¿Quién mató a Nelson? El mosquete en Trafalgar

Por José Antonio García Merino

El porqué del título

Sencillamente porque este arma de fuego tuvo un importante papel en la Batalla de Trafalgar. Fue el arma utilizada de forma casual y accidental de la muerte del vicealmirante Horatio Nelson, que mandaba la escuadra inglesa, y a su vez, fue el arma usada por dos marineros del Victory como vengadores, quienes aseguran haber sido ellos los que mataron al tirador francés que disparo sobre Nelson.

Y ese importante papel que jugaron dos disparos de mosquete, uno de cada bando, han trascendido en el tiempo y hoy en día, 200 años después, se sigue hablando sobre el tema debido a que no se tiene ninguna certeza sobre la identidad del primer tirador, el francés y se cuestiona la autoría de los segundos.

Los hechos

El día 21 de Octubre de 1805 tuvo lugar la Batalla de Trafalgar, en aguas del cabo de este nombre situado en la costa atlántica, al sur de Cádiz, en el sudoeste de España, entre las ensenadas de Conil y Barbate, que forma un pequeño promontorio arenoso de unos 20 metros de altura sobre el nivel del mar, en sus inmediaciones existen diversos yacimientos arqueológicos como una factoría romana de salazones y un asentamiento hispano-musulmán.

Los romanos lo llamaron Promontorium Junonis, y los árabes Taraf el agar, que significa «monte de la cueva», y de donde deriva su actual nombre.

La batalla se desarrollo en aguas con una profundidad de 43 m., estando los navíos a una distancia de la costa entre 8 y 10 millas (14,8 y 18,5 km) y más cerca de Roche y Conil que de Trafalgar; cuando sobre las 1800 h. finalizó la batalla los navíos se habían aproximado a la costa estando a una distancia de solo 1,6 millas (unos 3 km) y navegando sobre un fondo arenoso de unos 20 m. (Datos de la obra «Trafalgar», de J. Cayuela y A. Pozuelo, pág.. 441, valores referidos a millas marinas de 1.853,18 m.)

Mapa de situación del Cabo de Trafalgar
Situación geográfica del Cabo de Trafalgar. Imagen de Google Maps.

Sobre las 1325 horas el almirante Nelson recibió un plomazo que le penetró por el hombro izquierdo, le atravesó el pulmón de ese lado, fracturo la 2ª y 3ª costilla, perforó un ramal de la arteria pulmonar y se alojo en la columna vertebral a la altura de la 6ª vértebra dorsal, produciéndole una progresiva paralización general, muriendo a las 1630 horas debido al neumotórax que se le produjo.

Situación de Nelson al comenzar la batalla

No hay unanimidad entre los historiadores y estudiosos de la batalla en determinar cual era el lugar que ocupaba Nelson cuando recibió el mortal disparo. Según unos se encontraba en el combés del navío al pie de palo mayor, lo que no parece normal y lógico para el almirante de la flota por inusual y otros lo sitúan en la toldilla del alcázar, lo que parece más natural y según otros Nelson estaba en la cubierta principal del «Victory» desde primera hora de la mañana.

Los párrafos en cursiva están extraídos de la Crónica Naval de la Royal Navy perteneciente al año 1806 sobre lo acontecido a bordo del «Victory» en la mañana del 21 de octubre de 1805 y, particularmente, las últimas horas de vida del almirante Nelson (texto facilitado por D. Miguel Ángel García y D. Pedro Amado).

Llevaba el mismo atuendo que se había puesto desde su salida de Portsmouth. La casaca no era nueva pero, sobre su pecho izquierdo llevaba bordadas las cuatro órdenes de caballería que poseía. El cirujano Beatty, en representación de varios oficiales, comunicó a los dos Scotts (reverendo y secretario público de Nelson) su deseo de que alguien podría sugerir a su Señoría que cubriese sus condecoraciones con un pañuelo. Se creía que el enemigo tenía tiradores dispersados por sus barcos y posiblemente francotiradores en las cofas. Tanto el secretario público como el privado de Nelson estaban seguros de que su señoría se enojaría si alguien quedó en sus inmediaciones, pero Nelson estaba ocupado dando instrucciones a los capitanes de fragata y minutos antes de que el enemigo abriese fuego ordenó a todos que fuesen a sus puestos. Finalmente, el capitán Hardy dijo a Nelson que sus condecoraciones podrían llamar la atención, con lo que Nelson estuvo de acuerdo y replicó ¡Ya es tarde para cambiarme de casaca!

En medio de la acción, Nelson paseaba junto a Hardy en la cubierta, cuando, a la altura de la escotilla, mirando hacia la popa, una bala procedente de la cofa de mesana del Redoutable, en ese momento a unas quince yardas, alcanzó a Nelson. La bala entró por la charretera izquierda hasta el pecho. El almirante cayó de bruces sobre la cubierta. Hardy estaba a unos pasos a la derecha de Nelson. Cuando el capitán se giró, vio al sargento mayor de marines Secker con dos guarda marinas levantándolo del suelo. Había caído en el mismo sitio donde hacía breves instantes su secretario público Scott había sido partido en dos por un cañonazo, ante lo que Nelson había preguntado “es ése el pobre Scott?”. La ropa de Nelson estaba embadurnada por la sangre de Scott, todavía fresca sobre la cubierta. Hardy deseó que la herida no fuese grave, a lo que Nelson apostilló “lo han conseguido, Hardy”, “espero que no”, dijo Hardy, “sí”, concluyó Nelson “me ha atravesado la espina dorsal.

El plomazo fue disparado por un tripulante (marino o infante de marina, se ignora) del navío francés «Redoutable» desde la cofa del palo mesana, muy posiblemente.

Los comandantes de navío tanto franceses como españoles solían situar tiradores seleccionados en las cofas de los buques para disparar sobre los tripulantes enemigos del navío contrario y especialmente sobre sus jefes y oficiales como era norma habitual en escaramuzas y refriegas contra tropas enemigas pues es sabido que muerto el jefe u oficial que manda la tropa y dirige el combate los hombres bajo su mando quedan indecisos y sin dirección y son fácilmente vulnerables.

Sin embargo, en los navíos y flotas que mandaba Nelson este se negaba a tal práctica pues tenia miedo a que la chispa de un mosquete pudiera incendiar el velamen y consideraba peligroso el situar pólvora y elementos explosivos en las cofas.

Aparición de los primeros mosquetes

En el siglo XVI aparecen los primeros mosquetes, armas de 1,5 m. de largo, de 4,5 a 6 kg. de peso, de ánima lisa, de avancarga (carga por la boca), que utilizaban pólvora negra y que precisaban apoyarse en una horquilla para que el tirador pudiera apuntar y efectuar el disparo, utilizando un «sistema de mecha», en los que se servía de un brazo articulado en cuyo extremo se ajustaba una mecha de combustión lenta que al aproximarse a la cazoleta producía el disparo.

Con el transcurso del tiempo estos primitivos mosquetes fueron evolucionando hacia los mosquetes con sistema de encendido conocido generalmente como sistema de llave de chispa.

Este mecanismo consiste en una pieza denominada pie de gato o martillo, que sostiene por medio de una morsa una piedra de sílex o pedernal, que al raspar, impulsado por un muelle, sobre una superficie plana denominada rastrillo, produce chispas que encienden una pólvora de grano fino contenida en un receptáculo denominado cazoleta, éste fuego, a su vez, se transmite por intermedio de un orificio llamado oído al interior del cañón y enciende la carga de pólvora de grano más grueso que produce el disparo del arma.

Diagrama de la llave de chispa de un mosquete francés, similar a cualquier otra
Diagrama de la llave de chispa de un mosquete francés, similar a cualquier otra
Detalle de la llave de chispa de un mosquete inglés Brown Bess, modelo Tower
Detalle de la llave de chispa de un mosquete inglés Brown Bess, modelo Tower.

Afirmaciones del doctor Lenk, Director del Museo Real de Armas de Estocolmo y máxima autoridad en este tipo de llave que fueran vertidas en su obra «La llave de chispa y su desarrollo» publicada en 1939, sitúan su creación entre los años 1610 y 1615.

Los más utilizados fueron los sistemas «a la francesa», fue inventada por el francés Marin Le Bourgeoys, en Lisieux, Normandía, generalizado en la mayoría del continente europeo y las Islas Británicas.

Un armero radicado en Madrid construyó una ingeniosa simplificación del primitivo sistema de disparo que por la forma peculiar del diente de disparo se llamó a esta llave «de patilla», «de miquelete» o «a la española», generalizado en las Penínsulas Ibérica e Itálica), y combinaciones de éstos que daban origen a diversos modelos y estilos regionales.

Este sistema tenía la ventaja – debido a la potencia del muelle, al frotar con el rastrillo profundamente ranurado y al ángulo de ataque – de permitir el uso de un pedernal prácticamente en bruto.

En la versión de la llave «a la francesa» la piedra tenía que estar minuciosamente tallada. Era un sistema barato pero menos fiable que el de la llave española. Cien años después muchos oficiales franceses del ejército de Napoleón venidos a España cambiaron las llaves de sus pistolas por considerar el sistema español más seguro.

Poco se sabe de Marín Le Bourgeoys, desconociéndose la fecha de su nacimiento, no así la de su muerte acaecida en 1634. Se sabe que fue ayuda de cámara de Louis XIII de Francia, para quien fabricó varias piezas. En el Museo del Hermitage en Leningrado, se encuentra un fusil de chispa fechado por el Dr. Lenk en 1610 y en que aparece el nombre de Le Bourgeoys en la platina.

Con ligeras variaciones de unos países a otros se implantaron los modelos de llaves de chispa en los mosquetes con los que equipar a sus ejércitos, así el Profesor de Historia D. Jorge Hugo Pedemonte Méndez cita en un artículo publicado en Internet toda una serie de tipos de llaves de chispa y de su posterior evolución hacia la rueda, tales como: Llave de chispa inglesa, morisca, de sílex, de anselmo, de calzo atrás, de rueda alemana, de rueda a la portuguesa, de rueda de Ripoll, de a la florentina, a la romana, de rueda de tschinke, española, etc.

Bajo este extenso período todos los tipos de armas largas o cortas, militares o civiles, adoptan la llave de chispa. Con ella nacieron el Brown Bess inglés, el Charleville francés, el Kentucky americano y muchos otros, sin dejar de lado la multitud de intentos de rayado interno de los cañones, seguido por el «sistema de rueda», mucho más seguro pero más caro que el anterior, en donde un pie de gato ponía en contacto el pedernal con una rueda de superficie áspera que al girar producía las chispas que iniciaban el disparo, algo parecido a los encendedores de hoy en día.

De aquí se pasó a los primeros sistemas de chispa como el «snauphance» y otros, para terminar en los ya descritos » a la francesa» y «miguelete» con sus variantes.

Proceso de carga del mosquete

Para cargarlo había que realizar una complicada maniobra de hasta veinte movimientos consecutivos y requería durante la instrucción de los reclutas, tanto infantes como marinos, la repetición de estos hasta que pudieran ser realizados instintivamente en medio de la tensión y confusión del combate.

El soldado montaba el arma, descubriendo la cazoleta de la llave de chispa; luego extraía de una cartuchera colgada en bandolera un cartucho (llevaba unos sesenta); éste se componía de una bolsita cilíndrica de papel que contenía entre 12 y 15 gr. de pólvora negra y una bala esférica de plomo de unos 30 gramos de peso y unos 17,5 mm. de calibre (diámetro), y le quitaba la tapa con los dientes.

A continuación, ponía horizontal el fusil y depositaba una pequeña cantidad de la pólvora del propio cartucho en la cazoleta, que se cubría con la cobija para evitar que se derramara, introducía el resto en el fondo del cañón con ayuda de una baqueta.

Luego escupía la bala (que mantenía en la boca con la tapa del cartucho) dentro del cañón y volvía a utilizar la baqueta para apretar el proyectil contra la carga de pólvora. Al accionar el gatillo, una chispa encendía el explosivo de la cazoleta que, a su vez, detonaba la del cañón.

Tomaba por lo menos un minuto recargar el arma después de cada disparo y los soldados tenían que estar de pie para recargar.

Fallos en el proceso de carga

Muchas cosas podían ir mal en este proceso de carga, sobre todo si el soldado no estaba bien entrenado. Podía, por ejemplo, derramar la pólvora de la cazoleta, con lo que las chispas del pedernal no tendrían donde prender; podía, en la confusión del combate, meter dos o más cartuchos, y reventar el cañón; podía -y esto era frecuente- olvidarse de sacar la baqueta, y dispararla junto con la bala, con lo que el fusil quedaba inutilizado

Por eso se exigía siempre reintroducir la baqueta en el baquetero a cada disparo, pues si se clavaba en el suelo un súbito movimiento de la unidad podía hacer que se olvidara.

Además de los errores, los fallos mecánicos eran frecuentes: si el tiempo era lluvioso, el pedernal podía no inflamar la pólvora húmeda; si el sílex no estaba adecuadamente tallado o colocado no saltarían chispas (la robusta llave de «miguelete» española permitía que funcionara casi cualquier trozo de sílex); el oído, muy estrecho, podía obstruirse…

Problemas que daban los mosquetes

La pólvora negra que se utilizaba quemaba mal, dejaba escapar nubes de humo que denunciaban dónde se hallaba el tirador y con los restos de la combustión y del papel de los cartuchos, el cañón acababa por obstruirse.

En sus memorias, Jean-Roch Coignet, soldado de Napoleón, ofrece una solución de campo para este último problema: orinar en el interior del cañón, verter pólvora suelta y quemarla.

En estas condiciones, el disparo fallaba una de cada seis veces en condiciones ideales, y una de cada cuatro o peor en tiempo húmedo o en combates prolongados. Los frágiles cartuchos de papel absorbían la humedad. Aun con tiempo seco fallaban tres de cada diez tiros.

Con la cápsula de fulminante, se obtuvo un mosquete que fallaba tan sólo cinco veces de cada mil. La certeza del tiro fue mejorada con el estriado del alma del arma.

Además, el retroceso era brutal y podía dislocar el hombro: algunos soldados derramaban algo de la pólvora del cartucho, lo que disminuía el retroceso, pero acortaba drásticamente el alcance. Por todo ello era tan importante la primera descarga, cuando los fusiles estaban limpios, bien cargados, y no había humo que limitara o impidiera ha visibilidad.

El ánima lisa y la forma irregular del proyectil convertían el mosquete en un arma de tiro poco certero y las armas eran lentas y difíciles de manejar.

Eficacia del mosquete

¿Cuál era la eficacia real de un mosquete? Muy relativa. Carente de rayado en el ánima, los mosquetes no llevaban nada que permitiera tomar puntería, la muesca metálica que presentan la mayoría sobre el cañón solo sirve para enganchar una bayoneta de unos 40 cm. de largo, que no se usaban en la marina.

A los reclutas no se les instruía para hacer blanco apuntando, simplemente orientaban el mosquete en la dirección general del enemigo y disparaban a bulto, la trayectoria de la bala era imprecisa y en condiciones de combate era imposible apuntar bien.

Aunque el alcance teórico efectivo era de unos 200 metros, a más de 75 el tiro individual suponía desperdiciar munición. A más de 200 metros, el fuego de fusilería normal era ineficaz incluso en descargas masivas.

La única forma de asegurar una cierta eficacia era agrupando una gran densidad de fusiles en un frente reducido, disparar en descargas lo más cerradas posible y a la menor distancia que permitieran los nervios de los soldados: «cuando se vea el blanco de sus ojos», decían sus oficiales, indicando más o menos la distancia a la que se debía disparar para conseguir un disparo útil y certero.

Esta es la otra razón para las cerradas formaciones del siglo XVIII y principios del XIX: asegurar una cierta eficacia en el tiro de un arma inherentemente imprecisa.

Se calculaba que sólo de un 0,2% al 0,5% del total de balas disparadas en una batalla daba en algún blanco, y que para matar a un hombre era necesario «dispararle siete veces su peso en plomo». Sólo por esa ineficacia podían tener ciertas garantías de avanzar y sobrevivir las compactas formaciones tácticas del período.

Recuérdese que en las batallas terrestres se marchaba marcando el paso, con las banderas ondeando al frente, con música de tambores y pífanos y que los uniformes de los ejércitos eran de lo más llamativos, siendo así que a las tropas inglesas en la Guerra de la Independencia Americana les llamaban «los casacas rojas».

No es pues de extrañar que en estas condiciones, en 1792, el teniente coronel inglés Lee, del 44 Regimiento, propusiera seriamente la reintroducción del arco largo con argumentos sensatos: era más barato que el fusil, no más impreciso, tenía un alcance eficaz similar, no producía humo, causaba graves heridas en enemigos sin armadura y su cadencia de tiro era de cuatro a seis veces más rápida.

Sin embargo, el arquero necesitaba más espacio que el fusilero, un viento fuerte inutilizaba las flechas, y sobre todo costaba años entrenar a un arquero eficiente, mientras que los movimientos para el manejo del fusil podían enseñarse, mal que bien, en horas o días.

El gran calibre (unas seis veces mayor que el moderno), peso y maleabilidad de las balas de plomo, unidos a la baja velocidad del proyectil (unos 320 m/s.), hacían que este arma tuviera un gran poder de detención y que causara heridas terribles.

Además, los bajos niveles higiénicos, la práctica inexistencia de servicios médicos competentes y la inexistencia de antibióticos hacían que cualquier herida resultara peligrosa, por leve que fuera, y que la amputación de miembros sobre la marcha fuera el tratamiento de urgencia usual. Pero su alcance era de apenas 100 metros.

Calibre del mosquete, su medición

El calibre de los mosquetes se puede medir de cuatro maneras diferentes:

  • Por el diámetro del ánima del cañón en fracciones o décimas y centésimas de pulgada;
  • Por el diámetro del ánima del cañón en milímetros; como en los cañones de artillería.
  • Por la cantidad de balas en su peso de plomo para conformar una libra de peso inglés.
  • Por la cantidad de balas de plomo para conformar un kilo de peso, medida utilizada en Francia, Bélgica, Alemania y otros estados influenciados por el dominio de Napoleón.

Mosquete francés

El modelo francés de mosquete de pedernal de «1777 Corrigé An IX» fue modificado y adoptado, siendo el arma básica de las tropas napoleónicas.

Este mosquete tenia una longitud de 1515 mm., con una longitud del cañón de 1140 mm. de largo, sin punto de mira, pesaba de 6 a 7 kg. y se le podía adaptar una bayoneta de hasta 40 cm. de longitud, que una vez montada convertía al mosquete o fusil en una pica y resultaba eficaz contra una carga de caballería. El mosquete disparaba un proyectil de plomo que pesaba unos 30 gr.

Estos mosquetes, a diferencia de los británicos, estaban fabricados en factorías estatales, dependientes de la Corona, establecidas en Meuberge, St. Etienne y Charleville, esta última la más conocida, lo que dio origen a que estos modelos de mosquetes se los llamara vulgarmente Charleville.

Existió además una cuarta fábrica de armas, de Tulle, que si bien fabricaba armas civiles, tuvo por encargo real el de fabricar mosquetes para abastecer a la Marina Real de Francia y sus fuerzas de infantería, bajo cuyo resguardo estaban las colonias francesas de América y las Indias. España, Italia y los estados europeos que estaban constituidos por monarquías enlazadas con los Borbones adoptaron los modelos franceses o variantes de los mismos construidos localmente.

Mosquetes del ejercito francés

Mosquete francés de infantería modelo 1717
Mosquete francés de infantería modelo 1717. Imagen: militaryhertitage.com
Mosquete francés de infantería modelo 1728
Mosquete francés de infantería modelo 1728. Imagen: militaryhertitage.com
Mosquete francés de infantería modelo Charleville año 1766
Mosquete francés de infantería modelo Charleville año 1766. Imagen: militaryhertitage.com

El rifle o fusil

Con el paso del tiempo y ante la escasa eficacia del mosquete se mejoro la misma mediante un rayado helicoidal del anima. El mosquete rayado paso a denominarse fusil o rifle.

El rayado le imprime a la bala una rotación sobre su propio eje que estabiliza al proyectil en su trayectoria, haciendo al disparo mucho más preciso que el efectuado con mosquete.

El rayado del cañón comenzó a desarrollarse en el centro y norte de Europa, a mediados del siglo XVI. Se hizo célebre en estos trabajos la región de Prusia.

De ahí partieron varios inmigrantes con rumbo a Norteamérica, llevando consigo sus rifles de caza. Estos colonos tomaron partido por la Independencia de Estados Unidos y desde el inicio de las hostilidades en 1776, demostraron la utilidad del disparo preciso.

Un aspecto interesante del mosquete rayado era que normalmente tenía un cañón más corto. Eso les permitió a los fusileros cargar y disparar el arma de rodillas o tumbados.

Mosquete inglés

El Reino Unido puso en funciones el Mosquete del Rey conocido como «Brown Bess», utilizado ampliamente por todas las fuerzas del Reino Unido en una amplia variedad de modelos.

Estos mosquetes estaban fabricados por armeros y talleres particulares situados mayormente en la región de Birmingham, bajo especificaciones estrictas de una oficina del gobierno británico denominada «Junta de Ordenanza», ente gubernamental creado para abastecer de armas y materiales a las tropas de Su Majestad, lotes con las distintas partes que necesitaban para las armas: cañones, llaves, baquetas, etc., construidas bajo la supervisión de encargados de la Junta, según sus propias normas.

Nace así una familia de mosquetes que armaría a los ejércitos británicos hasta la década de 1830. Con distintas variantes y modificaciones, se reconocen tres modelos principales: «Long Land Pattern», «Short Land Pattern», e «India Pattern», y los modelos secundarios «Sea Service», «Marine o Militia» y «New Land Service».

Pero de todos estos modelos de mosquetes ingleses solo nos fijaremos en dos de ellos.

Primer modelo de mosquete inglés Brown Bess versión de 1756.
Primer modelo de mosquete inglés Brown Bess versión de 1756. Imagen: militaryhertitage.com

Mosquete inglés modelo Sea Service

Durante la primera mitad del siglo XVIII, la Royal Navy utilizó un mosquete denominado «Sea Service» (Servicio Marítimo). Este arma estaba construida con madera de haya o roble, tenia la llave plana y sin delinear, del modelo antiguo, con cazoleta y tornillo base del rastrillo separados.

El martillo era plano y de tipo «cerrado», y la contra platina era plana. Utilizaba las viejas baquetas de madera, ya que al parecer se tuvo que aprovechar un stock de guías para este tipo de baqueta, al tiempo que resultaban más resistentes a la corrosión del mar que las de hierro.

No poseía anillas para la correa, los metales del arma estaban simplificados y muchas veces se utilizaron piezas de desguace. El cañón era de 42″ (1,0668 m.) y no tenia guión de ajuste para la bayoneta, al no considerarse necesaria este arma a bordo (a partir de 1752 y por requerimiento del Almirantazgo, se empiezan a construir los cañones para este modelo con guión).

Existieron modelos con cañón de solo 26″ (0,6604 m.), mucho más manejables en los limitados espacios de un buque.

Mosquete inglés Marine o Militia

El restablecimiento de los «Marines» (1755) y la creación de la Milicia (1757), llevo a la incorporación de un modelo conocido como «Marine or Militia» (Marina ó Milicia).

Se construyó con cañón de 42″ (1,0668 m.), llave de cara redondeada (round face), contraplatina plana (se utilizaron las mismas que en el «Sea Service»), y en los primeros modelos con baquetas de madera, para posteriormente cambiarlas por las de metal.

Estas armas se distinguen básicamente por tener grabado en el cañón el nombre del Condado origen de la milicia («Bucks», «Westmoreland», etc.), seguido de una «M» mayúscula (por «Militia»).

Arma de inferior calidad que la serie “Land Pattern”, pero superior a los «Sea Service», se fabricó hasta 1775, año en que fue reemplazada definitivamente por el «Short Land Pattern».

Mosquete de la Royal Navy, modelo Sea Service Bess de 1778 a 1815.
Mosquete de la Royal Navy, modelo Sea Service Bess de 1778 a 1815. Imagen: militaryhertitage.com

Es decir, que aunque cambiemos de nación, las características balísticas de las armas eran muy similares. Las mayores diferencias estaban en las llaves que usaban, pero también en esto es posible comparar ya que el mecanismo de ignición en todos los mosquetes era el mismo: llave que lleva una piedra de sílex que al caer raspa una pieza metálica (rastrillo), hace saltar chispa, que cae sobre la cazoleta, en la que se ha depositado un poco de pólvora para provocar que al caer la chispa se prenda y salte la llama.

¿Quién mató a Nelson en la batalla de Trafalgar?

Esta es la pregunta, como se dice vulgarmente, del millón. Este es un tema que se ignora, del que 200 años después de la batalla nada se sabe con certeza, todo son suposiciones e imaginaciones.

Hay una corriente bastante extendida en la opinión general que atribuye la autoría del fatal disparo al sargento francés Robert Guillemard desde la cofa del palo mesana del navio «Redoutable», pero tal afirmación no resiste un análisis serio, crítico y objetivo.

Muerte de Nelson. Pintura de Daniel Maclise. National Museums Liverpool.
Muerte de Nelson. Pintura de Daniel Maclise. National Museums Liverpool.

Tal afirmación se va trasmitiendo de boca en boca, por haberlo leído o haberlo oído, se llega a esta afirmación no por el conocimiento sino por el convencimiento pero no por una constancia documental contrastada sobre unos hechos violentos y apasionados.

Si en aquel entonces no se supo quien fue el autor del disparo será mucho más difícil que se sepa hoy en día.

Téngase en cuenta que los posibles autores de tal disparo aparecen mucho después de la batalla, pues, si no existe constancia auténtica y verdadera de su autoría ¿por qué no puedo haber sido yo?, dicen los supuestos autores, una vez que se ha conocido la importancia y personalidad del muerto, todos quieren adjudicarse su merito.

Así, Robert Guillemard, publica en 1826, en Filadelfia, su autobiografía «The Adventures of a French Sergeant»en la cual el citado sargento hace toda una serie de afirmaciones.

¿Qué sabia Guillemard de la posición de la herida que había infligido a Nelson de forma casual? ¿Es que desde su altura podía apreciar la gravedad de la herida causada? ¿O es que posteriormente a la batalla leyó en la prensa los informes médicos del Dr. William Beatty o referentes a la autopsia practicada?

…A partir del momento en que recibió su herida y la posición de la misma, yo no podía dudar ni un momento de que yo era el autor del disparo…

Y al respecto nos preguntamos: ¿Por qué tarda 21 años en publicar su autobiografía? ¿Por qué la publica en Filadelfia (EE.UU.) y no en Francia?, donde seria mejor acogida y tendría más facilidades de impresión y un mercado potencial de venta mucho mayor, a pesar de la amplitud del mercado americano, en un país donde la batalla de Trafalgar ni les va ni les viene.

Insistimos, ¿por qué tardo tanto en indicar que había sido el tirador que mató a Nelson?, ¿tal vez en espera de que se calmaran las aguas?, ¿es que quizás tenia miedo a unas posibles represalias?

Esta afirmación se considera generalmente como pura fantasía y, según se dice, se refuta, expresamente, en la obra de Fraser, «El enemigo en Trafalgar», publicado en 1906, en el capítulo 12.

En el mismo sentido Roy Adkins indica en su obra «Trafalgar, biografía de una batalla», publicada en rústica en 2004 y en los EE.UU. en agosto de 2005, que Robert Guillemard fue un personaje de ficción ideado por un bromista llamado Lardier, un contador naval, que publicó un libro en 1825 donde comentaba el suceso.

Cinco años después confesó que se trataba de una broma basada en los rumores corrientes en la época. Además, todo lo que Guillermard afirma lo pudo haber tomado después de cualquier periódico de la época y adaptarlo a su caso particular. E igualmente hay un absurdo, por un lado dice que reconoció a Nelson y por otro lado indica que no le disparó directamente a él, sino al bulto de oficiales.

Por otro lado, existen dos versiones sobre la desaparición del autor del disparo. Por un lado se dice que la tripulación del «Victory» enardecida por la muerte de su almirante pasó a cuchillo a cuanto tripulante francés encontraron en las cofas del «Redoutable», una vez que abordaron el navío y se hicieron con el control del barco, para tener la seguridad de que así vengaban su muerte.

Otra versión indica que el tirador del «Redoutable» fue muerto por los disparos de dos guardia-marinas ingleses del alcázar del «Victory» John Pollard y Francis Edward Collingwood merito que también se atribuyen otros marinos del «Temeraire».

Sin embargo ambas posiciones se contradice con la afirmación que aparece más abajo:

He leído en una biografía de Nelson que algunos oficiales ingleses visitaron en Paris al tirador que mató a Nelson después de la batalla de Waterloo (casi diez años después Trafalgar).

El hombre estaba vivo y vivía en una buena casa que tenía muchas condecoraciones militares. ¿Por qué este joven marinero el sargento Roberto Guillemard fue tan agasajado por Napoleón? Debió haber hecho algo grandioso. Él mató a Nelson.

Y resulta chocante que el comandante del «Redoutable» Jean Jacques Etienne Lucas en el largo y elogioso informe que hace de la actuación de su navío en la batalla, como no podía ser menos, no le da ninguna importancia al hecho de que Nelson hubiera sido herido desde su propio barco.

…luego entablaron un furioso tiroteo de mosquetes en el que el almirante Nelson luchaba a la cabeza de su tripulación, Nelson en realidad ya había sido herido y llevado abajo unos minutos antes; nuestro fuego era tan superior que en menos de quince minutos silenciamos los disparos del «Victory»;…

Y pudiera ser que Robert Guillemard ni tan siquiera hubiera estado en el cofa del «Redoutable» y que posteriormente se enterara de los detalles de la muerte de Nelson y se apuntó al carro del héroe que mató al almirante inglés y tal vez por eso tardó 21 años en indicar su autoría esperando a ver si aparecía el verdadero autor.

¿Desde dónde se efectúo el disparo?

Se suele afirmar que el disparo se efectúo por un tirador francés desde la cofa del palo de mesana del «Redoutable».

Una cofa es una plataforma o meseta con forma de «D mayúscula» colocada horizontalmente, sobre crucetas que descansan en una cacholas situadas en los costados del palo, en el cuello de un palo para afirmar la obencadura de gavia, facilitar la maniobra de las velas altas, otear el horizonte, la derrota del navío en evitación de obstáculos y también para hacer fuego desde allí en los combates.

Cofa de un navío de línea.
Cofa de un navío de línea.

En un navío de guerra, de la época, había generalmente tres cofas correspondientes a cada uno de los palos del velamen: trinquete el situado más a proa, mayor el situado en el centro del navío y el más importante que cargaba las velas mayores y de mesana el situado más a popa. A veces, en el palo de mesana faltaba la cofa.

La cofa tiene en el centro de la misma, alrededor de todo el palo, una abertura rectangular denominada «boca de lobo», para acceder a la cofa y a la que se sube ascendiendo por los flechastes de los obenques. Las cofas de los navíos de guerra están forradas con doble tablazón.

Intentar hacer fuego de precisión desde la cofa de un navío es ilusorio, por eso hemos indicado al principio que el disparo que mato a Nelson fue un disparo casual y accidental.

Hay que considerar toda una serie de factores negativos para poder efectuar un disparo de precisión contra una persona, por muy próxima que se halle al blanco a batir:

  1. Reducido espacio para moverse.
  2. Largura del mosquete con dificultad para apoyarlo.
  3. Dificultad para la recarga.
  4. Pronunciado ángulo hacia abajo para el disparo.
  5. Humo de la pólvora negra de la cazoleta y de los disparo del mosquete.
  6. Humo producido por los disparo de la artillería propia y enemiga, que al ser más caliente ascenderían hacia lo alto de las cofas.
  7. Movimiento de balanceo del navío al entrechocar con el «Victory» al que estaba prácticamente abarloado dado que intento abordarlo.
  8. Movimiento oscilante del navío pues ya el día 20-10 Villeneuve ordenó navegar con dos rizos tomados al velamen «… apenas se hallaba fuera del puerto la armada combinada, cuando el viento del SSW era tan fuerte que una de las primeras señales del «Bucentaure», a 1130, fue la de navegar con dos rizos en las gavias y arrumbar al WNW…», como presagio de la tormenta que se desencadenaría el día 21.
  9. Fragor y estruendo del combate.
  10. Lógico nerviosismo del tirador.

Por eso decimos que el disparo que alcanzó a Nelson fue un disparo de auténtica casualidad, que lo mismo que alcanzó a Nelson pudo haber alcanzado a cualquiera de las personas que estaban a su alrededor.

Se ha llegado a decir que el disparo fue hecho desde el «Santísima Trinidad» y por un marino vizcaíno. Ignoramos cual es el fundamento de tal afirmación pues hay que considerar que a la hora del disparo, 13:25, que causó la muerte de Nelson el «Santísima Trinidad» no estaba ni tan siquiera próximo al «Victory», defendiéndose en un encarnizado combate con otros cinco navíos ingleses, por lo que difícilmente un miembro de la tripulación pudo hacer ese disparo.

Posiblemente tal afirmación sea el intento de poder disponer de algo bueno dentro del desastre de la batalla.

Otra versión adjudica la autoría de la muerte de Nelson a Jean Baptiste Dufau, según tradición oral en mi familia y por escritos contenidos en cartas enviadas a mi abuelo por sus parientes de Francia, marinero del «Le Redoutable», originario de los Bajos Pirineos.

Este marinero vio la oportunidad y siendo un brillante tirador (por su gran afición a la caza) tomó un rifle abandonado por un compañero sobre cubierta y descubriendo al importante oficial de la Armada Inglesa no dudo en apuntarle y dispararle con éxito. Inmediatamente recibió una descarga de varios fusileros que le interesaron la pierna izquierda con varios impactos de grueso calibre.

A las dos horas Jean B. Dufau descansaba en «Le Redoutable» sin una pierna que los cirujanos le habían cortado para defender su viabilidad. El marinero según fue tradición en mi familia volvió sano y salvo a su lugar de origen, Bayona, y secretamente se le brindaron los honores correspondientes y se lo premió con una pensión vitalicia.

El secreto de los honores no resultó explicable y fue siempre una paradoja para el marinero y sus compañeros como para mi familia que lo recuerda como apunté más arriba en numerosa correspondencia.

Información de un foro

Por su posible interés reproducimos el texto íntegro de las opiniones e intervenciones en un foro inglés sobre el tema: ¿Quién mato a Nelson?, que me ha sido facilitado el 12-5-2004 por D. José Luis G.M.

Dado mi deficiente inglés lo he pasado por un traductor, pero hubiera terminado antes si directamente lo traduzco yo, pues, he tenido que dar forma a esa traducción.

Primero va el texto original inglés para que se pueda verificar el sentido de la opinión recogida y después mi traducción, liberal y dándole sentido a las frases pues el traductor se ha limitado a traducir palabra por palabra y no en relación con el contexto del tema de que se trata y para más facilidad se han numerado los distintos párrafos; ruego se disculpen los errores que con toda seguridad tendrá.

Lógicamente, no se pretende dar a las opiniones vertidas en este foro el carácter de afirmaciones rotundas y categóricas, sino que, simplemente, indican un estado de opinión generalizado sobre el tema.

Texto en inglés

Robert Guillemard podría ser «nuestro hombre», pero hay controversia.

  1. Who killed Nelson
    I understand that it was a French sniper but what was his name and what do we know about him?
  2. Who killed Nelson
    To my knowledge the man who shot Nelson has never been named. As with so many things in Nelson’s life (and death) it is surrounded by controversy and myth.
    One man (as we shall see later) claimed it was he who shot Nelson.
  3. Two men have claimed they shot the man who shot Nelson.
    One man has claimed he shot the man who shot the man who shot Nelson.
    Still with me!!??
  4. Meanwhile back to the question of who shot Nelson?
    We can say without doubt that it was a French marksman located in the mizzen-top of the French ship Redoutable.
  5. The use of marksmen was a tactic used by the French and Spanish.
  6. Nelson, himself, had always been averse to the employment of small arms, or accumulation of explosives aloft, believing the danger of setting light to the sails to be greater than any possible gain.
  7. Historians have measured the angle at which the bullet entered Nelson’s shoulder and projected it back to the mizzen-top of the Redoutable. (no JFK/»grassy knoll» conspiracy theories here). At the time that Nelson was shot there were just 2 marksmen located in that position, and very quickly they, themselves, were both shot dead.
    The picture The Death of Nelson by Daniel Maclise famously shows a black sailor pointing at the assassin and a British marine taking aim at him.The same theme is taken up in the «Trafalgar» relief at the base of Nelson’s Column.
    However, this did not stop a surviving Frenchman seeking immortality by claiming he fired the fatal shot.
  8. In his 1826 autobiography «The Adventures of a French Sergeant» Robert Guillemard made the following claim:
  9. Quote:
    ‘On the poop of the English vessel was an officer covered with orders and only one arm. From what I had heard of Nelson, I had no doubt that it was he.. As I had received no orders to go down, and saw myself forgotten in the tops, I thought it my duty to fire on the poop of the English vessel, which I saw quite exposed and close to me. I could even have taken aim at the men I saw, but I fired at hazard among the groups of sailors and officers. All at once I saw great confusion on board the «VICTORY»; the men crowded round the officer whom I had taken for Nelson. He had just allen, and was taken below, covered with a cloak. The agitation shown at this moment left me in no doubt that I had judged rightly, and that it really was the English Admiral From the moment he received his wound, and the position of the wound itself, I could not doubt for a moment that I was the author; and I have ever since been fully convinced of it. But though the shot that had brought down this admiral had rendered a service to my country, I was far from considering it as an action of which I had a right to boast. Besides, in the general confusion, everyone could claim this honour.
  10. This claim is generally dismissed as fantasy, and is specifically refuted in the 1906 book, «The Enemy at Trafalgar» by Fraser. Unfortunately I have never located a copy of this book and cannot therefore repeat the argument that is put forward.
  11. Re: Who killed Nelson?
    Regarding who killed Nelson, I do believe it was Robert Guillemard, the French sargeant who shot the British admiral with a Charleville musket from a distance of about 20 yards only (18,28 m.)(so close!). There’s no evidence that denies that the sniper that shot Nelson has survived after Trafalgar.
  12. I’ve read in a book about the biography of Nelson that some British officials did visit the man who killed Nelson in Paris after Waterloo (thus ten years after Trafalgar).
  13. The man was alive and lived in a very rich house that was full of military decorations and honors. Why would this young mariner sargeant, Robert Guillemard, be so much awarded by Napoleon? He must have done a great accomplishment. He killed Nelson.
  14. Robert Guillemard was the sniper that finished off Nelson, and the credit goes to him, solely, and Allah knows best. Guillemard’s claim: I collect books, one of the subjects is Nelson, but I am not a historian or even an avid reader of my collection.
  15. I have an 1826 copy of Guillemard’s book published in Philadelphia and on page 33/34 he makes the statement quoted above BUT not on those two pages the specific part that states: From the moment he received his wound, and the position of the wound itself, I could not doubt for a moment that I was the author; and I have ever since been fully convinced of it. But though the shot that had brought down this admiral had rendered a service to my country, I was far from considering it as an action of which I had a right to boast. Besides, in the general confusion, everyone could claim this honour. ‘
  16. It maybe later in this book, in the 1826 London edition or the original french language first edition published.
  17. The John Pollard statements obviously totally contradictes Guillemard and I maybe the Fraser book makes it totally clear but I do not have this.
  18. Who shot Nelson and what happened to him? Nelson was shot by a crew member of the French ship Redoubtable who was in the ship’s rigging when Redoubtable and «Victory» were locked together fighting. The man’s name is not recorded – he was not captured – but it has been suggested it was Robert Guillemard. Midshipman Pollard is credited with firing into the rigging and bringing the sniper down although marines in Temeraire (on the other side of Redoutable) were also firing at the tops of Redoubtable so it is impossible to say with any certainty who actually shot the sniper».

Texto en español

  1. ¿Quién mató a Nelson?
    Entiendo que fue un francotirador francés, pero del cual no conocemos su nombre y no sabemos nada sobre el.
  2. ¿Quién mató a Nelson?
    Por mi conocimiento del tema nunca se ha sabido el nombre del tirador que disparo sobre Nelson. Como con otras tantas cosas sobre la vida de Nelson, su muerte esta rodeado de controversia y mito. Un hombre, como veremos más tarde, indico ser él quien disparo sobre Nelson.
  3. Dos hombres han indicado que fueron ellos los que dispararon sobre el tirador que disparo sobre Nelson. Otro ha dicho que fue el quien disparó sobre el tirador que hizo fuego sobre Nelson. ¡¡Todavía sigo!!
  4. ¿Mientras tanto volvamos atrás, a la pregunta inicial de, ¿Quién disparó a Nelson?
    Podemos decir sin la menor duda que fue un tirador francés situado en la cofa del palo de mesana del navío francés «Redoutable». El empleo de tiradores era una práctica corriente usada por las marinas de Francia y España.
  5. Nelson, era contrario al empleo de armas portátiles, o la acumulación de explosivos en lo alto, temiendo que una chispa pudiera incendiar las velas, siendo este peligro mayor que cualquier posible beneficio. Los historiadores han determinado el ángulo con el que la bala penetró en el hombro de Nelson y lo han proyectado sobre la cofa de mesana del «Redoutable». (Aquí no hay ninguna teoría de conspiración a lo JFK)
  6. Cuando Nelson fue alcanzado por el disparo solamente había dos tiradores situados en dicho lugar e inmediatamente fueron ambos muertos. El cuadro «La Muerte de Nelson» por Daniel Maclise muestra a las mil maravillas a un marinero negro que señala al asesino y a un marinero británico que le apunta.
  7. El mismo tema es reproducido en el relieve de la base de la columna «Trafalgar» erigida a Nelson. Sin embargo, esto no impidió a un sobreviviente francés en busca la inmortalidad reclamando ser el autor del fatal disparo.
  8. En su autobiografía, publicada en 1826, «Las aventuras de un sargento francés» Robert Guillemard hace la siguiente afirmación:
  9. Cito:
    «Sobre la popa del navío inglés había un oficial cubierto de medallas y con sólo un brazo, que era lo que yo había oído sobre Nelson, yo no dudaba de que se trataba de el. Como no había recibido ninguna orden de bajar de mi puesto y vi que me habían olvidado en la cofa, pensé que mi deber era disparar sobre la popa del navío inglés, la cual distinguí cerca de mí. Yo podría haber apuntado a los hombres que vi, pero dispare al azar sobre los grupos de marineros y oficiales. De repente, vi una gran confusión a bordo del «Victory»»; los hombres se apiñaron alrededor del oficial a quien yo había tomado por Nelson. Él tenía solamente (justo) Allen, y fue cogido por debajo y cubierto con una capa. La agitación mostrada en este momento me aclaro que yo había juzgado correctamente y ese era realmente el almirante inglés. A partir del momento en que recibió su herida y la posición de la misma, yo no podía dudar ni un momento de que yo era el autor del disparo y desde entonces estoy convencido de ello. Pero aunque con el disparo que había derribado al almirante había prestado un gran servicio a mi país, yo estaba lejos de considerarlo como una acción de cual me podía sentir orgulloso. Además, en la confusión general, cada uno podría reclamar este honor».
  10. Esta afirmación se considera generalmente como pura fantasía y expresamente se refuta en el libro publicado en 1906, «El enemigo en Trafalgar» por Fraser. Lamentablemente nunca he localizado una copia de este libro y por lo tanto no puedo citar los argumentos expuestos.
  11. ¡En cuanto a quién mató a Nelson, realmente creo que fue Robert Guillemard, el sargento francés quien disparó contra el almirante británico con un mosquete Charleville a una distancia, aproximada, de 20 yardas (18,28 m). Pero no hay pruebas de que el tirador que hizo el disparo haya sobrevivido a la batalla de Trafalgar.
  12. He leído en una biografía de Nelson que algunos oficiales ingleses visitaron en París al tirador que mató a Nelson después de la batalla de Waterloo (casi diez años después Trafalgar).
  13. El hombre estaba vivo y vivía en una buena casa que era tenía muchas condecoraciones militares. ¿Por qué este joven marinero el sargento Robert Guillemard fue tan agasajado por Napoleón? Debió haber hecho algo grandioso. Él mató a Nelson.
  14. Robert Guillemard fue el tirador que mató a Nelson y se le cree, pero únicamente Alá lo sabe mejor. La reclamación de Guillemard: Colecciono libros sobre uno de los personajes, que es Nelson, pero no soy historiador y solo un lector ávido de mi colección.
  15. Tengo una copia del libro de Guillemard publicado en Filadelfia en 1826 y en la página 33/34 él hace la declaración citada más arriba. Pero en esas dos páginas no esta la parte concreta en que la declara: «A partir del momento en el que recibió su herida y la posición de esta, yo ya no podía dudar ni un momento de que yo era el autor del disparo y desde entonces estoy convencido de ello. Pero aunque con el disparo que había derribado al almirante había prestado un gran servicio a mi país, yo estaba lejos de considerarlo como una acción de cual me podía sentir orgulloso. Además, en la confusión general, cada uno podría reclamar este honor».’
  16. Ello tal vez más tarde en este libro, en la edición 1826 de Londres o la lengua original francesa primera edición publicada.
  17. Las declaraciones de John Pollard obviamente totalmente contradicen Guillemard y yo tal vez el libro de Fraser lo hace totalmente claro pero no tengo esto.
  18. ¿Quién disparó sobre Nelson y que le pasó? Nelson fue tiroteado por un miembro de la tripulación del navío francés «Redoutable» que estaba en el aparejo del barco cuando el «Redoutable» y el «»Victory»» estaban prácticamente abarloados luchando. El nombre del tripulante no se recuerda – no fue capturado – pero se ha sugerido que era Robert Guillemard. Se asegura que el guardia marina Pollard con el tiroteo en el aparejo y el derribo del tirador aunque los marineros del «Temeraire» situado al otro costado del «Redoutable» también dispararon a las cofas del navío enemigo, con lo cual es imposible asegurar con certeza quien disparó al tirador.
Detalle del cuadro "Muerte de Nelson", aludido en el texto anterior.
Detalle del cuadro «Muerte de Nelson», aludido en el texto anterior. Pintura de Daniel Maclise. National Museums Liverpool.

La agonía del vicealmirante Nelson

Lo que sigue es lo acontecido a bordo del «Victory» en la mañana del 21 de octubre de 1805 y, particularmente, las últimas horas de vida del almirante Nelson, extraído de la Crónica naval de la Royal Navy perteneciente al año 1806.

Nelson estaba en la cubierta principal del «Victory» desde primera hora de la mañana. Llevaba el mismo atuendo que se había puesto desde su salida de Portsmouth. La casaca no era nueva pero, sobre su pecho izquierdo llevaba bordadas las cuatro órdenes de caballería que poseía. El cirujano Beatty, en representación de varios oficiales, comunicó a los dos Scotts el deseo de que alguien podría sugerir a su señoría que cubriese sus condecoraciones con un pañuelo. Se creía que el enemigo tenía tiradores tiroleses dispersados por sus barcos y posiblemente francotiradores en las cofas. Tanto el secretario público como el privado de Nelson estaban seguros de que su señoría se enojaría si alguien se tomase la libertad de hacerle tal sugerencia, por lo que Beatty creyó que le correspondía a él decírselo cuando le presentase el parte de enfermos del día. Se quedó en sus inmediaciones, pero Nelson estaba ocupado dando instrucciones a los capitanes de fragata y minutos antes de que el enemigo abriese fuego ordenó a todos que fuesen a sus puestos. Finalmente, el capitán Hardy dijo a Nelson que sus condecoraciones egregias podrían llamar la atención, con lo que Nelson estuvo de acuerdo y replicó “ya es tarde para cambiarme de chaqueta”

El capitán Blackwood, de la fragata «Euryalus», propuso a Nelson que izase su insignia en ésta y dirigiese la batalla desde allí, pero Nelson adujo razones de dar ejemplo para declinar la invitación. Hacia las 9.30 y después de haber fracasado en su intento, Blackwood sugirió al contumaz almirante que otros barcos precediesen al «Victory», para que su señoría se mantuviese a cierta distancia del inicio de la acción, a lo que Nelson replicó “que vayan delante” y Blackwood se fue e invitó al Temeraire a pasar a la proa del «Victory». Cuando Blackwwod volvió al lado de Nelson se encontró que “Nelson hacía todo lo posible para aumentar la vela, en vez de reducirla”, y Hardy pudo oír a Blackwood quejarse “a no ser que el rápido «Victory» ceda, el Temeraire no podrá pasar”.

Cuando los primeros cañonazos volaban por encima de la cubierta del «Victory», Nelson urgió a los capitanes de fragata a volver rápido a sus barcos. Blackwood estrechó la mano de Nelson deseando que cuando volviese se encontraría a su señoría bien y con 20 buques apresados a lo que Nelson respondió “Dios te bendiga Blackwood, no volveré a hablarte”.

Hardy ordenó a los marineros que lo llevasen abajo y dos incidentes, propios de un gran hombre, tuvieron lugar de forma consecutiva. Cuando lo bajaban por la escalera de la segunda cubierta, Nelson reparó en que los cabos del timón todavía no habían sido reemplazadas y dijo a uno de los guardiamarinas que había allí que subiese a decírselo al capitán para que los cambiase de inmediato. Al instante, sacó un pañuelo del bolsillo y se cubrió la cara para que la tripulación no supiese de su situación.

“Señor Beatty, Lord Nelson está aquí, el almirante está herido”. El cirujano se volvió y vio como el pañuelo caía y dejaba ver la cara de Nelson; se precipitó hacia el lugar y lo pusieron sobre el lecho de un guarda marina. Nelson entonces preguntó quién lo llevaba y cuando el cirujano le informó, le dijo “Ah, Sr. Beatty, usted no puede hacer nada por mí, me queda poco tiempo de vida, mi espalda está perforada”. El cirujano dijo que esperaba que la herida no fuese tan peligrosa como imaginaba su señoría y que pudiese vivir para disfrutar de tan gloriosa victoria”. El reverendo Scott, abatido y angustiado, juntó sus manos y dijo “Oh, Beatty, cuán profético fue usted”, aludiendo a las palabras del doctor cuando se temió que las medallas de Nelson sirviesen de objetivo.

Tumbaron a Nelson sobre la cama, le quitaron la ropa y lo cubrieron con una sábana y mientras tanto, el almirante decía “doctor, ya se lo dije, me voy” y, poco más tarde, con un hilo de voz “tengo que dejar a lady Hamilton y mi hija Horatia como legado a mi país”. El cirujano dijo entonces a Nelson que no le haría mucho daño al examinar la herida y descubrir la trayectoria de la bala, la cual, se temió, había penetrado el pecho y se había alojado en la espina dorsal. Cuando se lo explicaron al almirante, éste dijo que estaba seguro de que tenía un tiro en la espalda. Entonces el cirujano examinó esa parte del cuerpo y no había orificio de salida. Pidió a Nelson que le describiese lo que sentía y el almirante dijo “un borbotón de sangre cada minuto en el pecho, no sentía la parte inferior del cuerpo, respiración entrecortada, y un dolor fortísimo en el espinazo, sentí como si hubiese roto la espalda.”

Estos síntomas y, particularmente el brote de sangre, eran indicativos de la gravedad de la herida, pero hasta que la victoria estuviese garantizada, no se informó a nadie de ello salvo a Hardy, Scott (reverendo), Mr Burke (tesorero) y Smith y Westemburg (cirujanos ayudantes).

La tripulación del «Victory» aullaba cada vez que un barco enemigo se rendía. En una de esas ocasiones, Nelson se incorporó y preguntó a qué venía tanto grito y el teniente Pasco, que yacía herido cerca de él, contestó que otro navío había arriado bandera, lo que parecía proporcionar algo de alivio al agónico marino que ahora sentía una ardiente sed y pedía agua y aire con frecuencia “aire, aire, agua, agua”. Se le daba agua, limonada y vino. Estaba preocupado por la marcha de la batalla y el estado de su amigo Hardy. Burke le dijo “el enemigo ha sido vencido y espero que su señoría sea portador de las buenas nuevas al país”, Nelson contestó “es un sin sentido pensar que pueda vivir, tengo gran sufrimiento pero en seguida se acabará”. El reverendo Scott emplazó al almirante a “no desesperar” y confió en “que la divina providencia lo pondría otra vez en la senda de los fuertes para regocijo de su país y amigos”, “oh, doctor, se acabó, se acabó”, replicó Nelson.

“¿Nadie va a traerme a Hardy?”, preguntaba con insistencia, “deben haberlo matado, tiene que estar destrozado”. El ayuda de cámara del capitán, Bulkley, bajó y dijo “las circunstancias de la flota requieren la presencia del capitán Hardy en cubierta, pero que a la primera ocasión que pueda bajará a ver a su señoría”. Cuando Nelson escuchó este mensaje transmitido al cirujano, preguntó quién lo había traído y Burke contestó “Mr Bulkley, señoría”, “es su voz” replicó Nelson y después dijo al joven “da recuerdos a tu padre”.

Habían pasado una hora y diez minutos desde que Nelson fue tiroteado cuando Hardy bajó, estrechó su mano y conversaron “¿cómo va la batalla Hardy?”, “Muy bien señoría, hemos apresado 12 ó 14 buques, pero 5 de la vanguardia dieron la vuelta y se aproximan al «Victory», pero he instado a dos o tres barcos de refresco y no cabe duda de que se van a encargar de ellos”, “espero”, dijo Nelson “que ninguno de los nuestros se haya rendido”, “no señoría, no se preocupe por eso”. “Soy hombre muerto, Hardy, todo se habrá acabado dentro de poco, acercarte; ruego que mi pobre lady Hamilton tenga mi pelo y todas mis cosas”. Burke iba a retirarse cuando comenzó esta conversación, pero Nelson se dio cuenta y le pidió que se quedara. Hardy observó “ojalá el médico pueda arrojar un poco de esperanza de vida”, “oh, no, contestó Nelson, es imposible, mi espalda está rota, Beatty te lo dirá”. Hardy volvió a cubierta y Nelson exhortó al cirujano a dedicar su tiempo a aquellos a los que fuese útil porque “no puede hacer nada por mi”. El cirujano le aseguró que sus ayudantes estaban encargándose de los otros heridos, pero Nelson insistió y lo dejó rodeado de Scott, Burke y sus asistentes personales. Instantes después Nelson requirió a Scott que trajese de nuevo al cirujano, “ah Beatty, le he mandado llamar porque he olvidado decirle que no tengo fuerza ni siento nada del pecho hacia abajo y ud, sabe que apenas viviré un rato más”. El médico actuó sobre sus extremidades y pectoral y Nelson le dijo “no sirve de nada, Burke y Scott ya lo han intentado, Vd., sabe que se acabó”, el cirujano replicó “señoría, desafortunadamente para nuestro país, no se puede hacer nada por Vd.”. “Lo sé, siento algo que me sube por el pecho” tocándose el izquierdo “que me dice que me voy”. Se le administró bebida abundante y el médico y el reverendo lo abanicaban con papel. “Alabado sea Dios, he cumplido con mi deber”. Beatty le preguntó si el dolor seguía y Nelson contestó que “era tan agudo que deseaba estar muerto, aunque a uno le gustaría vivir un poco más” y después, con voz entrecortada “que sería de lady Hamilton si supiese de mi situación?”

Hardy bajó de nuevo 50 minutos después de su primera visita. Antes de dejar la cubierta envió al teniente Hills para comunicar a Collingwood la herida de Nelson. Se estrecharon las manos y Hardy felicitó al almirante “una brillante victoria, aunque no sé cuantos buques han sido apresados, pues es imposible distinguirlos, pero por lo menos 15”, “no está mal”, contestó Nelson “pero yo había apostado por 20” y luego se agitó “ancla Hardy, ancla!”, a lo que el capitán adujo “supongo, señoría, que ahora el almirante Colingwood se hará cargo de todo”, “no mientras yo viva!, espero” e intentó incorporarse “ancla Hardy!!”, “debo hacer la señal, señor?”, “sí”, contestó Nelson “porque si vivo anclaré la flota”. El énfasis que puso en esta última orden a Hardy evidenció su determinación a no abandonar mientras tuviese plena conciencia de sus facultades. “Esto se acaba Hardy, no me tiréis por la borda”, “oh, claro que no”, respondió el capitán, “entonces, ya sabes lo que tienes que hacer” continuó, “cuida de mi querida la pobre lady Hamilton, bésame Hardy”, el capitán se arrodilló y lo besó “ahora estoy satisfecho, he cumplido con mi obligación”. Después de un instante Hardy volvió a besarlo y Nelson inquirió “quién es?”, “soy yo, Hardy”, “Dios te bendiga Hardy”, balbuceó Nelson.

Hardy volvió a la cubierta principal después de haber pasado 8 minutos con el moribundo. Éste, requirió a su ayuda de cámara Chevalier que lo cambiase de postura y después Nelson dijo “ojalá no hubiese abandonado la cubierta, porque enseguida me habré ido”. Entonces se vino abajo, su aliento se entrecortó y su voz apenas se oía, “reverendo, no he sido un gran pecador; recuerde que dejo a lady Hamilton y a Horatia como legado a mi país” y después añadió “nunca se olviden de Horatia”

Su sed se incrementaba y no dejaba de aullar “agua, agua; aire, aire, frótenme, frótenme”. El reverendo Scott masajeaba su pecho y esto parecía aliviar a Nelson. En un último esfuerzo fue capaz de proferir sus palabras postreras “gracias a Dios que he cumplido con mi obligación”. Después de permanecer callado durante 5 minutos, su mayordomo acudió al cirujano, que había estado ocupado con los heridos en otra parte de la estancia, y le expresó sus temores de que Nelson se estaba muriendo. Se precipitó hacia el almirante, se arrodilló, cogió su gélida muñeca y ya no tenía pulso; su frente estaba fría también. El almirante abrió los ojos, miró arriba y volvió a cerrarlos. Beatty regresó a los otros heridos y cinco minutos después el mayordomo dijo al doctor que creía que Nelson había muerto. El galeno reconoció una vez más al marino y encontró que las palabras de su asistente eran ciertas. Nelson había expirado a las 4.30 de la tarde.

En muy parecidos términos se expresa el Dr. William Beatty, que asistió al almirante Nelson durante su agonía, relatando así los avatares de las horas finales del marino inglés.

Su Señoría fue recostado sobre una cama, despojado de sus vestimentas y cubierto con una sábana. Mientras sucedía esto, dijo al doctor Scott [su capellán]: «Doctor, ya le he dicho. Doctor, me voy», y después de una breve pausa agregó en voz baja: «Tengo que dejar a Lady Hamilton, y a mi hija adoptiva Horatia, como un legado a mi país». El cirujano luego examinó la herida, asegurando a Su Señoría que no le causaría mucho daño intentar descubrir la trayectoria del proyectil, el que según pronto supo había penetrado muy profundo en el pecho, y probablemente se había alojado en la columna vertebral. Al explicar esto a Su Señoría, él respondió que «estaba seguro de que le había atravesado la espalda». Luego le examinaron la espalda externamente, pero sin que se percibiese ninguna herida; tras lo cual el cirujano solicitó a Su Señoría que lo pusiese al tanto de todas sus sensaciones. Respondió que «sentía todo el tiempo que le manaba sangre dentro del pecho: que no tenía ninguna sensación en la parte inferior del cuerpo: y que tenía dificultad para respirar, acompañada de un dolor muy fuerte alrededor de esa parte de la columna donde estaba seguro de que la bala se había clavado», porque, dijo: «Sentí que me rompió la espalda». Estos síntomas, pero más especialmente la hemorragia de la que se quejaba Su Señoría, junto con le estado de su pulso, indicaron al cirujano la irremediable situación del caso, pero hasta que la victoria no estuvo asegurada y fue anunciada a Su Señoría, el cirujano mantuvo oculta la verdadera naturaleza de la herida a todas las personas a bordo, con la sola excepción del capitán Hardy, el doctor Scott, el señor Burke [el contador] y los señores Smith y Westemburg, los cirujanos asistentes.

Beatty, W., 1807, Londres
Momento de la muerte de Nelson a bordo del Victory. Pintura de Arthur William Devis. National Maritime Museum, Greenwich.
Momento de la muerte de Nelson a bordo del Victory. Pintura de Arthur William Devis. National Maritime Museum, Greenwich.

Teoría de la muerte buscada de propósito o del suicidio

En un foro de Historia Naval se publicó el 7 de septiembre de 2004 una comunicación indicando que en ciertos círculos londinenses se aseguraba que la muerte del almirante Nelson fue una muerta buscada de propósito.

A continuación se reproducen los párrafos más importantes de dicha teoría, alguno de cuyos párrafos son reproducción de «La agonía del almirante Nelson» recogidos más arriba por lo que no se reproducen.

En el caso de Nelson, se diría que el gran almirante quiso coronar su existencia con la puntual escenificación de su muerte. Nelson murió en plan de héroe shakespeariano; después de su fallecimiento, algunos sospecharon que, habiendo logrado ya en Trafalgar la victoria, aunque el combate prosiguiera, el almirante se había expuesto deliberadamente al fuego del enemigo por miedo a un destino que debía parecerle aún más horrible que la muerte: la ceguera total. ¿No es inconcebible un almirante ciego?.

El doctor William Beatty, que practicó la autopsia a Nelson por haberlo dejado éste así dispuesto, anotó: «Los órganos esenciales se hallaron en buenas condiciones, al parecer, porque eran tan pequeños que más parecían corresponder a un adolescente que a un hombre que había rebasado los cuarenta y siete años (…). Teniendo en cuenta los hábitos moderados de Nelson, cabe suponer que habría podido alcanzar una edad muy avanzada -pero viene enseguida la frase terrible-. Si hubiera vivido un par de años más y hubiera seguido navegando, habría perdido la vista por completo». El almirante conocía esta amenaza del destino. Así pues, su muerte cuando la batalla estaba ya ganada se nos aparece bajo una luz muy diferente. Como la de los focos de una grandiosa puesta en escena. Sobrevienen dudas en cuanto a esta teoría cuando leemos las cartas que pocas semanas antes había escrito Nelson a su querida lady Hamilton. Del 17 de septiembre de 1805: «De nuevo te suplico, mi querida Emma, que te armes de valor, y te aseguro que disfrutaremos juntos de muchos, muchos, muchos años de vida en compañía de nuestros hijos y nuestros nietos». Y del 19 de octubre del mismo año: «En todo caso procuraré que mi nombre no desmerezca de ti y de Horacia [la hija de ambos],a las que quiero más que a mi misma vida. Como ésta es mi última carta antes de la contienda definitiva, confío en que Dios me dé vida para terminarla después de la batalla».

Pero ¿no fue extraño el comportamiento de Nelson? En vez de cubrirse, permaneció de pie en la cubierta de popa del, vistiendo el uniforme completo de almirante con sus cuatro condecoraciones. El «Victory» y el Bucentaure, nave insignia del almirante Villeneuve, se hallaban tan cerca la una de la otra que no pudieron utilizar la artillería, de manera que los hombres disparaban con fusiles desde las cubiertas. Sus oficiales no se atrevieron a decirle que bajase a quitarse el uniforme; el médico Beatty lo intentó, pero le retuvieron los capitanes de fragata Blackwood, Dundas, Capel y Prowse, que estaban a su alrededor.

Por último Nelson rogó a Blackwood y Hardy, el capitán de la «Victory», que le acompañaran a su camarote, y una vez allí les presentó un escrito, el cual les pidió que firmasen como testigos. Extraña ocurrencia en medio de una batalla. Más extraño aún era el contenido del escrito, que era una carta de Nelson al Rey. Preocupado por el porvenir de lady Hamilton y de la hija de ambos, aludía a los servicios prestados a Inglaterra durante la campaña de Egipto. «Si yo hubiese podido proveer entonces, ahora no me vería obligado a recurrir a mi patria -escribía el almirante al monarca-. Pero no habiéndome sido posible, dejo a Emma Hamilton bajo la protección de mi Rey y mi país con el ruego de que provean a su manutención decente; ítem más, confío a la beneficencia de mi país a mi hija adoptiva Horatia Nelson Thompson, con el deseo de que lleve en adelante el apellido Nelson. No tengo otras mercedes que solicitar a mi Rey y a mi patria en este momento en que me dispongo a librar batalla por el uno y por la otra.» Los dos capitanes se retiraron después de firmar conforme a los deseos del almirante. Un teniente dijo luego haber visto a Nelson rezando arrodillado en su camarote. En aquellos momentos no era el dominador de los siete mares ni el enemigo irreconciliable de Napoleón ni el glorioso vencedor de Abukir, sino sólo un pobre hombre que había decidido buscar la muerte.

Los héroes mueren solos. La muerte de Nelson comenzó allí abajo, en su camarote. Y como el destino le había condenado a un porvenir oscuro, a vivir entre tinieblas, él prefirió rebelarse y dejar la vida puesto en pie y cara a cara frente al mundo. Sobre todo, morir en el punto y hora elegidos por él, y no de su propia mano sino peleando contra el enemigo, como debe hacer un héroe. El héroe sueña con una muerte gloriosa. Muchos la buscaron deliberadamente a través de sus hazañas de temeridad desaforada; otros tuvieron la desgracia de sobrevivirse a sí mismos. Y casi todos creyeron en una potencia superior, llámese «Destino», «Dios» «Providencia», de la que se consideraban meros instrumentos. …Su médico William Beatty dejó la crónica auténtica de la muerte de lord Nelson (The Authentic Narrative of the Death of Lord Nelson, Londres 1807), ….Pero no; él quería dar ejemplo, apostado en la cubierta de su nave, perfectamente visible tanto para los suyos como para el enemigo. Y todos sabían que los franceses habían apostado en los aparejos a sus mejores tiradores, cuya puntería era bien conocida y temida. Permanecer en cubierta y con el uniforme de gala puesto, en esas condiciones, fue efectivamente un suicidio.

Tan pronto como empezó la batalla, seis naves enemigas tomaron al «Victory» bajo sus fuegos; entre éstas la Santa Ana, entonces el segundo barco de guerra más potente del mundo con sus 122 cañones (tras del Santísima Trinidad, de 144). Los hombres que rodeaban al almirante fueron los primeros en caer: John Scott, secretario de Nelson, el escribiente Whipple y ocho infantes de Marina de su escolta. El almirante Nelson, puesto en su papel de héroe, comentó con indiferencia: «Demasiado fuego como para que vaya a durar mucho». Con su habitual serenidad, sin embargo, se abstuvo de replicar mientras el contrario estuviese todavía demasiado lejos. Tras veinte minutos de preparación artillera que rompieron la juanete mayor y el timón, lord Nelson pasó al ataque y ordenó al capitán Thomas M. Hardy, que había combatido a su lado en Abukir, el abordaje contra la nao francesa Redoutable. Se dio la orden de fuego a discreción y la nave quedó tan dañada que zozobró al día siguiente.

La batalla duraba como una hora cuando, de súbito, el capitán Hardy vio que el almirante Nelson caía de rodillas y se derrumbaba de bruces sobre las tablas, exactamente en el mismo charco de sangre dejado por su secretario. Y comenta el doctor Hardy que «no es seguro, pero sí muy probable que los hombres del enemigo tuviesen orden de tomar como punto de mira a lord Nelson; en el instante en que cayó herido Su Excelencia sólo quedaban dos franceses con vida a bordo de la Redoutable». Nelson anunció a Hardy: «Al fin han acabado conmigo». «No digáis eso, sir», le recriminó, y el almirante replicó: «Ya lo creo. Tengo destrozada la columna vertebral». Le bajaron al lazareto, donde yacían numerosos marinos y soldados; precariamente vendado, lo trasladaron al camarote de un cadete, que estaba por debajo de la línea de flotación. Una vez allí el almirante ordenó: «Hay que cambiar los cables del timón, ¡pronto!» y Hardy asintió. El doctor Beatty ayudó a desnudar al herido, durante cuya operación se descubrió un escapulario que llevaba Nelson, y que contenía una miniatura de lady Hamilton disfrazada de bacante. El diagnóstico del doctor Beatty después de la -exploración fue que la bala había atravesado una charretera y roto dos costillas; pero la herida era más grave de lo que parecía a primera vista. Tenía destrozada la arteria pulmonar izquierda y la bala, al salir, había roto las vértebras sexta y séptima. Lord Nelson estaba perfectamente al tanto de su estado. «¡Tengo la columna vertebral destrozada! -repitió varias veces, y luego-: Os lo había dicho, doctor. Estoy perdido. Saludad a lady Hamilton y a Horacia en mi nombre. -A continuación agregó-: Debo dejar a lady Hamilton y a mi hija adoptiva Horacia bajo la tutela de mi país».

Después de recomendar a todos, una vez más, que se ocuparan de lady Hamilton y de su hija, pronunció sus últimas palabras: «Al menos hemos cumplido con nuestro deber, a Dios gracias». La anotación del día en el cuaderno de bitácora del «Victory»: «El tiroteo se prolongó en parte hasta las 4:30, muriendo de su herida, después de recibir el parte de la victoria, el muy honorable lord Vicombe Nelson, caballero de Bath y almirante de la flota»… Nelson murió tal como él había previsto, en héroe. Pero los héroes muertos, a veces constituyen un espectáculo de comicidad macabra. El superhombre muerto es una caricatura, porque la muerte no va con ellos. El último viaje del heroico marino Horatio Nelson degeneró en farsa. Después de cortarle el cabello como recuerdo para lady Hamilton, conforme a su última voluntad, lo vistieron con un camisón y lo metieron en el barril más grande que pudieron hallar a bordo de la «Victory». Provisionalmente rellenaron de ron el tonel, que se cambió por alcohol cuando la flota hubo arribado a Gibraltar. Una noche, durante el viaje de regreso, se levantó con estrépito la tapa del tonel y la guardia dio la voz de alarma. Investigado el incidente resultó que por efecto del alcohol el cadáver del almirante había soltado súbitamente una emanación de gases.

"El héroe de Trafalgar", pintura de William Heysham Overend. Museo Nacional de la Royal Navy, Portsmouth, Hampshire, Reino Unido.
«El héroe de Trafalgar», pintura de William Heysham Overend. Museo Nacional de la Royal Navy, Portsmouth, Hampshire, Reino Unido. Pintura que representa la cubierta del Victory en pleno combate. A la derecha de la imagen está representado Nelson, con todas sus medallas y expuesto al fuego enemigo.

Refutación de la teoría del suicidio

Sinceramente, creemos que el tema anterior es una fantástica y rocambolesca fantasía la aquí presentada que en mi opinión es fruto de una mente calenturienta y que pasamos a rebatir:

Se argumenta que Nelson buscó deliberadamente su muerte. La única forma segura de morir en un combate era dándose un pistoletazo en la sien. Todo lo otro son simples conjeturas, cuando se entra en combate tienes el 50 % de probabilidades de morir o sobrevivir, eso nunca se sabe.

¿Qué necesidad tenía Nelson de que le reconocieran como un héroe, si ante la sociedad inglesa ya lo era?. Si había recibido todos los honores que como ciudadano y militar cabe esperar. Si estaba en el pináculo de la fama.

Un marino que no había perdido ninguna «batalla naval» – la de Sta. Cruz de Tenerife no fue naval, decía el, sino terrestre. La estima ante la sociedad inglesa era tal que una sociedad puritana como la anglicana paso por alto el devaneo amoroso de H. Nelson con Lady Hamilton, esposa del embajador inglés en Roma.

Supongo que Nelson era consciente y tendría sus informes médicos del peligro que corría de quedar ciego desde que recibió en la frente el rebote de una bala en el asalto a Calvi, en Cerdeña.

Pero también sería consciente de que pudiera quedar lisiado, como cientos de marinos que deambulaban por figones y tabernas de los puertos de la costa, y en parte ya lo era al haber perdido su brazo derecho en el asalto a la plaza e Isla de Sta. Cruz de Tenerife, el 25 de Julio de 1797, por efecto de la metralla del cañón «Tigre», heroicamente defendida por el General D. Antonio Gutiérrez, que hizo capitular a las tropas atacantes.

Pero de quedar invalido como uno de esos marinos citados a quedar con una adorable familia, apreciado y admirado en toda la sociedad inglesa alta y baja, hay un abismo.

Además su posición económica era desahogada, un marino que estaba prácticamente todo el tiempo embarcado percibía su sueldo integro sin tener donde gastarlo, después recibiría su pensión y además tenía los ingresos de los apresamientos de los navíos mercantes y enemigos.

Precisamente mantenía un contencioso por unas diferencias de apreciación con Sir John Jervis por el apresamiento de unos navíos en la Batalla de Cabo de San Vicente.

Sus cartas a su esposa, creo que reflejan precisamente todo lo contrario el deseo de vivir en paz y armonía todos los años que les queden de vida. De esas cartas no se infiere para nada su deseo de morir.

Los escritos que envía al Rey y al Parlamento y que hace firmar a sus oficiales en su cámara momentos antes de la batalla pidiendo la protección para su esposa e hija son documentos normalísimos que todo el que va a entrar en combate o en un quirófano escribe y encomienda su familia a un familiar o a un buen amigo encareciéndole su protección.

La táctica de combate utilizada en Trafalgar por Nelson no era original suya, la había copiado al almirante, también inglés, Rodney quien la utilizó por primera vez en 1782 en las Bahamas y con excelentes resultados en sus victorias de Cabo San Vicente, Aboukir (el Nilo, según los ingleses) y Trafalgar.

El disparo que alcanzó a Nelson se dice que fue efectuado por el sargento francés Robert Guillemard desde la cofa del palo mesana del navío francés «Redoutable» con un mosquete marca Tulle (Charleville), modelo de 1793, (1.150 mm. de largo, calibre 17,25 mm.), de uso oficial en la marina francesa, a unos 20 metros de distancia, disparo de auténtica fortuna, pues, la precisión de este arma es francamente nula teniendo en cuanta además las circunstancias del momento.

Como resumen o conclusión no se puede creer ni una sola palabra de la hipótesis del suicidio de Nelson.

La venganza de los marineros del Victory

John Pollard (1787-1868), guardia-marina de señales con destino en la popa del buque insignia británico durante la batalla de Trafalgar, ha pasado a la posteridad como el hombre que abatió al francés que mató a Nelson desde la cofa de mesana del «Redoutable», aunque no sin controversia, pues algunos historiadores imputan esta «heroicidad» al guardiamarina del alcázar Francis Edward Collingwood que, durante breves instantes, cambió su posición y ayudó a Pollard en la popa, disparando varias veces contra los francotiradores elevados del navío francés.

Detalle del cuadro: "La caída de Nelson en la Batalla de Trafalgar. 21 de octubre de 1805". Pintura de Denis Dighton. National Maritime Museum, Greenwich, Londres. Caird Fundation. En esta pintura se ve a un tirador británico, con uniforme de guardiamarina, disparando a las alturas del Redoutable momentos después de que Nelson cayera herido.
Detalle del cuadro: «La caída de Nelson en la Batalla de Trafalgar. 21 de octubre de 1805». Pintura de Denis Dighton. National Maritime Museum, Greenwich, Londres. Caird Fundation. En esta pintura se ve a un tirador británico, con uniforme de guardiamarina, disparando a las alturas del Redoutable momentos después de que Nelson cayera herido.

Pollard fue de los primeros heridos –en el brazo derecho- durante la contienda, a consecuencia de una astilla. Poco después, una bala de mosquete atravesó su telescopio, muy cerca de la mano y otra destrozó el reloj que llevaba en el bolsillo.

Cuando el «Redoutable» se prolongó por estribor, los compañeros de Pollard cayeron a su alrededor después de una mortal ráfaga de fusilería que venía de los soldados agazapados en las cofas.

Rápidamente, Pollard cogió uno de los fusiles de los infantes de marina que había en la popa y, después de que su camarada de señales John King le facilitase las balas, empezó a devolver el fuego cada vez que alguno asomaba por la cofa, hasta que ya no quedó ninguno. King se desplomó a su lado con un tiro en la frente.

El guardiamarina Colllingwood se unió a Pollard momentáneamente y volvió a su puesto antes de que acabase el intercambio de disparos, instante en el que Pollard se dio cuenta que era el único que quedaba en pie en popa. Fue llamado a la cabina del capitán Hardy y los oficiales le felicitaron por haber vengado la muerte de Nelson.

D. Bonner Smith cita al «Mariner´s mirror», donde, en la crónica naval de diciembre de 1805, hay un extracto del suplemento del «Gibraltar Chronicle» del sábado, 2 de noviembre de 1805, en el que se detalla la muerte de Nelson y afirmando:

El francés, por cuya mano cayó este héroe inigualable, fue muerto por el señor Pollard, guardiamarina del «Victory», y se le vio precipitarse de la cofa de mesana

En la obra «Auténtica narración de la muerte de Lord Nelson» (pp. 58-59) Sir William Beatty escribió:

Sólo quedaban dos franceses vivos en la cofa de mesana del Redoutable cuando Nelson fue herido y él cayó a manos de uno de ellos. Estos hombres siguieron disparando durante algún tiempo a los capitanes Hardy y Adair, al teniente de infantería de marina Rotely y a algunos de los guardiamarinas de la popa del «Victory». Al final uno de ellos fue abatido por una bala de mosquete y el otro intentaba bajar por el aparejo cuando el guardamarina Pollard disparó sobre él, dándole en la espalda, cayendo muerto desde el velamen sobre la cubierta de popa del Redoutable.

En 1813 Southey escribió la obra «Vida de Nelson», donde puede leerse (II, 264):

…pronto quedaron sólo dos hombre en la cofa de mesana del Redoutable. Uno de ellos había sido el responsable de la bala fatídica: pero no vivió para presumir de ello. Un viejo contramaestre había visto todo y lo reconoció fácilmente porque llevaba un lustroso sombrero de tres picos y uniforme blanco. El viejo y dos guardia marinas, Collingwood y Pollard, eran los únicos hombre en la popa del «Victory». Los dos guardiamarinas seguían disparando a la cofa y él les preparaba los cartuchos. Uno de los franceses que intentaba escapar bajando fue tiroteado por Pollard y cayó en la popa. Mientras el contramaestre gritaba «es él, es él» y señalaba al otro que se asomaba para disparar de nuevo, fue alcanzado en la boca mortalmente. Ambos guardiamarinas dispararon al mismo tiempo y el individuo cayó en la cofa. Cuando capturaron el buque, subieron y encontraron su cuerpo con el pecho y la cabeza perforada.

Igualmente, es muy dudosa la autoría de John Pollard sobre haber sido el causante de la muerte del tirador francés.

La impresión que da es que la información y datos contenidos en los documentos se van transmitiendo, aceptando como buena, la información de otro documento anterior, se produce una cadena de transmisión escrita y esto se aprecia en que las distintas fuentes utilizan las mismas frases; entonces lo que hay que hacer es analizar la actuación de John Pollard desde el principio.

John Pollard era un guardiamarina de señales, es decir el guardia-marina encargado de colocar en las drizas del pico de mesana del «Victory» las banderas del código de señales para transmitir los mensajes que le pasaba su oficial, el teniente de navío John Pasco que a su vez las recibía del propio almirante Nelson.

Un guardia-marina tiene poca práctica de tiro con mosquete.

John Pollard había sido herido, uno de los primeros, en el brazo derecho, por efecto de una astilla; posteriormente, su catalejo fue perforado por una bala e igualmente su reloj, tres incidentes como para mantener serenidad y apuntar un mosquete con el brazo derecho que estaba lesionado.

Él mismo declara que todos los que estaban a su alrededor fueron muertos.

El testimonio del Dr. William Beatty no se puede tomar en consideración, por no ser creíble, dado que cuando Pollard dice que alcanzó al tirador francés el almirante Nelson ya había sido herido y lo lógico de un médico de un navío en zafarrancho de combate es estar en la enfermería atendiendo a los heridos, máxime si el almirante de la flota ha sido herido.

Posiblemente, John Pollard, se apuntó, igualmente, al carro de los héroes, en este caso de los vengadores de la muerte de Nelson, y al Almirantazgo de la Royal Navy le venia bien que esto fuera así y no que anduviera por el mundo el autor de la muerte de Nelson o por lo menos crear la incertidumbre sobre la veracidad de las declaración de Robert Guillemard.

Informe del capitán Lucas

El comandante del navío francés «Redoutable» Jean Jacques Etienne Lucas, que navegaba inmediatamente detrás del buque insignia francés, el «Bucentaure», narra así el inicio y el desarrollo del combate en el centro de la escuadra combinada. justamente entre los dos navíos franceses fue por donde el «Victory» rompió la línea franco española, razón por la cual el navío de Lucas se vio envuelto en lo más cerrado y duro del combate.

El «Redoutable»comenzó a abrir fuego con sus baterías inferiores, arrancando la gavia de proa del «Victory», que aún mantenía fijo el rumbo hacia el palo de trinquete del «Redoutable»; luego se oyeron repetirse gritos de alegría en todas las cubiertas; nuestro fuego se mantenía constante; en menos de diez minutos la misma embarcación había perdido su palo de mesana, su mastelero de proa y su mastelerillo de juanete principal. Por mi parte aún seguía tan de cerca al «Bucentaure» (francés) que me gritaron varias veces desde la galería de popa que chocaría con ellos; de hecho, el bauprés del «Redoutable» rozó su popa, pero les aseguré que no había nada que temer. El daño sufrido por el «Victory» no alteró en nada las audaces maniobras del almirante Nelson; aún se obstinaba en querer cortar la línea a la altura del «Redoutable» y amenazaba con chocar contra nosotros, si osáramos detenerlo; la proximidad de este navío de tres puentes, seguido de cerca por el «Temeraire» del mismo tamaño, lejos de intimidar a nuestra intrépida tripulación, muy por el contrario sólo acrecentó su valor. Para demostrar al almirante inglés que no temíamos que nos abordara, hice que se izaran los arpeos (ganchos de abordaje) en todas las vergas. Al final, el «Victory», como no había podido pasar por la popa del almirante francés (el «Bucentaure»), chocó con nosotros del lado de babor, rebasándonos por la popa, de modo que nuestra toldilla quedó en ángulo recto con su alcázar.»

«Seguimos disparando nuestros cañones durante algún tiempo (después de colocarse borda con borda con el «Victory», aunque otros testigos dijeron que las troneras ya estaban cerradas para impedir un abordaje), logramos cargar algunos cañones por medio de lampazos con manijas de soga; algunos eran disparados con los bragueros totalmente extendidos (lo más hacia el interior del casco que permitiese el braguero, de modo que la boca del arma no sobresaliera), al no poder izarlos por las troneras que estaban obstruidas por el costado del «Victory», y mediante las armas de fuego apostadas en nuestra batería impedimos tanto al enemigo cargar las suyas que dejó de dispararnos… ¡Qué día de gloria para el «Redoutable,» si sólo hubiésemos tenido que luchar contra el»Victory» Al final, como las baterías del «Victory» ya no podían responder al ataque, noté que estaban por venir a bordo, porque el enemigo comenzaba a formar grupos sobre las cubiertas superiores. Ordené que se hiciera sonar la trompeta, una señal reconocida en nuestros ejercicios para convocar a las compañías de abordaje. Acudieron tan bien formados, con los oficiales y los guardiamarinas a la cabeza de las compañías, que uno hubiera creído que sólo se trataba de un ejercicio de práctica. En menos de un minuto nuestras cubiertas superiores estaban llenas de hombres armados que corrían hacia la cubierta de popa, se subían a las redes y trepaban a los obenques; Luego entablaron un furioso tiroteo de mosquetes en el que el almirante Nelson luchaba a la cabeza de su tripulación. Nelson en realidad ya había sido herido y llevado abajo unos minutos antes; nuestro fuego era tan superior que en menos de quince minutos silenciamos los disparos del «Victory»; más de doscientas granadas fueron arrojadas a bordo de ese barco con gran éxito, las cubiertas superiores estaban llenas de muertos y heridos, y el almirante Nelson fue muerto por el fuego de los mosquetes. Casi de inmediato, las cubiertas superiores de la nave enemiga estuvieron despejadas, y el «Victory» cesó por completo el fuego, pero era difícil abordarlo debido al movimiento de las dos embarcaciones y la mayor altura del «Victory», a causa de su tercer puente. El guardiamarina Yon y cuatro marineros lograron abordar el «Victory» valiéndose de un ancla, y nos informaron que no había nadie en las baterías, pero cuando nuestros valerosos hombres estaban a punto de precipitarse detrás de ellos, el «Temeraire», de tres puentes, que sin duda había notado que el «»Victory»» ya no luchaba e iba inevitablemente a ser tomado, se acercó a nuestro lado de estribor y nos acribilló con disparos a quemarropa de su artillería».

«Sería difícil describir la horrorosa carnicería provocada por las devastadoras andanadas de este barco, el «Temeraire». Más de doscientos de nuestros valientes muchachos resultaron muertos o heridos, yo fui herido en el mismo momento, pero no tan gravemente como para que me impidiera permanecer en mi puesto. Siendo ya imposible hacer nada en el lado opuesto al «Victory», ordené al resto de la tripulación ir de inmediato a las baterías y disparar contra el «Temeraire» con los cañones de estribor que no hubiesen sido dañados durante el impacto del choque con este barco. Esta orden fue obedecida puntualmente, sin embargo estábamos tan debilitados y nos quedaban tan pocos cañones útiles, que el «Temeraire» contraatacaba con gran ventaja. Un poco después, un tercer navío, con dos puentes, cuyo rango no recuerdo con precisión, se acercó y se ubicó a la popa del «Redoutable» y nos disparó a tiro de pistola. En menos de media hora nuestro barco estaba tan acribillado que no era más que un montón de escombros. En este estado, el «Temeraire» nos invitó a rendirnos y no prolongar una resistencia inútil. Ordené a algunos soldados que se encontraban cerca responder a esta peticion con disparos de mosquete, lo que fue realizado con la mayor diligencia».

«Todos los cañones estaban rotos o desmontados por los disparos o por la colisión de estos dos barcos. Un cañón de 18 libras de la segunda batería y una carronada de 36 libras en el castillo de proa explotaron y mataron a muchos de nosotros; a ambos lados del barco, todas las tapas y las barras de las troneras estaban completamente despedazadas; cuatro de las seis bombas estaban rotas, al igual que la mayoría de las escaleras, de modo que la comunicación entre las baterías y las cubiertas superiores era extremadamente difícil; todas nuestras cubiertas estaban plagadas de muertos, enterrados debajo de los escombros y las astillas de las distintas partes de la nave. Muchísimos heridos fueron muertos en la caseta del timón. De los 643 hombres, teníamos 522 fuera de combate, de los cuales 300 estaban muertos y 222 heridos; entre ellos casi todos los oficiales. De los 121 que quedábamos, una gran parte estaba empleada en llevar pólvora a la cubierta del sollado y más allá, de modo que las cubiertas superiores y las baterías estaban absolutamente desiertas y por consiguiente no podíamos presentar más resistencia. Quienquiera que no haya visto al «Redoutable» en este estado nunca podrá formarse una idea de la destrucción. No sé de nada a bordo que no haya sido despedazado por los disparos; en medio de esta horrible carnicería, los hombres valerosos que aún no habían sucumbido y aquellos que estaban heridos, que llenaban la cubierta, todavía gritaban «¡Viva el emperador! Aún no nos han vencido; ¿el capitán aún vive?

Existe un cierto interés por el guardiamaria Pollard que se muestra fuera del tiempo en sus reliquias y que de vez en cuando se presentan en las salas de subasta: así en Christie el 28 de febrero 1933 entre los artículos pertenecientes a Pollard se incluyeron «un telescopio, por K. McCulloch, Londres, con la inscripción» a Mid. John Po//ard, R.N., por los oficiales de H.M.S. «Victory», por el servicio prestado, 1805″; mientras que en las subastas de Willis, del 20 de mayo de 1936, las pertenencias de Pollard incluyeron «un reloj de metal, con la inscripción «Lieut John Pollard, R.N., de Cuthbert Collingwood, R.N., por el servicio prestado, oct. el 1805″y «Lieut. reloj naval de Pollard, presentado por el Ministerio de Marina por los servicios prestados, de oct. el 21, el 1805». (Traducción personal y libre del original).

Final

Tras la batalla el «HMS Victory» completamente desarbolado fue remolcado a Gibraltar, donde le hicieron unas reparaciones de fortuna siendo trasladado al puerto inglés de Porstmouth donde esta atracado al muelle como museo flotante (prácticamente reconstruido como nuevo).

"La caída de Nelson en la Batalla de Trafalgar. 21 de octubre de 1805". Pintura de Denis Dighton. National Maritime Museum, Greenwich, Londres. Caird Fundation.
«La caída de Nelson en la Batalla de Trafalgar. 21 de octubre de 1805». Pintura de Denis Dighton. National Maritime Museum, Greenwich, Londres. Caird Fundation.

El cuerpo de Nelson, amortajado con unas vestiduras de algodón, y envuelto de pies a cabeza con vendas arrolladas según el método antiguo de embalsamamiento, fue conservado por el médico de a bordo sumergiéndolo en un ataúd de plomo lleno de brandy, al que ha añadido una fuerte solución de mirra alcanforada.

El brandy fue sustituido, una vez llegado el navío a Gibraltar, lugar donde se pudo disponer de suficiente cantidad de vino. El ataúd de plomo fue introducido a su vez en uno de madera, y colocado en la cámara del extinto almirante.

Su cadaver fue enterrado en la Catedral de San Pablo con honores militares y nacionales a cargo del Estado. El Ayuntamiento de Londres decidió en 1841 dedicar una plaza del centro de la City en memoria de la batalla.

Colocando en una monumental columna 52 m. de altura, cuyos bajorrelieves en bronce son los cañones franceses fundidos de la batalla del Nilo (Aboukir), una estatua de 5 m. en bronce de Nelson.

Conclusiones

  1. Solo hay una cosa clara y rotunda y es que el almirante Nelson fue abatido por un disparo de mosquete a las 1325 y murió a las 1630 hs. del día 21 de Octubre de 1805 a consecuencia de las graves heridas recibidas.
  2. Que se ignora quien fue el autor del fatídico disparo.
  3. Que se efectuó desde la cofa del palo de mesana del navío francés «Redoutable»
  4. Que el disparo se efectúo con un mosquete marca «Tulle», que era la factoría que suministraba el armamento reglamentario a la marina imperial, modelo de 1793, y similar al modelo Charleville, tenia una longitud total de 1,515 m., con un cañón de 1,140 m. de largo, sin punto de mira y pesaba de 6 a 7 kg.
  5. Que el sargento Robert Guillemard, que se atribuyo la autoría del mismo, es con toda probabilidad un impostor y farsante y que muy posiblemente ni llego a estar en la cofa citada, pues ninguno de los allí apostados sobrevivieron a la batalla dado que fueron pasados a cuchillo o alcanzados por disparos de tiradores del «Victory»
  6. Que igualmente es muy dudosa la autoría inglesa de quien mató al tirador que hirió al almirante Nelson, pudiendo ser cualquiera de los dos guardiamarinas, el de señales John Pollard o el guardiamarina del alcázar Francis Edward Collingwood, autoría que también, al parecer, se atribuye la tripulación del «Temeraire».

Fuentes

Sintesis de los artículos aparecidos en Internet de D. Fernando Quesada Sanz, para «La aventura de la historia» (marzo, nº 5), y de D. Sven Lindquist en «La Insignia» (lainsignia.org), noviembre del 2004, igualmente de D. Marcelo San Martín en «Historia de los Brown Bess».

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