Por Juan García (Todo a Babor)
Índice
Introducción
Aprovechando la recién iniciada guerra de los otomanos contra los persas, en la que luego se llamó la guerra otomano-safávida (1603-1618), el rey de España, Felipe III, quiso aprovechar la coyuntura y, gracias a una inteligente labor diplomática, ayudar a los persas contra el Imperio Otomano, que aunque ya no era la temible fuerza del siglo precedente, seguía teniendo gran poder y presencia en el Mediterráneo oriental.
Una embajada del sah de Persia que llegó á la corte en Valladolid proponiendo liga contra el Turco afirmó los planes del valido, lisonjeándole la idea de llevar á cabo el pensamiento constante de Felipe II, poniendo la bandera de España en los Baños de Argel, poblados de cautivos cristianos. Los embajadores de Ispahán hallaron, por tanto, cordial acogida, volviendo á su país con palabra empeñada de guerra al Sultán por Europa y por África, mientras los persas le hostigaban por Asia.
Armada Española: desde la unión… Fernández Duro.
Sin embargo, esta ayuda no fue todo lo esperable de un Imperio como el español, todavía en la cúspide de su poder, y tan sólo se mandó al segundo marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán (hijo del mítico marino), dirigirse hacia aguas de levante para hacer todo el daño posible a los turcos.
Misma orden recibió el general de las galeras de Sicilia, Juan de Padilla Manrique de Acuña, conde de Santa Gadea y Adelantado mayor de Castilla. Pero este último sólo se uniría a la escuadra de Bazán al final de la expedición a Isla Longo, como veremos.
Hacia el Mediterráneo oriental
En 1604 don Álvaro de Bazán era general de las galeras de Nápoles desde hacía muy poco tiempo, cuando recibió la orden de dirigirse hacia el este con su escuadra.
Bazán, quien en mayo se encontraba en Malta, donde debió embarcar a algunos caballeros de la Orden, ya que, como veremos más adelante, combatieron con los españoles, y salió de allí el 20 de mayo, haciendo aguada en África y reconociendo la isla de Candía, que así era cómo se conocía a la isla de Creta por entonces.
Allí toparon con fuertes vientos que los obligó a anclar a diez millas de Candía. Tras alguna captura sin importancia, unos venecianos les informaron de la presencia en Chipre de importantes efectivos enemigos que escotaban un gran convoy.
Con más informaciones que les iban llegando, calcularon que los otomanos disponían de una potentísima armada (de las cuales habría casi una treintena de galeras), que hacía imposible cualquier ataque al convoy.
Tampoco pudieron dirigirse a Esmirna, que era su siguiente objetivo, pues sabían que aquella empresa era difícil por la misma situación de la ciudad, así que pusieron rumbo a la Isla Longo.
Ataque a la fortaleza de la Isla Longo
La Isla Longo, Lógos en griego, se encuentra al sur de Corfú, en las Islas Jónicas al oeste de la costa griega continental.
En aquella época estaba bajo dominio otomano y contaba con un castillo con baluartes y traveses a la moderna. Tenía una guarnición de no menos de 2.000 turcos.
Parecía ser una posición formidable, muy difícil de tomar si no era con grandes fuerzas, algo con lo que no contaba Álvaro de Bazán. Hablaron los españoles con gente que conocía la zona…
…si se podía tomar el castillo con escalada o petardos, nos resolvimos a que no se intentase, por tener un foso tan grande que en él se fabrican galeras, y puente levadizo y 400 soldados de guarnición dentro, que si no es por batería no se puede tomar de otra manera.
Como el castillo estaba dentro de la ciudad, se tomó la determinación de ir por esta última, aunque estaba rodeada por una muralla. Para ello, Álvaro de Bazán dispuso que los petardos1 fueran por delante junto con 50 caballeros de la Orden de San Juan con la intención de abrirse paso a fuego por una de las dos puertas.
Tras ellos irían el capitán Francisco Giner de Torre con otros 50 soldados de su compañía y luego el capitán Gonzalo de Vera con 200 soldados más, quien tenía orden de tomar el paso que había entre la ciudad y el castillo, para así asegurar que nadie podía entrar ni salir de este para auxiliar.
Una vez asegurada la zona, los seguiría Antonio de Velasco, capitán de la galera patrona, con 150 soldados, y el capitán Luis de Leyva con otros 150 infantes más, que entrarían en la ciudad y la saquearían, combatiendo contra los turcos que allí se encontraran.
Al capitán Juan de Castro y a Diego de Vera se los encomendó el escuadrón volante, con 50 soldados con picas y 100 arcabuceros. El resto del escuadrón de piqueros, con el general de la Orden de San Juan y Diego Pimentel, se encontraban con el general Álvaro de Bazán.
Las galeras quedarían a cargo de García de Toledo.
Este era el plan de batalla. La ejecución se realizó el domingo 19 de mayo, y tres horas entes del amanecer se pasó al ataque al famoso grito de la infantería española de ¡Santiago!
Al poco, los de la ciudad dieron la alarma al tiempo que los españoles apretaban el paso. Los caballeros de Malta, junto con las tropas de Giner, que llevaba el petardo, se toparon con turcos en los arrabales, que no fueron un obstáculo tras matar y hacer huir a los defensores.
Así, llegaron a la ciudad, que en aquellos momentos ya estaba levantada en armas contra los invasores, incluso con la algarabía de las flautas y dulzainas2.
A pesar del fuego de los mosquetes y la utilización del petardo en la puerta de la ciudad, esta no cedió hasta que los soldados, mediante maderos y hachas, lograron derribar la puerta, entrando la tropa y peleando contra los turcos que había por las calles y que los siguieron hasta el castillo.
Gracias al plan de Bazán, las tropas iban subiendo al castillo de forma gradual, evitando que los turcos de la ciudad rodeasen y enfrentasen con superioridad a un solo grupo. Los que venían por detrás iban atacando a los que se iban acumulando delante.
No obstante, no fue una operación fácil. Gonzalo de Vera pudo sostener su posición aunque a costa de muchos muertos y heridos. Él mismo fue herido por una de las numerosas piedras que les lanzaban.
Vera, junto con Antonio de Velasco y Luis de Leyva, resistieron a las tropas que salían del castillo, matando a muchos de ellos.
Tras conquistar el castillo comenzó el saqueo a la ciudad, quemando el barrio judío, aunque procurando dejar intactas las iglesias y casas griegas.
Tras la batalla
Las tropas españolas arrasaron el lugar. Las bajas otomanas fueron cuantiosas, con más de 400 muertos y un número no determinado de heridos, que tuvo que ser significativo.
Una de las víctimas más notables fue la de Fátima la nieta de Müezzinzade Ali Paşa, llamado por los españoles Alí-Bajá, quien fuera el comandante al mando de la flota otomana en Lepanto. Fue muerta por dos malteses cuando la llevaban presa, al saber su origen.
Los españoles y sus aliados malteses tuvieron 30 bajas mortales, destacando las del capitán Franxiner y Alonso Cardona, hijo del marqués de Guadalete. Quedaron heridos Antonio de Velasco, con un flechazo en una pierna, el capitán Suárez, de un arcabuzazo y el capitán Cano en la cara, temiendo que de la herida se quedara ciego; también resultaron heridos el capitán Villalobos, de otro arcabuzazo, y Francisco Ruiz de Villegas, quien era secretario de Bazán.
Los turcos pelearon muy bien, así como los españoles, que demostraron un gran valor al atacar una ciudad fortificada bien defendida.
Ha sido presa de mucha consideración, por ser esta la mejor isla de todo el archipiélago fuera de Rodas y demás turcas.
Además del botín material, se hicieron con 189 esclavos y esclavas y se dio libertad a doce húngaros y cinco húngaras que estaban cautivos en el castillo, la ciudad y el arrabal.
Movimientos posteriores
La tropa de Bazán se retiró con muy buen orden, aunque fueron seguidos por algunos turcos, que mantuvieron alguna escaramuza con la retaguardia española.
Tras embarcar a todos, la escuadra española fue deteniéndose en varios puntos de la costa griega, haciendo aguadas y aguardando ocasiones para actuar.
En una de esas apresaron varias naves que iban hacia Constantinopla (Estambul), de las que tomaron algunos prisioneros y algunas ropas, pero sin ocasionar desperfectos en los buques, ya que eran venecianos.
Por la zona toparon con siete galeras del general de las galeras de Sicilia, Juan de Padilla, con las que se juntaron para seguir con los ataques de oportunidad.
Sin embargo, por falta de bizcocho, y por saberse que los turcos los habían descubierto, se dieron la vuelta a Nápoles.
Al año siguiente Bazán acometió contra los corsarios que saqueaban las costas calabresas y que tenían por base la villa albanesa de Durazo3.
Con catorce galeras y tropa de infantería desembarcó en la ciudad el 3 de agosto, atacando de madrugada. Gracias al petardo que colocaron en la puerta, accedieron los españoles con tiempo para evitar que los turcos subieran el puente levadizo del castillo y se encerraran en él.
Los españoles sacaron un gran botín, llevándose 40 piezas de artillería gruesas, muchas armas, prisioneros, caballos, ganado vacuno, además de incendiar las casas.
El segundo marqués de Santa Cruz seguiría asolando a los turcos, por tierra y por mar, a veces en conjunción con el Duque de Osuna, de cuya marina hemos relatado tantos episodios.
Notas
- Un petardo era un arma explosiva usada en el siglo XVII, normalmente era un tubo grande de bronce no muy largo, rellenado con fina pólvora se colocaba contra una puerta para volarla o contra una pared para hacer una brecha. Era de origen francés.
- Instrumento musical de viento, parecido a la chirimía, pero más corto y de tonos más altos. RAE.
- Durrës o Dirraquio (en italiano Durazzo, del que toma el español el nombre) es una ciudad costera del norte de Albania, que estuvo bajo dominio otomano desde 1501.
Fuentes
- El Gran Duque de Osuna y su marina. Cesáreo Fernández Duro.
- La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Cesáreo Fernández Duro.