Por Juan García (Todo a Babor)
Esta entrada pertenece a la serie:
El servicio en los buques de guerra españoles de principios del siglo XIX
Obligaciones de los pilotos y prácticos
Nada más embarcarse un piloto en el buque de guerra que tenía asignado debía presentarse al comandante del bajel, quedando inmediatamente a sus ordenes.
Esto quería decir que no podía salir del buque sin la licencia de aquel o del oficial de guardia; debía asistir al armamento y reconocimiento del buque.
Esto era importante porque debía fijarse en las propiedades de la embarcación para informar al comandante, dando también parte de los asuntos de su incumbencia, a saber:
- Registrar el timón, caña de uso, la de respeto y la de hierro.
- Las agujas de gobierno, de marcar y acimutales.
- Dividirá la corredera en millas, dando a cada una 55 pies y las sondalezas de cinco en cinco brazas de seis pies cada una, ambas medidas de Burgos.
- Banderas pavesadas, cera y otros efectos de su responsabilidad.
Antes de que el buque de guerra saliera del puerto todos los pilotos debían presentar al comandante del mismo las cartas de navegación y demás instrumentos para su servicio.
Además, los prácticos debían dar las descripciones de costas y puertos que se fueran a tocar. Así mismo, los pilotos tenían prohibido variar el rumbo sin ponerlo en conocimiento antes del oficial de guardia o del mismo capitán.
El piloto de guardia debía asistir junto a la rueda de timón para atender al gobierno del buque, la derrota y aparejo, anotar todo cuanto ocurra con exactitud en el cuaderno de bitácora, observar las variaciones del tiempo, sondar en las inmediaciones de costas, placeres o bajos y manifestar (con el debido respeto) a los oficiales de guardia lo que el piloto considerase conveniente.
Y ojo, tenía que obedecer sin réplica alguna cuando ordenasen los oficiales de guardia. En caso de necesidad como ante enemigos o temporales, podía ir directamente al comandante del buque a avisar de lo que él considerase pertinente.
Esas obligaciones no eran exclusivas de los pilotos primeros, sino también de los terceros y meritorios, quienes debía hacer un diario cada uno con las derrotas y averías, así como cualquier acontecimiento de la navegación., observando para ello las latitudes, longitudes y variaciones de la aguja.
Toda esta información debían entregarla diariamente al general, comandante o mayoría general si la hubiera. Algo por otra parte normal porque los mandos debían saber todos los días en qué punto estaba su buque. También estaban obligados a proporcionar esta información valiosa cuando así de lo ordenasen en cualquier otro momento del día.
Tanto los pilotos de la clase de Segundos, como los Terceros y los Prácticos de costa, eran considerados a bordo como oficiales mayores y debían ser tratados por la tripulación con el debido respeto.
Las cosas empezaron a cambiar cuando a mediados del siglo XVIII se les otorgó el derecho a llevar uniforme.
Siempre fue una lucha de este cuerpo el ser reconocidas sus altas capacidades con un trato digno a bordo, donde los oficiales de guerra siempre los trataron en muchos casos de manera infravalorada. Las sucesivas ordenanzas fueron afianzándoles en sus responsabilidades y en mejorar sus condiciones respecto a los oficiales de guerra.
Modo de hacer las guardias
A pesar de que siempre lucharon por tener uniforme propio, en las guardias podían quedar dispensados de llevarlos, con la precisión de presentarse decentes.
Esto era debido a que los pilotos Terceros eran los encargados del reconocimiento de los trabajos por alto, cosa que con uniforme sería hasta peligroso para su integridad física. De su cargo era el servicio de vigías a bordo y el de las señales del navío.
Igualmente deberán los pilotos terceros y meritorios subir a las cofas y topes siempre que se les ordene, teniéndose por mérito especial la costumbre de asistir a las maniobras altas para activarlas, particularmente en riesgo militar y marinero, y a las faenas de anclas y otras importantes, de cuyo celo, disposición y conocimiento informarán los comandantes para sus ascensos, como punto indispensable, además del examen ante el Director de su Cuerpo, sin cuyos requisitos no obtendrán el nombramiento: debiendo presentar sus diarios los Pilotos de las clases Segundos y Terceros, y los meritorios en su academia del Departamento a que arribaren, para ser examinados sobre ellos.
Otras tareas
Había una tarea muy importante de la que tenían que ocuparse los pilotos de todas clases. Y era el conocimiento y delineación de todas la tierras, costas, puertos y demás lugares poco conocidos a los que arribasen.
Además de observar los vientos y corrientes predominantes en aquellas zonas, con especial cuidado de anotar los bajos, sondas y todo aquel accidente marítimo que hallaran.
El motivo no era otro que actualizar las cartas marítimas de la Armada o de realizar otras nuevas con la información de aquellos pilotos. La información, como hoy en día, era vital por entonces.
Otras de las tareas importantes de los primeros y segundos pilotos era la enseñanza.
Debían enseñar a los guardiamarinas, e incluso a aquellos oficiales bisoños con poca navegación, los conocimientos adquiridos en las academias de Pilotos, así como lo que la experiencia les había proporcionado en trabajos hidrográficos, vientos, corrientes y demás.
Los pilotos terceros y meritorios también debían enseñar, pero en este caso a los miembros de la tripulación que estuvieran inclinados por aquel ramo. Estas horas de enseñanza libraba a los interesados de hacer las guardias que les correspondieran, así que era un buen acicate para presentarse voluntarios.
En caso de zafarrancho de combate, los pilotos debían aprontar en la Santa Bárbara un guardín de reemplazo (un cabo que conectaba la rueda del timón con la pala del mismo).
Además, el primer piloto debía encontrarse sobre el alcázar para atender al gobierno del buque y la ejecución de las maniobras que mandase el comandante.
El segundo piloto debía encontrarse en la Santa Bárbara con dos hombres de mar para el servicio de los aparejos de la caña, quedando los terceros pilotos y meritorios a la discreción del comandante.
Otra tarea importante de los pilotos era preparar los faroles de popa y el de la cofa, con la precaución de dejar un par de lampazos mojados en el de la cofa, por el riesgo de incendio que provocaría un desastre en la zona del velamen. Esto era tan importante que debía quedarse un centinela de la marinería en estos y de la tropa en los otros.
También debían dejar preparados por si era necesario los faroles de señales. Al amanecer se revisaban todos los faroles por si hubiera que efectuar alguna reparación.
Hay una norma en estas ordenanzas que llaman la atención: se trata de pedir a los comandantes y demás oficiales de guerra que traten a los pilotos con la estimación que corresponde.
Como hemos indicado anteriormente, esto era debido a que los pilotos siempre fueron mirados por dichos oficiales por encima del hombro como se suele decir. Antes eran tratados como meros contramaestres, aún cuando su oficio es, como se supone en un buque de vela, primordial.
Es cierto que los guardiamarinas recibían educación sobre navegación, pero el peso de los cálculos y demás recaía en los pilotos. En consecuencia, estos siempre exigieron un trato más privilegiado que el ser un simple oficial de mar.
No se les concedió, pero al menos las sucesivas ordenanzas solicitaban tratarlos con el debido respeto.