Félix Odero, el pescador que rescató a centenares de náufragos de la Batalla de Trafalgar

Por Juan García (Todo a Babor)

Tras la batalla y la tempestad

Tras la sangrienta batalla de Trafalgar, ocurrieron unos cuantos hechos que pasaron desapercibidos, eclipsados sin duda por la enorme tragedia del propio combate en sí.

Uno de aquellos hechos fue la represa de varios navíos hispano franceses, que habían sido capturados por los británicos en la batalla y que luego pasaron de nuevo a sus antiguos propietarios, aún a costa del naufragio de algunos buques rescatadores

El navío Rayo fue uno de estos navíos que en la batalla apenas había tenido acción, debido sobre todo a su mala colocación en esa especie de línea de batalla que surgió tras el controvertido viraje que mandó el vicealmirante francés Villeneuve, comandante en jefe de la escuadra combinada. 

El general Gravina, jefe de las fuerzas españolas, consiguió llegar a Cádiz con una decena de navíos franceses y españoles. 

Enseguida salieron los que estaban en mejores condiciones a intentar represar a algunos buques que se encontraban por la zona. El Rayo salió bajo el mando del brigadier Enrique Macdonell y de Gonde

Debido al fortísimo temporal que se desencadenó tras la batalla el Rayo no consiguió sus objetivos, siendo apresado por los británicos, luego marinado por estos para intentar llevarlo a Gibraltar, aunque terminó naufragando, quedando varado a media legua de la playa, en la ensenada de la Torre de Zalabar1

Situación aproximada de la Torre de Zalabar.
Situación aproximada de la Torre de Zalabar. Imagen de Google Maps.

Con el temporal azotando el caso, la vida de los tripulantes que todavía se encontraban a bordo corría un grave peligro. Y estos hubieran muerto de no ser por la proverbial llegada de un hombre, un pescador de la zona llamado Félix Odero

No fue el único que salvó a muchísimos náufragos de una muerte segura, pues tanto militares como la población civil de las localidades costeras cercanas a la zona de la batalla y temporal de Huelva y Cádiz se desvivieron por salvar a todos aquellos desgraciados, ya fueran españoles, franceses o británicos. 

Sin el concurso de estos salvadores, o héroes, mejor dicho, el número de bajas habría aumentado considerablemente

Seguimos el relato de lo ocurrido gracias al libro de Lourdes Márquez Carmona2, quien detalla este y otros momentos de los distintos naufragios en su obra Trafalgar y el pescador de náufragos

Rescates del día 27 de octubre

Félix Odero tenía el cargo de “alcalde de la mar”3 de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y su oficio, como ya hemos adelantado, era el de pescador. 

El 27 de octubre de 1805, seis días después de la batalla, Félix Odero se presentó con dos barcas bou, con veinte marineros, a la zona de la costa donde había naufragado el navío Rayo, lugar que ya hemos indicado anteriormente. 

Lo primero que hizo Odero con sus hombres, nada más llegar, fue auxiliar a los tripulantes de dos botes, con 14 y 15 hombres cada uno, zozobraron a poca distancia de la orilla debido al gran oleaje.  

Modelo del navío Rayo realizado por Félix Moreno Sorli.
Modelo del navío Rayo realizado por Félix Moreno Sorli. Esta debía ser la apariencia de este navío en aquel año de 1805. Museo Naval de Cartagena. Fotografía tomada por el autor del artículo.

Para ayudarlos, Félix Odero y sus marineros formaron una cadena de hombres, siendo Odero el primero de dicha formación con el agua hasta el pecho.  

De esta forma, luchando contra la corriente, el flujo y el reflujo del agua, pudieron salvar la vida de cuatro ingleses y cinco españoles, que estaban a punto de ahogarse y que gracias a la oportuna ayuda de los rescatadores españoles vivieron para contarlo. 

Pero ahí no acabó la cosa, puesto que también se acercó una lancha con treinta hombres con los mismos problemas

El riesgo que corría Odero y sus hombres era manifiesto, con grandes olas que les pasaban por encima de sus cabezas (algunas varas). 

(Félix Odero) no desiste de su empeño, ni atiende a las instancias de los demás para que se retirase a menos fondo, ni a sus repetidos gritos, con que le manifestaban el peligro a que estaba expuesto, y que él bien conocía.

Gaceta de Madrid

Odero continuó, y así pasaba el tiempo, rescatando de esta forma a 200 hombres, que por medio de tablas, palos y balsas iban llegando a la zona. 

Arrebatado de sus deseos de asegurar aquellas vidas, todo lo allana y a todo se arresta ciegamente, hasta conducirlos a las barracas, donde el alimento y abrigo los reanima: este valeroso denuedo y constancia lo observamos muchos con admiración desde tierra.

Gaceta de Madrid

Rescates del día 28 de octubre

Tras aquel día, le siguió otro no menos intenso, ya que en la mañana del día 28 de octubre varó en Arenas Gordas (a unos 30 kilómetros del día anterior, al noroeste) el navío francés Berwick

Ya habían salvado a marineros británicos y españoles, así que ahora tocaba hacer lo mismo con los franceses. 

Y rescataron a 51 hombres más, de los sesenta que se sujetaban en alguno de los restos del navío que aún se mantenía a flote. 

Aquella noche se le pidió que regresara de nuevo a auxiliar al navío Rayo, pese a las reticencias que pusieron los patrones y marineros de las cuatro lanchas elegidas para la misión. 

El tiempo no acompañaba, pero aun así aquellos valientes volvieron a salir para intentar salvar más vidas. 

Rescates del día 29 de octubre

Odero y sus hombres llegaron a las ocho de la mañana donde se encontraba el maltrecho Rayo. Lograron subir a su cubierta y rescatar a los 250 hombres que quedaban en aquel cascarón. 

El Rayo había sido el buque más longevo de todos los participantes en la Batalla de Trafalgar con nada más y nada menos que 57 años. Para un buque construido enteramente de madera aquello era una cifra impresionante. Lamentablemente, allí se acabaría su historia. 

Además de los hombres rescatados, los esforzados salvadores lograron recuperar también las pertenencias y equipajes de los oficiales y con toda aquella carga partieron de nuevo, muy sobrecargados, al puerto de Sanlúcar, donde afortunadamente llegaron sin incidencias aquella misma noche. 

Pero no hubo descanso para Félix y sus hombres, pues aquella misma noche recibió órdenes de hacerse de nuevo a la mar, esta vez con seis barcas, para socorrer a otro navío español que estaba encallado cerca de la costa. 

Rescates del día 30 de octubre

Era el navío Monarca, que estaba a tres leguas de donde estaba el Rayo. Curiosamente, no muy lejos de estos buques, a dos leguas mar adentro, estaba fondeado el navío Bahama

Odero decide enviar cuatro de las barcas a este último navío, dirigiéndose él con las otras dos barcas restantes hacia el Monarca.

Barcas de Bou.
Barcas de Bou. Ilustración de Rafael Monleón. Biblioteca Nacional de España. Este tipo de embarcaciones serían muy parecidas a las utilizadas por Félix Odero.

Cuando llegaron al buque español, los rescatadores se encontraron una escena dantesca, y ya llevaban unas cuantas. 

A bordo del Monarca hallaron a los que quedaban de la tripulación: 33 hombres, entre ellos ocho cadáveres. Los que no estaban muertos estaban heridos con quemaduras la mayoría y sin haber tomado alimento ni bebida alguna en varios días

Aquellos pobres diablos no tuvieron la suerte de ser salvados tras la batalla, cuando la tormenta amenazó con llevárselos a todos al fondo. 

Los británicos decidieron salvar a la mayoría, menos a los heridos graves, a los que no pudieron trasladar por la premura de los acontecimientos, por el peligro de correr la misma suerte si hacían el esfuerzo de llevárselos consigo. 

Difícil decisión, que nunca podremos comprender a no ser que nos hallemos en tal tesitura. 

Tal era el estado de aquellos hombres heridos en el Monarca, que los propios hombres de Odero tuvieron que vencer la repulsión de aquella visión aterradora y proceder a su reembarque en las barcas de salvamento. 

El viento de poniente los obliga a ir hacia Huelva, en vez del rumbo contrario a Sanlúcar, donde llegarían al anochecer. 

En Huelva entregaría aquellos heridos, de los que tres de ellos fallecerían poco tiempo después debido a las heridas y las penalidades sufridas tras la batalla. 

Nuevas salidas y comisiones

Pero allí no acabó la tarea de nuestro buen Félix Odero, quien al día siguiente tuvo que regresar a la mar con la intención de recuperar al navío Bahama, que como hemos comentado no estaba muy lejos de donde estaba el Rayo

Pero llegaron tarde, pues una fragata británica lo había remolcado hasta el HMS Donegal, para que este lo llevara a Gibraltar. 

Para no hacer el viaje en balde, Odero se dirigió con las barcas hasta lo que quedaba del navío Rayo, con la intención de recoger todo el hierro que se pudiera sacar de su interior, para así reutilizarlo posteriormente.  

Los británicos le habían pegado fuego, pero los españoles pudieron apagarlo y recoger lo que había de metal. El navío, eso sí, ya estaba sentenciado y no había forma de sacarlo de allí y repararlo4.  

El rescate de náufragos no sería la única comisión que mandaron a Félix Odero, puesto que al poco de regresar ya le estaban pidiendo que fuera a recuperar de las playas todo aquel material que fuera aprovechable para ser utilizado de nuevo. 

Aquella tarea no era cosa menor, puesto que la recuperación y vuelta al servicio de todos los pertrechos posibles era un ahorro inestimable para la Real Hacienda, al no tener que pagar de nuevo por aquellos enseres. 

Así, Odero junto con 170 hombres más, la mayoría procedentes del arsenal, recorrieron las playas donde se sabían que habían quedado los buques naufragados, esperando que la marea y las corrientes arrojaran a tierra multitud de objetos aprovechables, como así fue. 

Todos aquellos esfuerzos, primero rescatando náufragos y luego examinando las playas, tuvieron su recompensa. Aquel hercúleo esfuerzo de Odero y sus hombres no pasó por alto a las autoridades, quienes se sirvieron en dar al valiente pescador el grado y sueldo de alférez de fragata de la Real Armada

La Sociedad Económica de Amigos del país de Sanlúcar a su vez reconoció el buen hacer de Félix Odero y le dio una recompensa económica y una charretera5 de oro. Y así se firmó en documento el 26 de septiembre de 1806. 

Otra muestra de la personalidad de Odero fue que este quiso que se reconociese la labor de sus hombres, que habían arriesgado sus vidas como él, haciendo entrega a la Sociedad de 3.000 reales para que estos la distribuyeran como conviniera. 

Hay que añadir que la Sociedad de Sanlúcar también había colaborado en el auxilio de los náufragos de Trafalgar6, demostrando que las gentes de la zona auxiliaron a los marineros de las tres naciones por igual y con una humanidad digna de elogio.

Notas

  1. Torre de Zalabar pertenece al municipio de Almonte, en Huelva. La Torre se encontraba situada en la Playa de Castilla, donde formaba una cadena de fortificaciones militares de vigilancia. Hoy en día aún se conservan algunos restos de la misma.
  2. Lourdes Márquez Carmona es historiadora y autora del libro: “Recordando un olvido: Pontones prisiones en la bahía de Cádiz. 1808-18010″, además del artículo “La batalla de la Poza de Santa Isabel (1808)”. 
  3. Alcalde de la mar era un oficial con jurisdicción especial para juzgar los asuntos que se planteaban entre los miembros de cofradías de pescadores, marineros, mareantes o cofradías relacionadas con la pesca marítima. (Diccionario panhispánico del español jurídico). 
  4. La edad del buque y los enormes daños que había sufrido, hacían inviable cualquier pensamiento de habilitarlo de nuevo. No mereció la pena ni hacer el esfuerzo. 
  5. La charretera es una insignia militar a modo de hombrera, de plata, oro o seda, de la que cuelga un fleco dorado o plateado llamado canelón. En la Real Armada el uniforme de Alférez de fragata llevaba una sola charretera dorada, de ahí que a Félix Odero le regalaran una sola.   
  6. Uno de los miembros de dicha Sociedad, llamado Rafael Colón, organizó la ayuda para realizar el salvamento de los náufragos, junto con marineros de Sanlúcar, trasladando a un centenar al hospital. Debido a la escasez de medicinas y apósitos, por la gran cantidad de gente necesitada en aquellos graves momentos, se pidió ayuda a la misma población de Sanlúcar que proporcionaron todo tipo de ropajes para hacer vendas. Muchos vecinos y el mismo Colón tuvieron que ejercer de improvisados enfermeros ante el desbordamiento de heridos. 

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