Por Joan Comas

Esta aventura sucedió hace ya unos 108 años, bajo el amparo del pabellón naval de Grecia y en efecto constituye un curioso ejemplo de una desafortunada mezcla entre incidentes y diferencias culturales.
Para el inicio del siglo pasado, la ciencia naval no paraba de dejar obsoletos en poco tiempo a los mejores buques del momento. Con tal panorama y con su enemigo mortal (el imperio Otomano) como su vecino, Grecia no estaba dispuesta a quedarse atrás.
Por ello, encargó la construcción de ocho destructores y como colofón un crucero acorazado, el cual se convertiría sin saberlo en la última nave de este tipo en ser construida en el mundo.
Este hecho nos permite comentar una práctica, la cual algunas naciones todavía practican, que era encargar la construcción de naves a otro país.
Curiosamente, me he encontrado gente a la que se sorprende al oírlo, pero para algunas naciones cuyos astilleros no estaban preparados para el proyecto planteado era y sigue siendo una buena solución.
Respecto a nuestra aventura, la nación agraciada con el encargo heleno fue Italia. Al parecer, los astilleros de Livorno estaban construyendo la que sería la tercera unidad de la clase Pisa, la cual ya había dado a luz a dos bellos barcos que servían en la armada italiana.
La construcción había marchado bien, excepto cuando las autoridades italianas decidieron cancelar el proyecto porque el gobierno se había quedado sin fondos para terminarlo.
Entonces Grecia intervino y lo compró con la donación póstuma que había dejado el millonario empresario y filántropo griego Georgios Averof en su testamento a la marina helénica. Motivo por el cual la nave sería bautizada con el nombre de su benefactor.
El Georgios Averof como sería conocido, fue en efecto una nave muy variopinta: el casco (botado el 12 de marzo de 1910) y los motores eran italianos, pero las calderas eran de fabricación francesa, los generadores alemanes y la artillería británica.
Su primer capitán, Iomannis Damianos tomó el mando el 16 de mayo de 1911 y tomó rumbo a Reino Unido.
El motivo fue por la coronación de Jorge V como rey y emperador. Siendo uno de los monarcas más poderosos de su tiempo, cada nación envió buques para celebrar una inspección naval en presencia del monarca y los altos dignatarios; por su parte España mandó al recién asignado crucero Reina Regente en representación.
Para el Georgios Averof representaba no solo dar a conocer al mundo que Grecia disponía de tal arma, sino (desde el punto de vista más práctico) la oportunidad de adquirir sus primeras municiones para su santa bárbara.
Sin embargo, las tornas se giraron cuanto el buque encalló en Spithead el 19 de junio.
Aquello supuso todo un sablazo a la moral de la tripulación, pues que un buque nuevo termine en el dique seco con solo unas semanas de ser terminado, en su viaje inaugural y tras haber saludado a todas las naciones navales del mundo; era una humillación mayúscula.
Pero las desgracias nunca van solas y aquí es donde se produce el “motín del queso azul” la verdad prefiero calificarlo como “incidente del queso azul” porque a la práctica no fue un motín propiamente dicho.
Al parecer, al tener que prolongar su estada a causa de las inesperadas reparaciones, cargaron provisiones y al ver como los quesos británicos tenían moho azul, creyeron que les estaban dando comida en mal estado; al no estar familiarizados con las culturas presentes, terminaron en pelea.
Por ello el gobierno heleno destituyó a Damianos y designó al capitán Pavlos Kountouriotis (futuro almirante, regente, presidente y héroe naval; en la imagen) como su nuevo comandante para restablecer la disciplina.

Aquel nombramiento fue el primer contacto con el que se convertiría en el preciado buque insignia de Kountouriotis en sus batallas. Aunque por el momento, solo se consagró a entrenar concienzudamente a la dotación durante el viaje de regreso.
El crucero Georgios Averof en la actualidad
En la actualidad, el Georgios Averof sobrevive aun como buque museo en Falero; aunque todavía se considera activo, pues tiene tripulación y ondea la insignia de almirante.
Otro dato curioso lo encontramos en otra tradición naval griega, pues si otro buque de la armada pasa o visita el Georgios Averof; la dotación tiene que saludar y mediante banderines solicitar y esperar el permiso para seguir navegado.
Es en efecto un gran ejemplo de la estima que procesan a tan laureado barco.
Para terminar, me parece toda una coincidencia, que la mera existencia del buque se salvó gracias a un acaudalado benefactor y ya en nuestros tiempos, parte del coste de restauración fue pagado por el empresario y amante de la navegación Alexandros Goulandris.
La mayor ambición de Goulandris era que en el futuro se arreglaran las máquinas y que la nave pudiese volver a navegar a vapor en vez de ser remolcada.
Sin embargo, el empresario falleció tres semanas después de hacer público su sueño; por el momento habrá que esperar, pero estos hierros han tenido muy buena estrella y quién sabe si lo veremos.

Historial del crucero Georgios Averof .
Participó activamente en la Primera Guerra de los Balcanes, tomando parte en las batallas de Elli (diciembre de 1912) y Lemnos (enero de 1913). Al ser el mejor buque de los presentes, tuvo una actuación destacada en sendas victorias sin apenas recibir daños o bajas.
En la Primera Guerra Mundial Grecia era neutral así que no tuvo mucha acción hasta la guerra greco-turca de 1919-1922, donde apoyó algunos desembarcos. Como sabemos, esta guerra fue un desastre para los griegos, que acabaron derrotados.
En la Segunda Guerra Mundial la tripulación del crucero se negó a hundir el buque para prevenir su captura por los alemanes, tal y como se les había ordenado. El Averof huyó hasta Egipto donde se puso a las órdenes de los británicos.
Como ya no era un buque moderno, se le designó para escoltar convoyes por el Océano Índico, con base en Bombay. Pero sus viejas calderas ya no daban más de sí y su poca velocidad le hizo ser relegado a labores de patrulla por aquella zona. En octubre de 1944, era de nuevo buque insignia de la marina griega y fue la embarcación que llevó al gobierno en el exilio desde Egipto hasta Atenas.
Tras ello, el buque quedó anclado en Poros. Desde 1984 está en Palaio Faliro, anclado como buque museo.