Predicción de tormentas en alta mar

Por Joan Comas

El navío Asia capeando un temporal. Pintura de Ángel Cortellini Sánchez. Museo Naval de Madrid.
El navío Asia capeando un temporal. Pintura de Ángel Cortellini Sánchez. Museo Naval de Madrid.

Poder predecir el tiempo en alta mar siempre ha sido toda una quimera para los navegantes, pues al conocer de antemano un peligro puede no solo evitar daños innecesarios a un buque, sino que también salvar vidas.

Por ello se llegó a inventar toda una serie de aparatos, ya sea para medir la presión o la posición, siendo uno de los más efectivos el barómetro. Es bien conocido el caso en que el ilustre don José de Mazarredo, salvó a la flota hispano-gala del almirante d’Estaing de una tormenta al detectar el cambio de presión y recomendar regresar a Cádiz. Dejo a la imaginación del lector que le hubieran pasado a los 38 navíos y 20 fragatas sumado al importante convoy de 30 buques que protegían, si no le hubieran hecho caso.

No obstante, existieron otros aparatos que gozaron de cierto renombre, aunque con una fiabilidad variable, he aquí dos grandes ejemplos.

Storm glass

Realmente se desconoce quién fue el inventor, pero se utiliza el nombre de quien mejoró la fórmula y a la vez se convirtió en su principal promotor: el vicealmirante Robert FitzRoy (1805-1865) por lo que a veces también es denominado como barómetro de FitzRoy.

Este marino se ganó una gran fama por sus labores en las misiones hidrográficas, sus contribuciones a la meteorología, su periodo como el segundo gobernador de Nueva Zelanda, su linaje real, su membresía y condecoración de la Royal Society. Pero sobre todo, por haber sido el capitán del HMS Beagle en el viaje en que Charles Darwin realizó las investigaciones que le permitieron realizar la teoría de la evolución. Aunque cabe destacar, que como miembro del partido conservador jamás llego a soportar dicha teoría.

Predicción de tormentas: Storm glass

Tras esta puntualización, regresamos a la legendaria travesía de 1831-1836. Al parecer FitzRoy contaba con este peculiar aparato, el cual solamente era un recipiente de vidrio parecido a un tubo de ensayo cerrado. Y en cuyo interior albergaba una mezcla compuesta por 2,5g de nitrato de potasio, 2,5g de cloruro de amonio, 10 g de alcanfor disuelto en 33ml de agua destilada y 40ml de etanol.

El marino observó cómo en determinadas situaciones la solución quedaba alterada y en el tubo se creaban distintos tipos de cristal según la climatología del momento. Estas sus anotaciones:

  • Líquido transparente: El tiempo será claro y soleado.
  • Líquido nublado: Tiempo nublado, con posibilidad de precipitación.
  • Pequeños copos: Clima húmedo y con niebla.
  • Líquido nublado con pequeñas estrellas: Clima tormentoso.
  • Pequeñas estrellas y día soleado: nevará.
  • Grandes escamas en todo el recipiente: día de invierno nublado.
  • Cristales en la parte inferior: Escarcha.
  • Hilos cerca de la parte superior: tiempo ventoso.

Este sistema nunca gozó del apoyo de los académicos, pues preferían los métodos que implicaban el estudio de los astros. Además su denominación como “barómetro” tampoco es acertada, pues no actúa como tal, el nivel de líquido ni aumenta ni disminuye con la presión y tampoco posee una escala para medir los resultados.

No obstante, para 1859 las costas británicas sufrieron lo que todavía se considera la peor de todas las tormentas en dicha nación. El 25 y 26 de octubre se produjo un gran aumento de la velocidad del viento hasta los 160 km /h, alcanzando el nivel 12 en la escala de vientos de Beauford, lo que corresponde a “temporal huracanado”.

Cuando la tormenta aflojó dejo un trágico balance con alrededor de 800 fallecidos, 133 naves hundidas y 90 dañadas. Para prevenir otros desastres FitzRoy, quien por entonces primer director de la  Oficina Meteorológica, ideó un sistema de banderas para advertir a los navegantes, creó los primeros boletines de información meteorológica y también promocionó el uso del storm glass.

Con el apoyo de la corona, el invento se propagó por todos los puertos y buques del imperio británico. Tal fue la confianza que se tenía en su labor, que la reina Victoria I solicitó sus predicciones en motivo de un viaje a la isla de Wight.

Pero con la repentina muerte de su ideólogo en 1865, propició una decaída de sus ideas. Al parecer muchos armadores eran contrarios a que se publicaran los pronósticos meteorológicos, por miedo a que sus dotaciones no faenaran tan a menudo. Por suerte la presión de los pescadores, quienes consideraban al vicealmirante un héroe nacional que había salvado muchas vidas ayudó a restaurar el sistema.

Convertido en un objeto indispensable para un aventurero del siglo XIX, fue inmortalizado por la pluma del gran Víctor Hugo en “Los trabajadores del mar”. Pero  sin duda quien más partido sacó al aparato fue Jules Verne en su colección de Viajes Extraordinarios:

-Señor-dijo el capitán Nemo, mostrándome los instrumentos colgados de las paredes de su camarote-, he aquí los aparatos exigidos por la navegación del Nautilus. Al igual que en salón, los tengo aquí bajo mis ojos, indicándome mi situación y mi dirección exactas en medio del océano. Algunos de ellos le son conocidos, como el termómetro que marca la temperatura interior del Nautilus, el barómetro, que pesa el aire y predice los cambios de tiempo; el higrómetro que registra el grado de sequedad de la atmósfera; el storm glass, cuya mezcla, al descomponerse, anuncia la inminencia de las tempestades… Veinte mil leguas de viaje submarino. Primera parte, capítulo XII: Todo por la electricidad.

Finalmente, con los avances tecnológicos el método cayó en desuso, aunque sin duda se ganó un lugar en la histórica de la náutica al lado del sextante y el astrolabio.

El pronosticador de tormentas

Tal y como se hace mención en el punto anterior, el Storm Glass no llegó a satisfacer a todo el mundo. Una de estas personas fue el doctor George Merryweather, conservador honorario del Museo de la Sociedad Literaria y Filosófica de Whitby (Yorkshire, Gran Bretaña).

El doctor, cuyo apellido irónicamente contiene la palabra tiempo en inglés, se inspiró en unos versos del investigador Edward Jenner, considerado el padre de la inmunología.

«The leech disturbed is newly risen quite to the summit of his prison.»

La sanguijuela perturbada nuevamente asciende hacia la cima de su prisión”

Aquellas palabras, despertaron su interés por el comportamiento de este animal frente a los cambios en la meteorología.

Tras varios experimentos y seis prototipos, terminó lo que denominó como: “Un Telégrafo Electromagnético-Atmosférico, dirigido por el Instinto Animal”.

El  funcionamiento del  aparato es muy simple. Hay doce botellas de cristal colocada en forma de círculo, en cuyo interior se aloja una sanguijuela. Cuando el animal nota que se avecina tormenta, asciende por el recipiente hacia un hueso de ballena; este elemento está fijado por una cadena y un tubo de metal en la embocadura de la botella.

A colocarse en esta posición, el animal tira involuntariamente de la mencionada cadena; la cual mediante una polea acciona un pequeño martillo situado cerca de una campana.

Por este motivo, también fue conocido popularmente como el “barómetro sanguijuela”; pese a que por sus características no debería denominarse de este modo. El doctor estuvo probando su invento a lo largo de 1850 y con unos  ensayos con resultados exitosos.

El material de sus prototipos variaba según la necesidad, unos de más baratos para que pudieran ser adquiridos por los navegantes y otro más lujoso para exponerlo al público.

Este último presenta una forma que recuerda inequívocamente a una especie tiovivo, aunque Merryweather afirmaba que se inspiró en la arquitectura india. Convencido de la viabilidad del proyecto, intentó que el gobierno británico lo implementara.

Hoy en día, con los avances tecnológicos existentes, parece más que ridículo confiar algo tan importante como las lecturas meteorológicas de un buque a un ser invertebrado. Pero al parecer, la idea no sonó tan descabellada en el siglo XIX, ya que se utilizaban animales para otros fines, como por ejemplo los canarios en las minas.

En 1851 la versión costosa fue presentada en el Cristal Palace de Londres con motivo de la “Gran Exposición de los trabajos de la Industria de todas las naciones”. Pese a todo, el pronosticador de tormentas no contó con suficiente apoyo en las altas esferas para poder desbancar al método del vicealmirante.

pronosticador de tormentas
Réplica del invento en el museo de Whitby

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