Por Juan García (Todo a Babor)
Índice
Introducción
En época de guerra, la zona del Mar Caribe era un lugar peligroso para cualquier buque que navegara bajo bandera española o de sus aliados.
En la guerra contra Gran Bretaña de finales del siglo XVIII, las menguadas fuerzas navales españolas de la zona debían lidiar con un sinfín de privateers (corsarios) y buques de Su Majestad Británica (HMS), los cuales buscaban perturbar las rutas comerciales y reducir la influencia de España en la zona.
Es por ello que los buques españoles, tanto mercantes como de la Armada, se encontraban en riesgo continuo.
Las embarcaciones ágiles y veloces, como las balandras y goletas, desempeñaron una función fundamental como guardacostas, participando en numerosos enfrentamientos y persecuciones en alta mar, tal y como vamos a comprobar a continuación.
Las fuerzas españolas
Las dos embarcaciones españolas protagonistas de este episodio eran dos guardacostas de Cartagena de Indias, donde tenían su base.
Eran buques pequeños, rápidos y ágiles, ideales para el tipo de cometido al que estaban destinadas: vigilar la zona asignada y perseguir y reconocer a los buques que por allí transitaran, además de expulsar o atacar a posibles corsarios enemigos y contrabandistas.
La primera de ellas era la balandra Nuestra Señora de Covadonga1, de 78 toneladas con 14 cañones de 4 libras y 76 plazas. Estaba mandada por el teniente de navío José Quevedo y Hoyos.
La segunda embarcación era la goleta2 San Gregorio Taumaturgo3, de 14 cañones de 4 libras y 75 toneladas. Tenía una tripulación de 76 hombres.
Buscando al bergantín corsario Drake
La balandra Covadonga y la goleta Taumaturgo salieron de Cartagena de Indias el 2 de agosto de 1799 a las once de la mañana. Su misión era perseguir y reconocer un bergantín sospechoso que había sido avistado por aquellas aguas el día anterior.
Mandaba la pequeña división española el teniente de navío José Quevedo y Hoyos, quien tenía la orden de detener al bergantín y comprobar si era neutral, en cuyo caso debía preguntar a su comandante por el destino del barco, y si era enemigo entonces debía apresarlo.
Quevedo especificaba con estas palabras en su parte en cómo lo llevaría a cabo:
…prefiriendo [el comandante Quevedo] el abordaje para decidir la acción a falta a favor de las armas del Rey, a sostenerme batiéndome al cañón.
Quevedo estaba prevenido en las acciones a tomar por su superior, quien le había advertido el día antes que si no encontraba al bergantín sospechoso en aguas inmediatas a Cartagena, fueran sus buques a reconocer el fondeadero de Galerazamba, una localidad que está a medio camino entre Cartagena de Indias y Barranquilla.
Efectivamente, no encontraron al bergantín sospechoso saliendo de Bocachica, ni en el horizonte, por lo que tomaron rumbo norte hacia Punta de Canoa.
El día 3 de agosto les sobrevino un fuerte temporal que los obligó a arribar a la mencionada Punta de Canoa donde pudieron quedar abrigados.
Al día siguiente, al amanecer, lograron navegar y llegar el día 5 de agosto hasta Galerazamba. Al llegar, los vigías de la zona les advirtieron que había un buque grande fondeado en la costa y que se trataba de un bergantín.
Quevedo no dudo de que aquel buque fuera el que estaban buscando, confirmándolo un vistazo con su catalejo y comprobando que tenía una batería corrida de 16 a 18 cañones.
De inmediato se fueron a por él.
La captura del bergantín Drake
En este punto los españoles utilizaron la vieja estratagema de hacerse pasar por mercante, cosa que hizo la Covadonga, izando la bandera mercante española y cerrando toda la portería de cañones. La Taumaturgo utilizó la misma estratagema, pero en vez de la española izó la bandera nacional francesa.
¿Por qué hizo tal cosa un buque español?
Pues porque se sabía que los británicos andaban detrás de un corsario francés mandado por un tal Groselier que les había hecho bastante daño.
Si aquel bergantín desconocido había sido enviado por los británicos para dar caza al temido corsario francés, bien valía intentar hacerse pasar por él para provocar que aquel buque desconocido se animase y les atacase y así cerrar la trampa.
El bergantín Drake (los españoles todavía no sabían su nombre) reconoció las banderas de los atacantes y largó su bandera y gallardete británicos, afirmándolo con bala tal y como era costumbre.
Quevedo se preparó para atacar, pero debido a los vientos contrarios no pudo hacerlo de inmediato porque estuvo haciendo bordadas.
A la una de la tarde el Drake rompió el fuego contra la Covadonga. Sin embargo, los daños fueron mínimos; algún daño en las velas y jarcias. Los británicos utilizaron la táctica de disparar a la arboladura con la esperanza de destrozar algo de la arboladura y retrasar el avance del enemigo o dejarlo inmovilizado. Pero no pasó nada de eso.
Justo antes de atacar a los británicos los españoles izaron las banderas y gallardetes correspondientes a un buque de la Armada, ya que de no hacerlo así estarían violando las leyes de la guerra en el mar4.
Tras sacar la artillería la Covadonga efectuó una descarga, seguida por la Taumaturgo. El bergantín Drake volvió a disparar a los españoles, esta vez a los dos buques.
Esta vez sí que hizo más daño, pues disparó al casco, causando la muerte del capellán, heridas al cirujano en el pecho y la cabeza y heridas a otros cinco marineros, dos de los cuales eran de gravedad.
La Covadonga fue muy maltratada en este envite:
…dejándome destruido cerca de una vaza del costado por los fuertes astillazos que despidió.
El teniente de navío Quevedo comprobó así el superior calibre de la artillería del Drake, un buque que era más grande y poderoso que cualquiera de los dos españoles por separado, pero en conjunción el comandante español sabía que tenía posibilidades, pero no en un duelo artillero, sino al abordaje, porque la suma de las dos tripulaciones era mayor que la que pudiera llevar el corsario británico, algo que, como veremos más adelante, sería fundamental en el desarrollo de los acontecimientos.
Así pues, la Covadonga y la Taumaturgo forzaron vela y se colocaron la primera a estribor y la segunda por babor del Drake con el ánimo de abordarlo por ambas bandas, al tiempo que se les intimaba a la voz de que se rindieran o de lo contrario los pasaría a cuchillo.
Y a punto estaban los españoles de pasar al abordaje cuando desde el bergantín Drake se arrió su bandera en señal de rendición.
Desde la Covadonga se echó la lancha al agua y se tomó posesión del bergantín, que fue marinado por la tripulación de presa española.
y con ambas armadas lo mariné, arbolando en el buque enemigo ya rendido la bandera de guerra española, la que fue saludada al cañón y con vivas y aclamaciones, colocando inferior a sus Reales Armas la inglesa.
Un hecho destacado de la prematura rendición del Drake fue que la propia tripulación del bergantín había matado a su capitán (llamado John Stephens, cuyo cuerpo seguía a bordo), quien al parecer quería seguir en la lucha, pero no fue secundado por sus hombres, quienes asustados por una parte por la amenaza de los españoles y por otra estando menguados de fuerzas, puesto que de unos 80 hombres aproximadamente de que se componía la tripulación del Drake, sólo contaban con treinta a bordo, ya que el resto había sido destinado a marinar varias presas que habían hecho semanas antes por la costa de Caracas.
Quevedo pudo comprobar que el bergantín Drake estaba tan bien armado como el pensaba. Tenía 10 cañones de 6 libras (más que los de 4 libras de los españoles), además de 4 obuses de 14 libras y dos carronadas de 24 libras, armas estas últimas demoledoras a corta distancia como bien comprobaron los de la Covadonga.
El Drake fue utilizado como guardacostas de Cartagena de Indias, pasando a llamarse San Pedro como advocación y Cartagenero de nombre común. Buque que fue muy bienvenido en una zona siempre escasa de este tipo de embarcaciones.
En 1804 el Cartagenero fue relevado por la goleta Postillón y el bergantín fue enviado de guardacostas a La Habana, donde quedaría desarmado en 1805 y desapareciendo de las listas de la Armada al año siguiente.
Con fecha de 1 de junio de 1801, el teniente de navío José Quevedo y Hoyos se quejaba del retraso en la paga por el reparto de dos presas que había hecho, una de las cuales correspondía al Drake. ¿Llegaría a cobrarlas? No se sabe.
Notas
- Se ignora el historial de esta balandra hasta que la Covadonga entró en Cartagena de Indias el 28 de febrero de 1789, bajo el mando de Antonio de la Torre Puebla, con el bergantín británico Poly, que procedía de Jamaica y que había sido apresado por hacer contrabando. Al parecer, el 30 de noviembre de 1799 apresó a una goleta británica procedente de Portobelo, de 4 obuses de 4 libras y dos pedreros, que también estaba haciendo contrabando. Poco más se sabe de la Covadonga, salvo los hechos relatados en este artículo, excepto que en 1801 estaba armada con 2 cañones de 8 libras y 12 de 4 libras. Naufragaría en marzo de 1803.
- Es posible que la Taumaturgo fuera un «balahu» (o balajú), que era una especie de goleta muy común en las Antillas, de origen americano con una arboladura muy particular, muy inclinada hacia la popa. Era muy apreciada por su velocidad y cualidades náuticas.
- El historial de la Taumaturgo era el siguiente: en 1784 sale de Cartagena de Indias, bajo el mando del alférez de fragata Juan Bienpica, conduciendo pertrechos para el bergantín Amistad. En 1790 llega a La Habana desde Filadelfia. En 1797 apresa la goleta británica Polly Jane, de 14 cañones. En 1798 sale de Cartagena de Indias para Santa Marta llevando municiones. En 1799 apresa la goleta Concepción. Figura por última vez en las listas de la Armada en 1808.
- Si los españoles hubieran disparado los cañones con los pabellones incorrectos, podrían haber provocado que, en caso de ser capturados por el Drake, fueran considerados piratas (y no prisioneros de guerra) y llevados a un presidio con penas muy duras que, muy posiblemente, acabarían en ejecución. Además, si los españoles hubieran apresado al Drake bajo banderas diferentes, la presa podría ser considerada nula por los propios tribunales españoles o ser reclamada por los británicos.
Fuentes
- Presas de la Armada española (1779-1828). Rubén Vela Cuadros.
- Buques menores y fuerzas sutiles españolas, 1700-1850. Enrique García-Torralba Pérez.