La venganza del hijo del renegado

Por Juan García (Todo a Babor)

Galera de Malta
Galera de Malta. Pintura de Lorenzo a Castro. Dulwich Picture Gallery.

Seguimos nuestro ciclo de la Marina del duque de Osuna, porque las hazañas de estos dieron para mucho, como ya hemos visto. Esta vez toca la, digamos, segunda parte de aquel episodio que ya tratamos sobre la caza de una escuadra otomana mandada por un calabrés renegado. Prepárense para la venganza del hijo de este.

O, la menos, eso era lo que él esperaba.

Sed de revancha

Estamos a principios de 1617. Tras el desastroso combate de los turcos en el episodio anterior, un hijo del capitán renegado, que Fernández Duro (guiándose por la documentación de la época en la que se basa) llamó Arzan, y que se llamaba Mahomat-Asan (hijo de Arzan, o Asan como decimos), quiso dar cumplida venganza a la muerte de su padre.

Este pidió permiso al Gran Señor para ir con seis galeras (pagadas a costa de este, por supuesto) a correr las costas de Italia, intentando hacer todo el daño posible, algo que era costumbre entre los turcos mediase venganza o no.

Los otomanos no sólo accedieron a tal propósito, sino que le dieron veinte mil ducados como complemento para comprar más provisiones, armas y municiones que necesitara, prometiéndole el Gran Señor que, si tenía éxito en su cometido, le nombraría general de su armada, además de otras prebendas. Vamos, que le cubriría de gloria. Aquí vemos que las galeras españolas habían hecho ya tanto daño al Imperio Otomano que cualquier victoria sobre estos sería tan bien recibida como anhelada.

Con tales expectativas, Mahomat-Asan, lleno de arrogancia y confianza, preparó su fuerza punitiva con unas galeras muy bien preparadas y tripuladas. Esta vez no podían fallar.

Trató luego de su partida, y como el tiempo fuese oportuno, no quiso perder la ocasión, antes haciendo recoger su gente, se hizo a la mar con notable alegría de todos, por ser las galeras tan lucidas y bien armadas.

Así pues, las seis galeras turcas fueron hasta la costa calabresa donde empezaron a hacer algunos daños en lugares pequeños, de donde sacó unos cuantos esclavos por pillarlos desprevenidos.

Mapa de la región de Calabria
Mapa de la región de Calabria al sur de la península italiana. Imagen de la Wikipedia.

También tocaron la costa siciliana, donde continuaron sus correrías, todo de manera tan próspera que pensaron que la suerte de los cristianos ya había terminado.

Pero no fue así.

Entran en acción las galeras de Osuna

Los españoles se preparan

Las noticias de los saqueos llegaron al duque de Osuna, a la sazón virrey de Nápoles desde hacía poco menos de un año (antes había sido de Sicilia).

Fiel a su costumbre, el duque mandó aprestar las únicas galeras de las que disponía en ese momento en el puerto de Nápoles, dos españolas y una de Malta, además de dos pequeños bajeles. Mandaba la escuadra don Pedro Pimentel.

Sin embargo, a pesar de gozar de buen tiempo, no pudieron dar con la escuadra turca que al moverse sin rumbo fijo era difícil de situar.

Esto los llenaba de pesadumbre, ya que el paso del tiempo sin dar con ellos jugaba en su contra.

El aviso de una embarcación les puso sobre la pista: Hacía poco menos de tres días que habían estado los turcos por aquella zona y no podían haberse desviado mucho.

Animados por esto y tras doce días de persecución, al anochecer, las tres galeras de Pimentel avistaron al enemigo.

Se avistan las dos escuadras de galeras

Ambas armadas permanecieron a la espera del amanecer y ambas partes pensaban que llevaban las de ganar: los turcos por contar con el doble de fuerzas y los aliados hispano malteses porque tenían a Dios de su parte (y supongo que el bagaje pasado de triunfos que les hacía ser tan osados).

Y así en la mañana de aquel 30 de marzo…

Pusiéronse luego en orden de pelear, así los de una como de otra parte, animando los generales y capitanes a sus soldados, y poniéndoles por delante la honra y provecho de la victoria.

Hay que imaginarse la escena. Ambos bandos seguros de sí mismos con los ánimos tan elevados que presagiaba un choque muy duro. Se nos dice en el documento que también los dos bandos tocaron instrumentos bélicos que incitaban los corazones a la guerra y derramamiento de guerra.

Como vemos, estaba todo listo para la matanza.

El combate

La galera de Malta se trabó con la capitana enemiga y ambas se cañonearon con presteza.

Y como estas dos galeras fuesen de mucha fuerza y de más escogida gente, fue batalla harto sangrienta.

Aunque duró poco, ya que la galera maltesa llegó con tanta fuerza que salieron todos heridos debido a la resistencia que al embestir hallaron en los turcos, que siendo tan poderosos costó más de lo deseado el vencerlos.

Galera turca del siglo XVII
Grabado de una galera turca del siglo XVII.

Rendida la capitana, y otra ya echada al fondo, el ánimo de las demás empezó a flaquear.

Y viendo que el defenderse era ya cosa imposible, procuraron ponerse en huida.

Pero las galeras de Pimentel no se lo iban a poner fácil. Las cercaron y se pusieron en medio, pero eran solo tres galeras contra cuatro, así que fue inevitable que alguna se escapara.

Dos de las galeras turcas lograron hacerlo, pero las otras dos cayeron en manos enemigas, quienes mataron a todo turco que se les puso por delante.

Después de la batalla

Esta batalla naval terminó con dos galeras apresadas, una de las cuales era la capitana, dos echadas al fondo y dos que lograron salvarse. De las de Pimentel no se perdió ninguna.

Mahomat-Asan, que iba lógicamente en la capitana, un balazo se le llevó una pierna, aunque vivió un día más antes de morir.

Y se cree que él mismo se quiso dejar morir, viéndose vencido y preso.

Se liberaron más de trescientos veinte cristianos que los turcos tenían encadenados al remo de sus galeras, y un número similar de prisioneros fueron los que se hicieron aquel día.

Como aquella escuadra turca sólo había salido a pelear de Constantinopla (Estambul) apenas llevaban algo de valor, si acaso algún dinero y plata de Asan, que fue repartido entre los soldados. Eso sí, se hizo buen acopio de pólvora, balas y municiones, de lo cual encontraron en gran cantidad.

Con todo, no se dio gran importancia a una victoria tan honrosa, de tal modo se iban acostumbrando a verlas repetidas.

Cesáreo Fernández Duro

Y es que ya eran unas cuantas batallas victoriosas las libradas contra los turcos, las más en inferioridad de fuerzas, por lo que la confianza de los hombres de Osuna estaba más que justificada a la hora de presentar batalla.

Eso sí que era una tradición de victoria.


Fuente:

  • El Gran Duque de Osuna y su marina.Cesáreo Fernández Duro.

Compartir
Twittear
Pin