Por Santiago Gómez Cañas
Autor del libro: «Historiales de los navíos de línea españoles, 1700-1850»
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Historiales de los navíos de línea españoles (XVIII-XIX)
Navío de 58 cañones
Ante la falta de navíos de guerra para la escolta de las flotas de Indias, la Real Armada adquirió, en la primera mitad del siglo XVIII, varios buques para este cometido. Esta es la historia de uno de ellos, el Gallo Indiano.
Este navío fue construido en los astilleros de Tlacotalpan, situado al sur de Veracruz, para una compañía mercantil en fecha desconocida, aunque varias fuentes discrepan en este punto. Para Serrano Álvarez fue construido en la Habana. Según el autor Mercapide Compains, fue uno de los navíos construido en el astillero de Guarnizo, y lo nombra «Gallo Juliano».
En lo que todos coinciden es que era un buque mercante, adquirido en Santander al asentista español Juan Antonio Berroa. Para Antonio García-Baquero, era el navío llamado Nuestra Señora de Balvaneda (Balvanera), alias Gallo Indiano, de construcción criolla, de 425 toneladas, propiedad de Juan C. Berroa, comerciante de Cádiz.
Procedente de Veracruz, de donde había salido el 31 de enero de 1728, llega este mercante al puerto de Pasajes el 3 de mayo, cargado con 852.194 pesos de particulares y numerosas mercancías. Armado durante esta travesía con hasta 52 cañones para su defensa, apresa en las islas Azores a un mercante británico, que es llevado a Pasajes.
Para la autora Mª Lourdes Odriozola es entregado a la Armada, de manera oficial, el 14 de febrero de 1729. El 2 de junio de 1729 zarpa del apostadero de Ferrol, después de haber arribado allí por una tormenta, y llega a la bahía de Cádiz el 10 de junio con el navío Santa Ana y la fragata Concepción, mandados por el capitán de navío Gabriel Pérez de Alderete, comandante del navío Santa Ana. Alderete tenía órdenes de apostarse en el cabo San Vicente a esperar varios buques salidos de la Habana.
Su Majestad nombra, en el verano de 1730, al jefe de escuadra Rodrigo de Torres y Morales, comandante de los buques de azogue destinados a Veracruz.
Para mediados del mes de julio estaban los buques listos para hacerse a la vela, a la espera de recibir los víveres y el armamento.
En el mes de agosto, con los buques alistados y cargados, y recibidas unas extensas y detalladas instrucciones del Secretario de Marina José Patiño, Torres se hace a la vela de Cádiz la noche del 21 al 22 de agosto de 1730 con su insignia izada en el navío Gallo Indiano, que hacía por tanto de capitana, con el navío San Juan Bautista, almiranta, y el bergantín San Miguel, que hacía de patache.
El 24 de agosto despacha Torres a Cádiz, desde cabo Cantín, a una tartana para informar al Secretario de Marina Patiño de la salida de la Flota. Llegados a las islas Canarias el 30 de agosto, no ocurre novedad destacable en la travesía del Atlántico. Avistan las islas San Martín y San Bartolomé el 27 de septiembre, llegando a Puerto Rico a primeros de octubre para hacer aguada. Los buques de Torres permanecen allí cuatro días.
Repuestos de agua y víveres, se hacen a la vela el 5 de octubre con rumbo Oeste, llegando a las costas cubanas por la costa sur de Santo Domingo.
Fondearon al sur de la isla de Cuba durante una espesa niebla, haciéndose a la vela con rumbo Oeste el 16 de octubre, cuando ésta había despejado lo suficiente.
Al día siguiente comenzó un fuerte viento en contra que provocó grandes balanceos. La mañana del 19, se parte el trinquete del Gallo y cae en cubierta una lluvia de maderas, lonas y cuerdas, pero milagrosamente nadie murió. Unas horas después caen por la borda los mástiles astillados de mesana y palo mayor, ladeando al navío de tal manera que muchos hombres, incluidos oficiales y el propio Torres, trabajaron desesperadamente en cortar los restos.
Dos de las bombas principales quedaron inutilizadas. Con el agua hasta las rodillas en el sollado, el ganado se ahogó. Tiraron por la borda muchos cañones, armas, municiones, barriles de pólvora e incluso la estufa de la cocina.
La tripulación y los pasajeros soportaron por cuatro días el gran huracán, pero, por suerte, no tuvo desgracias personales y el casco estaba casi intacto, a excepción del agua que entraba y la rotura de la caña del timón.
Al amanecer del cuarto día, el 20 de octubre, se abrieron claros en el cielo y remitió la fuerza del viento. Esta circunstancia es aprovechada para armar un juanete, una bandola a proa y una verga de velacho, con los que pudieron gobernar el navío. Al día siguiente armaron otra bandola en medio del navío.
Ese mismo día, 21 de octubre, avistaron al navío almiranta San Juan Bautista, del que se habían separaron al comenzar el huracán. Se encontraba en situación aún peor que la capitana, pues al caer el palo mayor destrozó los masteleros, las vergas y uno de los botes, y el trinquete arrastró en su caída el bauprés y el tajamar.
Para aligerar y equilibrar el navío habían echado al agua 16 cañones, cuatro del alcázar y el resto de la segunda cubierta. El pie de un soldado quedó enredado en el aparejo del palo mayor y viendo que era arrastrado al agua se cortó el pie y murió desangrado.
Al amanecer del 26 de octubre se encontraban cerca del cabo Corrientes, en la costa mexicana. Al anochecer del 5 de noviembre avistaron el volcán de Orizava y, al amanecer del día siguiente, avistaron la bahía de Punta Delgada, al norte de Veracruz, fondeando en puerto ese mismo día.
Desembarcan en Veracruz 8.091 quintales y 50 libras de azogue, además de otras mercancías. Faltaba por llegar el bergantín San Miguel, que para esa fecha no se tenían noticias, y al que posteriormente se le dio por perdido en el huracán.
El jefe de escuadra Torres despacha de Veracruz el 29 de noviembre al bergantín San Antonio con el correo, en el que informa a Patiño la ocurrencias del viaje y la llegada a puerto con los azogues.
Según las instrucciones entregadas a Torres por Patiño, a su llegada a Veracruz, debía supervisar la instalación de un astillero en Coatzacoalcos y reorganizar la Armada de Barlovento, enviando a España a los oficiales enfermos o desgastados, empezando por su comandante, el capitán de navío Antonio Escudero, que debía regresar a España con la flota de azogues, quedando en su lugar el capitán de navío Benito Antonio Spínola.
Respecto a los buques, se había ordenado a Torres que, junto a la fragata apresada por los guardacostas de Tierra Firme al mando del capitán de navío Domingo Justiniani, dejara el San Juan Bautista, incorporando ambos buques a la Armada de Barlovento, y en su lugar trajera a Cádiz al navío Conquistador, recién botado en el arsenal de la Habana.
En diciembre de 1730 comienza a ser carenado y reparado en Veracruz para emprender su tornaviaje. Tiene que ser arbolado con los palos destinados a un navío mercante en construcción. Al estar estanco de la cinta para abajo, solo fue necesario dar estopa en los costados, cubiertas, alcázar y castillos.
Como el San Juan necesitaba más reparaciones, Rodrigo de Torres decide dejarlo en Veracruz y salir rumbo a la Habana con el navío El Retiro, que estaba destinado en la Armada de Barlovento.
Mientras se reparaban los buques, Torres fleta una pequeña nave y con otros funcionarios navega hasta la desembocadura del río Coatzacoalcos en el istmo de Tehúantepec. En consulta con ellos, Torres recomienda, tanto a Patiño como al virrey de Nueva España, que se construyera y fortificara un astillero en aquel lugar.
Cuando Torres regresa a Veracruz, supervisa los trabajos en los navíos Gallo y Retiro. Estaban listos para zarpar a inicios de febrero de 1731, pero la plata que debían embarcar no llegaba, habiéndose a la vela finalmente el 16 de febrero con un pequeño mercante que hacía de patache.
Apenas habían salido de puerto, llega una embarcación que traía la noticia de la llegada a la Habana, a primeros de febrero, de varios buques al mando del capitán Ignacio Dauteville, que había salido en el mes de noviembre con pliegos para Torres y el virrey y pertrechos para los buques que se esperaba construir en la Habana y en Coatzacoalcos, además de 200 hombres para desalojar a los franceses de Santo Domingo. Eran las fragatas de dos puentes Potencia, alias Blandón, y San Esteban y la fragata Nuestra Señora de Aránzazu.
En aquella correspondencia, Patiño ordena a Torres ponerse a disposición del virrey por si era necesario apoyar a los buques de Dauteville en el desalojo de los franceses que se habían establecido en la parte española de Santo Domingo. Torres regresa a puerto ese mismo día. La misma noche del 16 de febrero entró un fuerte temporal del norte.
Fue providencial su regreso a puerto, pues a buen segura que los buques se habrían perdido en la costa de haberse encontrado en alta mar. Pero los buques, aunque estaban en puerto, sufrieron daños. Torres envía los pliegos al virrey y tiene que esperar su respuesta, aprovechando la espera para reparar los navíos.
Con el permiso del virrey para hacerse a la vela, zarpa de Veracruz el Gallo la mañana del 24 de febrero con la insignia del jefe de escuadra Torres, acompañado del navío El Retiro, al mando del capitán de navío Antonio Escudero, llevando entre ambos buques 2.750.000 pesos, de los que 1.376.022 pesos iban destinados a la Habana, y del resto, 913.978 debían ser llevados a la Península para S.M. y 460.000 pesos para particulares.
Los buques de Torres llegan a la Habana el 17 de marzo. Torres decide prolongar su estancia en la Habana para dar tiempo a la terminación del navío Conquistador, arbolándolo con los palos que llevaba a bordo el Gallo, y traspasarle la carga que llevaba el navío El Retiro, con el fin de incorporarlo a su escuadra como capitana y llevarlo a Cádiz.
Al mando del capitán Antonio Escudero, que había transbordado desde el navío El Retiro, el 26 de mayo de 1731 sale de la Habana el navío Gallo como nave almiranta de la flota de azogues de Rodrigo de Torres con rumbo a Cádiz. Zarpa con los navíos Conquistador, recién botado y que se incorpora como nave capitana, el San Esteban y la fragata mercante La Dichosa.
Llegan a Cádiz el 14 de julio de 1731, donde desembarcan más de cuatro millones de pesos. Unos días antes, los buques de Torres se unen a la escuadra de seis navíos del mando del Conde de Clavijo, salida de Cádiz en junio, que les estaba esperando para darles escolta entre los cabos de San Vicente y Santa María. El navío Gallo llevaba a bordo 2.250.969 pesos de plata y otras mercancías, y regalos por un valor de 1.638.269 pesos.
Rodrigo de Torres recibe la orden de incorporar sus tres buques de guerra a la escuadra del teniente general marqués de Mari, que se estaba alistando en Cádiz para llevar tropas a los ducados italianos de Toscana, Parma y Plasencia y asegurar los derechos sobre estos territorios del infante Don Carlos.
La escuadra del marqués de Mari, con insignia en el navío de 80 cañones Santa Isabel, compuesta por 18 navíos, 5 fragatas, 2 buques menores y 48 transportes, desembarca las tropas en el puerto de Liorna en octubre de 1731 para defender los derechos del infante Don Carlos. El navío Gallo Indiano estaba en esta campaña al mando del capitán de fragata José de Herrera, armado con 64 cañones y tripulado por unos 420 hombres.
Entre el 3 y el 12 de mayo de 1732 estuvo el navío Gallo en el arsenal de La Carraca para ser carenado y remendado su forro, dado que había sido destinado a una nueva travesía del Atlántico con la flota de Indias.
El 2 de agosto de 1732 sale de Cádiz la flota de Nueva España, mandada por el jefe de escuadra Rodrigo de Torres. Estaba formada por el navío Rubí, capitana, el navío Gallo Indiano, almiranta, al mando del capitán de fragata Tomás de Aguirre, el navío Infante, de refuerzo, y la fragata, que hacía de patache, Pingüe Pópulo.
Estos buques daban escolta a 16 mercantes, entre ellos al navío de guerra Lanfranco, que realiza la travesía a las órdenes del Consulado de Comercio, y otros dos mercantes que se unen a la conserva de la flota. Los buques de guerra y mercantes de la flota llegan a Veracruz entre los días 24 y el 28 de octubre de ese año. Desembarcan 4.652 toneladas de mercancías para comerciar en la feria y 8.000 quintales de azogue.
Finalizada la feria, los mercantes de la flota salen de Veracruz el 25 de mayo de 1733 escoltados por los buques de guerra. De nuevo las inclemencias del tiempo hacen que los diecinueve buques, de guerra y mercantes, se separen, llegando a la Habana entre el 24 y el 27 de junio.
En la Habana se une a la escolta el navío África, recién entregado a la Armada. Zarpan de la Habana para su regreso a Cádiz el 13 de julio, sorprendiendo a la flota un huracán dos días después en el Canal de Bahama.
Rodrigo de Torres ordena a los buques de la flota regresar a la Habana, pero era demasiado tarde, los vientos viraron hacia el norte y los arrastraron hacia los cayos de Floridana, donde naufragan la mayoría de los buques, perdiendo la vida más de 500 hombres. Solo se salvan el navío África y tres mercantes, que regresan a la Habana.
Dimensiones
En codos: 70 codos de eslora, 61 codos y 12 pulgadas de quilla, 22 codos y 12 pulgadas de manga, 9 codos y 10 pulgadas de puntal. Desplazaba 904 toneladas de arqueo.
Artillado
Armado con 58 cañones de 18, 12 y 6 libras, aunque algunas fuentes le atribuyen un artillado de hasta 64 cañones.
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Fuentes documentales
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- AGS. SM. leg. 392. Torres a Patiño. Veracruz, 04/02/1731.
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- AGS. SM. leg. 392. Francisco Barrero a Patiño. Cádiz, 15/07/1731.
- AGS. SM. leg. 303. Olivares a Patiño. La Carraca, 06/09/1732.
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- AGI. Indiferente General, 446A, L. 42, fol. 108V. Miguel de Villanueva a Francisco de Varas y Valdés. Madrid, 12/08/1732.