Operación capturar al Bajá de Chipre

Por Juan García (Todo a Babor)

Una batalla naval entre cristianos y turcos.
Una batalla naval entre cristianos y turcos. Pintura de Johannes Lingelbach (1622–1674). York Museums Trust.

Actos como el que traemos hoy dicen mucho de la clase de gente que eran los hombres del Duque de Osuna; y sobre todo el mismo don Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar: hombre valiente y decidido que siempre veía con buenos ojos cualquier empresa donde pudiera sacar provecho, bien fuera monetario o político. O ambas a la vez.

Una armada muy cara que había que mantener

Fue en la primavera de 1617 cuando se le presentó a este la oportunidad de aumentar sus arcas.

Recordemos que los aprestos de los buques de su virreinato (primero de Sicilia y luego de Nápoles) los pagaba él de su bolsillo, aunque todo hay que decirlo, los mandos de la misma, así como las guarniciones que llevaba a bordo eran españoles y los regía la disciplina militar de las armas de su rey, al igual que el propio Osuna, algo que este no olvidaba.

Como decimos, su marina no era precisamente barata y gracias a los botines que obtenían de los buques otomanos apresados sufragaba en parte aquellos gastos.

Buscando algún medio con que atender a los crecidos gastos de la armada, le ocurrió secuestrar al Bajá de Chipre, que al ser relevado debía llevar consigo las riquezas acumuladas durante el gobierno.

¿Y cómo supo el duque de este particular?

Espías. Cómo no.

Porque espía no sólo era esa persona con órdenes de indagar, también era espía cualquier persona que vendiera su información al mejor postor. En un imperio como el otomano, con países subyugados cruelmente a la fuerza, no faltaban voluntarios en recabar cuanta información fuera posible como manera de luchar contra su opresor.

Así, los informantes griegos que tenían por Chipre, dieron el aviso de que el Bajá de Chipre se retiraba con su familia a vivir de lo conseguido. Era pues una buena oportunidad que Osuna no iba a dejar pasar.

Se organiza la operación

Pero los turcos también tenían informadores, por lo que armar una escuadra sería sospechoso a ojos de estos.

Se optó por algo más discreto: armar dos galeras «a la turca», reforzándolas con chusma escogida y metiendo en cada una a cien mosqueteros, cincuenta piqueros y algunas alabardas para la gente de cabo. Todo ello con mucha munición y pólvora.

Iban a estar solos en una zona enemiga y no tendrían muchos lugares donde conseguir lo necesario.

A cargo de esta operación de captura del Bajá de Chipre, se puso al capitán Diego de Vivero, otro de los muchos hombres de confianza del duque.

En zona enemiga

Salieron por tanto de Nápoles el 19 de abril, tomando el camino de Mesina, donde llegaron el 27. Allí se avituallaron y a los dos días partieron hacia la Fosa de San Juan y de allí a la Isla de Corfú, en el mar Jónico, al noroeste de Grecia.

Allí encontraron una galera veneciana que venía de Candia (así llamaban por entonces a la isla de Creta) y les avisó que de lejos habían divisado dos o tres bajeles grandes, pero sin concretar si eran cristianos o turcos, por no atreverse a reconocerlos.

Vivero pensó que podían tratarse de los buques del Bajá de Chipre que estaban buscando, por lo que se dirigieron hacia allí.

Haciendo el corso con Creta

A los dos días llegaron a Creta y allí una pequeña embarcación les avisó de que por la zona había tres caramuzales cargados de seda, azúcar y especería. Un caramuzal era un buque turco a vela de tres palos y popa muy elevada.

Y así, al mismo punto se hicieron a la vela y tomaron su camino y derrota por el golfo de Cetelia, que por estar el mar en bonanza, aunque suele ser algo borrascoso, le pasaron con brevedad, por tener el viento en popa, y quiso la suerte que habiendo partido a las diez horas del día de Candia, a las cinco de la tarde ya estaban las dos galeras sobre los tres bajeles.

Creían que eran las embarcaciones del Bajá de Chipre, pero se equivocaron. Eran las naves mercantes del último aviso.

Como los españoles a bordo iban disfrazados de turcos, con los turbantes y demás parafernalia otomana, como había acordado el duque, se acercaron sin levantar sospechas, hasta que los tuvieron encima y ya fue demasiado tarde.

Galeras atacando un caramuzal turco
La escuadra de galeras de Florencia atacando un caramuzal turco. Biblioteca Riccardiana. Vía Cátedra de Historia y Patrimonio Naval.

Las galeras españolas rindieron fácilmente a dos de ellas. La tercera intentó huir, pero fue alcanzada.

Hallaron gran cantidad de mercadurías de todas suertes, como sedas, especerías, tapetes, cantidad de piedras de valor y aljófar.

Tomaron prisioneros a 36 jenízaros y más de 50 marineros y pasajeros, de los cuales había turcos y judíos propietarios de las mercancías. Dieron libertad a 19 cristianos cautivos que dijeron ser naturales de Alejandría.

Para no marinar a tres buques y no perder más el tiempo, Diego de Vivero ordenó pasar todas las mercancías a uno de los caramuzales, y toda la gente. Los otros dos fueron echados a pique.

Encadenaron a los turcos y demás cautivos y puso una guardia de 25 mosqueteros y algunos cristianos liberados. Despacharon la presa y las dos galeras prosiguieron su cometido.

Desarbolaron las embarcaciones, para no ser vistas desde tierra, y se acercaron a reconocer la isla de Chipre, adonde llegaron por la noche.

A por el Bajá de Chipre

Enviaron el bote de la galera capitana con Francisco Lascari y Pedro León, que hablaban el turco y el árabe, además de dos esclavos sicilianos a los que habían liberado de los caramuzales y que conocían aquellas tierras.

Los cuatro se ocultaron hasta la mañana siguiente, para entrar en la ciudad e informarse sobre el destino de los buques del Bajá de Chipre.

Mientras tanto, las galeras españolas habían pasado la noche lejos de la costa, a la vista del caramuzal, hasta que al anochecer del día siguiente, se acercó a tierra la galera Santa Margarita, echando su chalupa al agua para recoger a los cuatro espías.

Volvieron a la galera capitana con la información recabada: de aquí a dos días se harían a la mar las dos galeras del Bajá.

Con esa vital información, las galeras doblaron la punta y el cabo de Trenisol, tres millas arriba de la ciudad, por donde las galeras turcas debían pasar.

Las galeras españolas se metieron en una cala y permanecieron desarboladas para ofrecer el mínimo perfil, al tiempo que desembarcaban diez mosqueteros como centinelas.

Y allí estuvieron durante dos días y medio, hasta que al tercero divisaron las galeras del Bajá de Chipre.

Las dejaron doblar el cabo. Luego, la galera capitana española embistió de tal manera y violencia a la del Bajá, que les fue imposible a los turcos hacer uso de su artillería. Sin embargo, la española les hizo mucho estrago.

En el abordaje subsiguiente, algunos turcos y genízaros se opusieron con bravura.

En esta carga de galeras, la Santa Margarita fue más lenta que su compañera, ya que su tripulación tardó más en arbolar de nuevo.

Esto supuso que no tuviera tanta ventaja como la otra a la hora de trabar combate contra la galera turca que quedaba, quien se dio la vuelta dispuesta a doblar de nuevo el cabo y regresar a la ciudad…

…/… haciéndole entender el miedo que toda la escuadra de Malta, Sicilia y Nápoles venía sobre ellos.

La Santa Margarita inició la caza con toda la diligencia posible, con la gran fortuna que dos de los cañonazos que tiraron dieron a la popa de la galera turca, haciéndola pedazos.

Otros dos cañonazos en la banda dejaron a la galera turca sentenciada. Al cuarto de hora ya estaba rendida. Después dieron la vuelta para auxiliar a la capitana, pero estos ya habían rendido a la del Bajá.

En consecuencia, fue capturado el Bajá, con su mujer y tres hijos. Dieron libertad a 130 cristianos, muertos muchos turcos y solamente 18 heridos cristianos.

Lo más espectacular fue el botín:

Halláronse en dinero, plata y cosas de su servicio más de doscientos mil cequíes de oro, con que los soldados se dieron un buen día.

La galera del Bajá fue puesta de nuevo en orden de marcha, con chusma y soldados cristianos para llevársela. La otra fue echada al fondo debido a su mal estado debido a los cañonazos recibidos.

Regresaron a Chipre y después a Nápoles, donde fueron recibidos con notable alegría de todos.

Además del cuantioso botín, que era en realidad lo que habían estado buscando, Osuna pudo obtener más con el rescate del Bajá y su familia, con lo cual esta operación de captura le había salido redonda.

Fuente:

  • El Gran Duque de Osuna y su marina. Cesáreo Fernández Duro.

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