De cómo los turcos quisieron engañar al duque de Osuna (y les salió mal)

Por Juan García (Todo a Babor)

Galera en un puerto italiano
Galeras y otros buques en un puerto italiano. Pintado por Jacob Knyff (1638-1681). National Maritime Museum, Greenwich, Londres.

Introducción

En el verano de 1613 los turcos quisieron hacerle una táctica del insecto palo al afamado duque de Osuna. ¿Y qué es eso?, preguntarán con razón. Pues aunque ya lo explico en el enlace que les he añadido, les resumiré que era costumbre entre las marinas de todas las épocas hacerse pasar por mercante cuando el buque en cuestión era un buque de guerra.

Así se acercaban a su posible presa como si se tratara de un cordero cuando en realidad se trataba de un lobo buscando una oportunidad para dar a conocer su verdadera naturaleza. Como ya digo, nada nuevo bajo el sol.

Los turcos se hacen pasar por «mercantes» venecianos

Por aquel temprano año de 1613 la marina del duque de Osuna, que era virrey de Sicilia, estaba empezando a ser conocida por su tenacidad, arrojo y valor, pero aún quedaban algunos años para demostrar todo su potencial. Pero ya por entonces, empezaban a vislumbrarse algunas de las cualidades que tendrían en el futuro.

Una de ellas podría decirse que era el don de la oportunidad.

El 28 de agosto de aquel año, dos naves turcas llegaron al puerto siciliano de Messina. Se hacían pasar por venecianas con el propósito de parecerse a dos inofensivos buques mercantes que venían a comerciar como tantos otros.

Sin embargo, el duque tenía informadores en Constantinopla (llamada todavía así por los cristianos a pesar de que los turcos la llamaban Estambul). Y estos pasaron una información advirtiendo a los españoles de que del puerto otomano habían salido buques de guerra haciéndose pasar por mercantes con desconocidos designios. Luego veremos en que consistía ese propósito.

El mismo duque de Osuna, don Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar, quiso visitar en persona uno de aquellos buques que se hallaban en su puerto, quizás divertido por la estratagema que trataban de colarle a él, hombre sagaz como pocos (y con gran valor, todo sea dicho).

Retrato del duque de Osuna.
Pedro Téllez-Girón y Velasco, III Duque de Osuna. (1574-1624). Retrato realizado por Bartolomé González y Serrano en 1615.

Ni corto ni perezoso dejó que los del buque le enseñaran, haciéndose de paso el interesado, todas esas exquisiteces traídas de Oriente, como cristales, vidrios, papeles y otras mercaderías que, según ellos, debían deslumbrar a los cristianos.

Pero el duque no sólo miraba las bagatelas, sino que aprovechó el tiempo para observar la artillería, que era mucha y buena, a los hombres, que eran demasiados para tratarse de un honrado barco mercante, y que muchos de aquellos, aunque hablaban en italiano lo hacían con un característico acento turco que no podían disimular.

Al terminar la visita, el duque de Osuna se despidió mostrando mucho regocijo de lo que había visto.

Al poco ordenó al vizcaíno capitán Irrizaga que fuese con una escuadra de soldados españoles a bordo de los buques «supuestamente» venecianos y que trajeran a sus patrones y hombres principales con la excusa de informarse de ciertas cosas de Venecia tocantes al servicio de S.M. Los españoles tenían orden de abrir fuego con la artillería del puerto en caso de que aquellos se negaran a acompañarlos, cosa que hicieron con harto sentimiento suyo, aunque disimulándolo con buen semblante.

Una vez apresados los jefes, dos compañías apresaron los navíos y se apoderaron de la artillería y municiones.

El duque quería saber el verdadero propósito de aquellos buques, y como vio que simplemente preguntando no le quisieron decir nada, optó por lo que se estilaba por entonces cuando había que sacar información a quien no quería darla.

Tras unas sesiones de tormento, todos confesaron que, efectivamente, eran turcos y que por orden de su señor venían a quemar cuantos bajeles y armas del Rey de España hubiese en Messina. Para ello llevaban, para mejor ejecución por lengua, dos renegados de la tierra llamados Azaga y Escander.

Osuna mandó ahorcar a estos, además de los patrones y Arráez de los buques, que por hacerse pasar por quienes no eran, fueron considerados piratas y tratados como tales. El resto fue puesto al remo de las galeras de Sicilia; las que querían quemar.

Disimulados entre la mercancía de los buques turcos, descubrieron gran cantidad de bombas y otros artificios de fuego con los que querían haber realizado su comisión.

El contraataque del duque de Osuna

Los españoles supieron que ambos buques venían acompañados de otros que se quedaron en la distancia por si a los «mercantes» les hiciera falta su ayuda. Se trataba de una escuadra de varias galeras con algunas galeotas bajo el mando de Azan-Bey.

Así pues, Osuna ordenó a don Alonso Pimentel, hijo del conde de Benavente y teniente del Marqués de Santa Cruz, que estaba en el puerto con su escuadra de galeras de Nápoles que fuera, en conserva con otras de Sicilia, bajo el mando de don Gonzalo de Cárdenas, hacia el cabo de Aliche a sorprender a los turcos que por allí estarían.

Efectivamente, dieron con ellos junto al río Esquilache, donde había doscientos turcos desembarcados haciendo la aguada y otras faenas.

Al divisar a los españoles, las galeras huyeron sin tener tiempo de recoger a los desembarcados. No obstante, las galeras cristianas apretaron para alcanzarlos, dándoles caza al poco tiempo.

La galera principal de las de Nápoles abrió con su espolón el costado de una de las turcas, llevándose casi toda una banda de remos. Saltaron a bordo algunos soldados españoles con espadas y rodelas, rindiéndo la galera a pesar del valor de los turcos.

Galera de Berbería
Galera berberisca. Grabado de la escuela holandesa. Sin fecha. Colección privada.

La otra galera otomana fue atacada por fuerzas múltiples y desbaratada de tal forma que se fue hacia tierra, señal inequívoca de rendición, consiguiéndose la victoria con solo la pérdida de cinco hombres.

Las galeotas tampoco escaparon, ya que tras una pequeña refriega, se rindieron. También lograron represar un buque de Cartagena que, yendo hacia Génova, había sido apresado por los turcos.

Se hicieron más de trescientos prisioneros y se libraron del remo a más de doscientos cautivos cristianos. En dos de las embarcaciones turcas se hallaron más de 20.000 cequíes de oro y más de 22.000 reales de a ocho y de a cuatro, provenientes del mercante represado.

Los dos centenares de hombres que habían dejado los turcos en tierra, por la premura de salir al llegar los españoles, huyeron a la sierra donde terminaron siendo perseguidos por las tropas que los españoles desembarcaron a tal efecto, además de la caballería napolitana que habían salido a buscarlos. Una parte de los turcos murieron alanceados y otra quedaron cautivos, pero no logró escapar ninguno.

El 21 de septiembre llegaron a Messina las galeras victoriosas con sus trofeos, donde fueron recibidos por el duque de Osuna quien honró a sus hombres y a algunos caballeros sicilianos que habían querido embarcarse en aquella ocasión.

Al Rey de España le tocó por todo aquello, como su parte del botín, 150.000 ducados, así que no puede decirse que le saliera mal el negocio del corso de su virrey más eficaz.

Fuente:

  • El Gran Duque de Osuna y su marina, por Cesáreo Fernández Duro.

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