El secreto del Bósforo

Por Joan Comas

Introducción

Creo que como más de uno habréis escuchado la historia de que durante la gran carrera espacial, los americanos gastaron una fortuna para crear un bolígrafo capaz de funcionar en el espacio; mientras que por menos, los rusos compraron una caja de lápices.  

Desconozco si tal relato es cierto o no, sin embargo, la historia que os relatamos sí que es totalmente verídica e igual que el caso de la caja de los lápices, ejemplifica el pragmatismo ruso. 

Estrecho del Bósforo
Estrecho del Bósforo o Estrecho de Estambul, en Turquía. Imagen de Google Earth.

Corría el año 1881, habiendo terminado tanto la guerra ruso-turca de 1877-1878, como la posterior campaña de Geok Tepe en el actual Turkmenistán.

Una de las más ilustres figuras que participaron activamente en ambos conflictos fue designado como agregado naval en Estambul, por entonces capital del Imperio Otomano.      

Se trataba del capitán Stepan Osipovich Makarov, futuro vicealmirante, inventor, oceanógrafo, escritor, táctico militar, constructor naval y explorador polar.    

Tal puesto, pese a ser todo un honor, no era lo suficiente como para entretener la curiosa mente del marino, pues a lo largo de toda su carrera siempre buscó nuevos retos e investigaciones científicas para ampliar los campos del saber.  

Para una persona curiosa y talentosa, todo es interesante y todo es digno de su conocimiento.

Makarov

El misterio

Cierto día, mientras Makarov se hallaba hablando con otro miembro de la embajada rusa, cuando este le comentó acerca de un misterio que afectaba las aguas del Bósforo. Fascinado por el asunto, el capitán se propuso desvelarlo.

Pero… ¿Cuál era el misterio que había de resolverse?  

Pues bien, si en su momento, era conocida la corriente que atravesando el Bósforo y unía el mar Negro con el mar de Mármara (y a su vez con el Mediterráneo); existía el rumor de que había una misteriosa segunda corriente, en dirección contraria y cuya existencia nunca habían sido probada.  

Ya por el siglo XVII el conde Luigi Fernando Marsili trató de estudiar el fenómeno; pero con su dilatada carrera como militar, geólogo, botánico, naturalista y geógrafo, solo pudo especular que esta segunda corriente se debería hallar debajo de la conocida.  

Para solventar el asunto, Makarov empezó con un elemento clave a lo largo de su carrera militar y científica: el estudio; es decir, conocer lo que sus predecesores habían postulado y así poder trazar una nueva línea de investigación.  

Consiguió una copia en latín de los trabajos de Marsili  (quien por entonces era reverenciado como el padre de la oceanografía moderna) y también revisó los trabajos de otros investigadores, como el vicealmirante británico Thomas Spratt, el cual tras un gran estudio del Bósforo, llegó a afirmar que no existía una corriente inferior.    

Y como veremos más adelante, no es recomendable tanto en términos científicos, como militares afirmar o rechazar categóricamente un asunto.

Entretanto, Makarov no solo se conformó con la labor de los académicos, también preguntó a los pescadores locales, pues ellos salían a navegar casi a diario por aquellas aguas.     

El experimento

De hecho, el marino ruso se llegó a sorprender de las evidencias de esta corriente secreta y de cómo la mayoría de expertos la rechazaban. Por ello, preparó un experimento para zanjar de una vez el asunto.   

Embarcó en un bote de pequeñas dimensiones, el cual permitió que la corriente superficial le arrastrara. Pero de repente lanzó por la borda un barril atado a una cuerda y lleno de agua (a modo de lastre).

Al descender de profundidad, el barril entró en contacto con la segunda corriente y esta empezó a arrastrarle y a su vez, al tirar de la cuerda, también arrastrando el bote en sentido contrario a la corriente superficial.  

Corrientes en el Estrecho del Bósforo

De este modo tan simple, demostró la existencia de la segunda corriente. Aunque, como buen científico, no quiso dejar las cosas a medias y realizó un estudio completo de las corrientes del Bósforo, incluyendo mediciones de todo tipo; las cuales se realizaron con gran discreción dado a las tensiones históricas entre los imperios ruso y otomano.

Además de que Makarov tampoco era muy querido por los turcos, especialmente por sus acciones en la guerra anterior,  en la que con un mercante dotado con lanchas torpederas puso en jaque a toda la flota del Sultán.         

También es de suma importancia decir que Makarov realizó ese estudio por  cuenta propia, sin instrucciones de  la corte de San Petersburgo o el Almirantazgo, costeando de su propio bolsillo los materiales y utensilios de investigación. 

El fluctómetro

Fue durante estas investigaciones cuando realizó su primer invento, un dispositivo para medir la velocidad de las corrientes al que denominó fluctómetro. 

Retrato de Makarov y el fluctómetro
Retrato de nuestro protagonista en 1879, junto a su invento.

Dicho aparato consistía, en una especie de hélice con una campana, la cual tenía una goma interior para que solo sonara una vez realizara un giro por completo cuando la corriente la movía. De este modo, Makarov podía medir las revoluciones y obtener la velocidad de las corrientes.  

El único problema, radicaba en que todavía no se habían inventado los hidrófonos, por lo que los marineros tuvieron que poner la oreja en el casco y escuchar.

Pese a lo muy rudimentario que pueda parecer, Makarov se las ingenió para realizar más de mil mediciones, a lo que salió un promedio de 36 revoluciones en 12 minutos y una velocidad de 2 nudos aproximadamente.   

A parte de la velocidad, también investigó sobre la salinidad y la temperatura del agua. Aunque no fue fácil, porque las autoridades portuarias turcas, prohibían fondear en medio del estrecho; por no hablar de la excesiva vigilancia a todo barco con pabellón ruso.  

Para poder desempeñar su labor, Makarov recurrió a la astucia; ya sea haciendo las mediciones por el anochecer, escoltando el transporte del personal de la embajada rusa y aprovechó que un buque británico había atracado muy cerca de la nave de la embajada rusa.

Por ello fondeó en medio del paso, a la espera que le asignaran otro puesto para echar el ancla y para su suerte, la negociaciones se prolongaron cinco valiosos días, lo suficiente como para poder continuar con la investigación.  

Finalmente, su trabajo «Sobre el intercambio de aguas del Mar Negro y el Mediterráneo» fue publicado y posteriormente premiado por la Academia rusa de Ciencias en 1885. Sus principales conclusiones son:  

  1. Existen dos corrientes en el Bósforo, una superior que va desde el mar Negro hasta el mar de Mármara y otra interior que va desde el mar de Mármara hasta el mar Negro. 
  2. La corriente inferior proviene de la diferencia en la gravedad específica (comparación de la densidad de una sustancia con la densidad del agua) entre los dos mares. El agua proveniente del mar de Mármara es más pesada y ejerce más presión en las capas inferiores, que la del mar Negro, más ligera, en las mismas profundidades. Dicha diferencia induce al agua a desplazarse de la zona de mayor presión a la menor.      
  3. La diferencia de la gravedad específica, proviene de la mayor presencia de agua dulce en el mar Negro, proveniente de las lluvias y ríos; que la evaporación no puede eliminar.      
  4. La corriente superior, proviene de la diferencia de nivel entre los dos mares.  
  5. La diferencia entre los niveles de los dos mares es de 1 pie y 5 pulgadas.   

Posteriormente, en sus escritos sobre el fluctómetro, recomendó que para mejorar las mediciones, especialmente a mayor profundidad, estaría bien dotar el invento con un aparato que permitiese escuchar la campana.

Años más tarde, el explorador noruego Fridtjof Nansen mejoró el sistema, el cual pasó a llamarse «Método Makarov-Nansen».   

Concluimos este relato, como prueba de que a pesar de los continuos avances científicos, que nos dan la falsa impresión de que en nuestra época todo ya está descubierto, todavía quedan grandes retos por resolver.

En palabras del almirante:  

El mar todavía está esperando al explorador.

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