¿Se le llamó «Escorial de los mares» al navío Santísima Trinidad?

Por Juan García (Todo a Babor)

Navío Santísima Trinidad, llamado erróneamente "El Escorial de los mares"
El navío Pelayo acude en auxilio del Santísima Trinidad durante la batalla del Cabo de San Vicente. Pintura de Antonio de Brugada. Museo Naval de Madrid.

Introducción

Si uno hace una búsqueda en un navegador de Internet con la frase el Escorial de los mares, se encontrará con múltiples resultados diciendo todos más o menos lo mismo: que el navío de línea Santísima Trinidad fue apodado de ese modo por los marineros o que se le conocía con tal sobrenombre en aquella época.

Pues va a ser que no.

Llevo muchos años leyendo este error, sobre todo en múltiples páginas web (entre ellas la Wikipedia) y la verdad es que ya va siendo hora de que alguien lo desmienta.

Al navío Santísima Trinidad NUNCA se le llamó «Escorial de los mares». Esto es así.

He leído muchísima bibliografía del tema, libros sobre este navío o que incluían al mismo y muchísima documentación de la época y jamás me he encontrado el supuesto apodo de el «Escorial de los mares» identificando al Santísima Trinidad.

Bueno, una vez sí que lo leí. Y fue en una novela que dio pábulo por primera vez a cometer este error.

La «culpa» del «Escorial de los mares» la tuvo don Benito Pérez Galdós

Entrecomillo lo de culpa porque el gran Galdós en realidad no tuvo nada que ver con que luego algunos se apropiaran de un texto suyo para inventarse este falso mito. El origen de este supuesto apodo lo provocó don Benito en su obra «Trafalgar«, donde pone en boca de su protagonista el siguiente pensamiento:

El interior era maravilloso por la distribución de los diversos compartimientos, ya fuesen puentes para la artillería, sollados para la tripulación, pañoles para depósitos de víveres, cámaras para los jefes, cocinas, enfermería y demás servicios. Me quedé absorto recorriendo las galerías y demás escondrijos de aquel ESCORIAL DE LOS MARES. Las cámaras situadas a popa eran un pequeño palacio por dentro, y por fuera una especie de fantástico alcázar; los balconajes, los pabellones de las esquinas de popa, semejantes a las linternas de un castillo ojival, eran como grandes jaulas abiertas al mar, y desde donde la vista podía recorrer las tres cuartas partes del horizonte.

Es este, pues, el origen de un error que se comete muy a menudo. Una simple metáfora sacada de contexto. Al Trinidad se le llamaría de muchas formas, pero Escorial de los mares nunca fue una de ellas.

Y sin embargo, sí hubo un buque al que llamaron «el Escorial del mar»

En 1619 se casaba el Gran duque de Osuna, de quien en tantas ocasiones hemos relatado aquí las hazañas de su marina.

Pues bien, en aquella ocasión el novio y su mujer (hija del duque de Uceda) regresaban a Nápoles desde España donde el duque de Osuna era virrey.

Allí salieron a recibirlos con honores la escuadra de galeras al mando de Octavio de Aragón y la de galeones.

Entre estos últimos al parecer había uno llamado por el pueblo Real del Duque de Osuna, porque estimaban que no había ninguno parecido sobre el agua.

Este buque fue construido durante dos años debido a su grandeza, belleza de forma, profusión y delicado trabajo de las esculturas doradas y plateadas en su interior.

Las banderas eran de terciopelo bordadas de oro, llevando una el escudo de armas de Girón (del duque) con el de Sandoval (de la mujer). Además, los marineros vestían de seda a la española, con la mitad de las libreas de uno y otro linaje.

Toda una belleza de embarcación que mereció el apodo que sigue, el que le dedicaron quienes lo contemplaron:

Dijeron aquellos señores que era el Escorial del mar.

Y este es el único buque conocido al que le fue referida la frase de marras.

Otro error de la novela que aún perdura

Habré leído la novela «Trafalgar» cuatro o cinco veces y es una de las obras culpables de que hoy en día me guste el tema marino, pero en la novela sí que hay un error de bulto. Y esta vez sí que tuvo la culpa Galdós de propagarlo, como fue el del supuesto enfrentamiento del navío británico de 74 cañones, el HMS Superb, metiéndose entre los navíos de 112 cañones Real Carlos y San Hermenegildo, cañoneándolos y siguiendo hacia adelante quitándose así de enmedio hasta que estos, pensando que el contrario era un buque británico, se hundieron tras combatirse entre ellos.

Ya hicimos un artículo sobre la trágica pérdida del San Hermenegildo y el Real Carlos, así que no voy a ahondar en ello (léanlo para saber lo que realmente ocurrió aquella trágica noche). Sólo diré que, a veces, si recurrimos como fuente de una información a una novela, por muy buena que esta sea, pues pasan cosas como estas.

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