Las lanchas cañoneras de Antonio Barceló

Por Juan García (Todo a Babor)

Lanchas cañoneras españolas durante el asedio de Gibraltar 1779-1782
Grabado de Roberts, de 1785. Se ven unas lanchas cañoneras españolas hostigando a una embarcación inglesa durante el asedio a la plaza de Gibraltar de 1779-1782.

Uno de nuestros mejores marinos del siglo XVIII, don Antonio Barceló, siendo teniente general intentó ayudar en el asedio de Gibraltar, durante los años de la Guerra contra Inglaterra de 1779 y 1783, con la invención de unas lanchas cañoneras que supondrían el comienzo de una manera muy efectiva de hacer la guerra en el mar y que fueron el terror de los ingleses.

Antonio Barceló, en contra de lo que piensa mucha gente, no fue el inventor de la lancha cañonera como tal, pues este tipo de embarcación existía desde hacía siglos. Lo que hizo Barceló fue inventar una lancha distinta a la que había por entonces y adaptada a las aguas del Estrecho de Gibraltar, donde se iban a desarrollar las operaciones bajo su mando.

La principal diferencia de las lanchas cañoneras que había hasta entonces y la suya era el bajísimo perfil de estas, con un francobordo muy reducido, que las hacía casi indetectables en la oscuridad. Como se puede apreciar en las imágenes a continuación, estas lanchas eran más mangudas de proa, lo que también las diferenciaba, dando más estabilidad a la zona donde iba el cañón.

Esa anchura permitía que los 28 remeros de la embarcación pudieran bogar sin problema, con el cañón en una posición más atrasada, lo que repercutía en la mejora de navegación, por cuanto el peso del arma quedaba más centrado en la lancha.

Además, con vistas a camuflar su cometido, el cañón podía ir tapado con una lona encerada o cualquier otra cosa que ocultara el cañón para disimular y parecer lanchas regulares.

Cuando el cañón estaba en batería se montaba en la proa un parapeto de madera con una porta, por donde salía la boca del cañón y que ofrecía algo de protección a los artilleros. Este parapeto se quitaba en navegación.

Barceló creó así una plataforma más estable y discreta de lancha. Por contra, no podían utilizarse con la mar algo movida por razones obvias.

La noche del 26 de junio de 1780 el general Barceló dispuso dos de estas lanchas cañoneras, provistas cada una con un cañón de a 24 libras, para probarlas sobre el terreno. Y que mejor zona de pruebas que «achuchar» un poco a los ingleses del Peñón.

Plano y elevación de las lanchas cañoneras dispuestas por el jefe de escuadra don Antonio Barceló
Plano y elevación de las lanchas cañoneras dispuestas por el jefe de escuadra don Antonio Barceló. Archivo General de Simancas. En la letra A se observa la lancha en disposición de navegación, con el cañón atrasado, en la letra B se observa la lancha con el cañón en batería.

Así que esas dos lanchas especiales de nueva construcción más otras dos normales que vinieron de Cartagena, siguieron las instrucciones dadas por Barceló y aprovecharon la oscuridad de la noche poniéndose a medio tiro de cañón del navío de línea británico Panther, que se hallaba fondeado en la base de Gibraltar.

A las dos de la madrugada rompieron el fuego contra el navío, sin que este ni las demás baterías de mar y tierra pudiesen con el vivo y continuado fuego que hacían las lanchas, ya que gracias a su reducido porte ni las veían en la oscuridad.

Como a las tres y media ya empezaba a romper el día las lanchas cesaron el fuego, retirándose sin haber experimentado lesión alguna, y sí causándola al navío en su casco y arboladura como bien pudieron observar más tarde los vigías.

El éxito de la prueba fue tal que se armaron muchas más de estas lanchas y empezaron sus correrías nocturnas. Un oficial británico llamado Sayer posteriormente relataba desolado:

La primera vez que se vieron desde nuestros buques causaron risa; mas no transcurrió mucho tiempo sin que se reconociese que constituían el enemigo más temible que hasta entonces se había presentado, porque atacaban de noche y, eligiendo la mayor oscuridad, era imposible apuntar a su pequeño bulto. Noche tras noche enviaban sus proyectiles por todos lados de la plaza. Este bombardeo nocturno fatigaba mucho más que el servicio de día. Primeramente trataron las baterías de deshacerse de las cañoneras disparando al resplandor de su fuego; después se advirtió que se gastaban inútilmente las municiones.

Compartir
Twittear
Pin