dejando Corfú al noroeste, y sortear así el estrecho entre las islas Jónicas y el continente.
Por su lado, el almirante veneciano siguió la estela de la flota otomana, pero sin llegar a alcanzarla ni entrar en contacto con ella.
Ataque otomano a Corfú
Al llegar la flota otomana a la isla de Zante, Zákynthos en griego, el almirante turco envió una misiva al gobernador exigiéndole la rendición de la isla, pero sin llegar a plantear un gran desembarco para tomarla por la fuerza por lo que no varió su rumbo.
En Cefalonia, tampoco se realizó un desembarco masivo de tropas otomanas, sino pequeños destacamentos para llevar a cabo incursiones y aprovisionamiento de agua y víveres.
Sin embargo, el 5 de julio de 1716, la gran flota otomana ya se encontraba en el canal de Corfú, anclando entre el promontorio noreste de la isla y el continente, esperando a que la marea fue propicia para iniciar el desembarco y el asedio a la ciudad.
El lugar no era en absoluto casual, pues al otro lado, en la costa continental de Butrinto, se estaba reuniendo un gran ejército de 30.000 infantes, 3.000 jinetes procedentes de todos los territorios del Imperio Otomano y 2.000 cañones de asedio.
Este ejército estaba esperando a que la flota turca controlara el canal para llevar a cabo su transporte y desembarco en la isla de Corfú.
La noticia del masivo ejército otomano frente a las costas de Corfú llevó a la población civil a un estado de pánico general, huyendo los aldeanos al interior de las fortificaciones de la ciudad, mientras que los pescadores y marineros trataron que llegar a Otranto por mar.
La situación para los venecianos era muy complicada, ya que la escuadra de Pisani no podía hacer frente sólo con sus galeras a la gran flota turca, compuesta para ese momento por 62 navíos de diversos portes, entre galeras y de línea.
Por ello, el almirante veneciano decidió retirarse del canal de Corfú sin arriesgar su flota a un combate en manifiesta inferioridad numérica.
Una opción, quizás acertada, hubiera sido desembarcar a sus guarniciones para reforzar las defensas y fortificaciones, o bien tratar de hundir alguno de sus barcos con la intención de dificultar la movilidad de la flota turca, si bien su decisión fue retirarse a mar abierto con la esperanza de reunirse con el escuadrón de vela del almirante Corner. Pisani hacía más de 20 días que no tenía noticias de Corner.
El repliegue del escuadrón naval de Pisani no hizo más que azuzar el pánico reinante, lo que hizo que se produjeran disturbios y saqueos en la ciudad a correr el rumor de que la flota había abandonado la isla a su suerte considerando toda resistencia inútil.
Esto viene a confirmar que, en realidad, los griegos no estaban muy contentos con sus señores venecianos. En esta situación el mariscal de campo von der Schulenburg trató de imponer el orden marcial con la ayuda del provveditore generale da mar34 Antonio Loredano.
Si esto fuera poco, el mariscal alemán también tuvo que reunir a sus hombres, y reclutar milicianos, para la defensa del a ciudad. El 6 de julio, el comandante de las fuerzas venecianas tenía a su servicio a 1.000 mercenarios alemanes, 400 soldados italianos y dálmatas, 500 corfiotas y otros 300 griegos de otras regiones.
Afortunadamente, en los siguientes días llegaron los capitanes Frangiskos Romas y los hermanos Nikolaos y Frangiskos Kapsokefalos con cerca de 500 soldados griegos.

Sin embargo, a pesar de la notable mejoría de la defensa con la llegada de los griegos, la población civil siguió ocasionando disturbios y presentando una baja moral.
Dos días más tarde, el 8 de julio, 4.000 jenízaros y 6.000 soldados otomanos desembarcaban en la playa de Ipsos para sitiar la ciudad de Corfú.
Sin embargo, casualidades del destino, esa misma noche apareció inesperadamente el escuadrón de vela del almirante Corner, con sus 27 barcos, y se lanzó contra la flota otomana sorpresivamente, obligando a los capitanes turcos a picar los cables que los mantenían anclados y a interrumpir el transporte de las tropas otomanas.
Si bien la batalla naval entre el escuadrón veneciano y la flota turca fue muy indecisa, sí consiguió que los otomanos tuvieran que abandonar sus fondeaderos y replegarse para reorganizar su formación.
Esta acción audaz del almirante veneciano devolvió la esperanza a las tropas defensoras y demostró que la Serenísima República de Venecia no estaba por la labor de ceder sus territorios insulares sin pelear.
Quizás durante unos instantes los corfiotas pensaron incluso que era posible la victoria al aislar a las tropas otomanas desembarcadas de sus apoyos por mar y continentales con acciones de obstaculización del escuadrón veneciano.
Así, la población tornó su ánimo decaído por un apoyo entusiasta a la defensa, ofreciéndose muchos civiles como voluntarios para la construcción de fortificaciones, la colocación de las piezas de artillería o alistarse como milicianos.
Sin embargo, para el 10 de julio, los otomanos reanudaron el desembarco y transporte de sus tropas para el asedio, sin encontrar un mínimo intento o ademán de la escuadra veneciana de impedirlo o entorpecerlo.
Durante los días siguientes se dieron enfrentamientos en la isla entre otomanos y venecianos, razonablemente igualados, recibiendo refuerzos ambos contendientes en las siguientes semanas. Los primeros combates en tierra se produjeron por el control de las alturas del monte Abramo y del fuerte de San Salvador, que dominaban la ciudad.
El día 18 de julio, regresó el capitán general Pisani con sus galeras, un navío de línea de 80 cañones y varios transportes con 1.5000 hombres de refresco, y pertrechos y víveres. Sin embargo, un día más tarde los puestos de avanzada venecianos eran tomados y las fuerzas otomanas cerraban el cerco a la ciudad de Corfú, iniciándose formalmente el asedio.
Mientras que la artillería de asedio turca bombardeaba desde las alturas las fortalezas y baluartes de la ciudad, los trabajadores griegos y turcos comenzaron a cavar zanjas para construir trincheras en las faldas a de la ciudad.
Esta técnica de asedio era bien conocida por los otomanos, desde hacía al menos dos siglos, y había sido perfectamente explicada y enunciada por el ingeniero francés señor de Vauban.
Por su parte, la población de Corfú no pudo más que buscar seguridad y refugio en las bóvedas subterráneas. Sin embargo, los turcos, en vez de continuar con las obras de asedio y plantear un largo sitio, todos los días daban el asalto frontal. Estas acciones causaron muchas bajas tanto a ofensores como a defensores.
Poco después, las tropas del general Merzifonlu Kara Mustafa Pashá fueron transportadas a la isla de Corfú y comenzaron a adentrarse en el interior, cortando las comunicaciones entre los pueblos y ciudades con Corfú y obligando a los campesinos y aldeanos a trabajar en las obras de asedio turcas.
Así, el 21 de julio, los otomanos ya estaban a las afueras de Mantouki y Gastrades.
Al día siguiente, se recortaban frente al cabo de Lefkimmi, en el Sur de la isla, los primeros barcos aliados cristianos, nueve navíos de la Orden de Malta, como vanguardia a una gran flota, que estaba por llegar, compuesta por buques de los Estados Pontificios, la República de Génova, el Gran Ducado de Toscana y una poderosa escuadra de España bajo órdenes de Esteban de Mari, marqués de Mari.

Al requerimiento del Papa Clemente XI, Felipe V había ordenado organizar una escuadra en Cádiz de seis navíos: Real35, insignia de 64 cañones del jefe de escuadra marqués de Mari, Príncipe de Asturias, de 70, San Fernando36, de 60, Perla37 y Volante, de 44, y Juno, de 38 piezas de artillería.
La escuadra partió de Cádiz el 21 de junio, arribando a Génova un mes más tarde desde donde pondría rumbo a Corfú a primeros de agosto. Mientras, en Cartagena, la escuadra de Levante de Baltasar Vélez de Guevara había zarpado con 5 galeras38: Concepción, como capitana, San José, San Genaro, San Miguel y San Felipe, y se encontraba en Mesina esperando las órdenes papales para poner proa a Grecia.
Para el 31 de julio, cuatro galeras papales, dos genovesas, tres toscanas y una avanzadilla de cinco galeras españolas del jefe de escuadra Baltasar Vélez de Guevara, junto con cuatro navíos de línea corsarios financiados por el Papa, llegaron a Corfú y frustraron el ataque de la flota otomana a la fortaleza, manteniendo el mar abierto a los suministros cristianos para la plaza griega asediada.
En cambio, por tierra, las fuerzas otomanas marchaban sin gran oposición, avanzando hacia el interior de la isla, donde capturaron el fuerte de San Salvador. Poco después, los otomanos también tomaban los altos del monte Abramo39, al oeste de la ciudad.
Cerca de una semana más tarde, el 5 de agosto, el general otomano extendió a los venecianos una misiva con la exigencia de que se rindieran, amenazando con pasar por las armas a los defensores y destruir hasta los cimientos la ciudad, en caso de negarse a ello:
Yo, que soy un general honorado y que fui elegido por el más grande de los emperadores y el más formidable monarca del Imperio Otomano, Sultán Ahmed III, para conquistar la isla de Corfú, hago saber a Usted, comandante de la fortaleza y al director principal de la guarnición, que su Majestad Imperial me ha enviado para someter la fortaleza antes mencionada y liberarla de vuestras manos, para destruir las iglesias y templos dedicados a la adoración de ídolos y erigir, en su lugar, mezquitas y templos de culto.
Como era de esperar, con las noticias de la próxima llegada de refuerzos cristianos desde España y Portugal, el mariscal de campo von der Schulenburg se negó en redondo, si bien la situación de los defensores era desesperada pues habían tenido muchas bajas y gran parte de su artillería había sido desmontada o destruida.
Si bien la flota veneciana, ya combinados los escuadrones de remo y vela, maniobraron para enfrentarse a la flota turca, el viento varió por momentos y obligó a los venecianos a separarse de la línea otomana, que en este momento tenía la ventaja del barlovento.
El día 8 de agosto, las tornas comenzaron a cambiar a favor de los venecianos, pues llegó un contingente de 1.500 hombres de refuerzo con suministros y víveres, portando también noticias de que los otomanos había sido derrotados por las fuerzas austriacas, tres días antes, en la batalla de Petrovaradin40.
Esa misma noche, los otomanos lanzaron, sin saber de su derrota en Serbia, un ataque general en todos los frentes sobre la ciudad de Corfú, superando las defensas exteriores y apilándose sobre la puerta gracias a escalas de madera.
Sin embargo, animados por el mariscal de campo alemán, los habitantes y soldados, italianos, griegos, alemanes, judíos, mujeres y religosos, tomaron las armas para repeler el asalto turco.
Frenados los otomanos en el cuerpo a cuerpo, decidió entonces von der Schulenburg llevar a cabo una salida al asalto contra las líneas de asedio otomanas, apoyado su avance por las galeras a ambos lados del canal y la artillería que quedaba de la ciudad.
Si bien estas sorties ya habían sido propuestas por el mariscal alemán desde el día 6 de julio, un mes antes, se habían encontrado con la negativa del capitán general Pisani a causa de su riesgo e incierto resultado.
Así fue, que la noche del 18 al 19 de agosto, los venecianos salieron en columna de la fortaleza de Corfú, siendo rechazados por las fuerzas otomanas, y teniendo que soportar una contraofensiva de los jenízaros la misma mañana del 19 de agosto.
Este ataque masivo de tropas turcas consiguió romper las defensas del cinturón exterior y tomar el bastión de San Atanasio, llegando incluso hasta la Puerta de Skarpon.
En un alarde de valor, el mariscal de campo von der Schulenberg se puso al frente de sus tropas y dirigió personalmente una gran ofensiva con 600 hombres sobre los otomanos, obligándolos a replegarse con bastantes bajas, unos 2.000 muertos y 20 banderas.
La fortuna volvió a estar con los venecianos, pues el día siguiente estalló una feroz tormenta que obligó a los turcos a interrumpir todas sus operaciones navales, causándoles varios hundimientos y daños estructurales, si bien también afectó a la flota cristiana, que tuvo que soltar amarras a causa de los fuertes vientos a riesgo de encallar en la costa.
Sin embargo, unas horas más tarde, los otomanos ya estaban reorganizando sus fuerzas para proseguir con el transporte de tropas y reanudar el asalto sobre las defensas de Corfú aunque sus trincheras y campamentos estaban inundados por el agua.
El día 21 de agosto, al despuntar el sol, se presentó tras el horizonte un escuadrón de seis navíos con pabellón español, la tan esperada fuerza naval del jefe de escuadra Esteban de Mari y que iba a cambiar las tornas del combate de Corfú gracias al extraordinario porte de los navíos españoles, de entre 60 y 70 cañones.
Si bien al amanecer los defensores esperaban un gran asalto otomano por la frenética actividad en las líneas otomanas a lo largo de la noche, cuando pudieron ver con claridad, visualizaron las líneas otomanas desiertas.
Al llegar la escuadra española los otomanos habían abandonado el asedio, reembarcando a toda velocidad en sus barcos antes de que los navíos españoles estuvieran en su rango de fuego y les batieran, dejando así atrás con las prisas muchos suministros y pertrechos, incluyendo alguno de sus cañones de asedio.
Fue entonces cuando el jefe de escuadra Esteban de Mari propuso al capitán general Andrea Pisani salir en persecución de la flota otomana y destruirla, aprovechando la veloz maniobra de sus barcos de vela, pero el veneciano se negó, alegando tener otros planes, dando por buena la retirada turca más allá de la salida Sur del canal de Corfú.
Así, los días 23 y 24 el escuadrón veneciano de vela no hizo más que vigilar pasivamente como la flota turca abandonaba esas aguas.
Esta tibia decisión facilitó grandemente al almirante otomano navegar con su escuadra hacia el Norte hasta Butrinto, y de ahí continuar hasta el Sur hasta la costa occidental de Grecia. Así, en completa seguridad, la flota otomana consiguió alcanzar el Paso de los Dardanelos y anclar sus puertos.
Como había ocurrido naturalmente, las desavenencias entre los almirantes cristianos favorecieron a los otomanos.
Sí que ordenó Pisani destacar una división de observación para seguir a los turcos a lo largo del Mediterráneo oriental, con el único ánimo de volver para informar una vez la escuadra otomana hubiera recalado en sus puertos.
Así, a principios de septiembre, las escuadras cristianas, sin presencia de actividad otomana en el mar Egeo, se retiraron.
El motivo de la retirada otomana sigue siendo todavía un asunto de debate entre historiadores militares y navales, considerando algunos que la causa principal fue la decisiva llegada de la escuadra española del marqués de Mari, junto con la noticia de la futura llegada de una escuadra equivalente portuguesa, de nueve buques de guerra.
Sin embargo, otros defienden que se produjeron desavenencias entre los generales otomanos, e incluso un motín. Una visión quizás más precisa une estas dos cuestiones con el hecho de la llegada de la noticia al serasker Merzifonlu Kara Mustafa Pashá de la derrota en Petrovaradin, debilitando considerablemente el frente Norte de los Balcanes, caído ahora en manos austriacas.
Consecuencias
Así, el general turco habría recibido órdenes de finalizar con urgencia la campaña de Corfú y dirigirse a los Balcanes a reforzar sus líneas antes de que los austriacos lanzaran una ofensiva mayor.
Retiradas las tropas otomanas a los Balcanes, el mariscal de campo von der Schulenburg dirigió a 2.000 hombres sobre la costa continental, ya sin presencia turca, y el 2 de septiembre recuperó la ciudad de Butrinto, uno de los puntos continentales de las islas Jónicas más importantes desde el punto de vista estratégico.
Dos meses más tarde, la escuadra veneciana del capitán general Pisani recapturó Lefkada y, con la ayuda de otros escuadrones cristianos, se conseguían las importantes victorias de Imbros, Matapan, Préveza y Vonitsa, en 1717, borrando así la presencia y el peligro otomano del mar Jónico.
Sea como fuere, los otomanos perdieron en el asedio de Corfú cerca de 15.000 hombres, a sumar 56 cañones de asedio, 8 morteros y grandísimas cantidades de suministros, pertrechos y vituallas en su retirada.
Por su parte, las pérdidas de los defensores, entre civiles y militares, tanto griegos como venecianos, fueron de unos 30.000 hombres.
Curiosamente, los corfiotas atribuyeron la retirada otomana la divina intervención de su santo patrono, San Espiridión, mientras que los venecianos hicieron lo propio colmando de honores41 al mariscal de campo von der Schulenburg y celebrando la gran victoria, una de las pocas que habían conseguido en las últimas décadas.
Así, en el Arsenal de la Serenísima República de Venecia se colocó un cuarto león de piedra, junto con la inscripción:
“Anno Corcyrae liberatae”
Año de la liberación de Corfú
Curiosamente, a la llegada del mariscal de campo alemán con sus tropas venecianas, el 3 de enero de 1717, a la ciudad, se produjo en el templo de la música de la Serenísima República, el Ospedale della Pietà, un concierto donde se estrenaba la obra de Antonio Vivaldi compuesta para la ocasión: El triunfo de Judith.
Esta obra, compuesta como un oratorio militar sacro de más de dos horas, convierte a Venecia en Judith, reina del mar, victoriosa sobre el general asirio Holofernes, que, obviamente, simboliza el Imperio Otomano.
Sin embargo, a pesar de los éxitos cosechados por Venecia en 1716 y 1717, la Serenísima República estaba agotada, tanto económicamente como en hombres, cayendo su poder en picado en las siguientes décadas, y dejando de ser la potencia naval que se había alzado gracias al comercio en el siglo XIV.
Por su lado, los austriacos parecieron ser inflexibles en las negociaciones propuestas por los otomanos, dispuestos a mover el frente de los Balcanes hasta la costa, si bien a causa de las exitosas campañas de Felipe V de España sobre Cerdeña y Sicilia, que les arrollaron, tuvieron que avenirse a una frágil paz con el Imperio Otomano.
Así, se llegó al Tratado de Passarowitz, del 21 de julio de 1718, curiosamente favorable para los intereses del emperador. De esta forma, Austria obtuvo el norte de Serbia, la provincia de Banat y Oltenia.
Venecia, en ese sentido, salió peor parada: teniendo que ceder Morea, Tinos y Egina, aunque retuvo las islas Jónicas y sus enclaves continentales. Si bien, si algo había demostrado el asedio de Corfú era que los ilustres comandantes venecianos, de las mejores familias: Dolfin, Corner y Pisani, se habían mostrado tibios y poco entusiastas en los combates.
En palabras más poéticas: el León de San Marcos no había sido tan fiero como se le pintaba.
Además, el Dux había tenido que recurrir a un general alemán y protestante, y a mercenarios tudescos, para poder defender las posesiones venecianas, lo que tampoco hablaba muy bien de los militares de Venecia.
Similares testimonios habían dado españoles y genoveses, muy especialmente el marqués de Mari, y los siempre duchos caballeros de Malta habían considerado la actitud de los almirantes venecianos como poco deseosa a presentar combate.
El sultán Ahmed III obtuvo con la paz el dominio del Peloponeso y de las islas del mar Egeo, pero aprendió con los reveses sufridos que su poder se afianzaría mejor en Asia sin contar con un acechante enemigo en Occidente, por lo decidió sustituir a su gran visir por Damat İbrahim Pascià Nevsehirli y enviar embajadas a las principales potencias cristianas para comerciar e intercambiar bienes y tecnología.
Así, le Imperio Otomano entró en un periodo de paz y prosperidad llamado la Edad de los tulipanes.
Cosas del destino, en virtud del Tratado de Campo Formio de 1797 entre la 1ª República Francesa y el Imperio Austriaco, Venecia pasaba a manos austriacas como la Provincia Véneta y luego como el Reino Lombardo-Véneto, en el Congreso de Viena de 1815.
España, en la regia figura de Felipe V, no recibió más que una efusiva misiva papal de agradecimiento, en la que el Papa Clemente XI hizo hincapié en la siempre voluntariosa disposición de Su Majestad Católica para defender a la Cristiandad y combatir al Turco, como venía el reino42 haciendo desde la Era Medieval.
Notas
- Aunque el Imperio Otomano se fundó en 1299, o sea finales del siglo XIII, no fue hasta el XIV cuando se desarrolló su expansionismo político y militar, llegando a su cénit a mediados del siglo XVI.
- Esta cuestión fue decisiva, aunque de forma indirecta, para que se produjera el descubrimiento de América, al obligar a Castilla a buscar una ruta alternativa a la marítima portuguesa para alcanzar la India y China.
- La ruta comercial más importante y valiosa económicamente hablando hasta el establecimiento de la Carrera de Indias, con el descubrimiento de América.
- El 29 de mayo de 1453, fecha que puede ser considerada el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna.
- Donde se produjeron enfrentamientos con los venecianos y los genoveses, que poseían varias de estas islas como enclaves comerciales.
- Algunas de su propiedad y dependencia, y otras en forma de estados vasallos como el Kanato de Crimea.
- Francia no sólo no se unió a ninguna de las Ligas Santas sino que además se alió con los turcos, cediéndoles Tolón como apostadero para replegarse y abastecerse. Actitud, curiosamente, por la que nunca pagó históricamente.
- Inglaterra en el siglo XV todavía era un reino menor que poca influencia tenía más allá del canal de la Mancha, entregada a la Guerra de las Dos Rosas, su primera guerra civil. La Guerra de los Cien Años, además, la había perdido.
- A nivel naval existía la doctrina veneciana de los antemurale, que siguió España con sus plazas en Orán, Ceuta y Melilla. Esta doctrina la siguieron venecianos y genoveses con sus islas griegas.
- En el que anecdóticamente participó Francia del bando aliado cristiano.
- A la que se adheriría el Principado de Moscú en 1686.
- Oficialmente guerras habsburgo-otomanas y polaco-turcas, también hispano-otomanas en su vertiente española. Se supone comenzaron con la batalla de Móhacs de 1526 y terminaron con la ocupación austrohúngara de Bosnia y Herzegovina de 1878.
- La villa donde se firmó actualmente se llama Karlovci, en serbocroata.
- Zarato Ruso desde 1547 hasta 1721 e Imperio Ruso desde ese año hasta la Revolución de Octubre de 1917.
- Llamada de forma más frecuente península del Peloponeso.
- Isla de Leukás, Léucade o Lefkáda, situada al norte de las islas de Ítaca y Cefalonia.
- Isla griega entre las islas de Salamina al norte, Angistri al oeste y Poros al sur.
- Lógicamente todas las grandes potencias europeas ya estaban librando sus propias guerras y no tenían tropas suficientes para apoyar a un aliado coyuntural como era Venecia en sus tradicionales conflictos con el Imperio Otomano. Por otro lado, el Mediterráneo había pasado a ser un mar menos importante al volcarse casi todo el comercio mundial en el Atlántico y el Pacífico.
- En la guerra ruso-turca de 1710 a 1711, también llamada Campaña del río Prut, apoyando Carlos XII de Suecia a los turcos.
- Además de recuperar el anteriormente cedido Azov, se destruyeron las fortificaciones rusas de Taganrog y otras más.
- Rango naval equivalente a gran almirante o capitán general en las marinas europeas, también llamado Kapudan-ı Derya o Derya Bey, “bey del mar”.
- El almirante otomano había sido prisionero de Venecia en el conflicto anterior, y condenado a ser chusma de remo durante 7 años en las galeras venecianas. Más tarde se pegó por él un rescate de 100 ducados de oro, quedando en libertad.
- En griego Tínos, en el archipiélago de las Cícladas.
- La población griega del Peloponeso era ortodoxa y de tendencia bastante hostil a los católicos venecianos. Por ello se implicaron poco en la defensa.
- Las naves venecianas se retiraron sin combatir.
- Daniele Dolfin, en italiano.
- Kalydon, en griego.
- Ya había servido como oficial e intendente a los capitanes generales Francesco Morosini, Antonio Zeno y Alessandro Molin.
- Literalmente “mariscal de campo general”. Proviene del título imperial generalfeldmarschall, el máximo grado militar. En España, el mariscal de campo era un general de brigada, pero al cambio imperial sería equivalente a un capitán general español.
- Título nobiliario alemán equivalente a conde.
- Cargo militar equivalente a general o comandante de un ejército. Además era gobernador de Diyarbekir Eyalet.
- En algunos documentos bibliográficos se refieren a él como capitano ordinario delle Navi.
- El cargo de capitano straordinario delle Navi solo existió en tiempos de guerra, y su insignia era la enseña de San Marcos en el palo mayor, y en el de mesana a estribor, y un solo farol en la popa. Sus funciones eran absorbidas por el ordinario en tiempo de paz. Ambos cargos podría ser equivalentes a teniente general, el primero, y jefe de escuadra, el segundo.
- Cargo similar a un intendente general.
- También llamado Real Mari, aunque su nombre original era Nostra Signora di Loreto e San Nicolò da Solentino, de construcción genovesa. Fue uno de los tres navíos, junto con el Príncipe de Asturias y el Puerco Espín, que compró España a Génova en 1714.
- Algunas fuentes hablan de la fragata Sorpresa, de 40 cañones.
- Por el sistema de clasificación naval de mediados del siglo XVIII hablaríamos de fragatas de 5ª clase, o pesadas, pero a inicios de siglo los buques que tuvieran cerca de 50 cañones, y por lo tanto dos puentes de artillería, se consideraban navíos.
- Estas galeras montaban 5 cañones cada una.
- O colinas de Abramios.
- Príncipe Eugenio de Saboya-Soissons,,a sazón general del Ejército Imperial, derrotó a los otomanos en Petrovaradin, Serbia, a las orillas del Danubio. El gran visir Silahdar Damat Ali Pashá había muerto durante la batalla.
- Entre otras, recibió un estipendio de por vida de 5.000 ducados, una espada de honor y se erigió una estatua frente a la puerta de la antigua fortaleza de Corfú, que aún puede visitarse.
- En este caso sus reinos precursores: Corona de Castilla y Corona de Aragón.
Bibliografía
- Anderson, R. C. (1952). Guerras navales en el Levante 1559-1853. Princeton: Publicaciones de la Universidad de Princeton.
- Chasiotis, I. (1975). La decadencia del poder otomano. Historia de la nación griega, Volumen XI: el helenismo bajo el dominio extranjero. Atenas: Ekdotiki Athinon.
- Nani Mocenigo, M. (1935). Storia della marina veneziana: da Lepanto alla caduta della Repubblica. Roma: Tipo lit. Ministero della Marina.
- Prelli, A.; Mugnai, B. (2016). L’ultima vittoria della Serenissima: 1716 – L’assedio di Corfù. Bassano del Grappa: Itinera Progetti.
- Setton, K. M. (1991). Venecia, Austria y los turcos en el siglo XVII. Filadelfia: Sociedad Filosófica Estadounidense.
- Fernández Duro, C. (1972). Historia de la Armada Española. Madrid: Museo Naval.