Ocupación de la isla de Trinidad en 1797

Por Antonio Laborda

Los británicos atacan Trinidad

El 4 de agosto de 1796 salió de Cádiz la escuadra al mando del Marqués del Socorro con destino a la Habana.

Tres días después de su salida y de acuerdo con las instrucciones secretas contenidas en pliego cerrado, una división formada por cuatro navíos y una fragata bajo el mando del jefe de escuadra D. Sebastián Ruiz de Apodaca, se separó de dicha escuadra con la misión de llevar tropas, artillería y pertrechos navales a la isla de Trinidad a donde, en efecto, llegó sin novedad el 14 de septiembre del mismo año para alivio del atribulado gobernador de esta isla, Don José María Chacón, que veía en la llegada de dicha formación naval la respuesta a sus repetidos informes en los que describía con sumo detalle la situación de indefensión en que se encontraba la Trinidad ante los conocidos planes de los ingleses de apoderarse de ella a la primera ocasión que se les presentase.

La llegada del esperado auxilio no podía ser más oportuna ya que el 5 de octubre España entraba en guerra, una vez más, con Inglaterra que no había visto con buenos ojos el tratado de San Ildefonso firmado el 16 de agosto y que nos convertía, también una vez más, en aliados de Francia.

"Mapa de la península de Chaguaramas en Trinidad y Tobago, que muestra las posiciones de los buques británicos y españoles el 16 de febrero de 1797. Guerra anglo-española (1796-1808). Orientado de norte a arriba (rosa de los vientos)". Este mapa muestra las posiciones de las flotas y los transportes españoles y británicos, así como los sitios de las baterías previstas y el lugar propuesto para la nueva ciudad de Chaguaramas.
«Mapa de la península de Chaguaramas en Trinidad y Tobago, que muestra las posiciones de los buques británicos y españoles el 16 de febrero de 1797. Guerra anglo-española (1796-1808). Orientado de norte a arriba (rosa de los vientos)». Este mapa muestra las posiciones de las flotas y los transportes españoles y británicos, así como los sitios de las baterías previstas y el lugar propuesto para la nueva ciudad de Chaguaramas. Publicado por W. Faden, 1798.

Pronto se habría de ver, sin embargo, que las fuerzas destacadas en Trinidad eran insuficientes ante lo que se le venía encima. A poco de su llegada a la isla, se había declarado en la tropa y marinería una epidemia -posiblemente malaria- que había dejado a un tercio de los efectivos fuera de combate.

Por otro lado, tal y como declaraba quejumbroso el propio Chacón en enero del 97, las obras de fortificación avanzaban muy lentamente por la falta de dinero con que pagar a los trabajadores, la incomunicación de la isla por falta de unidades ligeras de observación era casi absoluta y no se podía contar con la ayuda de la escuadra de Aristizábal que, presumía, debía de encontrarse ya bloqueada en La Habana.

Las pesimistas previsiones del gobernador de Trinidad se vieron confirmadas el 16 de febrero de aquel funesto año de 1797 cuando a las 3 de la tarde los vigías de Trinidad avisaron de la proximidad de numerosas embarcaciones que, dadas las circunstancias, solo podían ser inglesas.

Con la llegada del enemigo, la frágil armazón en la que se basaba la defensa de Trinidad se vino abajo estrepitosamente.

Las tropas de voluntarios reclutados para reforzar a las tropas regladas desertaron en masa llevándose consigo las armas que se les habían confiado y los cerca de 3.000 hombres con que se esperaba poder dar la batalla se vieron reducidos a poco más de 500 y esto gracias a que los enfermos menos graves se reincorporaron a filas de forma voluntaria a la primera indicación de sus oficiales.

Las cosas no fueron mejor en el mar. La división de D. Sebastián de Apodaca, que se encontraba fondeada en Chaguaramas, no supo o no pudo evitar que varias unidades inglesas la embotellasen sin remedio de tal manera que, en el consejo celebrado aquella misma noche a bordo del insignia San Vicente, los oficiales con mando votaron por que se incendiase a los navíos para evitar su captura ejecutándose tal decisión sobre las 12 de la noche aunque uno de los navíos -el San Dámaso– no quiso arder y fue finalmente capturado por los ingleses e incorporado a su escuadra.

Aprovechando la confusión, las dotaciones desembarcadas se dispersaron y tan solo parte de la marinería junto a los soldados de marina pudieron enlazar con las tropas terrestres que, mandadas por el propio gobernador, intentaban hacer frente a los ingleses que ya habían desembarcado en la isla por tres puntos diferentes.

La captura de Trinidad
La captura de Trinidad. Por Nicholas Pocock. National Maritime Museum, Greenwich, Londres.

A lo largo del día 17 los ingleses, que contaban con abrumadora superioridad en hombres y material, hicieron retroceder en todos los puntos a los españoles de tal manera que, a las 8 de la noche, el general Abercromby, comandante de las tropas inglesas, ordenó el cese de las hostilidades y envió un comunicado al desdichado D. José María Chacón en el que reconocía el valor mostrado por las tropas españolas y le ofrecía una rendición con honores que, finalmente, vista la imposibilidad de prolongar la resistencia, fue aceptada y firmada el 18 de septiembre.

Las primeras noticias de tan triste suceso fueron conocidas por las autoridades españolas en Cumaná el mismo día 17 de febrero a través de tres marineros de la fragata Santa Cecilia que habían podido escapar de la isla de Trinidad en la falúa del propio jefe de escuadra D. Sebastián Apocada.

En España, donde ya se hablaba del consejo de guerra que había de juzgar a los oficiales considerados responsables del desgraciado combate de San Vicente, la noticia de que la Trinidad había caído en poder de los ingleses y de que la división de D. Sebastián Ruiz de Apodaca se había autodestruido sin disparar un solo tiro en poder de los ingleses fue muy mal recibida y, aunque el consejo de guerra que juzgo el caso encontró libres de culpa a los acusados, la sentencia fue revisada por orden superior y tanto Chacón como Ruiz de Apodaca fueron privados de empleo de forma permanente.

Los capitanes de los navíos y de la fragata, por su parte, fueron suspendidos por cuatro años.

José María Chacón, que realmente no era culpable de ninguno de los cargos de los que se le acusó, moriría antes de que la causa fuese revisada en 1809 por orden de D. Antonio Escaño.

Más afortunado fue D. Sebastián Ruiz de Apodaca que moriría en 1818 rehabilitado y con el grado de teniente general de la Armada, pero sin destino.

José Jordán, el comandante del San Dámaso, que había llevado buena carrera hasta entonces no alcanzó el grado de jefe de escuadra hasta 1825 cuando contaba 73 años de edad, muriendo en el asilo de desvalidos de Cádiz a los 83 años de edad.

Del resto de los acusados no se sabe que alcanzasen mayor graduación.

Composición de la escuadra inglesa bajo el mando del almirante Henry Harvey

Fuerzas de mar

Nombres de los buquesNº de cañones
Navíos de línea
Prince of Wales100
Belona74
Revenge74
Invincible74
Alfred74
Dictator68
Scipion68
Surate58
Ulises50
Fragatas
Arethusa44
Alarm40
Anna40
Corbetas
John20
Favorite20
Zebra20
Bergantines
Zafiro20
Pelican20
Victorious16
Una bombarda con mortero2
Transportes
8 Fragatas10 a 14
30 goletas
2 Bergatines

Los transportes con 6.750 soldados al mando del general sir Ralph Abercomby.

División naval del Jefe de Escuadra D. Sebastián Ruiz de Apodaca

Navios de líneaCañonesCapitán
San Vicente80Jerónimo Mendoza. Insignia de Jefe de Escuadra de D. Sebastián Ruiz de Apodaca
San Dámaso74José Jordán
Arrogante74Rafael Benazar
Gallardo74Gabriel Sorondo
Fragatas
Santa Cecilia34

El fracasado intento de invadir Puerto Rico

Perdida la isla de Trinidad en febrero de 1797, quedaba Puerto Rico como última posición de firmeza, para cuya conquista se dispuso la escuadra del almirante Harvey y los efectivos terrestres de desembarco al mando del general sir Ralph Abercromby, que se presentaron ante San Juan de Puerto Rico el 17 de abril de 1797.

La escuadra la componía, «Prince of Wales» de 98 cañones, dos de 74, dos de 64, dos fragatas de 40 cañones, una de 36; dos bergantines de 18 y 16 cañones, cuatro corbetas de 16; 18 goletas corsarias de 12 cañones, una urca grande y un impreciso número de barcos de transporte. Que hacían un total de 68 velas.

Con un ejército de entre 8.000 o 14.000 hombres, según las fuentes.

Los españoles contaban con sólo 4.029 hombres, más dos Maestranzas (una de artillería y otra de fortificación) y 180 presidiarios que, voluntariamente, se prestaron a combatir.

De fuerzas navales sólo se disponía de 4 gánguiles, dos pontones y 12 lanchas cañoneras, que sirvieron para obstaculizar cualquier intento de penetración por la boca del Morro.

Tras varios días de ataques británicos y desembarcos fueron rechazados con pérdidas y el peligro se alejó de Puerto Rico. Los españoles tuvieron 42 muertos, 154 heridos, 2 contusos, 2 dispersos y 1 prisionero. Los ingleses sufrieron 225 muertos y heridos y fueron tomados 290 prisioneros.

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