Diversas victorias de la marina del duque de Osuna

Por Juan García (Todo a Babor)

Una vez más nos acercamos a conocer la extraordinaria efectividad de la llamada Marina del Gran Duque de Osuna.

Si siguen el enlace anterior podrán descubrir, si no lo han hecho ya, varias acciones navales de su marina caracterizadas todas ellas por la intrepidez y el arrojo de sus mandos, marinos y soldados. También conocerán un poco de la historia de aquellas escuadras medio corsarias que asombraron en su época por sus hazañas.

Correrías turcas que exigen contestación

Corre el mes de octubre del año de 1617, los componentes de la marina del duque de Osuna ya tienen fama de intrépidos y huesos duros de roer, pero la memoria es corta y los turcos olvidados del daño que sus galeras ordinariamente recibían del Armada cristiana, regresan a correr las costas del virreinato de Nápoles de donde era virrey por entonces Pedro Téllez-Girón, el duque de Osuna.

Para recordar a los enemigos de con quién se estaban metiendo, el duque ordenó aprestar una escuadra compuesta por un galeón, tres naves (no se indica, pero suponemos que se tratan de buques de vela auxiliares) y un patache. A estos se les unirían también seis galeras de la Armada.

Al mando de este operativo se encontraba Octavio de Aragón, ya conocido por los lectores de Todo a babor por ser protagonista de algunas acciones asombrosas, como ya hemos referido al principio del artículo y otras en las que demuestra que se trataba del hombre propicio para esta empresa.

Iba a bordo de una galera que tenía por nombre La Negra, considerada como la más fortísima y de la más extremada chusma que hoy navega. Una galera de élite, diríamos hoy en día.

Una marina con navíos. Anónimo. Imagen del Museo Nacional del Prado.
«Una marina con navíos». Anónimo. Imagen del Museo Nacional del Prado. Hermoso cuadro del siglo XVII donde podemos apreciar una composición de una galera y un galeón españoles. A la izquierda unos soldados españoles. Estos buques serían muy parecidos a los de esta entrada.

A por los tunecinos

Octavio de Aragón tenía órdenes del duque de dirigirse a la Goleta, puerto de la ciudad de Túnez para abrasar y pasar a cuchillo a todo género de corsario que hallasen.

Hasta allí fueron y desde luego que cumplieron con lo exigido, ya que quemaron diez bajeles gruesos de los enemigos, en uno de los cuales iba nada menos que el virrey de Túnez que pudo escapar hacia la Goleta, tras ver perdida su armada.

Lo malo de incendiar las naves enemigas es que hubo muy poco botín que se pudo hacer. No obstante, los soldados lograron meterse en algunos buques antes de que ardieran por completo, sacando armas, ropas y algunos cequíes de oro.

Encuentro con la escuadra turca

A los diez días de la afortunada jornada contra los tunecinos, encontraron doce galeras turcas con las cuales trabaron reñida refriega. No se les dio mal tampoco este combate, ya que apresaron siete de las embarcaciones enemigas. Una de estas galeras era la Capitana de la escuadra, que llevaba a un gran Bajá que había sido virrey de Saloní.

El duque de Osuna ordenó que se tratara con todo el respeto a tan ilustre prisionero. El Bajá suplicó al duque que le dejara en libertad bajo palabra, dejando a un hijo suyo de 14 años como rehén, para así poder ir a Constantinopla (Estambul) a buscar su rescate con que pagarlos.

El duque no sólo accedió, sino que le proporcionó quince esclavos de los que llevaban los turcos para que le sirvieran en el viaje. De estos no se pidió nada a cambio.

Al poco tiempo, el Bajá le envió a Osuna diversos objetos, entre los cuales destacaba, por su rareza, unos vasos contra ponzoña, que se quebraban y saltaban si se les echaba veneno dentro.

Presas de poca enjundia y un cuñado del Bajá

Tras aquello Octavio de Aragón volvió a salir con su escuadra, encontrándose junto a la Fosa de San Juan (1) a una galeota de 22 bancos. La apresaron encontrando algunas mercancías, pólvora y municiones. También hallaron a una doncella y dos esclavos, todos calabreses procedentes de una barca que los turcos habían apresado.

Los dieron la libertad y estos les contaron que se habían alejado un poco de tierra y que los habían apresado, matando a otros compañeros que iban a bordo.

Volvió a salir don Octavio con sólo dos galeras despalmadas, todos a la turquesca y con su estandarte. Al parecer una espía del duque había informado que pasaría por la zona un cuñado del bajá del Turco, llevando con él numerosas riquezas.

Detalle del cuadro «Una marina con navíos». Anónimo. Imagen del Museo Nacional del Prado. En esta imagen podemos apreciar las elaboradas tallas que adornan esta galera española.

No andaba errada la información, porque a los dos días encontraron otra galera de 22 bancos. Las galeras españolas embistieron a la turca, tal y como Octavio de Aragón ya había hecho en otras ocasiones.

Tras una corta resistencia apresaron la galera y encontraron a bordo al cuñado del Bajá. Este, al parecer, era natural de la isla de Cerdeña, que fue hecho prisionero por los turcos cuando tenía doce años. Luego se convirtió al Islam y entró en servicio para ellos. Sin embargo, otros cristianos cautivos habían hablado siempre bien de él, porque los había tratado correctamente, algo que era de agradecer en aquellos tiempos.

Como botín se hicieron con monedas, sedas, plata del servicio del bajá, un alfanje rico y otras cosas de estima.

El bajá no trata hasta ahora de su rescate, dice que aguarda para ello la vuelta del turco a quien el señor Duque dio licencia para ir a Constantinopla como queda dicho.

Contra los corsarios

Tras aquello, Octavio de Aragón estuvo unos días sin salir, hasta que el duque de Osuna le ordenó acabar con los corsarios turcos que estaban por la zona.

Para ello el oficial español salió con tres galeras y un patache, bien armadas y apercibidas para cualquier trance.

A los pocos días tuvo noticia de que cinco galeras turcas corsarias iban a pasar por la Fosa de San Juan. Como estaban cerca Octavio de Aragón optó por apagar los fanales y esperar al día siguiente, ya que la noche estaba próxima.

Al amanecer los españoles se dieron prisa por alcanzar a los corsarios turcos que, percatándose de que los perseguían y adivinando su daño, intentaban escapar. Algo que fue imposible porque las galeras españolas les habían ganado el barlovento.

A las diez de la mañana ya los tenían y los turcos se prepararon para el combate con sus cinco galeras formando una media luna. Además aparecieron en los castillos de popa y proa muchos de ellos con la esperanza de espantar a los cristianos.

Ni mucho menos.

Al siempre agresivo Octavio de Aragón las acometió con sus tres galeras y el combate duró hasta las cinco de la tarde, cuando los turcos no pudieron aguantar más y se rindieron los que quedaban.

Los españoles mantenían todos sus buques, pero los corsarios habían perdido dos galeras que se fueron al fondo y las otras tres resultaron apresadas. No hubo mucho botín, pero se había quitado de en medio a unos peligrosos corsarios. Liberaron, eso sí, a 45 cristianos cautivos de estos, haciendo unos 80 prisioneros.

Tras esto, las galeras españolas dieron media vuelta y regresaron a puerto.

Nota

(1)  Fosa de San Juan: «Antes de entrar en la Fosa está una punta baja que sale a la mar, con una torre encima. Pasada la torre, poco más avante se ve el alto de la montaña, y frontero un cabo que sale a la mar; antes de llegar a este cabo está el puerto: erase derecho a la montaña. Hay buena agua en cualquier parte de la marina, haciendo ojo en la arena. Allí hacen agua las armadas del Turco». Centro virtual Cervantes.

Fuente

  • «El gran duque de Osuna y su marina«. Cesáreo Fernández Duro.

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