Por Joan Comas
Nuestro colaborador Joan Comas, del que podéis leer desde hace tiempo su trabajo en esta web, me ha mandado un material nuevo al que catalogaremos en la categoría de «curiosidades«. Como son entradas de no muy larga extensión, he creído oportuno agruparlas de dos en dos.
Además, estas dos primeras están muy relacionadas.
El trofeo de Aboukir
A lo largo del tiempo, los militares vencedores han tenido la costumbre de “coleccionar” o tomar como trofeos algún elemento del bando perdedor.
Un ejemplo lo podemos ver en la capilla de los Inválidos de París esta decorada con las banderas capturadas en batalla; también es bien conocida la costumbre del barón rojo por decorar su habitación con trozos de los aviones que derribaba.
Respecto al mar, dicha costumbre también se ha practicado, si bien este comportamiento no siempre se ha cumplido para gloria de la caballerosidad.
Recordemos que el almirante Duncan se negó a tomar el sable del vicealmirante De Winter tras derrotarle o el capitán Miguel Grau quien le mandó la espada de su enemigo a su viuda.
Regresando al tema inicial, hay que mencionar que existen muchos ejemplos curiosos, en esta ocasión lo encontramos en las salas del museo naval británico, hay un objeto, cuya forma podría pasar sin pena ni gloria excepto para quienes se molestan en conocer su historia.
La pieza en cuestión es un hierro grueso, con una base de madera y la punta retorcida en si misma. Creo que más de uno se sorprenderá al leer que se trata de uno de los elementos de tecnología más avanzados de su momento.
¿Pero cómo funciona? ¿Qué utilidad puede tener para la navegación? En respuesta, hace 221 años estaba fijado a modo de pararrayos en el palo mayor del L’Orient, buque insignia de la flota francesa en la campaña egipcia de Napoleón.
Por aquella época, solo hacía 45 años que Benjamin Franklin había descubierto como atraer este fenómeno meteorológico. Sin embargo, estudios recientes muestran que el diseño francés atrae mucho mejor que los diseños terminados en punta del inventor americano.
Aunque novedoso, de poco sirvió contra el ataque de lord Nelson en la desembocadura del Nilo. Durante la batalla el navío de línea L’Orient fue rodeado por cinco buques británicos y tras incendiarse por el fuego cruzado sufrió una terrible explosión que cercenó la vida de gran parte de la dotación.
Respecto al pararrayos, fue rescatado de entre de la cantidad de restos del navío. Y justamente fue el mismo Nelson quien reclamó la pieza como trofeo; el cual fue colocado justo en la entrada de su domicilio.
Muchos años más tarde, la muerte del héroe naval en Trafalgar, junto con algunas de sus pertenencias fue custodiado en el mencionado museo para el disfrute del público.
El Chelengk de Nelson
Junto a Napoleón y Wellington (entre otras ilustres personalidades) la imagen del almirante Nelson resulta una de las figuras más icónicas de las guerras napoleónicas.
A quién no le suena aquel hombre de marcadas facciones, manco y con su pecho ataviado de medallas, símbolos inequívocos de una brillante carrera como oficial naval.
Sin embargo, si paramos atención en su bicornio, descubriremos un adorno más que extraño en el sombrero del héroe británico.
En el uniforme reglamentario debería haber únicamente una escarapela negra sujetada por dos tiras doradas, pero encima hay un elemento plateado.
Para explicar qué es, hay que remontarse al mes de agosto de 1798, cerca de la rada de Abukir Nelson aniquiló a la flota francesa en la espectacular batalla del Nilo.
Si bien el gobierno de Gran Bretaña estaba más que agradecido por tal triunfo, había otro interesado que sintió alivio por la derrota gala: el Imperio Otomano.
En efecto, por aquellos años Egipto era un estado vasallo del sultán turco y los intentos de colonización eran una grave amenaza para su hegemonía en la zona.
Por consiguiente, Selim III creyó que había que recompensar al almirante de una forma especial.
Por ello creó la orden de la media luna, la que a la práctica fue de las primeras medallas al estilo europeo en Turquía y un modelo para las próximas creaciones.
Sin embargo, el mérito de Nelson fue tal que el soberano creyó que se merecía algo más, por lo que se le concedió el Chelengk.
Dicha condecoración, era un premio que se adhería en el turbante del homenajeado y originalmente, era una pluma, un hecho que muchas tribus esteparias emplearon a lo largo de la historia como distintivo al mérito.
Aunque paulatinamente el concepto fue evolucionando y en aquel periodo era una verdadera obra maestra de la orfebrería rematada con diamantes; los cuales se organizaban en tiras de 7 unidas por un gran diamante central.
Pero el sultán fue todavía más allá y en lugar de tener 7 tiras de diamantes, el ejemplar con el que obsequiaron al almirante tenía 13 en alusión a los buques enemigos destruidos en el Nilo. Este fue en efecto, la recompensa más cara que jamás recibió el marino.
Muchos años después de la muerte del almirante, fue adquirido en 1929 por la Society for Nautical Research, una entidad privada dedicada a investigación de la historia naval; entre alguno de sus logros esta la restauración del HMS Victory.
A petición popular fue expuesto en el National Maritime Museum de Londres. Y aquí la historia vuelve a dar otro sorprendente giro de acontecimientos, ya que en 1950 fue robado y jamás ha sido recuperado. ¿Dónde puede estar?
Actualmente los diamantes poseen un número de serie incrustado, pero en el siglo XVIII no había tal práctica… ¿Fueron capaces de destruir tal maravilla solo para vender las gemas por separado?
Personalmente prefiero pensar, que se trató de un robo por encargo de algún millonario coleccionista y que el Chelengk está en una vitrina a la espera de que un chivatazo o subasta permita localizarlo.
El tiempo nos lo dirá.