Por Juan García (Todo a Babor)
Este especial se compone de los siguientes artículos:
Información general | Organización | Higiene | Descanso | Comida | Enfermedades | Disciplina | Tácticas y combate
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Los médicos-cirujanos y los sangradores a bordo
Aspectos del servicio naval y la vida a bordo en las flotas reales
La gran amenaza para la vida de un marino era las enfermedades a bordo. Según las estadísticas de la Royal Navy, la mortalidad debido a esto era del 83 ‰ entre los años 1776-1780, y cae al 33,3 ‰ entre 1810-1812. Pasará debajo de este umbral sólo durante la segunda mitad del siglo XIX.
La mortalidad por enfermedad es bastante superior a la causada por los combates y los naufragios. En 1790 el navío británico Hannibal, de 74 cañones perdió 200 hombres en el Caribe a causa de la fiebre amarilla.
Todas las patologías están presentes a bordo, las más comunes las referidas a la alimentación (escorbuto, daños gastrointestinales provocados por el alimento salado, los salazones podridos, la mala dentición, al agua (la bebida corrompida era caldo de cultivo del tifus) y a las falta de higiene (favorable en la proliferación de enfermedades contagiosas: cólera, sarampión, viruela y enfermedades transmitidas por parásitos: tífus, enfermedades de piel.
No hay que olvidar los accidentes de trabajo (caídas, fracturas, heridas, ahogamientos…).
El medio marino puede agravar las enfermedades pulmonares (tuberculosis), las afecciones articulares (artritis, artrosis, reuma articular agudo con complicación cardio-respiratorio; los estados «preescorbúticos» favorecen traumas del tipo de «artrosis crónica» con dolores y rigideces.
Por otro lado, una complicación frecuente en las lesiones traumáticas profesionales o en el combate era el tétanos.
Al escorbuto se sobrepone el tifus y la tifoidea, lo que deja impotente la medicina del momento.
Pero es el escorbuto que ha sido más temido desde hacía mucho tiempo, como lo demuestra su sobrenombre «peste del mar». Esta era una enfermedad de avitaminosis (falta de vitamina C), y estaba a la cabeza de las enfermedades mortales.
Aparece al cabo de 75 días de mar. El escorbuto se presenta con un debilitamiento progresivo, dolores en las piernas y las articulaciones. Las encías se ulceran y sangran, los dientes se caen. Luego sobrevienen equimosis, úlceras, hemorragias más o menos graves. El enfermo presenta alteraciones del estado general, pudiendo morir sino se le trata correctamente.
Por empirismo, los británicos descubren la eficacia del zumo de limón para luchar contra el escorbuto, mientras que la vitamina C fue descubierta en 1928.
Pero el zumo de limón pierde su eficacia al cabo de algunos días, y los marineros son reticentes a su consumo. La solución fue encontrada, siempre de modo empírico, por los cirujanos que lo añadían al aguardiente de caña, el ron.
Así como la vitamina C cristaliza con el alcohol y conserva sus virtudes, esta mezcla es puesta en el ron y el grog se hace de uso obligatorio en Royal Navy, guerras de la Revolución y Napoleónicas hasta mediados del siglo XIX.
Desgraciadamente para Napoleón y sus aliados, son los ingleses los que innovan, y tienen la capacidad de navegar sin interrupción. Una alimentación sana frena el escorbuto, pero los dientes perdidos no se pueden recuperar.
Aunque los británicos también tuvieron problemas, en 1805, seis meses antes de Trafalgar hubo casos de escorbuto en quince buques de la flota del Mediterráneo, alcanzando en el mes de abril el pico de 260 casos.
El motivo fue el cierre de los mercados españoles a consecuencia de la guerra y los británicos no pudieron abastecerse de limones. La solución fue recurrir a los limones de Sicilia, de donde se importaron ingentes cantidades, tanto para la escuadra del Mediterráneo como para la del Canal.
Más conocido y desastroso fue el de la escuadra del Almirante inglés Anson, quien partió en 1740 con 1.955 hombres y a su regreso en 1744 había perdido 1.300 por escorbuto.
Por último, a las enfermedades orgánicas se añaden las enfermedades psíquicas de los hombres.
El ámbito de rigidez disciplinaria, espacio sin intimidad y limitado físicamente sin posibilidad de escapar o las tensiones del combate podían ocasionar graves trastornos a un hombre sano.
Los médicos aconsejan dejar a los marineros, los días de fiesta y el domingo por la tarde, entregarse al baile y otros juegos como una especie de válvula de escape; el recreo era tan necesario para el hombre como los alimentos.
demás, siempre que se podía, al llegar a puerto se dejaba a las tripulaciones pasar un tiempo en tierra, lo que aprovechaban muchos para frecuentar prostíbulos o emborracharse sin medida.
No era raro que a la vuelta del permiso llegaran en un estado más que lamentable de la mayoría de ellos. Pero, al menos, dispuestos a estar otra dura temporada en alta mar.
Cuando se llegaba a algún puerto la mayoría de los marinos bajaban a tierra a emborracharse y frecuentar los prostíbulos, pero los que estaban de guardia en el barco a veces recibían la visita de mercaderes y se relajaba la asfixiante atmósfera de disciplina, además de disfrutar de mucho más espacio y tranquilidad.
En los buques británicos no era raro que prostitutas o incluso las mujeres de los marineros subieran en los buques atracados en los puertos, cosa que no pasaba en los buques españoles.