Las armas y tácticas secretas de Thomas Cochrane

Por Joan Comas

brulote de Thomas Cochrane
Grabados que muestran a Lord Cochrane, un brulote y su corte transversal.

Thomas Alexander Cochrane también conocido como Lord Cochrane, fue sin duda alguna uno de los mejores y más intrépidos comandantes navales que ha engendrado las islas británicas. No en vano fue la inspiración para crear a Horatio Hornblower y al legendario Jack Aubrey.

Tras concluir una exitosa y ajetreada carrera al servicio de Gran Bretaña, Chile, Brasil y Grecia; el afamado marino regresó a su patria para restaurar su posición en la sociedad británica, ya que tras la muerte de su padre heredó el título de conde.

Lord Cochrane sabía que si bien Reino Unido y Francia ahora eran países amigos tras la caída de Napoleón; la paz duraría solo hasta que los intereses de ambas naciones colisionasen irreversiblemente otra vez y pronto los viejos rivales volverían a enseñarse los dientes. Por este motivo, ya  en 1811 cuando todavía estaban en guerra, había diseñado un plan que permitiese a la Royal Navy barrer por completo a la flota francesa de un solo golpe.

batalla naval isla de aix
Pintura de Thomas Whitcombe. La batalla de la isla de Aix fue una batalla naval librada entre británicos y franceses entre el 11 y 12 de abril de 1809 en la embocadura del río Charente, al sur de la isla de Aix, Francia. Fue el primer intento de Lord Cochrane de llevar a cabo sus tácticas utilizando buques menores. Y le salió muy bien.

Los brulotes de Cochrane

Para hacerlo se concentraría en emplear burlotes, es decir buques que a causa de su larga exposición al mar o averías eran considerados inútiles para la navegación y prescindibles.

Si bien era un elemento que ya era conocido por haber sido empleado a lo largo de la historia (incluso el Lord ya había utilizado anteriormente) la innovación del apodado “lobo de los mares” consistía en la utilización a gran escala de este tipo de buques y no solo lanzarlos ardiendo como en la antigüedad, sino añadiéndoles lanchas con pólvora y alquitrán.

En términos generales, la idea era causar un terrible daño a cualquier embarcación que estuviera dentro del puerto. Pero para lograr este objetivo, primero debía solventar las defensas que protegen las ensenadas.

Para sortear este obstáculo, propuso lanzar buques viejos o desechables; esta vez de mayor tamaño y repletos de pólvora, alquitrán, más todo tipo de metralla pesada como trozos de cañones o anclas. La explosión resultante podría destrozar las murallas del mar y abrir paso a los burlotes.

Finalmente la operación sería rematada con buques “malolientes”, llamados así por contener  alquitrán y azufre. Estos serían lanzados contra los fortines un día en que el viento fuera favorable a los atacantes; al estallar incendiarían las instalaciones y los gases asfixiarían a cuantos se encontraran allí defendiendo sus posiciones.

Con esta combinación de elementos, los principales puertos como por ejemplo Cherburgo, Brest, Rocheford y Toulon podían ser presa para la armada británica.

Mapa de las bases marítimas francesas

La idea puede parecer sacada de la época medieval y demasiado ambiciosa tanto por el número de buques necesarios, como coordinación entre las escuadras. Pero varios estudios realizados por el almirantazgo británico concluyeron que el plan era viable y podría haber puesto a Francia en un gran aprieto.

Lord Cochrane con sus luchas contra Francia, España, Portugal y el Imperio Otomano (actual Turquía) conocía de primera mano los perjuicios que suponían perder una flota para una potencia naval.

Analizando el plan de Thomas Cochrane

Si analizamos con cuidado veremos que es un buen plan, ya que a corto plazo proporciona una enorme ventaja y a largo plazo solo podría terminar con una derrota total, pues los daños que hubiesen sufrido los galos serían graves.

Para entenderlo imaginemos por un momento que ha estallado la guerra y que el plan se ha ejecutado con éxito. ¿Qué consecuencias tendría? Analizando otros precedentes históricos, se hubiesen podido encontrar  con:

  • Los  principales puertos y astilleros inutilizados.
  • Dificultad para reparar cualquier buque en condiciones de navegar.
  • Dificultad de efectuar un contraataque o cualquier otra acción naval de importancia; pues en caso de haber sobrevivido algún buque, difícilmente podría hacer frente a toda una flota.
  • Toda la costa del país queda vulnerable a un bombardeo desde el mar.
  • El país entero expuesto a un desembarco de un contingente armado. Poco probable, pero la ocasión lo permite.
  • La flota mercante vulnerable a un ataque de la Royal Navy o corsarios.
  • Comercio exterior interrumpido, con todas las consecuencias económicas que conlleva. Es decir un encarecimiento de transporte marítimo, por consíguete una subida del precio de algunos productos; pero a la vez un descenso de las exportaciones e importaciones que culmina con una caída de la economía.
  • Bloqueo de las comunicaciones entre la metrópoli y sus colonias de ultramar.
  • Imposibilidad de defender adecuadamente las colonias en caso de ataque.
  • Debilidad de la metrópoli, tanto en poder como prestigio, ante los demás países y sus colonias; con el riesgo de que se revelen.

Si todos estos ejemplos ya parecen terribles por sí solos, habría que sumarle, solo en el peor escenario posible, que otra nación aprovechase la debilidad de Francia para declararle la guerra simultáneamente; por ejemplo un intento de España por recuperar el Rosellón en venganza por la paz de los pirineos de 1659.

Pero la contrarrevolucionaria Francia de Luis XVIII y sus sucesores, bien se privaron de seguir los mismos pasos que el gran corso respecto a las relaciones con Gran Bretaña; quien por entonces era la indiscutible “árbitro de Europa”.

O sea que el plan nunca fue ejecutado, aunque ello no impidió que fuese retocado durante los siguientes años, como una bala de emergencia en la recámara. Este hecho implicó que fuera un secreto que el mismo Lord Cochrane tuvo que jurar que jamás revelaría a ninguna otra nación; ya que existía el temor de que una idea similar fuera utilizada contra sus ideólogos.

No fue dado a conocer al público hasta 1908, cuando estaba claro que Francia y Reino Unido ya no serían rivales pues a la otra orilla del Rin había aparecido un nuevo y más peligroso enemigo común, Alemania.

Además, el alto mando no veía con malos ojos la mayor parte del plan; pero si la utilización de los buques “malolientes”, alegando que era una idea barbárica, inhumana e impropia de la guerra moderna (otra ironía de la historia). Igualmente Cochrane lo propuso antes y durante la guerra de Crimea sin éxito.

Por su parte el afamado marino, ya almirante, continuó con sus innovaciones; aunque menos dañinas para el ser humano. Tales ingenios fueron una máquina de vapor rotatoria, un nuevo tipo de lámpara de comunicación de señales entre buques, una patente para la utilización del betún como medio de combustión. Y finalmente, junto al ingeniero Marc Brunel, la creación del túnel de escudo; cosa que permitió la construcción del túnel del Thames.

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