El navío Soberano en 1829. Guía visual

Por Juan García (Todo a Babor)

Este especial se compone de los siguientes artículos:
Instrucción de combate | Trozos de abordaje | Cañón recamarado | El navío en 1829

El navío Soberano en 1829

Externamente poco diferenciaba a los navíos de línea de finales del XVIII del navío de S.M. Soberano de 1829. Si acaso el afinamiento de las entradas y salidas de aguas con proas y popas más refinadas, menos llenas para mejorar la navegabilidad, la ligazón se mantenía igual o algo más reforzada, las cubiertas más rectas, pero poco más.

El buque de línea había llegado ya prácticamente a su cima evolutiva ya que el uso exclusivo de la madera como material de construcción y la vela como propulsor no daba para más si lo que se quería era tener una plataforma de artillería en los costados.

Tanto es así que los gálibos del Soberano fueron utilizados para construir los dos últimos navíos de línea de España, en los tardíos años de 1852, en el que ya estaban anticuados antes de ser entregados.

Quizás la arboladura podría considerarse más avanzada que la que llevaban los navíos del siglo precedente, más pensadas y estudiadas para aprovechar mejor la fuerza del viento. Sólo con la aparición del hierro y el vapor pudo evolucionar el gran buque de guerra.

Navío de línea Soberano de 74 cañones en 1829
Vista de costado o en su mayor longitud en el sentido de la quilla. Ilustración de Todo a babor.

De todas maneras en 1829 los buques de vela todavía reinaban en los mares, aunque la edad del Soberano, por entonces con más de 58 años, hacía que este fuera ya un buque viejísimo y que todavía tendría que alargar más su vida operativa hasta el año de 1854, y eso que se hundió por las consecuencias de un temporal. ¡Tras 83 años a flote!. Pueden leer en su sección el completo e interesante historial de este navío.

Aspecto del navío

Nuestro navío lucía por entonces de riguroso color negro en el casco con las baterías en blanco, que desde hacía años llevaban los buques de guerra de la mayoría de las marinas del mundo, entre las que se encontraba la Real Armada española.

También por aquella época se utilizaba de manera generalizada los botes suspendidos en los pescantes de babor y estribor en la cubierta de la toldilla. Así como varias lanchas estibadas en el combés y el botecillo del comandante en los pescantes de popa.

No hay que olvidar que la existencia de estas embarcaciones menores no era la de ser utilizadas exclusivamente como embarcaciones salvavidas, sino que eran utilizadas principalmente para auxiliar en la maniobra del navío o transportar efectos y personas a otros buques o a tierra.

Evidentemente llevar cinco o seis de estas pequeñas embarcaciones no serviría de mucho en caso de hundimiento cuando la dotación completa del navío sobrepasaba con creces el medio millar de personas.

Proa del navío Soberano
Proa del navío Soberano. Ilustración de Todo a babor.

Como hemos comentado la proa del Soberano era menos llena que la de sus antecesores del XVIII. Buscando así mejorar el andar del buque. La popa estaba casi sin adornos, algo que por otra parte ya se llevaba a cabo desde la construcción de los buques proyectados por Romero Landa.

En general se quería quitar a los buques cualquier aparatosidad o elementos superfluos que lo único que conllevaban era a un aumento de peso que iba en detrimento de la navegación del velero, además del coste que conllevaba tales obras.

Así pues el hermoso coronamiento con forma de herradura estaba totalmente libre de tallas, aunque es posible que si tuviera algún tipo de pintura decorativa. El mascarón de proa se seguía conservando —casi más como obligación de la tradición marinera— pero de formas mucho más pequeñas que en los tiempos pasados. Esto permitía afinar más los elementos del tajamar.

Popa del navío Soberano
Popa del navío Soberano. Ilustración de Todo a babor.

Algunos detalles del buque

A continuación veamos algunos detalles interesantes del navío Soberano como el del forro de planchas de cobre que llevaba el buque bajo la línea de flotación.

Este forro preservaba a los fondos del navío de la acción corrosiva de algunos moluscos marinos y otras formas parasitarias de vegetales o animales que podían hacer perder cualidades de navegación al velero. Se solía forrar un pie por encima de la línea de flotación.

Aunque no era un invento nuevo, ya que el primer buque de la Real Armada que llevó un forro de cobre fue la fragata Santa Leocadia, siéndole instalado el mismo en Ferrol en noviembre de 1780 (1).

Forro de cobre del navío de línea Soberano de 74 cañones
Por reglamento hacían falta 2.000 planchas de cobre y 8.368 libras de clavos para poder forrar un navío de 70 cañones. Ilustración de Todo a babor.

En la siguiente imagen tenemos la colocación de los coys en las batayolas del navío. Estas hamacas eran enrolladas diariamente y subidas en orden a las plataformas que casi rodeaban la cubierta superior del buque. Era una buena manera de mantener despejados los entrepuentes y poder retirarlos de forma rápida en caso de combate.

Batayolas del navío Soberano
Ilustración de Todo a babor.

En definitiva, este navío diseñado y construído por el ingeniero francés Gautier, en el lejano año de 1771 en El Ferrol, fue un magnifico buque que realizó un gran servicio a su país durante una época muy difícil hasta llegar a su inesperado fin de servicio, en lo que casi parece más bien un final por agotamiento.

Nota:

  • (1) Los datos sobre el forro de cobre están sacados del libro «José Romero Fernández de Landa, un ingeniero de Marina del siglo XVIII», de José María de Juan-García Aguado. 1998, Universidad de La Coruña.

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