Por Santiago Gómez Cañas
Autor del libro: «Historiales de los navíos de línea españoles, 1700-1850»
Este especial se compone de los siguientes artículos:
Primeros conflictos | Colonos en Montevideo | Guerra 1735-1737 | Tratado Madrid 1750 | Expedición Cevallos 1762 | Expedición Cevallos 1777
La Colonia de Sacramento prosperó bajo el mandato de su gobernador Vasconcellos. Lentamente fue ampliando su radio de acción y sus zonas de cultivo y pastoreo se había extendido hasta 120 kilómetros. El comercio de cueros aumentaba y la aduana de Buenos Aires sufría. Era mucho más de lo que los españoles podían soportar.
El gobernador portugués levantó dos baluartes, el de San Pedro de Alcántara y el de Santa Rita, que muy pronto serían puestos a prueba. El nuevo gobernador y capitán general de Buenos Aires, D. Miguel de Salcedo y Sierraalta, que había sustituido a Zabala en 1734, recibe en marzo de 1734 órdenes de Madrid para estrechar el radio de acción de la Colonia a un tiro de cañón, unos dos kilómetros.
Le hace saber al gobernador portugués las órdenes recibidas, pero Vasconcellos intenta ganar tiempo dando respuestas evasivas. Pero en febrero de 1735 sucede un incidente diplomático en Madrid que está a punto de desencadenar una guerra abierta entre las dos naciones, sirviendo de pretexto para romper las hostilidades en América del Sur. Temiendo los portugueses que les interceptaran la flota procedente de Brasil, solicitaron ayuda a Gran Bretaña, que enviaron una escuadra al Lisboa al mando de John Norris (1) compuesta por treinta navíos y doce mil hombres.
La Corte española dio patentes de corso a D. Francisco de Alzaybar, y capturaron algunos buques portugueses, uno el 29 de julio de 1735 por el navío de registro armado con 36 cañones San Bruno cuando zarpaba de Colonia rumbo a Bahía (2) y la corbeta Nossa Senhora del Rosario e Animas el 15 de septiembre cuando pretendía entrar en la Colonia, esta vez a cargo del navío Nuestra Señora de la Encina, también armado con 36 cañones y al mando del propio Alzaybar, siendo llevada la corbeta a Buenos Aires. Pero estas y otras capturas no bastaron para amedrentar a los portugueses.
Rotas las relaciones entre las Cortes de Madrid y Lisboa, recibe Salcedo una Real Orden del 18 de abril de 1735 para atacar la Colonia de Sacramento sin esperar una declaración formal de guerra, en carta fechada en Aranjuez por D. José Patiño.
Solicita el apoyo de los jesuitas, enemistados con los portugueses, que le envía 4000 indios desde las misiones. Con otros mil quinientos hombres de Buenos Aires, Corrientes y Montevideo, inicia el sitio de la plaza el 20 de octubre de 1735. Desde Madrid se le había advertido a Salcedo que si no contaba con elementos suficientes esperara la llegada de tropas que se le enviaban desde Cádiz a bordo de dos fragatas (3).
Sin esperar estos refuerzos, el gobernador Salcedo comienza la marcha hacia la Colonia de Sacramento, entreteniéndose demasiado en saquear caseríos y atacar puntos sin interés, lo que dio tiempo al gobernador portugués D. Antonio Pedro de Vascocellos a prepararse para la defensa. A pesar del bloqueo fluvial impuesto por la flotilla naval española, una embarcación al mando del capitán Guillermo Kelly logra zarpar de Sacramento y llegar a Río de Janeiro, donde da aviso a José da Silva Pais, gobernador interino de Río.
José da Silva Pais comienza a reclutar tropas y organiza una primera expedición, de las muchas que se enviarían, que es puesta al mando del sargento mayor de la Armada Tomás Gómes da Silva.
El 15 de diciembre zarpan de Río de Janeiro seis embarcaciones con tropas que llegan a Sacramento el 6 de enero (4), siendo su llegada muy festejada por la guarnición. Esta expedición estuvo compuesta por la fragata de 50 cañones Nossa Senhora de Nazareth, al mando del capitán Francisco Santos y buque insignia, fragata de 20 cañones Bom Jesús de Vilanova, al mando del capitán Dionisio Antonio, las galeras Santa Anna y Sao José, armadas con 6 cañones, el patache de 6 cañones Bom Jesús de Boucas y la corbeta Santa Anna, de 6 cañones.
Embarcaron 20 oficiales, 250 soldados de infantería, 42 dragones de caballería, 35 artilleros, 86 reclutas y 25 indios, además de 370 marineros (5). Aunque estos refuerzos no alteraron el equilibrio de fuerzas, supuso un duro golpe para la moral de los españoles, mucho más cuando llegó una segunda expedición organizada por el virrey de Bahía André de Melo e Castro, conde das Galveias, y que había zarpado de esa ciudad el 31 de diciembre en doce navíos.
Eran unos 200 soldados de infantería y 60 artilleros. La superioridad naval era ya netamente portuguesa, por lo que los buques españoles se refugian en la ensenada de Barragán en enero de 1736, donde se construyen tres baterías a su entrada, con las cuales es rechazado el ataque de las fuerzas de Gómes da Silva, que pretendían quemar las naves españolas. A estas alturas era difícil que llegaran naves españolas y no se enfrentaran a los portugueses.
Así le ocurrió al capitán de fragata D. Juan Antonio de la Colina que había zarpado de La Coruña el 21 de marzo de 1736 con correspondencia para el gobernador Salcedo, siendo su pequeña nave tomada al abordaje y quemada por el alférez Juan Bautista Ferreira a primeros de agosto.
Mientras llegaba la segunda expedición, José da Silva Pais organizaba en Río otro reclutamiento. Consigue reunir 200 soldados de infantería, 50 artilleros y 150 reclutas. Cargados con estas tropas y provisiones, zarpan de Río tres navíos y cuatro zumacas el 11 de marzo de 1736. Una tempestad separa a la escuadra y uno de las naves llega a Colonia el 2 de mayo, dando aviso de la llegada de más refuerzos con el resto de la flota.
En la corte portuguesa se enteran del alistamiento en Cádiz de varias fragatas de guerra para ser enviadas con tropas a reforzar las fuerzas de Salcedo. Ante estas alarmantes noticias, el rey Juan V ordena el apresto de varios buques de guerra con destino a la Colonia, que son puestos al mando del coronel de la Armada Real D. Luis de Abreu Prego.
Embarcó este oficial a bordo del navío de 6 ccañones Nossa Senhora da Vitória y zarpó de Lisboa el 25 de marzo de 1736 con otros dos buques de guerra, el navío Nossa Senhora da Conceicäo, de 60 cañones y al mando del capitán Joao Pereira dos Santos, y la fragata Nossa Senhora da Lampadoza, de 54 cañones y al mando del capitán José de Vasconcellos Maltez, además de otros cinco buques menores, de guerra y mercantes.
Zarparon con el pretexto de acompañar a la flota mercante de Río de Janeiro, aunque su verdadero destino era reforzar la presencia naval portuguesa en aguas del Río de la Plata.
A la altura de las islas Canarias, de la escuadra de Abreu Prego se adelanta una de las embarcaciones mercantes para dar aviso en Río de Janeiro de la próxima llegada de esta escuadra, llevando además órdenes del rey para que el gobierno de Río de Janeiro fuese asumido por Gomes Freire de Andrade y el brigadier José da Silva Paes asumiese el mando terrestre en las futuras operaciones contra los españoles, debiendo antes armar nuevos buques para reforzar los que estaban a punto de llegar de Lisboa.
Con estos importantes refuerzos, el rey portugués pretendía, no sólo levantar el sitio de Colonia, sino tomar también la plaza de Montevideo (6). Poco después, la escuadra se incrementó con dos fragatas más, que zarparon de Lisboa el 21 de agosto de 1736.
Llegados a Río de Janeiro, se unen a la escuadra de Abreu Prego más tropas y naves, siendo alistados el navío Nossa Senhora da Esperança, al mando de José Goncalves Lage, el navío Nossa Senhora das Ondas, al mando de Antonio de Mello Callado, el bergantín Nossa Senhora da Piedade, galera Santana, una balandra y dos zumacas. Embarcaron cuatro compañías de infantería de la guarnición de Río de Janeiro al mando del brigadier José da Silva Paes.
Por parte de la Armada Real española, zarparon de Cádiz el 9 de mayo de 1736 las fragatas Hermiona y San Esteban (7), al mando de los comandantes capitanes de fragata D. Jorge Chavarría y D. José de Arratia, respectivamente, llevando a bordo a 200 dragones de caballería.
El 25 de junio zarpa de Río de Janeiro la expedición portuguesa con la capitana Nossa Senhora da Esperança, 70 cañones, y la Nossa Senhora das Ondas, 58 cañones, como nave almiranta y el resto de buques de guerra y mercantes cargados de provisiones, que llegan el 3 de julio a la isla de Santa Catalina.
Las órdenes para Abreu Prego eran aliviar el cerco de Sacramento, conquistar Montevideo e iniciar provocaciones en Río Grande contra los españoles. El 10 de agosto, a la altura de la isla de Santa Catalina sufren una tempestad que dura tres días y dispersa la escuadra. El 18 de agosto el navío Conceicao se enfrenta en duro combate a dos fragatas españolas (8) sin duda se trata de las fragatas Hermiona y San Esteban.
A los dos días ésta última fragata se enfrenta a otro navío portugués, y en la tarde del día 26 de agosto, frente a Maldonado, la misma fragata española San Esteban captura a uno de los buques portugueses de convoy, que iba en conserva del navío Lampadoza, el cual inicia un combate por siete u ocho horas hasta que los vientos separan a las dos embarcaciones (9).
La escuadra portuguesa llega ante Montevideo la noche del 6 de septiembre. Comenzó el asedio de la plaza española, defendida por el comandante Alonso de la Vega. Al enterarse Salcedo, envía los 200 dragones recién llegados al mando del teniente coronel D. Francisco Martínez Lobato. Con la llegada de estos refuerzos, los portugueses deciden abandonar la empresa de tomar Montevideo al asalto e inician un bloqueo naval.
El 21 de agosto de 1736 zarpan de Lisboa otros dos buques de guerra, el navío Nossa Senhora da Arrabida y otro, dando escolta a dos navíos de provisiones. Los portugueses contaban en la zona con diez buques de guerra, muy superiores a las fuerzas españolas.
El brigadier Silva Pais, con el navío Esperança y otros cuatro menores, decide atacar en la ensenada de Barragán a los buques españoles, los dos navíos de registro de Alzaybar y las fragatas Hermiona y San Esteban, puestos al mando del capitán Arratia, comandante de esta última. Abreu Prego es contrario a este ataque en contra de la opinión del brigadier Silva Pais y del gobernador Vasconcellos, que deseaban acabar con la escuadra española lo antes posible.
El 17 de noviembre se acercó a las fragatas españolas, pero carecían de prácticos y corrían peligro de quedar varados, como ya había opinado Abreu Prego, no teniendo más remedio que desistir de su empeño. Al regresar al puerto de Colonia, el navío Esperança encalló entre la plaza y la isla de San Gabriel a causa de un temporal. Para colmo de desgracias y por noticias llegadas desde Buenos Aires se enteran de la próxima llegada de cuatro fragatas españolas.
Comenzaban a escasear en la plaza los alimentos, por lo que se decide evacuar a los civiles y enviarlos a Río de Janeiro, de modo que en diciembre de 1736 se embarcaron 200 civiles en el navío Conceiçäo, 95 en el Vitória y 180 en el Lampadoza.
En marzo de 1737 llegan a la zona de operaciones seis embarcaciones españolas al mando del capitán de navío D. Nicolás Geraldino, las fragatas Galga y Paloma Indiana (10), el paquebote Rosario y otros tres buques capturados durante la travesía.
Llevaban embarcados 225 hombres del Regimiento de Infantería “Cantabria” al mando del teniente coronel D. Domingo Santos de Uriarte, que se sumaron a las tropas sitiadoras, aunque poco pudieron hacer para resolver los males causados por la precipitación de Salcedo (11).
Ante el retraso del alistamiento de las naves, había zarpado anteriormente, el 27 de agosto de 1736 de El Ferrol, la fragata San Francisco Javier, cargada de pólvora, armas y municiones y al mando del capitán de fragata D. Francisco Lastarría (12). El capitán Geraldino es puesto al mando de la escuadrilla española, que aunque reforzada, poco pudo hacer a causa de la falta de entendimiento con el gobernador Salcedo.
El 29 de agosto de 1737 perdió una de sus naves (13), el navío de registro Nuestra Señora de la Encina, que al mando de D. Agustín de Aldunsín varó y se hundió en Punta Piedras (San Borondón).
Las noticias de la salida de Cádiz de la escuadra de Geraldino y la falta de resultados de la escuadra portuguesa, motivan que la Corona portuguesa envíe otra escuadra que zarpa de Lisboa el 21 de agosto de 1736 y llega a Río de Janeiro el 30 de octubre. En esta ocasión se trata de cuatro buques más pequeños, propios para la navegación en aguas del Río de la Plata.
Con nuevas levas de soldados, zarpa esta escuadra el 1 de diciembre y se incorpora a la escuadra de Abreu Prego el día 16. En una junta de guerra celebrada poco después, insiste Silva Pais en atacar Montevideo, pero su propuesta es rechazada por los prudentes mandos de la Marina. Manteniéndose el grueso de la escuadra frente a la plaza, zarpan de Colonia los navíos Esperança y Lampadoza con varias unidades menores rumbo a Maldonado con tropas al mando de Silva Pais, para reforzar las operaciones en Río Grande de San Pedro.
A primeros del mes de septiembre de 1737 llega a Colonia el navío de 60 cañones Nossa Señora da Boaviagem con los cinco artículos del armisticio firmado en París el 16 de marzo de ese año (14).
Después de dos años de infructuoso sitio y bloqueo de la plaza de Colonia de Sacramento, cesan las hostilidades entre España y Portugal con la intercesión de Francia, Gran Bretaña y Holanda. El inepto gobernador Salcedo había fracasado, siendo poco después reemplazado por el nuevo gobernador de Buenos Aires D. Domingo Ortiz de Rozas.
Notas
- Cesáreo Fernández Duro, “Armada española”, Tomo VI, página 207.
- Luis Enrique Arázola Gil, “Contribución a la historia de Colonia de Sacramento. La epopeya de Manuel Lobo”, Montevideo, 1931, página 103.
- Cesáreo Fernández Duro, ob.cit., página 253.
- Paulo César Possamai, “O reclutamento militar na América portuguesa: o esforço conjunto para a defesa da Colônia do Sacramento (1735-1737)”. Revista de Historia, 2º semestre 2004, páginas 151-180.
- Carlos Correa Luna, “Campaña del Brasil, antecedentes coloniales”, Tomo III, página 517.
- Paulo César Possamai, ob.cit., página 169.
- Gregorio Funes, “Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán”, Tomo II, Buenos Aires, 1816, páginas 390-391.
- Revista General de Marina, abril 1941, páginas 547-548, artículo de Luis Montojo, “Santiago Agustín de Zuloaga”.
- Balthazar da Silva Lisboa, “Annaes do Río de Janeiro”, Tomo III, Río de Janeiro 1835, páginas 30-53.
- La mayoría de las fuentes consultadas mencionan a estas unidades como fragatas, aunque realmente eran pequeños navíos de dos puentes artillados con más de 50 cañones y como tales deberían ser clasificados.
- Las Armadas Reales portuguesa y española contaban con las siguientes unidades en aguas del Río de la Plata:
Armada portuguesa:
Nossa Senhora da Esperanza. 70 cañones. Construido en Lisboa y dado de alta el 18 de noviembre de 1735. Baja e en 1742. Capitán José Goncalves Lage.
Nossa Senhora da Vitória. 60-74 cañones. Botado en Lisboa el 18 de agosto de 1735. Baja en 1742.
Nossa Senhora da Conceiçäo. 60-74 cañones. Botado en Lisboa el 12 de junio de 1733. Baja en 1745. Capitán Joao Pereira dos Santos.
Nossa Senhora das Ondas. 58 cañones. Capitán Antonio de Mello Callado.
Nossa Senhora da Lampadoza. 50-54 cañones. Botado en Lisboa el 21 de junio de 1727. Capitán José de Vasconcellos Maltez. Dada de baja en Río de Janeiro el 20 de abril de 1757.
Nossa Senhora da Nararé. 50 cañones. Capitán Francisco Santos.
Bom Jesús de Vilanova. 20 cañones. Capitán Dionisio Antonio.
Armada española:
San Esteban. 50-56 cañones. Capitán de fragata D. José de Arratia.
La Galga. 50-56 cañones.
Paloma Indiana. 52 cañones. Capitán de navío D. Nicolás Geraldino.
San Francisco Javier. 52 cañones. Capitán de fragata D. Francisco Lastarría.
Hermiona. 36 cañones. Capitán de fragata D. Jorge Chavarría
Navío de registro San Bruno. 36 cañones.
Navío de registro Nuestra Señora de la Encina. 36 cañones. Capitán D. Agustín de Aldunsín. - Gregorio Funes, ob.cit, página 391.
- Mª Jesús Arazola Corvera, “Hombres, barcos y comercio en la ruta Cádiz-Buenos Aires (1737-1757)”, páginas 95-97. Por los servicios prestados en operaciones militares, las compañías comerciales recibían concesiones e incluso exigían indemnizaciones por apresamientos o naufragios.
- José de Sousa Azevedo Pizarro e Araujo, “Memórias Históricas do Río de Janeiro”, Tomo IX, página 398.