Un cañón de retrocarga del inventor Vincenzo Lunardi para la Armada del siglo XVIII

Por Juan García (Todo a Babor)

Introducción

A finales del siglo XVIII, la artillería, tanto terrestre como naval, consistía en cañones de avancarga, que utilizaban bolas esféricas de hierro colado cargadas por la boca del cañón.

Cargar un cañón por la boca durante un combate, especialmente si el estado del mar era malo, podía ser una maniobra extremadamente peligrosa. Esta combinación exponía a los marineros a riesgos graves, ya que requería precisión y rapidez en condiciones adversas.

No fue hasta el primer cuarto del siglo XIX cuando se lograron desarrollar cañones de retrocarga que fueran seguros y fiables. Sin embargo, los intentos por diseñarlos comenzaron siglos antes, aunque enfrentaron numerosos problemas técnicos que dificultaron su implementación.

En este artículo no profundizaremos en los problemas ni en el desarrollo de esta clase de cañones. La introducción solo pretende contextualizar una curiosa y singular propuesta realizada por el reconocido inventor italiano Vincenzo Lunardi a la Real Armada española: la creación del primer cañón de retrocarga para los navíos de Su Majestad.

Con esta idea, Lunardi se adelantaba varios años a los cañones de retrocarga que terminaron adoptándose en las marinas del mundo.

¿Se adoptó este novedoso sistema? Si siguen Todo a babor y han leído nuestros artículos sobre artillería naval, sabrán que no.

A continuación, analizaremos la propuesta de Lunardi, quien, además de ser un hábil dibujante, dejó explicaciones detalladas de su invento que resultan de gran interés. Antes, conozcamos un poco más sobre este singular personaje.

¿Quién fue Vincenzo Lunardi?

Vincenzo Lunardi nació en Lucca (Italia) el 11 de enero de 1754. Algunas biografías afirman que nació en 1759, pero, como veremos más adelante al analizar la fecha de su muerte, esto no es correcto. Su familia era acomodada, pero la muerte de su padre los sumió en una crisis económica.

Fue acogido por un pariente, Gherardo Francesco Compagni, quien lo educó y lo introdujo en la corte del rey de Nápoles.

Acompañó a su padre adoptivo a las Indias Orientales, donde aprendió inglés. Más tarde, inició una carrera militar y diplomática, desempeñándose como secretario del príncipe de Caramanico, embajador del Reino de Nápoles en Inglaterra.

Lunardi se convirtió en una figura clave de la aerostática. El 15 de septiembre de 1784 realizó la primera ascensión en globo en Gran Bretaña desde el campo militar de Moorfields, en Londres. Usó un globo de hidrógeno y llevó consigo un perro, un gato y un pájaro. Este vuelo, que duró dos horas y cuarto, lo convirtió en un héroe en Inglaterra.

Entre 1785 y 1786, efectuó numerosos vuelos en Inglaterra y Escocia, ganando gran notoriedad. Diseñó globos con innovaciones como alas y remos, aunque estas resultaron ineficaces para maniobrar.

En 1786, un accidente durante la preparación de un vuelo en Newcastle provocó la muerte de un asistente, lo que dañó su reputación y lo obligó a abandonar Inglaterra.

En Italia, tuvo éxito con una ascensión en Roma el 8 de julio de 1788, aunque su popularidad disminuyó con el tiempo. Continuó su carrera en España y Portugal.

Fue en la capital de este último país donde murió, pobre y olvidado, en 1806. Muchas otras fuentes indican que falleció en 1799, pero este error se originó en un autor de principios del siglo XX y se perpetuó en la mayoría de las biografías.

Lunardi fue un pionero de la aerostática, siendo celebrada su audacia en cuadros, poemas y medallas. A pesar de su declive, sigue siendo recordado como un innovador en su campo.

Además de todo esto, Vincenzo Lunardi fue militar e inventor, y es por ello que le dedicamos la entrada de hoy en Todo a babor.

Este italiano estuvo en España, como hemos mencionado, no solo por sus exhibiciones con globos, sino también porque intentó proporcionar a la Armada un arma nueva que, según él, marcaría un antes y un después en la artillería naval de la época.

El proyecto del cañón de retrocarga de Lunardi

Poder cargar un cañón por la parte posterior otorgaría una gran ventaja a la marina que adoptara dicha tecnología. Esto no solo incrementaría la seguridad de los operadores de las piezas, sino que también permitiría aumentar notablemente la cadencia de tiro.

Además, sería más sencillo de emplear en comparación con la carga por la boca, como se hacía hasta entonces.

Si, además, el proyectil a disparar estuviera compuesto por un conjunto indivisible de una bala unida al cartucho de pólvora, el proceso de carga y disparo se simplificaría aún más. ¿Quién podría rechazar un invento tan innovador?

Sin embargo, la Real Armada no prestó mucha atención al invento de Lunardi, y esto tiene una explicación. Al analizar en detalle los planos, se puede observar que, aunque se trataba de un dispositivo original y prometedor, presentaba ciertas limitaciones.

Lunardi era un gran inventor, de eso no cabe duda, pero la metalurgia artillera no parecía ser su especialidad.

Las piezas de retrocarga, abundantes durante los siglos XV a XVII, fueron excluidas a inicios del siglo XVIII, al regularizarse el material en determinados calibres. Ello se debió a su principal defecto: la carencia de un sistema de cierre que posibilitara una correcta obturación. El escape de gases no sólo era perjudicial para el tiro, lo era también para la misma pieza, al provocar un progresivo deterioro que la inutilizaba prematuramente.

«El material de retrocarga», de Juan L. Calvó.

Los dos documentos a los que hacemos referencia se encuentran en el Archivo General de Simancas y están fechados en 1798.

Sin embargo, en uno de ellos se señala que fueron probados en 1796, año en el que Vincenzo Lunardi debió de estar en España. Sabemos que realizó demostraciones aerostáticas. Es probable que, además, aprovechara la ocasión para diseñar algún invento con fines comerciales en el país.

En el documento también se menciona que el italiano empleó dos años y medio en perfeccionarlo. Por ello, es posible que se quedara en España durante todo ese tiempo.

El segundo diseño, fechado el 24 de enero de 1798, atribuye su autoría a Vincenzo Lunardi.

Documento 1

Este primer documento es el menos técnico de los dos y tiene un enfoque más artístico. Parece, más que nada, una declaración de intenciones que se describe con mayor precisión en el segundo documento. Por esta razón, el autor introdujo ciertas licencias al dibujar el cañón, especialmente en la cureña.

La cureña del cañón no corresponde al diseño reglamentario de la Real Armada de entonces. Presenta, entre otros detalles desfasados, una solera continua característica del primer cuarto del siglo XVIII.

Este dibujo demuestra la invención de Lunardi para ahorrar gente y hacer un fuego más vivo con un Cañón de a 24... ... (1798)
Este dibujo demuestra la invención de Lunardi para ahorrar gente y hacer un fuego más vivo con un Cañón de a 24… … (1798) – Lunardi, Vincenzo. Archivo General de Simancas.

A partir de la explicación que acompaña al dibujo, podemos obtener información relevante. Este texto, que no era del inventor italiano sino añadido por otra persona, sugería que el invento no parecía muy prometedor. Para que fuera viable, sería necesario refinar tanto el diseño como su implementación.

Este dibujo demuestra la invención de Lunardi para ahorrar gente y hacer un fuego más vivo con un cañón de a 24. Él ha hecho el experimento en Sevilla, conformes a la Real Orden de 12 de septiembre de 1796, con un cañón de a 24 de los inútiles (para no hacer gasto). Lo ha cargado con 12 y 16 libras de pólvora y ha resistido a todas las pruebas. Esta invención debe ser perfeccionada para que sea de muchísima utilidad.

Al parecer, el invento fue probado, aunque se debieron observar algunos defectos, porque, como hemos leído, debía ser perfeccionado para resultar prometedor.

Es curioso que le cedieran un cañón antiguo «para no hacer gasto». Esto sugiere que las autoridades no confiaban plenamente en el artefacto y preferían minimizar las pérdidas en caso de fracaso.

También se comenta que Lunardi «tuvo constancia y firme paciencia durante dos años y medio», añadiendo el autor desconocido, entre paréntesis: «cuando tres meses sobraban para dicha obra».

Esta puntualización, al ser incluida, refleja crítica hacia el largo tiempo invertido. Luego intenta justificar lo que ya parece un fracaso anunciado: «pero faltándole los medios no ha podido proseguir para reducir este método a perfección.»

Documento 2

Aunque este documento es más detallado que el anterior, está lejos de ser un plano elaborado como los que solían presentar los ingenieros de marina a las autoridades.

Basta con comparar este esquema con alguno del ingeniero Francisco Javier Rovira para darnos cuenta de que Lunardi no realizó, o no sabía cómo realizar, un plano perfectamente delineado.

"Plano que comprende las vistas de un cañón corto recamarado del calibre de a 36 montado sobre su cureña y esta sobre…", por Francisco Javier Rovira.
«Plano que comprende las vistas de un cañón corto recamarado del calibre de a 36 montado sobre su cureña y esta sobre…», por Francisco Javier Rovira. Archivo General de Simancas. En este plano del año 1783, podemos observar cómo un ingeniero profesional presentaba sus proyectos, en este caso, una cureña de corredera como las que empezaron a utilizarse en los obuses marinos del propio Rovira a principios del siglo XIX, aunque en la fecha de este plano ya estaba ideada. Nótese las diferencias con el diseño de Lunardi para apreciar el nivel en el que se encontraba el italiano respecto a lo que se solía hacer incluso años antes.

Aun así, este plano nos sirve para comprender perfectamente el funcionamiento del invento. Este documento constituye la explicación más detallada del mecanismo de disparo por retrocarga, incluyendo diferentes vistas de la parte trasera del cañón, un corte transversal que permite observar el interior, y una vista de la tapa que se abre y cierra mediante una manivela.

Aunque puedan parecer ilustraciones detalladas, en realidad se trata más de una representación artística del invento que de un proyecto técnico serio para construirlo. No tiene ni medidas de ningún tipo y, salvo un listado explicativo bastante parco, carece de detalles adicionales.

Si Lunardi estuvo, como se dijo, dos años y medio desarrollando este artefacto, ya había tenido tiempo suficiente para preparar planos y diagramas bien ejecutados, comprensibles para cualquier ingeniero de marina de la época.

Sin embargo, este documento, aunque mejor que el anterior, no pasaba de ser un conjunto de ideas representadas gráficamente.

Diseño del mecanismo del cañón reducido del cap[itá]n D[o]n Vicente Lunardi (24 de enero de 1798) - Lunardi, Vincenzo.
Diseño del mecanismo del cañón reducido del cap[itá]n D[o]n Vicente Lunardi (24 de enero de 1798) – Lunardi, Vincenzo. Archivo General de Simancas.

Al menos nos permite vislumbrar qué era lo que Lunardi quería lograr. Si comparamos este diseño con los posteriores de cañones de retrocarga, incluso los primeros modelos, vemos que el invento del italiano carece de la fortaleza necesaria en los componentes de sus piezas.

Por ejemplo, es probable que en ese sistema de bisagra no se lograra una correcta obturación, es decir, un cierre hermético que evitara la fuga de gases, tal como ya se ha comentado anteriormente. Este era un problema importante, ya que no se consiguió un cañón de retrocarga fiable y plenamente funcional hasta el primer cuarto del siglo XIX.

La munición también era especial. Consistía en una bala esférica fija (soldada, como se menciona en el documento 1) en un cartucho metálico de hojalata que contenía la pólvora, de manera similar a los cartuchos modernos. Pero esto requeriría una infraestructura específica, ya que producir este tipo de municiones en la cantidad necesaria implicaba establecer talleres o fábricas especializadas, los cuales el país no tenía.

¿Qué habría significado para España el cañón de Lunardi si hubiera funcionado? Es razonable suponer que, de haberse fabricado en grandes cantidades, habría marcado en un principio una gran diferencia en combate, pues la cadencia de disparo sería sustancialmente mayor que la de la avancarga.

También es previsible que los británicos y franceses no se habrían quedado quietos. Sus redes de espías se encargaría de copiar los planos y transmitirlos a quien correspondiera, o simplemente intentarían replicar el diseño al capturar alguno de estos cañones.

Por tanto, el país habría necesitado más transformaciones que la simple introducción de un cañón para marcar una gran diferencia con respecto a las demás potencias de la época.

Otro invento de Lunardi en España

Además del proyecto mencionado, Lunardi envió al rey otro invento relacionado con la artillería. En esta ocasión, se trataba de un método que permitía retirar, en solo un minuto, los clavos que un supuesto enemigo habría colocado para inutilizar los cañones.

El procedimiento para inutilizar un cañón consistía en introducir un simple clavo en el pequeño orificio del oído de la pieza (el conducto por donde se colocaba el botafuego o la llave de artillería). Este método inutilizaba por completo el cañón para su uso en combate. Era una forma rápida y sencilla, empleada por soldados de todo el mundo desde que se inventó la artillería.

[Proyecto sobre el método de sacar en tiempo de un minuto los clavos con que los enemigos hubiesen clavado los... (1799) - Lunardi, Vincenzo.
[Proyecto sobre el método de sacar en tiempo de un minuto los clavos con que los enemigos hubiesen clavado los… (1799) – Lunardi, Vincenzo. Archivo General de Simancas.

El documento, fechado en Aranjuez en mayo de 1799, destaca por la abundancia de hermosos dibujos técnicos a color. Estos están acompañados de un texto explicativo redactado por el propio Lunardi, con una caligrafía en castellano impecable.

Este manuscrito, adelantado a su tiempo, incluye al final una sección de preguntas frecuentes, algo que hoy es común en páginas web bajo el nombre de FAQ (por sus siglas en inglés).

Ninguno de los inventos propuestos por Lunardi llegó a buen puerto y es que eran muchos los que proponían inventos o mejoras que no pasaban del mero proyecto y quedaban metidos en un cajón, y estos del italiano no llegaron mucho más lejos.

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