Por Juan García (Todo a Babor)
Índice
Introducción
En Todo a babor ya hemos visto unos cuantos hombres arrojados y valientes de nuestra desconocida historia naval que poco o nada tendrían que envidiar a los de otros países.
Hace tiempo nombramos de pasada un episodio rutinario de aquella marina de élite que fue la española de principios del siglo XVII. En aquella ocasión apareció el protagonista de la historia de hoy como un invitado de lujo en una acción de Diego Pimentel.
Hoy os contaré con más detalle sobre don Álvaro de Bazán y Guzmán, segundo Marqués de Santa Cruz, e hijo del legendario Bazán que combatió en Lepanto o en las Azores, entre muchas otras batallas y sobre un episodio que ilustra con acierto la bravura de este hombre, digno sucesor de su padre.
En la actualidad se habla mucho de Blas de Lezo y se reivindica, con razón, su memoria, pero creo que tenemos al que seguramente fue el mejor de nuestros marinos, Álvaro de Bazán y Guzmán, hijo este del también magnífico marino del mismo nombre Álvaro de Bazán y Solís, llamado «el Viejo», y que ambos están prácticamente desterrados de la memoria de este país.
Esperemos que esto vaya cambiando en el futuro.
Don Álvaro de Bazán. Segundo Marqués de Santa Cruz
Álvaro de Bazán y Benavides nació el 13 de septiembre de 1571. El rey Felipe II lo nombró en 1597 capitán general de las galeras de Portugal, ascendiendo sucesivamente al mando de las de Nápoles (el 15 de agosto de 1603), España (13 de agosto de 1616) y al más alto cargo de teniente general de la mar (En 6 de junio de 1621 y 24 de septiembre de 1624).
Antes de que comenzaran los virreinatos del duque de Osuna, y sus victorias, don Álvaro de Bazán ya había paseado de manera gloriosa por los mares de levante el pabellón nacional.
El hijo del gran Álvaro de Bazán tenía también un historial digno de asombro. Valgan estos ejemplos:
En 1604 corrió los archipiélagos de levante y asaltó por sorpresa la ciudad fortificada de Isla Longo, poniéndola a saco y a fuego. También cayeron de la misma manera las de Usali y Estancho.
Costó más acabar con el nido de piratas que era Durrës, puerto de Albania, que disponía de una muralla y un castillo recio. Fue atacada por tierra y mar, con 26 galeras, y asaltada hasta su completa destrucción.
Hombre de tal valía era lo que necesitaba el duque de Osuna para su marina, pero no pudo ser:
Desde 1611 se halla en la narración del duque las memorias de sus hechos: los Querquenes, la Goleta, la toma de Oneglia, en la guerra de Saboya; las dos expediciones frustradas del príncipe Filiberto. ¡Cuánto deseaba por entonces Osuna tenerlo a sus órdenes!
No pudo ser; no obstante, mantuvieron ambos siempre unas cordiales relaciones.
Bazán sólo tenía a su rey por jefe y sólo a este le rendía cuentas, lo que no quita que se aliara a veces con las galeras de Osuna para operaciones conjuntas. No hay que olvidar que la marina del duque, a pesar de ser pagada y mantenida por el mismo Osuna, llevaba tropa y mandos de la Armada del rey.
Sigamos con su relación naval. En 1624 apresó un navío holandés, incendió los bajeles corsarios de Túnez dentro del puerto y poco después luchó contra tres galeones turcos, como veremos en esta entrada a continuación con más detalle.
El 13 de julio de 1624 pasó al Adriático persiguiendo a unas galeras de Argel y Biserta, en una victoria muy señalada que pasaremos a relatar en una próxima entrada. Así como la relación de cuando se batió con otra escuadra berberisca frente a Puerto-Farina.
En 1625 llegó la armada francesa al puerto de Génova, que por tierra iba a ser también sitiada por los saboyanos. Pero acudió Bazán con sus buques y ahuyentó al enemigo, salvando así la ciudad.
Cerramos sus empresas navales con la conquista a los franceses de las islas Santa Margarita y San Honorato, en combinación con la escuadra del marqués de Villafranca en 1635.
Es pues, un digno sucesor de su padre y otro más de nuestros bravos marinos que lo dieron todo por conservar un imperio asediado por todos los flancos.
Lucha contra los galeones turcos
Estamos en 1624. Salió de Palermo, en Sicilia, nuestro protagonista, don Álvaro de Bazán hijo, al mando de catorce galeras. En esta época ya era un reconocido marino.
Cuatro de estas embarcaciones eran de la escuadra de galeras de España (las de su mando), cuatro del virreinato de Sicilia (el duque de Osuna fue virrey de Sicilia desde 1610 a 1616, así que estas ya no eran las de su afamada marina, aunque seguían siendo españolas y bien tripuladas), y seis galeras de Malta, nación siempre asediada por piratas berberiscos y el Turco, por lo que se apuntaban siempre a cualquier operación que llevara a hacer daño a cualquiera de sus enemigos.
Pusieron rumbo a Túnez. Por el camino, cerca de la isla Favignana (la principal de las islas Egadas, al oeste de Sicilia), encontraron y apresaron un navío holandés de 20 cañones. En el apresamiento había muerto su capitán.
Poco tiempo después, avistaron tres galeones grandes turcos, bajo el mando de Alí Arráez Rabazin (Arráez es capitán en turco), que era un renegado de Ferrara (una ciudad de la región homónima italiana al norte del país). Este había sido esclavo del mismo marqués de Santa Cruz, habiendo navegado mucho por las costas de España con él y haciéndose muy práctico.
Este corsario estaba muy confiado en la fuerza de sus galeones, así que desplegó sus banderas de combate yendo hacia las galeras, seguro de rechazarlas si estas optaban por el abordaje, que era la táctica habitual.
Algunos años antes Francisco de Ribera, con varios buques a vela había conseguido rechazar el ataque de medio centenar de galeras turcas. ¿Ocurríría aquí algo parecido?
Sin embargo, Álvaro de Bazán optó por una estrategia distinta a la utilizada por los turcos en aquella ocasión. Ignoró el abordaje, sabedor de que le costaría muchos hombres.
Lo que hizo fue ganar el barlovento, y teniendo en crujía (en la parte delantera de las galeras) cañones de más calibre y alcance que los del enemigo, le combatió a distancia, dejándoles a estos los cascos y aparejos destrozados.
Comprendiendo demasiado tarde el problema que tenía, Rabazin se puso en huída hacia la costa, que estaba no muy lejos. Embarrancó y empezaron a escaparse a pie.
Llegaron las galeras por las popas de los galeones y los apresaron, al igual que a su comandante Rabazin, que estaba herido. A bordo de los buques encontraron el gran botín de todos los robos que estos habían estado haciendo.
La escuadra cristiana puso de nuevo a flote los galeones y se los llevaron a Palermo, entrando de manera pomposa con pavesadas, banderas y flámulas turcas arrastradas por el agua.
Fuentes:
- El Gran Duque de Osuna y su marina, por Cesáreo Fernández Duro.
- La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Cesáreo Fernández Duro.