¿Cómo se disparaba un cañón naval? Su carga y disparo

Por Juan García (Todo a Babor)

Este especial se compone de los siguientes artículos:
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El disparo de un cañón naval implicaba un número fijo de pasos que los artilleros debían ejecutar de manera casi mecánica para poder hacer una regular cadencia de tiro. Cada uno de estos pasos era importante, por lo que no podían saltarse sin riesgo de explosión del cañón o de cartuchos debido a la imprudencia o mal manejo. De ahí la importancia del ejercicio de carga y disparo del cañón de forma regular por las tripulaciones.

Un cañón de 24 libras o de 36, los más grandes y pesados que portaba un navío, eran manejados cada uno por entre 8 y 14 hombres, dependiendo si se disparaba por una banda o las dos a la vez.

La dotación de un cañón manejaba dos cañones: El de estribor y su espejo de babor. Normalmente se disparaba por una sóla banda, pero en caso de tener que disparar por las dos se dividían los hombres y se ayudaban entre ellos para cargar los dos cañones.

El señalamiento y destino para el servicio de la artillería será solo respectivo a los cañones de una banda». (art. 5, título quinto de las ordenanzas).

seccion navío de 74 cañones
Sección de un navío de 74 cañones. Observese la limitada altura de los entrepuentes. En la batería superior tenemos un cañón dispuesto en retirada. En la batería baja un cañón abatiportado.

En el momento del combate, eran imprescindibles tinas de agua en cubierta con algunos lampazos mojados, para apagar cualquier posible fuego.

Además de tener listos los pertrechos con los que se tenían que servir cada una de las piezas, tenían que tener siempre los llamados pertrechos de respeto o recambio, cureñas, ruedas, ligaduras, cuchillos, martillos.., todo ello repartido en tres puestos: La Santa Bárbara, el palo mayor y el trinquete, para poder acceder a ellos desde cualquier lugar del buque en un momento de necesidad.

Los cajones de cartuchos de fusil, eran distribuidos también, así como los barriles de granadas y una mechera llena de mechas.

En algunas ocasiones, ante el mal tiempo en la mar, las tripulaciones de los buques se veían obligadas a arrojar parte de su artillería al agua. La artillería que solía arrojarse al agua, era la que iba situada en la cámara baja, la de encima y debajo del alcázar, la del combés y las de encima y debajo del castillo de proa.

La utilización de las armas y artillería a bordo de los buques, tenía que ser considerada en función de varios factores:

  • Si se apuntaba para dar en la proa o popa, tenían que tener en cuenta el andar de uno y otro navío.
  • Si tenían que tirar a desarbolar, debían apuntar a los dos tercios de los palos a la altura de la cofa, que era donde se producían los mayores estragos.
  • Si la intención era echar a pique el buque contrario, la puntería tenía que hacerse de forma que la bala diese en la medianía del casco.
  • Si querían disparar al horizonte, los cañones de la primera batería tendrían que apuntar a la primera del enemigo; los de la segunda a la segunda; los del alcázar y castillo, al alcázar y castillo contrarios.

Atender además al movimiento del navío era imprescindible para disparar con puntería en la mar. Como pauta general, para acertar en la mar hay que dar a la pieza alguna elevación mas de la correspondiente, para que poco mas o menos a la mitad de la caída del balanceo del buque, esté la puntería en el objeto que se desea batir.

Los cañones situados por barlovento tenían de por si suficiente elevación, por lo que se les daba fuego en el momento del balance o caída. Una vez disparado un cañón, se arriaba la porta mientras se volvía a cargar, y una vez cargado se abría de nuevo poniendo el cañón en batería.

Otros factores importantes que había que considerar también además del movimiento del buque, era el hecho de que los tiros efectuados de mar a tierra, son más cortos que los que se hacen de tierra al mar.

Con lluvia, también los tiros son de menos alcance que cuando hay nieblas o el tiempo está nublado.

Del mismo modo que los que se hacen de noche, no son tan largos como los que se hacen de día, siendo a su vez de día de más alcance cuando el sol esta más elevado sobre el horizonte.

Paso a paso de la carga de un cañón naval

Partes interiores de un cañón naval. Ilustración de Todo a babor.
Partes interiores de un cañón naval. Ilustración de Todo a babor.
Atacador en el ánima del cañón
1.- Se introducía primeramente un cartucho de pólvora hasta el fondo del ánima, mediante un atacador.

Introducción de cartucho y bala en el ánima del cañón naval

2.- Tras el cartucho de pólvora le seguía el proyectil, (bala rasa, palanqueta o metralla), y se taponaba con un taco de estopa, que evitaba que se deslizase el conjunto y así se quedara el proyectil junto con la pólvora en el fondo de la recámara.
Se agujerea el cartucho de pólvora a través del oído del cañón
3.- El cabo de cañón agujereaba el cartucho de pólvora mediante un fino punzón que introducía por el oído del cañón.
Cebado del oído del cañón naval con pólvora
4.- Se cebaba entonces el oído con pólvora rápida proporcionada por el cuerno que llevaba el cabo de cañón.
Se aplica una chispa con el botafuego
5.- Si no se disponía de llave de artillería se aplicaba el fuego mediante mecha, con el botafuego. Con la llave el disparo era efectuado tirando de una pequeña driza, que hacía saltar el mecanismo y mediante un sílex de este se producía una fuerte chispa, que encendía la pólvora rápida del oído del cañón y producía a su vez la ignición del cartucho. Este segundo método era el más utilizado desde finales del XVIII, quedando el botafuego como método de reserva por si fallaba la llave.
Disparo del cañón naval
6.- Esto provocaba la ignición de la carga de pólvora y empujaba con gran violencia al proyectil al exterior, arrojando a su vez el taco desintegrado y pavesas ardiendo.
Refresco del ánima del cañón
7.- Con la esponja, previamente mojada en agua, se refrescaba el interior del ánima y se apagaban los posibles rescoldos encendidos que hubiera en el interior de la recámara. Este refresco había que hacerlo a fondo cada pocos tiros, pues el cañón podía llegar a ponerse al rojo vivo y llegar a explotar, deformarse por el calor o sufrir alguna fisura. Los cañones españoles fundidos en la Cavada tenían la ventaja de avisar antes de explotar porque se desquebrajaban cuando estaban a punto de estallar, lo cual daba tiempo al menos de alejarse.
Se limpiaba el ánima del cañón
8.- Con el cepillo se retiraban los restos y se limpiaba el ánima, quedándo el cañón listo para repetir el proceso de carga.
  • Agradecimiento especial a Luis Villoslada. Textos introductorios de María Jesús Melero, investigadora del Museo Naval de Madrid («La evolución y empleo del armamento a bordo de los buques entre los siglos XIV al XIX»).

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