Por Juan García (Todo a Babor)
Índice
Introducción
En la historia naval hubo unos cuantos episodios en los que galeras se enfrentaron contra navíos, u otros buques de vela de alto bordo.
Está claro que en uno contra uno una galera nunca podría hacer nada frente a un buque de vela con potente y numerosa artillería en los costados.
La función típica de las galeras es el combate con otras de su mismo género. Por el contrario, el enfrentamiento con navíos redondos constituye para la galera una auténtica anomalía, por la gran disparidad de sus características y prestaciones.
Enrique García Torralba Pérez. «Buques menores y fuerzas sutiles españolas…»
La mejor oportunidad que tenía una galera frente a un buque redondo es, evidentemente, la falta de viento. Es entonces cuando una galera puede aprovechar la fuerza propulsora de sus remos para situarse donde más puede ofender a un buque de vela e intentar apresarlo.
Pero, aun así, no sería cosa fácil debido a la disparidad de bordos de ambos tipos de embarcaciones. Las galeras, por definición, tenían una altura muy limitada y al situarse al lado de un navío, la diferencia sería muy apreciable, teniendo que abordar al buque de vela sus marineros como si fuera el asalto de una muralla.
No olvidemos que en el siglo al que nos estamos refiriendo, el XVII, el uso de mosquetes y pedreros de borda estaba generalizado y eran armas muy eficaces contra enemigos que abordaban los costados de una embarcación a vela. Las bajas, por lo tanto, serían cuantiosas, aún contando con una superioridad numérica de hombres apreciable por parte de la galera.
Pero, ¿y si hubiera unas cuantas galeras, digamos que más de treinta? ¿Tendrían alguna posibilidad de éxito?
Bien, pues vamos a seguir lo dicho por nuestro historiador naval más insigne, don Cesáreo Fernández Duro, quien parece tener muy claro este punto, y poniendo el caso del navío francés Le Bon como ejemplo.
Un claro arquetipo de ataque infructuoso de galeras contra un navío ocurrió el 10 de julio de 1684 en aguas genovesas.
Esto es lo que nos dice la historiografía: El navío Le Bon1 de la marina real francesa, mandado por Ferdinand de Relingues (conde de Relingue)2, se enfrentó en solitario contra 35 galeras españolas y genovesas, zafándose de las mismas y causando daños graves a varias galeras (quizás hundidas), con solo 90 bajas propias (entre muertos y heridos).
Cesáreo Fernández Duro, no muy amigo de proclamar episodios navales (aún los españoles) con epítetos llenos de hipérboles, como eran amigos muchos de sus contemporáneos, tanto españoles como extranjeros, se refiere así al combate naval del navío Le Bon, trascribiendo el párrafo del historiador francés León Guérin en su obra sobre la historia naval de Francia3, de un combate que otro historiador de la misma nación consideró como «uno de los hechos más grandes de los anales marítimos«4:
El capitán de Relingues, con solo el navío Le Bon, que mandaba, se vio sorprendido por la calma, cerca de la isla de Elba. Treinta y cinco galeras españolas salieron entonces de Génova. Su almirante destacó 12 para atacar a Relingues.Duró el fuego por una y otra parte cinco horas, sin que ninguna de las galeras pudiera o supiera abordar al único navío francés: tanto el capitán se servía bien de sus cañones y mosquetes. Asombrado el almirante español de una defensa tan rigorosa y pertinaz, mandó avanzar al resto de sus galeras. Relingues no se impresionó por ello; sostuvo nuevo esfuerzo con intrepidez inaudita. Al fin, levantose el viento, escapó a sus numerosos enemigos y se retiró gloriosamente a Liorna.
Se trataba de una heterogénea escuadra de galeras: 5 de la escuadra de España, 8 de Nápoles, 3 de Sicilia, 7 del duque de Tursi (genovesas), más tres galeotas y dos barcos longos. Al salir del puerto se les incorporarían 8 de La Señoría.
Como se ve, no todas eran españolas como se leen en la mayoría de relatos (las de Nápoles, Sicilia y Cerdeña estaban bajo dominio de la monarquía hispánica).
Duro explica que las galeras de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, trece en total, salieron hacia Portolongone (hoy Porto Azzurro, en la Isla de Elba), quedando en Génova las del duque de Tursi para seguirlas.
Es posible, aunque no he visto de ello constancia, que las primeras descubrieran al navío Le Bon encalmado, y aun que llegaran las otras y tomaran parte en el cañoneo; pero ¿qué habría en la acción y en el resultado de inaudito?
La pregunta del historiador español no es baladí pues, tal y como veremos, ejemplos hay de sobra para comprobar que los buques de alto bordo no estaban en absoluto indefensos ante las galeras, aún siendo estas numerosas.
Más ejemplos de galeras contra buques solitarios
Fernández Duro da varios ejemplos de galeras atacando embarcaciones de vela solitarias. Como el episodio de 1670 en el cual navegaban tres galeras del marqués del Viso por la costa valenciana.
El autor Francisco Velasco Hernández detalla más este combate en su artículo sobre galeras contra navíos de alto bordo (ver fuentes), así que seguiremos su narración.
El día 24 de septiembre de 1670 las galeras del marqués del Viso navegaron desde Cartagena hasta Alicante, después en las cercanías de Benidorm encontraron una polacra corsaria de turcos. Los españoles la persiguieron durante nueve horas.
La galera capitana era seguida por otras dos (entre ellas una llamada Soledad), quedando el resto de la escuadra de galeras a más de cuatro leguas de distancia.
La capitana llegó la primera a la altura del buque enemigo, pero esperó a las otras dos, lo cual nos dice mucho sobre qué peligroso era para esta clase de embarcaciones atacar a una de vela. Si hubiera sido algo fácil la galera capitana habría atacado sin más, pero no fue así.
Decidida la acción, las tres se lanzaron contra el enemigo y lo embistieron con sus espolones. Mientras tanto recibieron numerosas cargas de artillería y fusilería. Pero se aferraron fuertemente a él y comenzaron el abordaje remontando con garfios y cabos sus altas bordas. El combate dentro y fuera de la cubierta de la polacra, que duró una hora, debió de ser brutal, a tenor del importante número de bajas en ambos contendientes. La peor parada fue la nave capitana, que tuvo numerosas bajas, algunas de ellas de mucha calidad, como el teniente general José Fajardo y el piloto real. Pero también resultaron gravemente heridos el propio marqués del Viso, el cómitre real y el de medianía, hasta el punto de que se quedó sin oficiales y tuvo que gobernar la galera el capitán Bernardo de Espeleta.
Francisco Velasco Hernández. «Galeras del rey católico contra…»
A la vuelta a Cartagena se tuvieron que reparar las tres galeras apresadoras de numerosos desperfectos.
Como vemos, no fue nada fácil rendir una simple polacra. Lo peor, las vidas de los tripulantes muertos que subieron a 24 muertos y 63 heridos, siendo la baja mortal del general José Fajardo de las más sentidas, quedando el propio marqués herido de un balazo en una pierna.
Los corsarios, que eran tunecinos, perdieron 21 tripulantes y tuvieron 22 heridos, quedando 70 prisioneros. Una victoria pírrica que no valía la pena por lo que costó, aunque la polacra en sí era de gran valor y las autoridades españolas dispensaron generosas recompensas a los mandos y tripulaciones de las tres galeras implicadas.
Menos suerte tuvieron las siete galeras de la escuadra de Génova que atacaron dos buques argelinos de 40 cañones sobre el cabo de Gata. A pesar de la calma que favorecía a las galeras, recibieron un gran castigo de la numerosa artillería argelina, que dejaron 22 muertos y 64 heridos a bordo de las galeras y lograron escapar el enemigo sin que se pudiera evitar.
Galeras desfasadas
Lo sorprendente, para Duro, era que lo notable y digno de anotarse en los anales marítimos, era que las galeras pudieran y supieran apoderarse de navíos teniendo que trepar al abordaje por las entenas5.
El historiador naval español remata su diatriba, lanzado otro dardo a León Guérin:
… teniendo que trepar al abordaje por las entenas, como ocurrió con las fragatas francesas la «Grádense», de 24 cañones, y la «Madonna del Popólo», de 40, en la guerra de Mesina, y con las que en la campaña de Cataluña tomaron D. Juan de Austria, el duque de Alburquerque y D. Fernando Carrillo, de que nada dice Mr. Guérin, pensando quizá que no valen la pena de figurar en su interesante historia, ni de compararse con la grandiosa escena de Le Bou, coloso entre pigmeos.
La potencia artillera de los navíos era decisiva y también determinante para poder afirmar que llevaban las de ganar frente a las poco artilladas galeras.
…/… el incremento de tamaño y potencia de fuego de los buques sucesivos hizo cada vez más arriesgado el combate con buques redondos [de las galeras] hasta llegar a ser prohibitivo con los navíos de línea y aún con las fragatas de un cierto porte.
Enrique García Torralba Pérez. «Buques menores y fuerzas sutiles españolas…»
El uso de los cañones de forma masiva a bordo de un navío, como hemos visto, fue lo que decantó la victoria de los navíos de vela frente a las galeras que apenas llevaban un cañón de gran calibre en la proa.
Había, además, otro factor decisivo:
No solamente era importante la potencia y puntería de las piezas de artillería, sino también el ángulo desde donde se disparaba. Los pequeños cañones de la galera estaban situados a pocos metros de la línea de flotación, por lo que sus proyectiles llevaban una trayectoria casi horizontal, que por regla general impactaba en el casco de la nave «panzuda». Por el contrario, las potentes piezas montadas sobre las altas bordas de los navíos disponían de un mejor ángulo de tiro al disparar más inclinados hacia abajo, con lo que no solo barrían las cubiertas con sus balas, sino que podían desarbolar la galera, destrozándole los palos, el velamen y la jarcia. Además, su dotación se mantenía muy protegida por los altos costados de la nave, al contrario que la tripulación de la galera, totalmente expuesta a los disparos de los cañones y de la fusilería. Estaba claro, pues, que un duelo artillero normal los navíos tenían todas las de ganar.
Francisco Velasco Hernández. «Galeras del rey católico contra…»
También fue sonada la victoria en 1650 de las galeras del duque de Alburquerque con seis galeras logró derrotar a una escuadra francesa de cuatro buques de vela.
Otro de los pocos éxitos de un grupo de galeras contra un buque de guerra de vela fue contra (casualidad) un galeón francés nombrado Lion Couronné, de 28 cañones, en 1651.
Su apresamiento por parte de once galeras españolas, con todos los detalles, ya fue tratado en un artículo de la web, así que sólo mencionaremos que este buque de guerra fue apresado finalmente por los españoles, pero a costa de muchísimas bajas y daños en todas las galeras.
¿Merecía la pena tanto esfuerzo para tan escasa recompensa? Porque si este galeón de 28 cañones causó tantos daños qué no haría un navío de 54 cañones como el Le Bon…
Notas
- El buque Le Bon fue un navío de la marina real francesa, botado en 1672 en Brest. Tenía 54 cañones en dos cubiertas de artillería (22 cañones de 24 libras en la primera batería, 24 cañones de 12 libras en la segunda y 6 cañones de 6 libras en alcázar y castillo).
- Ferdinand de Relingues (Conde de Relingue). Nacido en 1630 en Suecia. Su familia, Relinguen, era una casa noble de gran raigambre en Suecia. Pasó la mayor parte de su vida militar sirviendo en la marina francesa. Fue un marino de sobrada valía y experiencia, como lo atestigua su participación en numerosos combates, hasta que, ya como teniente general, murió en el combate naval de Vélez-Málaga en 1704.
- Duro se explica con estas palabras de indudable sarcasmo: «Válgome, pues, de sus palabras al trascribirlo, por temor de que pierda con las mías algo de su brillantez«. León Guérin (1807-1885) fue escritor, periodista, historiador y poeta. Conocido sobre todo por sus obras sobre la historia marítima de Francia en diferentes épocas.
- Frase atribuida a Henry Martin (1810-1883), quien fue un historiador, ensayista, novelista y político francés. Ya desde la primera mitad del siglo XIX los historiadores franceses atacaron más de una vez, incluso con inquina, episodios de la historia naval española, teniendo muchas veces a los españoles como culpables de algunos episodios de su marina, sobre todo a raíz de Trafalgar, cuya batalla dio lugar a otra no menos cruenta guerra, sobre todo entre historiadores españoles, para rectificar aquellas supuestas falsas acusaciones realizadas por sus homólogos franceses.
- La entena era la verga de las velas latinas. Las galeras solían llevar varias de este tipo de velas.
Fuentes
- Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Cesáreo Fernández Duro.
- Galeras del rey católico contra navíos corsarios de alto bordo: una lucha desigual en el Mediterráneo del siglo XVII. Francisco Velasco Hernández. Revista de Historia naval (2020).
- Buques menores y fuerzas sutiles españolas, 1700-1850. Enrique García Torralba Pérez. (2019).