Por Santiago Gómez Cañas
Autor del libro: «Historiales de los navíos de línea españoles, 1700-1850»
En el siglo XVII, durante la guerra de los 80 años, hubo varios combates entre españoles y los holandeses de las Provincias Unidas, dos de ellos conocidos como batallas de Playa Honda, en la actual Botolan, provincia de Zambales, en la isla de Luzón.
En 1609 llegaron las dos naciones a una paz poco duradera, solo doce años, hasta 1621. Esta paz tuvo efecto en Europa, pero no en el lejano Oriente, donde las luchas continuaron, a pesar de tener noticias de la tregua.
Índice
Antecedentes
Desde finales del siglo XVI los holandeses y portugueses estaban en conflictos por hacerse con el comercio asiático, sobre todo en las posesiones portuguesas de Molucas y Macao, que son atacadas sistemáticamente desde 1599 hasta 1605, cuando los holandeses ocupan las islas de Ambon, y expulsan a los portugueses de las Molucas.
El gobernador de Filipinas Pedro de Acuña organiza una expedición en 1606 para derrotar a los holandeses en Molucas, con más de tres mil hombres, tomando al enemigo Ternate, dando lugar a numerosos combates.
Aprovechando la tregua de doce años, la poderosa compañía VOC holandesa, con el beneplácito de su gobierno en Europa, preparó un bloqueo de la bahía de Manila, de donde partían las expediciones españolas hacia las Molucas y era el centro del comercio español en Asia.
La estrategia holandesa va a consistir en atacar los puertos españoles en las Molucas, impedir la llegada del galeón de Manila, incitar a los nativos filipinos a sublevarse contra los españoles y atacar el comercio español bloqueando Manila.
El primero de estos bloqueos lo iniciaron en 1609, año del comienzo de la tregua, que daría lugar al combate naval de Playa Honda al año siguiente.
Inicio de la campaña
El 15 de abril de 1609 toma posesión de su cargo el nuevo Gobernador y Capitán General de Filipinas, Juan de Silva, que llega a las islas con cinco compañías de infantería. Caballero de la Orden de Santiago, era un militar avezado en los tercios de Flandes, en combates con los holandeses.
El 22 de diciembre de 1607 sale de Texel una escuadra holandesa de la Compañía de las Indias al mando del almirante Pieter Willemsz Verhoeven, formada por trece buques de guerra, con 325 cañones (42 de bronce y 283 de hierro), 2.800 a 2.900 hombres, con municiones y pertrechos para tres años de campaña.
Después de combatir con los portugueses en su ruta por el cabo de Buena Esperanza hasta Filipinas, en Mozambique, Sumatra y Johore, en febrero de 1609 se encontraban en Java.
Verhoeven y otros oficiales fallecen el 22 de mayo de 1609 en combate a manos de los nativos en la isla de Bantam (isla Banda, en la actual Indonesia).
Los holandeses deciden atacar Manila. Diez años antes había sido atacada por la escuadra de Oliver van Noort. Al mando del vicealmirante François de Wittert, con tres galeones y un patache, llegan el 27 de octubre de 1609 a Otón, en la isla de Panay, puerto desde donde se reunía el socorro español que se enviaba a Ternate, en Molucas.
Capturan una fragata que había llegado de Cebú, pero no encontraron al resto de buques, pues algunos estaban cargando en Panay, y tres pataches estaban aún en Cavite.
Protegidos por su artillería, desembarcan tropas en Iloilo, cerca de Otón, isla de Panay, para capturar los bastimentos que estaban listos para las Molucas.
Había una pequeña guarnición de cien soldados mandados por Fernando de Ayala, que mandó quemar los almacenes para que el enemigo no capturase los pertrechos y víveres, retirándose a la villa, a una legua de distancia.
El gobernador Silva había enviado al pueblo de Otón, de paso para refuerzo de las Molucas, a 300 hombres al mando de Fernando de Ayala, y derrotan a los holandeses.
Wittert se presenta en la bahía de Manila el 4 de noviembre de 1609, quedando la escuadra, de tres galeones y un patache, fondeada durante dos días a una legua de Manila.
Al tercer día se acercaron dos galeones y un patache para reconocer las defensas de Manila, intercambiando algunos disparos con la fortaleza. Unos días después desembarcan los holandeses, pero son otra vez rechazados y reembarcan.
La escuadra holandesa queda fondeada en Playa Honda, a unas veinte leguas de Manila, desde donde podían controlar la llegada de naves de China, Japón, Macao o la Indias, y estrangular la economía de Filipinas, un negocio mucho más lucrativo y seguro que asaltar Manila.
Como refuerzo para los holandeses llegó de las islas Molucas un galeón armado con 16 cañones.
La defensa española
De nuevo Manila estaba casi sin defensas y en situación apurada. No había cañones, ni municiones, ni pertrechos, ni dinero para remediarlo.
En los seis meses que permanecieron los buques holandeses fondeados, el gobernador Silva ordenó prepararse para la defensa, pues solo contaba con 800 soldados, un viejo galeón excluido, listo para el desguace, el Espíritu Santo, al que le faltaba la arboladura, el patache Santiago que estaba en parecidas condiciones, otros tres pequeños buques de escaso valor militar y algunas galeras.
En el astillero de Marinduque, situado a unas cuarenta leguas de Manila, se estaba construyendo un galeón mercante.
Silva, con la ayuda monetaria prestada por comerciantes y vecinos de Manila, manda aumentar las dimensiones y potencia de fuego del galeón y envía al astillero una de las galeras con jarcias y pertrechos.
Los tripulantes chinos se apoderan de la galera matando a varios españoles, entre ellos a su capitán Cardoso. Silva manda construir otra galera para reemplazarla, y lo consigue en solo dos meses.
Puso en estado de combate a varios buques, entre ellos al viejo galeón excluido, se fundieron cañones con las campañas de las iglesias y la clavazón con las rejas de las ventanas.
Siendo muy escaso el número de tropas disponibles, el gobernador tuvo que hacer una leva forzosa de hombres útiles, incluidos a los escuderos de las damas, reuniendo a unos 600 españoles y 150 nativos.
Pero seguía siendo escaso su número, sobre todo de marineros y artilleros experimentados. Los aprestos para la defensa comenzaron a mediados de diciembre y para el mes de abril estaba todo listo, ¡en solo cuatro meses!
En el mes de abril de 1610 se hicieron a la vela los holandeses para descubrir si se habían construido nuevas defensas de la bahía de Manila, volviendo a su fondeadero, persuadido el vicealmirante Wittert de la debilidad española.
Pero los holandeses se entretuvieron demasiado tiempo en sus operaciones corsarias, dado tiempo a Silva a preparar la defensa y armar varios buques.
Poco después llega a Manila el galeón recién construido, al que se llamó San Juan Bautista, de 600 toneladas, que se artilló con 26 cañones, con el que Silva pretendía atacar a la escuadra holandesa.
Órdenes de batalla
Escuadra española
- Galeón capitana San Juan Bautista. 600 toneladas. 26 cañones. General Juan de Silva. Segundo Juan Juárez Gallinato.
- Galeón almiranta Espíritu Santo. 600 toneladas. 22 cañones. Almirante Francisco de Silva. Capitán Pedro de Heredia.
- Patache San Ildefonso. 6 cañones. Capitán Juan Tello de Aguirre.
- Patache San Pedro y San Pablo. 6 cañones. Capitán Juan Fajardo (Pardo) de Losada.
- Patache Santiago o Santiaguillo. 5 cañones. Luis (Francisco) Moreno Donoso.
- Patache San Pedro. 5 cañones. Capitán Rodrigo de Guillistegui.
- Galera capitana, al mando del capitán Romerico.
- Galera patrona, al mando del capitán Juan Rodríguez Bermejo.
- 2 galeotas, 4 pequeñas fragatas mercantes.
Total, 600 españoles y 150 nativos.
Escuadra neerlandesa
- Galeón capitana Amsterdam. 800 toneladas, de 30 a 35 cañones. Vicealmirante François de Wittert. (Capturado).
- Galeón almiranta Faucon (llamada Gouden en varias fuentes), de 30 a 35 cañones. (Capturado).
- Galeón Aigle (llamado León de Oro). 16 cañones. (Quemado).
- Galeón Paon. 16 cañones. (Escapó).
- Patache Deft. 4 cañones. 40 hombres. (Escapó).
Combate de Playa Honda
El 21 de abril de 1610 se hace a la vela la escuadra española, formada por el galeón San Juan Bautista, en el que embarcó el gobernador como general, y por tanto era la capitana, el galeón almiranta Espíritu Santo, al mando de Francisco de Silva, sobrino del gobernador, cuatro pataches, el mayor de 90 toneladas, dos galeras de veinte bancos cada una.
En estos buques se embarcaron 750 a 800 hombres y 70 cañones, la mayoría de pequeño calibre, entre ellos 12 pedreros.
Al amanecer del sábado 24 de abril, sobre las siete de la mañana, la escuadra española se acercaba con los dos galeones en los extremos, acompañados por las galeras, y en el medio los cuatro pataches.
Sorprende a tres galeones y al patache holandés a la vela, mientras su capitana, que estaba fondeada, largó los cables y se puso a la vela para unirse a su escuadra y atacar a la española, en la creencia de Wittert que eran buques viejos y estaban mal armados.
Antes de poder unirse a su escuadra, la capitana holandesa es abordada por la capitana San Juan Bautista con la compañía del capitán Antonio de Leoz.
Los holandeses se atrincheraron en la proa y mataban a muchos españoles con el fuego de mosquetería, hasta que Leoz, con solo doce soldados que le quedaban se apoderó de la proa del galeón.
Volviéndose a abordar las dos capitanas, más soldados subieron al galeón holandés y lo rindieron, cuando Wittert ya había fallecido.
Cuando la almiranta holandesa llegó al combate para socorrer a su capitana, fue abordada por la almiranta española con tropas de la compañía del capitán Juan de la Vega, que combatieron hasta que se apoderaron de la popa del galeón, donde el combate era más encarnizado, y la holandesa se rindió.
El tercer galeón holandés, el Aigle, es abordado por dos pataches, de que eran cabos los capitanes Guillestegui y Juan Tello de Aguirre, saltando a bordo los hombres del capitán Juan Francisco Soriano.
Los holandeses pegaron fuego a su buque para evitar la captura, consiguiendo apagarlo los hombres de Soriano, pero por segunda vez intentaron quemar la nave, esta vez comenzando el fuego en el palo mayor, que estaba alquitranado.
Al extenderse el fuego, los dos pataches tuvieron que alejarse y las tropas españolas se salvaron a bordo de las lanchas del galeón, consiguiendo antes el capitán Soriano desamarrar las naves.
También consiguieron liberar a varios prisioneros que tenían los holandeses en su poder. Es remolcado hasta la playa para poder recuperar la artillería y la clavazón, siendo después desguazado.
El cuatro galeón y el patache holandés se hallaban algo más alejados del combate, al que no pudieron acercarse por haber calmado el viento.
Con el combate ya decidido los capitanes holandeses toman la decisión de alejarse, perseguidos por un corto tiempo por los galeones españoles.
El combate había terminado después de seis horas de dura lucha artillera y al abordaje.
Recuento de bajas y botín
Con la llegada a Manila de la noticia de la victoria española, la mañana del 27 de abril, se hizo recuento de bajas.
Por parte española hubo 30 marineros y 70 soldados muertos, y 70 heridos, de los que algunos fallecieron en los días posteriores a la batalla. Fallecieron en el combate 57 españoles y 50 filipinos.
Entre los muertos, se encontraban el capitán Gerónimo de Vera, Toribio de Miranda, Antonio Paredes, alférez de la compañía del capitán Leoz, los también alféreces Francisco de Villasaña, Juan de San Miguel.
Los holandeses tuvieron muchos más fallecidos, 60 de ellos solo en la capitana por el fuego de la artillería, y se hicieron 134 prisioneros en los dos galeones capturados.
Después de tantos meses de saqueos, se encontraron los españoles con un fabuloso botín en dinero, joyas, sedas, además de numerosos pertrechos como 70 cañones, solo en los dos galeones capturados, municiones, jarcias, hierro, clavazón, que eran tan necesarios en los astilleros.
Se pudieron recuperar varios buques que tenían apresados los holandeses, como la nao San Francisco, apresada cuando volvía de Japón, y liberar numerosos prisioneros españoles, la mayor parte marineros.
Entre los prisioneros liberados se encontraban el alférez real Ladrón de Peralta, el corregidor Aldana, los capitanes Castillo y Juan Ceucos, el escribano Rodrigo de Galarca, el mercader Roque de Sarabia, el sargento Gerónimo de Banegas y su mujer. También estaba prisionero el fraile agustino Pedro Montejo, muerto en el combate al alcanzarle una bala de cañón.
Tras esta derrota neerlandesa, unos pocos años más tarde tendría lugar la Segunda batalla de Playa Honda, que pasaremos a relatar próximamente.
Bibliografía
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