Por Juan García (Todo a Babor)
Este especial se compone de los siguientes artículos:
¿Cómo se llegó? | Antecedentes | Antes de la batalla | Escuadra británica | Escuadra combinada | Columna de Nelson | Columna de Collingwood | Tras la batalla | Epílogo | ¿Por qué se perdió la batalla?
Navío Príncipe de Asturias. Parte de Antonio de Escaño al Príncipe de la Paz
Primeras impresiones del Combate de Trafalgar
Exmo. Sr.: La situación en que está el teniente general don Federico Gravina de resultas de un balazo de metralla que al fin de la acción de ayer recibió en su brazo izquierdo, no le permite dar a V.E. una noticia de este combate sangriento y aunque yo he tenido la fortuna de derramar mi sangre por el honor de las armas del Rey nuestro amo, recibiendo otro en la pierna, hallándome sin embargo menos agravado que el bizarro y dignísimo general en jefe a quien S.M. por la justa confianza que le merece, había conferido el mando de su armada, me encuentro en la triste pero necesaria obligación de desempeñar el encargo de poner en noticia de V:E: que nuestros esfuerzos y el heroico abandono de nuestros días no han alcanzado a evitar una pérdida, que sería considerable si no estuviéramos tan firmemente convencidos que nada nos quedó que hacer y que, por consecuencia, se salvó el honor.
Yo sé que por el último correo y con fecha del 18, había dado cuenta a V.E. el general Gravina, cómo el almirante Villeneuve le había manifestado que estaba resuelto a dar la vela al siguiente día, y que deseaba saber si la armada española estaba en disposición de verificarlo. V.E. no ignora cuál fue la contestación del General, reducida a que lista y pronta su escuadra, seguiría los movimientos de la francesa, y que tales eran las reiteradas órdenes que comunicadas.
Con este conocimiento se restituyó a su bordo el almirante francés, y seguidamente puso las señales de suspender las anclas y meter dentro las embarcaciones menores; señales que se repitieron inmediatamente en este navío Príncipe de Asturias, y que fueron seguidas de las más estrechas y urgentes providencias para que se retirasen los apostaderos y se reembarcasen la tropa de Artillería y gente de mar que con varios destinos teníamos en tierra.
La mañana del 19 dieron la vela algunos buques españoles y franceses en cumplimiento de la señal hecha por el almirante Villeneuve, y no lo verificamos todos aquel día por haber rolado el viento al SO: pero con vientos al ESE pudieron ejecutarlo sucesivamente en la mañana del 20.
Apenas se hallaba fuera de la boca de este puerto la armada combinada cuando el viento se escaseó hasta el SSO, tan fuerte y con tan malas apariencias que una de las primeras señales que salieron del Bucentaure, en que tenía arbolada su insignia el almirante Villeneuve, fue la de encargar el que se navegase con dos rizos tomados a las gavias.
Esta escaseada produjo necesariamente una gran dispersión hasta las dos de la tarde, que felizmente se llamó el viento al SO y claros y despejados los horizontes, se mandó por señal la formación de cinco columnas y la de unión. Una fragata avanzada indicó por señal 18 velas enemigas a la vista, y en consecuencia de esta advertencia se navegaba con los zafarranchos hechos y preparados para entrar en combate.
A las 3 se viró por redondo a un tiempo y nos pusimos en demanda del Estrecho, conservando la misma formación de cinco columnas en que estábamos antes de este movimiento. Después de haberlo ejecutado advertimos cuatro fragatas enemigas que por orden del almirante Villeneuve fueron cazadas por las nuestras, y en este navío se mandó al Achille, Algésiras y San Juan, como dependientes de la escuadra de observación, el que reforzasen los cazadores, con la prevención de que antes del anochecer quedasen reunidos al cuerpo fuerte de la armada.
A las 7 y 1/2 de la noche nos dio un navío francés aviso de que el Achille había reconocido 18 navíos enemigos que estaban en línea de batalla, y seguidamente empezamos a ver, y no a mucha distancia, varios tarros de luz, que no podían salir sino de las fragatas enemigas que estaban interpoladas entre las dos armadas.
A las 9 hizo señales la escuadra enemiga al cañón, y por el intervalo que corrió entre el fogonazo y el ruido, que fue de ocho segundos, distaba dos millas de nosotros. Indicamos por señal de faroles al general francés que era preciso formar la línea de batalla sobre los navíos sotaventados, la misma que repitió después al cañón aquel jefe, y en esta formación amanecimos el 21 con los enemigos a la vista en número de 28 (27 en el borrador de Escaño) navíos, ocho (siete en el borrador de Escaño) de ellos de tres puentes, a barlovento nuestro y en línea de batalla de la mura contraria.
A las 7 de la mañana arribaron los enemigos en diferentes columnas y sobre nuestra escuadra con dirección al centro y retaguardia, por lo que el almirante Villeneuve ordenó una virada por redondo a un tiempo, resultando de este movimiento el que quedara a retaguardia la escuadra de observación del mando del general Gravina.
A este movimiento se siguió la señal hecha por el almirante francés de que ciñese el viento el navío de la cabeza y la de que todos siguieran sus aguas, lo que obligó a que arribase la armada para su alineación. El general Gravina prescribió a su escuadra las señales más oportunas para que se ejecutasen estos movimientos con aquella celeridad y prontitud que exigían las circunstancias, y al aproximarse el enemigo encargó la de estrechar las distancias y rectificar el orden.
A las 12 menos 8 minutos de la mañana un navío inglés de tres puentes con insignia al tope del trinquete atravesó nuestra línea por el centro, sosteniéndole en su ejecución los navíos que venían por sus aguas. Todos los demás cabezas de columnas de la escuadra enemiga practicaron lo mismo.
Una de ellas dobló nuestra retaguardia, cruzó otra ter cera por entre el Achille y el San Ildefonso, y desde este momento la acción se limitó a combates sangrientos particulares a tiro de pistola la mayor parte de ellos (según el borrador de Escaño «entre toda la armada enemiga y la mitad de la nuestra), resultando como consecuencia necesaria algunos abordajes.
La ventaja que tiene el que ataca bajo de un plan premeditado contra el que tiene que mandar por señales, las que o no se distinguen o perciben por el humo, ocultando al mismo tiempo la verdadera situación de los que pueden operar en contrarresto, fue también una de las causas que debían de producir aquella parcialidad de ataques entre toda la armada enemiga y la mitad de la nuestra» (este párrafo entrecomillado no aparece en el borrador de Escaño).
No tengo los elementos precisos e indispensables para informar a V.E por ahora de estas acciones particulares, ni puedo tampoco hablar de los movimientos de la vanguardia, que me aseguran viró desde el principio del combate para sostener los cuerpos atacados.
Lo que sí puedo afirmar a V.E. es que todos los navíos tanto franceses como españoles que se batieron a mi vista llenaron completamente sus deberes, y que este navío, después de cuatro horas de un combate horroroso con tres o cuatro enemigos, con todas sus jarcias cortadas, sin estays, sin poder dar vela, y los palos agujereados, atravesados a balazos, en cuya situación ciertamente triste fue oportunamente socorrido por los navíos San Justo español y Neptune francés, cuya reunión alejo los enemigos, y proporcionó la incorporación del Rayo, Montañés, Asís y San Leandro, que estaban maltratados con otros navíos franceses que no tenían mejor suerte.
Luego que este navio se vio libre de enemigos, se mandó a los incorporados que sostuviesen en la acción a los que se hallaban con desventaja en ella; y al anochecer, cesado el fuego por todas partes, se previno a la fragata Themis nos remolcase hasta la bahía de Cádiz, en la que no fue posible entrar aquella noche por haberse llamado el viento al SSE (SSO en el borrador de Escaño) fuerte con aguaceros, que nos obligó a fondear a la una y media en el placer de Rota can los navíos mencionados arriba; y habiendo refrescado más, desarbolamos de los palos de mayor y mesana, no obstante las medidas marineras que se habían tomado para su seguridad, como desarboló también el San Leandro que estaba fondeado en nuestras inmediaciones.
No puedo menos de cumplir con una obligación que me es bien gustosa, poniendo en noticia de V.E. la noble y generosa emulación con que a competencia se esmeraban en el desempeño de sus respectivos deberes los oficiales de guerra de este navío, los ayudantes de la Mayoría de mi cargo y la tripulación y guarnición de él, tanto de Tierra como de Marina, y yo me complazco en tributarles estos elogios a que se han hecho acreedores por su bizarra conducta durante el combate.
En él hemos tenido cuarenta y un muertos, entre estos el alférez de navío don Luis Pérez del Camino y ciento siete heridos gravemente, en cuyo número el teniente de Voluntarios de la Corona don Bernardo Corral y el brigadier de guardiamarinas don Alejandro Rúa. He sabido que el capitán de navío don Francisco Alcedo, comandante del Montañés, fue muerto en la acción y herido gravemente su segundo el capitán de fragata don Antonio Castaños. Otras muchas perdidas de excelentes oficiales debe haber hecho sin duda el Cuerpo General de la Armada, pues varios buques nuestros fueron enteramente desarbolados de todos sus palos, y esta catástrofe generalmente viene acompañada de desgracias que son inevitables. Cuando tenga conocimiento de ellas las elevaré a la noticia de V.E. con la remisión de los estados de averías.
Dios guarde a V.E. muchos años. Navío Príncipe de Asturias, al ancla en el placer de Rota, a 23 de octubre de 1805, Exmo. Sr.. besa la mano de V.E. su más atento servidor, Antonio de Escaño (rubricado y tachado). Exmo. Sr. Príncipe de la Paz.