Arribada del Rayo a Cádiz.
La mañana de mayo ya bien terciada, acaba despejando gracias a la insistencia del viento del Oeste Sudoeste, preludio del vendaval anunciando por el barómetro desde el alba. Gracias a Dios ya estamos en la bahía.
Aproados a Cádiz por la brisa, con la impaciencia contenida por llegar a tierra y la misión cumplida, ultimamos la faena de fondeo. Me siento satisfecho, el navío, recién reformado se ha portado marinero en toda la singladura y ahora, ya fondeados, esperamos que se abarloe por babor el falucho del comandante de puerto, viejo amigo que nos quiere brindar su especial deferencia al disponerse a subir a bordo antes de presentarle mis respetos en tierra.
El viejo bribón nos engañó en el primer momento al zarpar desde la Puerta del Mar sin la bandera a su popa que nos hubiera a avisado con tiempo suficiente de su visita.
Ha sido el contramaestre el primero que me cruzó con respeto su mirada en demanda de ordenes. Se las hice llegar con un gesto de mi cabeza que solo los viejos compañeros comprenden.
- Selu: ¡Trinca firme esa driza!
- Migue: ¡Aproa el balandro!
Hecho lo cual, el bote quedó suspendido en la crujía del buque bajo el estay de mayor a la espera de nuestro visitante, debidamente anunciado por el silbido de ordenes indicando su visita no oficial, lo cual, permitió a los gavieros seguir con su faena aferrando mayor y velacho.
Hay mucho trajín en la rada. Desde El Puerto a Cádiz, llega un incesante rosario de embarcaciones con abastos de la campiña, pipas de vino y frutas. En la dársena, pequeñas embarcaciones con velas al tercio van y vienen desde los buques fondeados hasta los muelles junto al baluarte de Santiago, el que abraza a la Casa de Contratación.
Observo al bergantín holandés que apenas doblada la punta de San Felipe ya tiene todo el velamen desplegado. Parece tener prisa, a buen seguro que quiere arribar esta noche a Gibraltar antes que llegue el vendaval y la costa a sotavento le juegue una mala pasada en el Bajo de la Aceitera.
Cádiz reluciente parece derramar por sus murallas la blancura de sus casas coronadas por las torres de la Catedral.
Ahora que el falucho está al alcance de la voz, el contramaestre se asoma por el combes y el oficial de guardia hace lo propio por la toldilla, mientras los marineros del castillo de proa terminada su faena junto a los obenques de trinquete, remolonean en espera de ver una cara conocida entre los remeros que se acercan erguidos y ceremoniosos al sentirse observados desde abordo.
Todos estamos expectantes y deseosos de poner pie en tierra lo antes posible. Esta noche habrá jarana en Santa María y en la Viña. Por mi parte he decir que mi corazón palpita incontenible ante la imagen de la dulzura más tierna que se ha visto jamás en forma de mujer y Cádiz, acogedora anfitriona, el marco cómplice e inmejorable para culminar tan larga y anhelada espera.
Bahía de Cádiz, fondeadero de Valdelagrana en el invierno de 2009
Manuel Bellido Milla