Estado de salida de la fragata Santa Perpetua desde Veracruz a La Habana en septiembre de 1795, con cargamento de caudales y forzados.

El estado de salida de la fragata de la Real Armada muestra que abandonó el puerto con un total de 264 plazas, de ellos:

  • 12 Oficiales de Guerra
    3 Guardias marinas
    47 Infantes de Marina
    9 Artilleros de Marina
    18 Oficiales de mar
    50 Artilleros
    40 Marineros
    65 Grumetes
    6 Pajes más 14 criados

Contaba con 28 cañones de a 12 libras y 6 de a 8 libras, más municiones y armamento menor; llevaba 16.332 raciones enteras de Armada para la subsistencia de 286 plazas en 50 días; 576 raciones de dieta; 30 tóneles de agua; 30 toneletes, 45 pipas y 44 quarterolas con lo que se completaba el agua para 100 días. En cuanto a las características de la embarcación, el estado indica el correcto número de anclas, cables y velas y especifica que sale forrada de cobre y completo de arboladura.

Además llevaba el siguiente cargamento:

Nota del cargamento del S.M. que conduce a La Habana la Fragata de Guerra nombrada la Santa Perpetua, al mando de su comandante, el Capitán de igual clase, don Juan José de Elizalde, y a cargo de su contador don José Balderrama, a saber:

  • 261.285 pesos Para las atenciones de Marina
    59.847 pesos Para las de Fortificación
    753.594 pesos Para las de la Plaza e Islas
    Total: 1.074.727 pesos
    457 Tercios de harina para la Plaza
    50 Presidiarios para servicio de la Escuadra

La fragata Santa Perpetua formaba parte de la Escuadra de Operaciones que, desde principios de la década de los años ochenta, se encontraba en las aguas del Caribe para aumentar las fuerzas navales españolas en la zona.

Estaba desde entonces bajo el comando de Gabriel de Aristízabal; Comandada por Juan José de Elizalde y Uztariz, la Santa Perpetua había sido enviada a Puerto Rico, Santo Domingo y La Habana con correspondencia, un recorrido que hizo en el breve lapso de quince días. Su último destino era Veracruz adonde llegó el 1. de agosto, procedente de La Habana, puerto que había abandonado el día 24 del mes anterior. Venía en lastre y como pasajeros traía a un fraile y once presidiarios cumplidos, además de la correspondencia de los funcionarios reales de la isla de Cuba. Venía con el encargo de transportar los situados del último tercio de 1795 para La Habana, Luisiana y la Florida, además de forzados y víveres.

Por un lado, Elizalde tenía que ocuparse de reemplazar parte de la tripulación que había disminuido “por los muertos y enfermos del hospital y tal cual desertor”. También en este aspecto pidió al virrey que diera las órdenes correspondientes al gobernador intendente interino de Veracruz. Branciforte, en carta del 26 de agosto, transmitió a Diego García Panes la necesidad del comandante de reemplazar la gente faltante de su tripulación con desertores y vagabundos y, si hubiese, con gente de matrícula; en caso contrario, con forzados del castillo de San Juan de Ulúa.

El 2 de septiembre, Elizalde calculaba el número de individuos faltantes “al completo del reglamento de la dotación de le esta fragata” en 28, contando los que tenía en el hospital, más otros siete que suponía desertores “pues ha días que no aparecen a bordo”. El número exacto de las plazas que iba a necesitar sólo podía tenerlo dos días antes de dar la vela, pero estimaba que podían ser 25; ofreció además llevar igual número de forzados para La Habana, no pudiendo ser más por el equilibrio que necesitaba mantener en la tripulación donde tenía ya “45 hombres de leva y de poca utilidad”. Estos se encuadraban dentro de los grumetes (es por ello la elevada cantidad con la que aparecen embarcados), ya que debido a su inexperiencia no podían ascender a marinero.

García Panes, por otra parte, informa al virrey que efectivamente tenía que reclutar a los 25 hombres de reemplazo por presidiarios de San Juan de Ulúa, porque “carecía de gente de matrícula y de vagos con causas fenecidas y sentencias aprobadas”. Dichos forzados, de los que acaba de encargar la certificación de sus condenas respectivas, harían servicio en el viaje y quedarán después a la disposición del comandante general de Marina en La Habana.

La Santa Perpetua efectuó con éxito su misión y pudo entregar el tesoro y la harina donde correspondía. Uno de los muchos ejemplos de la dura labor que hacían las fragatas españolas en América. La mayoría de los cargamentos con caudales eran llevados con fortuna a sus destinos, siendo pocas las unidades que caían en poder de los ingleses, cuando esto ocurría los británicos lo celebraban como una gran victoria, como el caso de las 3 fragatas injustamente apresadas (y una volada) en tiempo de paz, en 1804 y que dio lugar a una nueva guerra.