Por Yago Abilleira Crespo
Investigador naval
A quienes nos gustan los naufragios y la Arqueología Submarina conocemos bien los primeros años del reinado de Felipe V. Durante esta época se sufrieron enormes pérdidas de las Flotas de Indias, como la destruida en la Ría de Vigo en 1702 (que nos ocupa), el desastre de la Batalla de Barú (Cartagena de Indias, 1708) donde sucumbió el famoso San José, la Flota naufragada por un huracán en Florida en 1715 o la pérdida de los azogues (transportes de mercurio) en 1724 en República Dominicana. Con esos hundimientos se fueron al fondo marino millones de monedas de plata que quebraron la economía española. Pero lo peor de todo es que fueron el germen de una industria de modernos piratas que se hacen llamar caza-tesoros, que han saqueado y robado todo cuanto pecio español hallaron para buscar el anhelado metal que muy pocas veces encontraron.
Índice
Antecedentes
La Flota que sucumbió en Galicia tiene su origen en 1699 cuando, tras muchas dudas por la grave crisis del comercio indiano, se decide enviar una Flota a Nueva España (México). Atrás quedaron los tiempos de las enormes formaciones navales de Felipe II y, de hecho, una de las características de la de 1699 es el escaso volumen de sus unidades (apenas 2 mercantes superan por poco las 500 toneladas vizcaínas). Sirva de ejemplo que los buques de escolta Jesús, María y José (Capitana, 36 cañones) y Santísima Trinidad (Almiranta, 36 cañones), a los que luego se unirá la Capitana de Azogues San Juan Bautista (54 cañones) no son considerados galeones por algunos autores, si no que los rebajan a “fragatas” ó “fragatas pesadas” [1].
Al llegar a Veracruz en Octubre de 1699 se encuentran con los mercantes de la Flota de azogues del año anterior, que aún no han vendido sus productos, pues el comercio indiano estaba saturado por el contrabando. Esto, unido a la muerte de Carlos II el 1 de Noviembre de 1700 y la llegada al poder de la nueva dinastía Borbón con Felipe V en el trono español provocará que permanezcan allí casi tres años. Se estaba preparando la Guerra de Sucesión y había que tomar precauciones, pues Inglaterra y Holanda estaban en contra de que Felipe, el nieto de Luis XIV de Francia, ostentara la corona española, pues supondría una coalición hispano-francesa que iría en contra de sus intereses.
Todos tenían planes para Flota a las órdenes del General Manuel de Velasco y Tejada: Los Borbones esperaban que sirviera para financiar la guerra que se avecinaba y los contrarios simplemente querían apoderarse de ella. Por ello se envió a América una poderosa escuadra de guerra gala a las órdenes del Marqués de Château-Renauld para proteger al convoy. Aunque Francia pensaba cobrar a España los servicios de escolta, lo cierto es que, ya que iban al Nuevo Mundo, no tenía sentido ir y venir vacíos, así que le dieron un enfoque semi-comercial al asunto.
El nuevo monarca estaba muy al tanto de la asombrosa corrupción que había en Cádiz y tenía bien claro que si quería sacar algún provecho, habría que hacer las cosas de otro modo. Con mucha precaución y discreción dio órdenes secretas a Château-Renauld y a Velasco de que el puerto de destino sería Pasajes (País Vasco) donde la carga de los barcos nacionales sería correctamente fiscalizada.
Finalmente, el 24 de Julio de 1702, los 57 buques hispano-galos zarpan de Cuba. Ignoran que ya se ha declarado la guerra, aunque procuran ir tomando noticias de los barcos que se encuentran por el camino. Durante la travesía, sufren un brote de fiebre amarilla, algunas unidades se dispersan por la niebla y unos barcos franceses vuelven a su tierra por separado.
Inglaterra y Holanda inician la guerra a lo grande, pues una gran escuadra de más de 150 barcos con unos 14.000 soldados a bordo se presenta ante Cádiz a finales de Agosto de 1702. Pretenden tomar la ciudad y el puerto con la infantería mientras sus naves esperan a la Flota para capturarla intacta gracias a su ingente superioridad numérica. El engaño de Felipe V funcionó, pues siguen creyendo que el destino es Cádiz. Además, justo antes de que llegaran, arribó un “aviso” (pequeño y ágil velero usado para comunicaciones) de la Flota informando de la inminente llegada, lo que seguro que fue sabido por los espías enemigos, rizando así el rizo de una impecable jugada para confundir al adversario.
La formación hispano-francesa se entera en su trayecto del comienzo de las hostilidades y de la gran lucha que hay en Cádiz. Sin embargo, lo que más les preocupa es que unos mercantes les hacen saber que una escuadra de guerra inglesa de 40 velas está patrullando por las inmediaciones de Finisterre. Los anglo-holandeses no son tontos y no quieren dejar ningún cabo suelto en el asunto de la Flota y han previsto un cambio de destino, por si se enteraban de lo de Cádiz, pues el bloqueo gaditano podía fallar (como falló, pues hubo burladores del bloqueo).
La flota hispano francesa en Vigo
Velasco y Château-Renauld se encuentran con que no tienen a dónde ir pues Finisterre es zona de paso para acceder a los puertos del Cantábrico; y el Estrecho de Gibraltar para el Mediterráneo pero en ambos lugares les espera una emboscada. Finalmente acuerdan el mal menor y deciden ir a la Ría de Vigo pues, pese a estar mal defendida y muy cerca de un Portugal poco de fiar (acabará declarando la guerra a España) es el único lugar al que pueden dirigirse que tenga unas mínimas infraestructuras para la descarga. Llegan el 21 de Septiembre de 1702 y el 25 de Septiembre ya están todos en el nacimiento de la ría, en un lugar llamado la Ensenada de San Simón. Dicha ensenada es amplia y aunque tiene poca profundidad sus fondos son de lodo y arena que no dañan a los cascos en la bajamar, está protegida de los vientos (se puede descargar en todo momento), la orografía del terreno hace que no se vea la ensenada desde alta mar y, lo más importante, para acceder a ella hay que atravesar el Estrecho de Rande, que es un punto fácilmente defendible.
El gobernador de Galicia, Príncipe de Barbanzón, que residía en la zona empezó a coordinar con los mandos navales las labores defensivas: Se reclutaron milicias, se repararon y reforzaron las estructuras que defendían el Estrecho (al Sur un castillejo en Rande y al Norte unas plataformas artilleras en Domaio) armándose con poderosos cañones franceses (los españoles eran de pequeño calibre) y se tendió una barrera defensiva formada por troncos, mástiles, barriles y cadenas para tratar de cerrar el paso a la Ensenada de San Simón. Protegiendo los extremos de la barrera estaban dos navíos franceses (el L’Esperance de 70 cañones al Sur y el Bourbon de 68 al Norte), tras la barrera los buques de escolta españoles y, como defensa final, una impresionante formación en media luna de los navíos de guerra franceses. En medio de todos ellos estaban dos brulotes (buques incendiarios) y, finalmente, los preciados mercantes.
El plan defensivo consistía en usar la milicia para evitar desembarcos y cañonear a los bajeles enemigos desde los fuertes y los escoltas españoles. Si una nave enemiga lograba cruzar la barrera y dejar atrás a los escoltas, la formación en media luna la cañonearía, quedando los brulotes en la reserva para lanzarse contra determinados objetivos.
La descarga de los “galeones” comenzó al momento. Se trazó un recorrido por etapas hasta Segovia, requisándose carros de bueyes de las zonas, de modo que sólo tenían que recorrer la etapa que les quedaba más cerca, trasvasándose la carga a otro carro al cubrir la etapa.
A finales de Septiembre los anglo-holandeses se retiran de Cádiz. Pese a su abrumadora superioridad, su falta de disciplina (más preocupados del saqueo que de los objetivos militares) y, sobre todo, la férrea defensa de los gaditanos, había hecho que se llegara a un punto muerto. Con los víveres y el agua agotados (en Septiembre el sol aún calienta en Cádiz), no les queda otra opción que el reembarque. Han fracasado estrepitosamente y saben que tendrán represalias al llegar a sus países.
Mientras bordean la costa portuguesa, una avanzadilla que fue a Lagos a hacer aguada, se entera del escondite de la Flota, y lo comunica al grueso de la formación. Tras una reunión de los altos mandos se decide, con algunos votos en contra, atacar la Ría de Vigo.
Es entonces cuando van a cometer un gran error que, literalmente, les costará muy caro: Deciden enviar a unas veloces fragatas inglesas por delante a explorar. Las fragatas llegan el 19 de Octubre, una se interna en la Ría de Pontevedra y otra en la de Vigo y ambas capturan lanchas pesqueras para informarse de qué está pasando y cómo están las defensas. Esto provocó que cundiese el pánico y que se acelerase la descarga, pues era obvio que el escondite ya no era secreto. Incluso los mercaderes reacios a desembarcar en Galicia y pagar un caro transporte por tierra se preocuparon por sacar sus bienes de las bodegas cuanto antes.
La batalla de Rande
El Domingo 22 de Octubre llegó el grueso de la formación anglo-holandesa. Se internaron en la ría, donde fondearon, y tantearon el dispositivo defensivo de Rande. Estudiaron bien la situación y en seguida descubrieron que el plan defensivo de los hispano-franceses no era más que un gigante con pies de barro.
El Lunes 23 de Octubre de 1702 tuvo lugar la Batalla de Rande. Comenzó a primera hora de la mañana, cuando los ingleses (por el Sur) y los holandeses (por el Norte) desembarcaron en lanchas a veteranas tropas de infantería para que tomaran los fuertes mientras éstos eran atacados desde el mar. Las tropas pusieron pie en tierra en posiciones no defendidas y las milicias, al ver la profesionalidad de sus oponentes, huyeron en desbandada. Pronto cayó el castillo de Rande (al Sur) haciéndose muchos prisioneros, mientras que la orografía del terreno y el desconocimiento del mismo, hizo que las plataformas artilleras de Domaio (al Norte) aguantasen más tiempo, siendo abandonadas cuando su toma ya era inevitable.
Siguiendo el reparto de el Norte para Holanda y el Sur para Inglaterra, los buques de guerra se lanzan contra la barrera defensiva a toda vela. El primero en atravesarla es el inglés HMS Torbay, pues el holandés Zeven Provincën quedó atascado y tuvieron que echarse al agua marineros con hachas para terminar de romperla. Los brulotes franceses pasan al ataque, consiguiendo el holandés hundir a tiempo al Zeripsee, mientras que el HMS Torbay no pudo evitar que el Favori, ya incendiado, se le acodara y le pasara el fuego. Al poco estalló la santabárbara del Favori… salvando así a su oponente, pues el barco galo llevaba una carga (ilegal) de tabaco en polvo que, con la explosión, apagó las llamas, aunque asfixió a decenas de hombres. El HMS Torbay quedó a flote, pero con serios daños que le imposibilitaron el seguir luchando. Cuando el Zeven Provinciën logró cruzar y cuando se puso en medio de los dos barcos franceses que protegían los extremos abrió fuego a dos bandas con sus noventa cañones, pensando muchos que en realidad había explotado, pues el ruido y el humo tuvieron que ser impresionantes, pocas veces en la historia un 90 cañones disparó todas sus piezas a la vez. Por su parte, el Bourbon y el L’Esperance pronto quedaron fuera de combate.
La rotura de la barrera era el “punto de no retorno” previamente establecido por Velasco y Château-Renauld. Cierto que aún quedaba la imponente media luna francesa, pero no era más que un espejismo, pues se trataba de unos buques inmovilizados con anclas que no tenían completa su dotación de cañones y hombres (se usaron para armar y atender los fuertes) que nada podían hacer ante semejante número de navíos atacantes. Habían hecho lo que había que hacer, pero la inferioridad era abrumadora. Se comenzó pues a abandonar los barcos e incendiarlos, para al menos disminuir el botín enemigo.
Es difícil imaginarse la estampa de la tranquila y apacible Ensenada de San Simón en esos momentos: Embarcaciones ardiendo, humo por doquier, náufragos intentando ponerse a salvo a nado o agarrándose a algo que flotase, gritos en varios idiomas, cañonazos y tiros de los escasos defensores que aún resistían, todo ello mezclado con los atacantes que subían a los bajeles incendiados a tratar de sofocar el fuego o trataban de capturar los que aún no eran pasto de las llamas,…
Pese a los esfuerzos hispano-franceses, no se pudieron evitar las capturas. Así pues, Inglaterra se hizo con 5 galos y 6 españoles. Entre estos últimos estaba la Capitana de Azogues San Juan Bautista que era el antiguo HMS Darmouth, capturado por Francia anteriormente y luego vendido a España, se le rebautizó como HMS Vigo pero se hundió al año siguiente por un temporal cerca de Holanda, con pocas bajas. Holanda por su parte apresó a 5 españoles y 1 francés, aunque sólo pudieron llevarse a casa a 2 españoles y al galo, que llegó a Holanda de milagro, siendo el resto saqueados e incendiados para evitar su represa.
Las tropas tomaron la costa de la ensenada y saquearon todo lo que encontraron a su paso, lo que motivará una constante “guerra de guerrillas” por parte de los lugareños, molesta al principio, pero más seria a medida que pasaba el tiempo.
A los pocos días llegó a la Ría la escuadra inglesa que patrullaba por Finisterre, a quienes se le ordenaron continuar extrayendo objetos de los pecios, aprovechar lo aprovechable, reparar los desperfectos de buques propios y apresados y destruir lo que no pudiera ser llevado (restos de barcos, fuertes, cañones en tierra,…). El grueso de la formación va muy falto de provisiones y se les va a echar el Invierno encima, por lo que tienen que regresar cuanto antes.
Por fin, el 6 de Noviembre de 1702, las últimas unidades inglesas abandonan la Ría de Vigo. Y es aquí cuando ocurre un interesante episodio: La mayor de las presas (por tamaño, el segundo galeón de la flota) chocó contra una roca sumergida al Sur de las Islas Cíes y naufragó rápidamente. Durante años se ha dicho que era el Santo Cristo de Maracaibo pero hoy día sabemos que ese galeón se quemó y hundió en Rande, siendo en realidad el de las Cíes el Nuestra Señora de los Remedios. Dicho naufragio es desde hace tiempo uno de los principales objetivos de los caza-tesoros.
El mito del tesoro de la batalla de Rande
La Batalla de Rande es uno de esos enfrentamientos que hay que revisar con calma para sacar conclusiones. La destrucción de una escuadra francesa y una flota española puede eclipsar todo lo demás, pero no debe de ser así. Sí que es cierto que los galos sufrieron una terrible derrota, pero fueron indemnizados por un valor superior al de las pérdidas. En cuanto a los españoles, ya hemos visto que los barcos eran pequeños y muchos de ellos ya tenían varios años encima.
Sobre las pérdidas humanas hay más confusión. Parece ser que los atacantes perdieron solamente unos 200 hombres, varios de ellos al intentar sofocar las llamas de los barcos que ardían y trataban de capturar. Sobre los defensores no hay datos ciertos, pero no son tantos como se creían, ya que muchos fueron hechos prisioneros y liberados poco después, y otros varios desertaron al ver el panorama, lo que dificulta el conteo.
Por último, el tema del tesoro. Oficialmente, al alcázar de Segovia llegaron 13’6 millones de pesos (antiguos duros de plata), unas 370 toneladas de plata. Es una cantidad asombrosa que da buena idea de las remesas que venían del Nuevo Mundo. Con esta Flota salió a la luz todo el fraude que había en la Carrera de Indias y cómo el Rey era el principal perjudicado. A esta cantidad, hay que sumarle la que se “extravió” camino de Segovia (hay documentos que lo demuestran), lo que se recuperó después por la zona tras interrogar duramente a sus habitantes, pues aprovecharon la ocasión para ocultar riquezas y lo que saquearon las milicias en los últimos momentos (llegaron a dispararles a los franceses). Los ingleses no lograron ni 80.000 pesos y los holandeses ni 10.000.
Y aquí viene el verdadero revés para los invasores: Mucho de lo que venía en los galeones era, en realidad, de sus compatriotas que usaban a testaferros españoles, pues les estaba prohibido comerciar con la América española. Así pues, tras consultar con asesores espirituales la moralidad de la operación, el Rey Felipe V decide quedarse con cerca de 9 millones de pesos, alegando que en realidad eran de los enemigos. Con semejantes fondos va a poder pagar a Francia los daños y perjuicios y aún le sobra bastante para pagar la Guerra de Sucesión. A este duro golpe al comercio anglo-holandés, hay que sumarle que buena parte de lo saqueado en Cádiz también pertenecía a súbditos de dichos países. Hubo airadas protestas cuando las armadas regresaron a sus países, llegándose incluso a auténticos intentos de linchamiento de altos funcionarios por parte de los mercaderes.
A los atacantes no les quedó otra opción que repetir y repetir que, en realidad, el tesoro estaba en los galeones hundidos, especialmente el perdido en Cíes y que en ningún momento se había financiado al Rey de España, pues las noticias de que se habían descargado los metales eran falsas. A Felipe V también le interesaba decir que todo quedó en el fondo de la ensenada, para evitar reclamaciones. Y los franceses dijeron lo mismo de sus barcos para intentar obtener una mayor indemnización.
El mito del Tesoro de Rande fue cogiendo más fuerza a medida que pasaban los años. Hay incluso quien asegura que aún hay 20 millones de pesos en Rande, cosa impensable (recuérdese que era una Flota pequeña) y que el galeón de las Cíes también guarda varios millones. Siendo realistas, es fácil ver que los buques españoles estaban casi vacíos cuando se produjo la batalla. A bordo sólo quedaban algunas especias (tintes, tabaco y demás productos exóticos) y muy pocos metales. La prueba la tenemos en que, a pesar de los enemigos apresaron muchos barcos semi-hundidos, que luego saquearon e incendiaron, apenas hubo botín; ni mercancías ni plata. Los productos orgánicos se pudrieron al entrar en contacto con el agua, así que poca cosa de valor quedaba en los barcos.
De hecho, los propios españoles y franceses abandonaron la recuperación de la carga y se centraron en los cañones y anclas, tras lo cual decidieron que fuera el capital privado quien continuase las extracciones, a cambio de unas tasas y un porcentaje de lo extraído, pues sabían que no quedaba gran cosa. Muchos invertirían y se arruinarían en la búsqueda del gran tesoro. Apenas se ha encontrado nada, pero aún hay quien cree que allí reposan ingentes riquezas. Quizás haya algún bajel, los franceses sobre todo, que aún tengan algún metal pero, desde luego, se trataría de pequeñas cantidades.
Listado de los barcos franceses
(Nombre/Cañones/Destino)
NAVÍOS: | |||
1 | L’Assuré | 60 | Apresado por los ingleses |
2 | Le Bourbon | 64 | Apresado por los holandeses |
3 | L’Espérance | 64 | Hundido |
4 | Le Ferme | 66 | Apresado por ingleses. Vendido a Rusia [2] |
5 | Le Fort | 70 | Hundido |
6 | Le Moderé | 50 | Apresado por los ingleses |
7 | L’Oriflame | 64 | Hundido |
8 | Le Prompt | 76 | Apresado por los ingleses |
9 | Le Prudent | 62 | Hundido |
10 | Le Sirene | 66 | Hundido |
11 | Le Solide | 50 | Hundido |
12 | Le Superbe | 68 | Hundido |
13 | Le Triton | 48 | Apresado por los ingleses |
14 | La Volontaire | 36 | Hundido |
15 | La Dauphine | 42 | Hundido |
Fragatas ligeras y corbetas: | |||
16 | La Choquante | 12 | Hundido |
17 | L’Emeraude | 12 | Hundido |
18 | L’Entrepenante | 24 | Hundido |
19 | L’Eveille | 32 | Hundido |
20 | La Palmico | 12 | Hundido |
21 | ¿Un corsario? | Hundido | |
22 | ¿Desconocido? | Hundido | |
Brulotes: | |||
23 | La Favori | 30 | Hundido |
24 | Le Zeripsee | 32 | Hundido |
Auxiliares: | |||
26 | 2 Avisos | Hundidos |
Listado de los buques españoles
(Nombre completo (en negrita por el que es conocido)/Tonaleje(toneladas vizcaínas)/Destino)
1 | Jesús, María y José (Capitana de Velasco) | 609 | Hundido |
2 | Santísima Trinidad, Nuestra Señora del Rosario y las Ánimas (Almiranta de Chacón) | 500 | Hundido |
3 | San Juan Bautista (Capitana de Azogues) | 549 | Apresado ingleses |
4 | Santo Cristo de Maracaibo, Nuestra Señora de la Concepción, San José y las Ánimas | 506 | Hundido |
5 | Nuestra Señora de los Remedios y San Francisco Javier (Nª Sª de la Merced, Notredam de Mercy) | 501 | Apresado. Naufragio Cíes |
6 | Nuestra Señora de los Dolores, San Andrés y San Jerónimo | 365 | Hundido |
7 | Nuestra Señora de las Angustias | 362 | Apresado Holanda |
8 | Nuestra Señora del Rosario, San José y las Ánimas (Santa Susana ó Toro) | 350 | Apresado ingleses |
9 | Santa Cruz, San José y San Francisco Javier | 303 | Apresado ingleses |
10 | Santo Domingo y San Francisco Javier | 299 | Hundido |
11 | Santo Cristo del Buen Viaje y Nuestra Señora de Alta Gracia | 283 | Apresado Holanda |
12 | Nuestra Señora del Rosario, Santo Tomás y Santa Margarita | 278 | Hundido |
13 | Nuestra Señora del Buen Viaje y Felipe V | 263 | Apresado ingleses |
14 | San Juan Bautista | 134 | Apresado ingleses |
15 | Jesús, María, José y las Ánimas (Sacra Familia) | 133 | Hundido |
16 | La Trinidad (patache) | 179 | Hundido |
17 | Nuestra Señora de las Mercedes, San José y San Nicolás de Bari (patache) | 163 | Hundido |
18 | San Diego de Alcalá (patache del General) | 162 | Hundido |
19 | Santa Cruz (patache) | 116 | Hundido |
- NOTAS:
- Salvo indicación en sentido contrario, todos los datos están extraídos del libro Los Tesoros de Rande de Ramón Patiño Gómez.
- [1] “La fragata en la Armada Española. 500 años de Historia” de Agustín Ramón Rodríguez González
- [2] “Russian Warships in the Age of Sail 1696-1860: Design, Construction, Careers and Fates” de John Tereda y Eduard Sozaev, pág. 139