Por Abraham Pickman.
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Grandes misterios y sucesos extraños navales
Índice
Vídeo sobre la historia del misterio de las islas Flannan
Las islas Flannan
Las islas Flannan son un pequeño archipiélago compuesto por siete islas pertenecientes a las Hébridas Exteriores, en la costa occidental de Escocia, Reino Unido. Están a aproximadamente treinta kilómetros al oeste de la isla de Lewis, su litoral más cercano.
En la más grande de ellas, la isla de Eilean Mòr, se construyó entre los años 1896 y 1899 un faro de veintitrés metros de altura. Elevado en aquella verde cima de unos cuarenta y cinco metros de altitud, su lámpara, que generaba una luz de casi cien mil candelas de intensidad, era vista a treinta kilómetros a la redonda por los navegantes.
Su principal función era guiar a los barcos que se dirigían hacia el cabo Wrath y el estrecho de Pentland Firthque. La inauguración del faro fue el 7 de diciembre de 1899, comenzando así su largo servicio.
En la misma isla también se construyó una pequeña capilla dedicada a San Flannan, de la que hoy día no quedan más que las ruinas, un embarcadero, escaleras y una pequeña vía férrea. Todas estas estructuras iban destinadas a subir hasta el faro las cajas con los víveres, medicamentos y demás enseres necesarios para la subsistencia en aquel alejado lugar.
Por medio de este método, también era posible subir sin mucho esfuerzo los toneles de queroseno que alimentaban al faro y lo hacía funcionar gracias a un pequeño motor de vapor.
Los cuidados y mantenimiento del faro estaban a cargo de cuatro hombres, pero solo tres de ellos permanecían en la isla, de modo que el cuarto de ellos iba rotando y relevando al resto del equipo; así, quedaban siempre tres de ellos en la isla y uno en tierra firme.
En las navidades de 1900 se encontraban en la isla James Ducat, como farero principal, Thomas Marshall, como primer ayudante y Donald McArthur, como segundo ayudante; todos ellos, hombres con varios años de experiencia. McArthur ocupaba el puesto de otro guardián, William Ross, que fue dado de baja por enfermedad.
En tierra se encontraba el cuarto y último hombre del equipo, que también estaba al cargo de otros faros de Escocia: Joseph Moore.
Los fareros se ocupaban del mantenimiento de las piezas mecánicas y de la limpieza de las lentes diariamente. Mientras permanecían al cuidado por largos meses, su único sistema de comunicación con el resto del mundo era el barco que aprovisionaba a la isla y un rudimentario sistema de banderas de colores que, en los días despejados, eran visibles desde las costas más cercanas con la ayuda de un catalejo o prismáticos.
En tierra firme se encontraba una familia que había acordado dar aviso si eran testigos de alguna anomalía.
Para no depender por completo de los alimentos que les llegaban de tierra, los tres fareros tenían su propio huerto, en el que cosechaban una gran variedad de hortalizas. Además, también criaban sus propias ovejas y gallinas y pescaban en las escarpadas costas de la isla.
El 15 de diciembre de 1900, poco más de un año después de su inauguración, el capitán Holman, del vapor S.S. Archtor, un vapor estadounidense que viajaba de Philadelphia a Leith, se sorprendió junto a su tripulación de ver que el faro de las Flannan estaba apagado pese a que ya había oscurecido; la falta de luz hacia que la enorme isla se fusionaba con un horizonte casi imperceptible.
Tres días después, del 18 al 19 de diciembre, cuando hubo llegado a puerto, no tardó en enviar un mensaje a su naviera, la Cosmopolitan Line Steamers, para que advirtieran estos a la Northern Lighthouse Board, la sociedad pública encargada de gestionar los faros de Escocia y la isla de Man. Tiempo después se supo que dicho aviso nunca llegó a producirse.
Otros barcos que pasaron por allí, como puede ser el caso del Fairwind, también se percataron de la ausencia de luz en el faro y lo comentaron en tierra firme tiempo después.
El 20 de diciembre estaba prevista la llegada del Hesperus, el barco que llevaría provisiones y el relevo al faro, no obstante, tuvo que retrasarse hasta el 26 por las malas condiciones meteorológicas. A su capitán, James Harvie, le extrañó ver que la bandera de bienvenida no había sido izada y que nadie venía a recibirlos como era de esperar.
Creyó que los guardianes no los habían visto venir, por eso hizo sonar el potente silbato del barco para llamar la atención y lanzó una bengala; aun así, nadie acudió. Tras aquel imprevisto, Joseph Moore, que iba a relevar a uno de los fareros, decidió echar un bote al agua y remar hasta la isla para averiguar qué sucedía.
Joseph Moore consiguió tomar tierra con cierta dificultad. Y quedó muy impresionado al desembarcar y ver los desperfectos que allí se presentaban; muy probablemente ocasionados por la tempestad de los días anteriores.
Al parecer, una roca que debió de pesar varias toneladas se había desprendido de la pared próxima a la zona de atraque, las barandillas de hierro de la zona estaban dobladas y retorcidas. Varios tramos de los raíles de metal estaban igualmente doblados y el cabrestante de la grúa se encontraba desenrollado y suelto sobre las rocas.
Este, normalmente, se guardaba en un cajón al lado de la grúa, pero el cajón había desaparecido. Nadie parecía haber hecho nada para reparar aquellos severos desperfectos.
Moore subió las escaleras y cruzó la isla por el camino hasta el faro. Tanto la puerta del muro exterior como la de la casa de los guardas estaban cerradas, a excepción de la cocina.
A primera vista, todo en el interior parecía estar en perfecto orden, pero no había rastro de Marshall, Ducat y MacArthur. El único rastro de vida que encontró fue la de un canario que, casi muerto de hambre, permanecía encerrado en su jaula.
Tres desaparecidos y una investigación
Joseph Moore volvió al Hesperus a informar a James Harvie. Este rápidamente le asignó cuatro de sus hombres: McCormack, McDonald, Campbell y Lamont, para que volviesen al faro e hiciesen una búsqueda más exhaustiva.
Esta segunda vez, observando más detenidamente el lugar, pudieron apreciar detalles que hasta el momento habían pasado desapercibidos: las camas de los tres hombres estaban hechas; el fuego, en la cocina, había estado encendido y se había apagado por falta de combustible; el reloj estaba inexplicablemente parado y una mesa del salón se encontraba preparada, con los cubiertos y los alimentos sobre ella a medio consumir.
En cuanto al faro, la maquinaria estaba en perfecto estado, y no parecía faltarle el combustible que lo hacía funcionar… lo que indicaba que el trabajo del día 15 había sido realizado.
Observando más detenidamente, se percataron de que uno de los tres chubasqueros, precisamente el de McArthur, junto a sus botas de agua, estaba en el pequeño recibidor, pero faltaban los de sus dos compañeros, Ducat y Marshall.
El único indicio de desorden que pudieron encontrar fue una silla que, caída en la cocina, llamó también la atención de los cinco hombres.
Moore revisó la última anotación del diario del faro, en el que los guardianes escribían todo cuanto ocurría. Lo último anotado era de la mañana del 15, el mismo día en el que el S. S.Archtor, y quién sabe qué otro navío además del Fairwind, pasaba frente a la isla y se percataban de la ausencia de luz.
Tras aquello, la tripulación del Hesperus peinó concienzudamente la isla, y pese a sus esfuerzos por encontrarlos, no hubo rastro de ellos.
Harvie no tardó en volver al puerto de Breasclete, en la isla de Lewis, a dar aviso de lo sucedido. Mientras, Moore y los cuatro hombres asignados por Harvie, se ofrecieron voluntarios para ayudarle y se quedaron en la isla haciendo funcionar el faro.
El capitán Harvie, mandó un telegrama a William Murdoch, secretario de la Northern Lighthouse Board, en el que ponía:
Ha ocurrido un terrible accidente en las Flannans. Los tres guardianes, Ducat, Marshall y el ocasional, McArthur, han desaparecido de la isla. A nuestra llegada esta tarde no hemos visto ningún signo de vida.
Robert Muirhead, que había contratado a los tres desaparecidos y que conocía las personalidades de los tres hombres muy bien, desembarcó en Eilean Mòr dos días después, el 29 de diciembre, dispuesto a averiguar qué había pasado. Sin embargo no pudo averiguar mucho más de lo que Moore ya le había contado, excepto unas extrañas anotaciones en el diario del faro que no habían sido leídas.
Allí, con mano trémula, Thomas Marshall había anotado el 12 de diciembre que estaban sufriendo vientos “como no habían visto en veinte años”, que Ducat estaba “muy tranquilo” y que McArthur “había estado llorando”.
Resulta extraño que un veterano como él, con años y años de experiencia a sus espaldas, llegase al punto de llorar por una simple tormenta, por muy fuerte que fuese esta. El día 13, Marshall anotó que la tormenta no había cesado y que los tres habían estado rezando.
Resulta curioso… ¿cómo es que tres fareros expertos se habían asustado tanto hasta el punto de ponerse a rezar? Una cuestión a tener muy en cuenta es que del 12 al 13 los informes meteorológicos no mostraban ninguna actividad de mal tiempo en la zona, todo lo contrario, la mar estuvo calmada y el cielo despejado.
Hipótesis
En el informe para la junta investigadora de Edimburgo de julio de 1901, Muirhead llegó a la conclusión de que, probablemente, los tres habían salido del faro para asegurar el cajón de madera desaparecido que contenía el cabrestante amenazado por el temporal.
Mientras lo hacían, una ola los arrastró mar adentro. Esta hipótesis no convenció a muchos. Demasiados cabos sueltos, demasiados sucesos sin una aparente explicación lógica.
¿Por qué habían salido los tres hombres del faro cuando las normas de la compañía establecían que bajo ningún concepto se debía dejar el faro sin vigilancia? ¿Por qué McArthur, de haber salido bajo la lluvia en pos de sus dos compañeros, no se había puesto el chubasquero y las botas de agua?
Muirhead también explicó que Ducat y Marshall se encontraban en el exterior durante el temporal, quizás intentando rescatar algún objeto de valor arrastrado por el mal tiempo, y que McArthur, al ver que unas olas gigantes se acercaban a la costa, salió a toda prisa a avisarlos olvidándose del chubasquero y las botas. La ola los habría arrastrado a los tres mar adentro.
Pero claro, ¿cómo es que a McArthur no le dio tiempo a ponerse el chubasquero, pero sí de cerrar todas las puertas que Moore encontró cerradas a su llegada a la isla?
Además, el diario del faro señalaba que el día 15 había pasado lo peor de la tormenta y que todo estaba volviendo a la “normalidad”. La última anotación decía: “La tormenta ha terminado, el mar está en calma. Dios está sobre todas las cosas”.
De haber caído los tras al agua, ¿dónde estaban los cadáveres? Deberían haber sido arrastrados a la costa por las fuertes corrientes o ser avistados por alguno de los numerosos barcos que navegaban por la zona. Nunca se encontraron.
Otra de las hipótesis de las que se habló era que uno de los hombres había matado a los otros dos y arrojado los cuerpos al mar antes de precipitarse él también.
Es posible que el a veces largo aislamiento de los tres fareros crease tensión entre ellos y esto pudiese llevar a una disputa, pero era bien sabido por las familias y Muirhead que ninguno era violento o guardaba rencor al otro.
Además, no se encontraron signos de lucha en el faro ni en la isla, a excepción de la silla caída en la cocina, que más que el resultado de una pelea, pareciese haberse caído al levantarse con prisas.
Albert Petrie, un farero de tierra firme, también dijo que podrían habérselos llevado un barco extranjero, aunque se desconoce la razón.
Se dice también que uno de los guardianes era alcohólico y que, estando borracho, empujó a sus dos compañeros, que cayeron al agua; luego él tropezaría y caería también. O que cayeron al agua mientras se peleaban por una mujer.
Otras hipótesis, más influenciadas por las creencias de la antigüedad, señalan que se los llevó un monstruo marino de la zona de atraque, alguno de la mitología escocesa, como puede ser el kelpie o una serpiente marina gigante.
Después de la desaparición
Después de aquella tragedia, muchos hombres eran reacios a trabajar en el lugar. La gran mayoría de ellos estaban convencidos de escuchar voces fantasmales en el viento que pronunciaban los nombres de los tres hombres desaparecidos, entre los agudos gritos de las aves marinas y las olas que chocaban en las caras del acantilado.
Aunque trabajar en el faro de Eilean Mòr se convertía en una existencia solitaria y aislada, siempre había hombres que no creían en estas supersticiones y estaban dispuestos a ir allí. Aunque sí es verdad que, tras los sucesos, el nombre de las Flannan era escuchado por todos con cierto respeto y temor.
Una vez que la investigación terminó, se contrató a un nuevo equipo de guardianes y se siguió con el sistema por turnos como hasta entonces. En los setenta años siguientes, ningún extraño acontecimiento se volvió a manifestar en la isla.
A partir de 1971, el faro fue automatizado y ya no hizo falta la presencia de ningún hombre allí, excepto cuando es necesaria una reparación o alguna revisión periódica.
El faro en el arte
El poeta británico Wilfrid Wilson Gibson, que sirvió en la Primera Guerra Mundial, escribió en 1912 un largo poema en el que una fuerza sobrenatural envuelve a los tres hombres y los convierte en aves marinas.
Para escribir el poema, Gibson se inspiró en gran parte en lo descrito por Joseph Moore, el primer hombre que llegó a la isla en el Hesperus después de la desaparición y que vio tres extrañas aves negras mirándolo desde una de las rocas cuando atracó.
Las aves, según relató Moore en más de una ocasión, revolotearon en el aire para posteriormente zambullirse en el mar sin luego emerger de nuevo.
El misterio de los tres hombres también inspiró una ópera titulada El Faro. Se estrenó en 1980 en el famoso festival de Edimburgo. Fue compuesta por Peter Maxwell Davies, que visitó la isla y expresó sentirse emocionalmente involucrado en la historia.
“En esa isla tuve un sentimiento de tensión, simplemente paseando, es como si nos rodeara una legión de fantasmas”, dijo en una ocasión en una entrevista.
Sin duda alguna, el misterio del faro de las islas Flannan es uno de los siniestros costeros más famosos del mundo, y a día de hoy, se desconoce qué pudo haber sucedido con los tres hombres que desaparecieron sin dejar rastro alguno.