La batalla de Algeciras desde el punto de vista naval

Por Rafael Vidal Delgado

Este especial se compone de los siguientes artículos:
Fuerzas en presencia | La batalla desde el punto de vista naval | La batalla desde el punto de vista terrestre | Consideraciones | Según el Gibraltar Chronicle | Según los ingleses | Según la Gaceta de Madrid | Juicios del combate de Algeciras

Introducción

Tras la firma del Tratado de Aranjuez, en febrero de 1801, se acuerda la constitución de una potente flota combinada, hispano-francesa, que operaría en aguas del Mediterráneo, exigiendo a la británica otro esfuerzo adicional al abrírsele un nuevo frente, disminuyendo la presión inglesa sobre el Atlántico y posibilitando el comercio español y francés con ultramar.

Asegurada la superioridad naval en el Mediterráneo, se podría continuar con la aventura egipcia o repatriar al ejército.

La flota británica del Mediterráneo se encontraba al mando del almirante John Warren (82), que dada la derrota de la escuadra francesa en Aboukir había sido reducida a su mínima expresión, en aras de incrementar el poder naval en los demás océanos.

En las cláusulas adicionales al tratado se dictan las disposiciones militares, de tal forma que dos contingentes navales galos, al mando de los contralmirantes Linois y Dumanoir, saldrían de los puertos de Tolon y Cherburgo, para unirse en Cádiz a la escuadra del almirante Moreno, que a su vez se trasladaría de su base usual, la del Ferrol al punto de concentración.

Queda indefinido el mando de la flota combinada, cuestión que se dejará de la misma forma a lo largo de los años y que a la postre la falta de coordinación nos llevaría al desastre de Trafalgar. Moreno era teniente general de la Armada, es decir vicealmirante, mientras que los otros eran simplemente contraalmirantes.

Además, España ponía a disposición de la empresa mucha más fuerza, y en todas las campañas combinadas, incluso en la actualidad, la nación que expone más tropas ostenta el mando superior. Pero para la Francia revolucionaria, la Francia consular, en definitiva la Francia de la «grandeur», que aún perdura, no podía consentir que un francés estuviera a las órdenes de un extranjero.

Precisamente el fracaso de esta campaña, que tenía todos los triunfos en sus manos, como posteriormente se comprobará, se debió a la inexistencia de un mando único y a la necesidad de que existiera unanimidad para cualquier acción, y eso en la guerra no se puede dar, ni se puede compartir la responsabilidad del mando.

Batalla de Algeciras.
Batalla de Algeciras. Pintura de Antoine Roux.

Prolegómenos de la batalla

Linois parte de Tolon con tres navíos y una fragata. Durante la travesía se topan con un buque enemigo. No se conoce con exactitud el carácter de la presa, si era mercante o de guerra, ni la nacionalidad.

Posteriormente, tras la batalla, cuando el almirante Moreno asume el mando de la flota combinada (o al menos lo comparte con Linois desde la fragata Sabina), entre los barcos que se relaciona, se encuentran dos, de los que no se dice el nombre, siendo uno de ellos un bergantín de 14 cañones y otro un bajel de 8.

Este bajel podría ser indistintamente mercante o de corso; en el primer caso porque eran aguas turbulentas, por donde los jabeques de corso español, controlaban a sus anchas el área marítima del Estrecho, y en el segundo, porque los ingleses habían iniciado una campaña contra el corso español, dando patentes de esta clase a diversos buques, tanto de su nacionalidad, como de otras aliadas. Es probable que fuera un bajel marroquí, aliado de Inglaterra.

A la entrada al estrecho de Gibraltar, se les cruza el bergantín «Speedy«, de 14 cañones, que ejercía el corso en estas aguas y cuyo capitán, lord Cochrane (83), tenía ganada considerable fama, ya que había capturado 33 presas en diez meses, barcos que en su mayoría eran españoles y franceses.

Cochrane era consciente de que su fama de «pirata» podría costarle cara, por ello presentó una batalla desigual, intentando como es natural evadirse del cerco. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, tuvo que rendirse ante la superioridad numérica francesa.

Tan noblemente había luchado que el capitán del navío «Desaix«, al que se rindió, le permitió seguir usando su espada, acto que fue aprobado por el almirante Linois.

Posteriormente en Algeciras, las autoridades españoles quisieron retenerlo y juzgarlo como pirata, cuyo fin no podía ser más que la horca, pero Linois fue fiel a la palabra dada y alegó que era prisionero de Francia, al haberse rendido a su bandera.

El marino inglés desde entonces tomó tal odio a España, que no dudó en 1818 a ofrecerse a Chile para crear una incipiente flota y luchar contra los intereses españoles, siendo pieza decisiva en las independencias de Chile y Perú.

En el momento de ser apresado, el «Speedy» (84), remolcaba al bergantín mercante español, «La Unión«, que había capturado, que transportaba aceite y municiones, siendo su intención llevarlo a Gibraltar.

Las campañas de corso en aguas del Estrecho fue muy intensa durante todo el siglo XVIII y principios del XIX. Los buques españoles que se dedicaban a esta tarea, bajo el patrocinio del gobierno español, tenían como bases de partida los puertos de Algeciras, Tarifa y Ceuta, disponiéndose en sus mejores tiempos de más de diez embarcaciones, generalmente del tipo «jabeques».

Durante la Guerra de la Independencia siguió esta tendencia, aunque España empleó fundamentalmente el puerto de Málaga, hasta que fue ocupado por las tropas francesas. (85)

Robert Semple (86), uno de los numerosos viajeros ingleses que arribaron a Algeciras en aquellos años turbulentos de principios del XIX, escribe sobre el corso:

Pero lo que le ha dado principalmente notoriedad ha sido el abrigo que presta a las numerosas cañoneras y pequeños buques en corso que infestan la entrada del Mediterráneo (entorpeciendo el comercio inglés), con capacidad de 25 o 30 toneladas de carga, dotadas de dos mástiles y dos velas latinas. Van llenas de hombres, y con buen tiempo pueden alcanzar a golpe de remos casi las cuatro millas por hora. Están provistas de un solo cañón en la proa, a veces dos, bien los dos delante, bien el segundo en la popa. Con marejada no hacen mucho daño – el movimiento les impide una puntería certera -, pero pueden hacerlo mucho en la calma o con ligera brisa. Impulsados por los remos, pueden maniobrar incluso alrededor de un barco de guerra, colocarse donde les conviene sin que se lo pueda evitar el enemigo, aún fuera de su alcance, debido a la calidad de sus cañones, y disparar a ras del agua con tanta calma y desahogo como si lo hicieran al blanco.

Lancha cañonera española de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Lancha cañonera española de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Grabado de Agustín Berlinguero. Esta era una cañonera de la Real Armada, pero los corsarios particulares también solían utilizar embarcaciones parecidas.

Tal como se puede observar, las cañoneras tenían mucha capacidad en mar en calma, situación que era la acontecida en el día de la batalla, que únicamente hubo durante un corto tiempo, «una ventolina fresca».

Pero Semple, continúa:

Añádase que un tirador, por inexperto que sea, es muy difícil que yerre en el disparo a un objeto de tanto tamaño como el de un barco, mientras que ellos presentan la proa casi hundida en el mar, con tan poco bulto que resulta muy difícil alcanzarlos. No era, por tanto, de maravillar que capturasen muchos barcos en un lugar sujeto a tan caprichosas corrientes y repentinos cambios de viento como es el Estrecho de Gibraltar. Las prolongadas guerras con Inglaterra les han hecho conocer a los españoles las ventajas y desventajas de estas baterías flotantes de un solo cañón. Cuando hay marejada, permanecen quietos a la altura de Algeciras, mientras que las fragatas inglesas pasean por la bahía. Pero en las mañanas de calma pueden verse en escuadra remando a lo largo de la costa… Quizás avizoren un buque inglés, al que no obedece el timón, traído y llevado por los violentos remolinos de ambas costas. La codicia del botín les anima a arriesgarse, en cuyo caso, si se trata de un buque mercante, tiene muy pocas posibilidades de escapar. Si consiguen la captura, enseguida los botes reman denodadamente y, de no alterarse la calma, pronto colocan a su presa al amparo de las baterías de Algeciras (87). La captura ha podido suponerles 90.000 o más libras de ganancia; y si son apresados por los ingleses, pierden barco y cañón, pero ellos quedan libres a los pocos días.

Tal con buen tiempo, porque con malo y en aguas profundas una sola fragata inglesa se las vale para ahuyentar a todas las cañoneras desde Cádiz a la bahía de Gibraltar, como yo en cierto día pude comprobar. Se hicieron señales de que un convoy inglés se hallaba a la vista. Reinaba la calma. Y con gran alborozo de hombres confiados en el éxito se llenaron las barcas. Pero desgraciadamente para ellos se levantó un poco de viento y aparecieron una fragata y un bergantín… Yo estaba fuera de la ciudad, cerca de la torre de Martello, cuando las cañoneras convergían hacia la fragata e iniciaron el fuego acompañados por el de las baterías (88).., La fragata no devolvía ni un solo disparo a la espera de que se pusieran a su alcance. Entonces disparó una lluvia de metralla. Los españoles, no pudiendo soportar por mucho tiempo tan terrible granizada, viraron poniendo todo su esfuerzo en llegar a Algeciras, mientras las balas silbaban por encima de sus cabezas. Se les hundió un barco y tuvieron varios muertos y heridos… El convoy siguió seguro. (89)

Llegada de los franceses a Algeciras

La alegría por la victoria obtenida ante tan exiguas fuerzas y el apresamiento de dos buques ingleses, se vio truncada por la información que le proporcionó lord Cochrane, que le comunicó que una división naval al mando del contraalmirante inglés, sir James Saumarez, compuesto por seis navíos y una fragata, se encontraba en el Golfo de Cádiz, cortándole el paso para reunirse con la flota combinada, siendo este uno de los motivos que impulsó a Linois a entrar en la Bahía de Algeciras.

Sorprende extraordinariamente el conocimiento que tienen los ingleses de los planes estratégicos de los franceses. ¿Se filtraron a raíz de las cláusulas del tratado de Aranjuez, en donde se dictaron disposiciones militares específicas?. ¿Tenían espías en las distintas bases navales francesas, informando de la salida de contingentes navales?.

Lo cierto es que los ingleses tenían un buen servicio de información, basado en personal en tierra, españolas y francesas, y en Marruecos y Portugal y lo que es tal vez más importante, unos procedimientos de hacer llegar esta información al almirantazgo y este a su vez a los comandantes que de las distintas escuadras. (90)

A pesar del conocimiento que tiene Linois de la división naval de Saumarez en el golfo de Cádiz, tal vez hubiera puesto rumbo al Estrecho, si no se lo hubiese impedido el viento, la constancia de los vientos de poniente, normales en el mes de julio, dificultaban, por no decir prohibían la navegación hacia el Atlántico.

De hecho, nada más entrar la división naval gala en aguas de la Bahía, el comandante del lugre «Calpe«, Dundas, envió a su teniente, Richard Gaire Janvrin, en una pequeña embarcación al encuentro de Saumarez, para avisarle de la llegada de Linois.

La estrategia británica es simple, siendo inferior en número, no puede pretender atacar y destruir a la flota combinada, por lo que se decide actuar sucesivamente contra las distintas partes de la misma, impidiéndoles su reunión.

Saumarez al ser alertado de que una división naval francesa quiere salir del Mediterráneo, adopta las disposiciones necesarias para impedirlo, estimando que lo más conveniente es atacar a Linois en la propia Bahía de Algeciras.

Plano geométrico de la bahía de Algeciras y Gibraltar.
Plano geométrico de la bahía de Algeciras y Gibraltar. Levantado por el Brigadier de la Real Armada Vicente Tofiño de San Miguel. Director de las Academias de Guardias Marinas. Año 1786. Conservado en la Biblioteca Nacional de España. a. Fuerte del Mirador b. Puente de Mayorga c. Cuartel de Buena Vista d. Vigía de Carbonera e. Hospital f. Castillo de Punta Mala g. Torre Pedrosa h. Castillo de San Felipe i. Castillo de Santa Bárbara m. Batería de la Tunara n. Torre Nueva o. Muelle Viejo p. Torre del Diablo q. Muelle Nuevo.

Ante la inferioridad de medios, el almirante francés, juzga prudente mantenerse en la Bahía, dando en ella la batalla – si hubiera lugar -, al amparo de las baterías de costa, al mismo tiempo que por tierra manda aviso a la escuadra española de Cádiz para que se reúna con él y de esta forma coger a los ingleses entre dos fuegos, invirtiendo su superioridad numérica.

La flotilla gala entra en la bahía el 4 de julio. Linois se entrevista con el comandante general español, Jácome, y le expone su plan de defensa. Inmediata a isla Verde se acoderó la fragata «Muiron«, le sigue el «Indomtable«, de 80 cañones, a continuación el «Desaix«, de 74 y en la misma línea el «Formidable«, también de 80 cañones.

En el fondeadero de Algeciras se colocan las dos presas, el bergantín «Speedy» y el otro buque, cuyo nombre no está en la historia.

Las lanchas cañoneras españolas se apostan en las alas del dispositivo, tres al sur de isla Verde y cuatro al norte, para impedir el desbordamiento de la línea. Los buques franceses recogen velas y echan sus anclas, pretenden actuar como baterías de costa flotantes.

Comienza el combate naval de Algeciras

Despliegue de fuerzas

En la mañana del día 6 aparecieron las velas inglesas por Punta Carnero, extremo suroeste de la bahía, eran los navíos «Caesar«, insignia de Saumarez, de 80 cañones, y «Pompée«, «Venerable«, «Hannibal«, «Spencer» y «Audacious«, de 74 cañones y la fragata «Thames» de 40.

Plano del enfrentamiento donde se puede ver la localización de los barcos (con sus movimientos al inicio y final de la batalla), cañoneras y baluartes de costa
Plano del enfrentamiento donde se puede ver la localización de los barcos (con sus movimientos al inicio y final de la batalla), cañoneras y baluartes de costa. Fuente: Modificación de Todo a Babor de un mapa de la obra de William James.

La flota enemiga entra confiada en su aplastante superioridad, pretendiendo realizar la misma maniobra que Nelson en Aboukir (91), es decir, remontar la línea franco-española en toda su longitud, por el lado de la costa, en tanto que los restantes atacaban por el lado del mar abierto, para ponerla entre dos fuegos, menospreciando el valor de las baterías de costa que la protegían.

A tal fin los navíos británicos llevaban anclotes en las popas. Como hecho anecdótico cabe reseñar que uno de los almirantes derrotados en Aboukir fue el almirante Villaneuve, de triste memoria en Trafalgar.

En el croquis y en la reproducción del cuadro de la batalla de Aboukir se observa que la escuadra francesa presenta el mismo orden de batalla que en la batalla que se avecina.

El almirante Linois despliega de sur a norte, sus navíos de la forma siguiente: «Indomptabe«, «Desaix» y «Formidable«, delante respectivamente de Isla Verde, Algeciras y Fuerte de Santiago. A retaguardia y protegido por Isla Verde, la fragata «Muiron«.

Las cañoneras españolas, al mando del capitán de navío, Lodares, protegiendo los flancos sur y norte. El general de brigada, Devaux, por su parte y siguiendo órdenes del almirante, ha desembarco parte de su infantería en Isla Verde, al objeto de prevenir un posible desembarco inglés, así como ha reforzado las distintas baterías españolas.

La batalla

La escuadra inglesa navega en línea, en primer lugar el «Venerable«, que cruza por delante de las baterías de San García (la primera que rompe el fuego, a las ocho y veinte y cinco de la mañana), sin responder al mismo. Cruza asimismo la primera parte de la línea francesa, para ocupar su posición en el extremo norte de la misma.

El «Pompee» le sigue, efectuando una maniobra similar, hasta colocarse el centro del despliegue combinado hispano-francés. Detrás, el «Audacious«, «Caesar«, «Spencer» y «Hannibal, echando todos el ancla e iniciando un intenso fuego sobre los navíos galos.

A las 8 y 35 minutos el «Pompee» y el «Audacious» rompen el fuego; a las 9 horas el «Caesar«; un cuarto de hora más tarde el «Venerable» y a las 9 y 35 el «Spencer«. A partir de ese momento el fuego se generaliza y como dicen las crónicas el «ruido del cañón era continuo y terrible» (92).

Linois, intuye la maniobra británica, y de esta forma, ante la posibilidad de ser envuelto, aprovechándose de una relativa caída de la brisa, ordena cortar los cables que mantenían fondeados a sus buques para que se aproximaran a la costa, hasta encallar, quedando de esta forma mejor protegidos por las baterías de costa.

La batalla de Algeciras en pleno fragor del combate
La batalla de Algeciras en pleno fragor del combate. Grabado de Antoine Léon Morel-Fatio. Se pueden ver en primer plano una de las cañoneras españolas.

Se ve pues, la inmovilidad francesa, frente a la agilidad inglesa. Linois despliega en línea, con sus velas plegadas, mientras que Saumarez ataca en contra del viento, «impelidos por una ventolina floja» (93).

Fernández Duro, en su famosa enciclopedia de la Armada Española, indica textualmente:

Serían las nueve de la mañana al aproximarse el primer navío inglés y romper el fuego, contestando desde las baterías de tierra, las lanchas cañoneras y los bajeles franceses. Aquel y los dos que le seguían dejaron caer sus anclas casi a toca penoles, mientras que los otros remontaban con la idea indicada (94)

A las diez horas y media, Saumarez se da cuenta del daño que le están produciendo las baterías de tierra, principalmente a los navíos «Caesar» y «Pompee«, por lo que ordena cortar los cables y ponerse al viento, pero los mástiles y las velas del «Pompee» se encuentran inútiles, de tal forma que le impiden navegar, por lo que se ve obligado a remolcarlo con los botes.

Ante el fuego que recibe de la batería de Isla Verde, el almirante inglés decide efectuar un desembarco, pero no puede realizarlo, porque las tropas que para este efecto tenía reservadas en los botes, se encuentran remolcando al «Pompee«.

Combate naval en la bahía de Algeciras.
Combate en la bahía de Algeciras. Pintura de Antonio González Gallego. Museo Naval de Madrid. Esta es de las pocas, por no decir la única, pintura española sobre esta batalla. Es por ello que se ven destacadas las cañoneras españolas que participaron en la acción, algo que suelen obviar las fuentes y la mayoría de los pintores franceses, no hablamos ya de las baterías de costa a las que apenas hacen mención.

Mientras tanto el «Hannibal» se encuentra realizando la maniobra de desbordamiento por el norte de la línea francesa, al objeto de tomarla entre dos fuegos, pero desgraciadamente encalla (95), quedando momentáneamente inmovilizado, donde recibía casi sin poder defenderse el fuego mortífero de la batería de Santiago (96), sin posibilidad, además, de recibir auxilio ante la muralla de fuego que presentaban las pequeñas batería de Torre de la Almiranta la de Palmones (97), situada al este de la de Santiago.

Siguiendo las órdenes de Saumarez, el «Caesar«, el «Audacious» y el «Venerable«, se aproximan, navegando al enemigo, encontrándose muy cerca del «Indomptable«, apenas tres cables, pero este se siente protegido por el fuego mortífero de los cañones de la Isla.

De nuevo intentan un desembarco los ingleses, pero ya no hay tiempo, el daño sufrido es demasiado grande. Además, la movilidad, que hasta entonces era un arma potente en manos del almirante inglés y que disminuía el efecto de los cañones enemigos, desaparece, al decaer considerablemente el viento.

Poco antes de la una de la tarde, el capitán Ferris del «Hannibal» ordena arriar el pabellón, rindiéndose e incluyendo en la misma, a las tripulaciones de los botes que le había enviado su almirante para desencallarlo. Cuando regresa a Inglaterra, después de su liberación, el capitán Ferris es procesado, con sus oficiales y tripulación, por rendir al buque.

El navío británico HMS Hannibal queda embarrancado durante la batalla de Algeciras
El navío británico HMS Hannibal queda embarrancado durante la batalla de Algeciras. Grabado francés. Esta es una de las muchas representaciones artísticas que los franceses realizaron de este hecho de armas.

La batalla adquirió gran encarnizamiento cuando el viento cesó y la batalla se redujo a un cañoneo intenso y letal entre los contendientes, dada la inmovilidad de los barcos, principalmente los franceses.

Vigón en su Historia de la Artillería Española, afirma que el intercambio de fuego entre la batería de Santiago y el «Hannibal» duró seis horas, exagerando el ilustre historiador, cuando en realidad el conjunto de la acción no superó las cinco.

Tal como se ha expuesto anteriormente, a la una y media, el Hannibal» se había rendido; el «Pompée» se encontraba inmovilizado y totalmente inútil y cinco de las lanchas cañoneras españolas habían sido hundidas.

El «Pompée«, a pesar de los esfuerzos primero, terminó por embarrancar muy cerca de isla Verde, aunque para que no le ocurriera lo mismo que al «Hannibal«, Saumarez ordenó que otras barcas se unieran a las que intentaban remolcarlo.

Los marineros ingleses, haciendo prodigios de valor, dado el fuego mortífero de los morteros de la isla, lograron desembarrancarlo y remolcarle hasta Gibraltar, a costa de sensibles pérdidas de los esforzados marineros ingleses.

La batalla estaba perdida para los británicos. Saumarez piensa que es probable que hunda a todos los buques franceses, pero le es imposible destruir a las baterías de costa españolas, que incansables lanzan sus bolas de muerte sobre sus barcos.

La artillería británica centra sus fuegos sobre isla Verde, pero sus fortificaciones son más fuertes que el maderamen de los barcos. La batería de Santiago es la que más mortandad causa y también la que más dificultades presenta a los artilleros ingleses para alcanzarla.

La batería de la Almirante se queda casi fuera de alcance y sus cañonazos se limitan a establecer una barrera de fuego que impida el desbordamiento de la línea. La ciudad sufre y numerosas balas de cañón se empotran los edificios. Milagrosamente el torreón de la iglesia de la Virgen de la Palma se mantiene incólume.

La población ha evacuado la ciudad y mira atónito el espectáculo desde las actuales altura del barrio de San Isidro.

El cuadro sobre la batalla de Algeciras, que se conserva en el museo de Versalles es ilustrativo de cómo debió ser la acción.

Batalla de Algeciras.
Batalla de Algeciras. Pintura de Antoine Léon Morel-Fatio. Palacio de Versalles. Paris.

Tal vez haya sido la única batalla que ha contado con espectadores, porque según dicen las crónicas y existen documentos que lo constatan, las poblaciones de Algeciras y Gibraltar fueron protagonistas de excepción, unos desde San Isidro y los otros desde la muralla de mar de Gibraltar.

La angustia mantendría en vilo a muchas almas, porque sus padres, esposos, hermanos, familias y amigos, combatían en esa batalla que no tenía sentido.

Fin de la batalla

A las doce y media de la mañana, Saumarez da la batalla por perdida y ordena la retirada hacia Gibraltar. Se oye un clamor procedente de las baterías, festejando el triunfo de la artillería de costa sobre la naval.

Como resultado de la acción, los ingleses habían perdido el «Hannibal» (98), que había sido apresado, el «Pompée» se encontraba en un estado lastimoso y sin posibilidad de reparación a medio plazo y el «Caesar» recibió cinco balazos en su palo mayor y uno o más en sus otros palos y vergas, quedando así muy dañado.

Las bajas de esta memorable acción la fijan los historiadores galos en 1.500 muertos y heridos, cifra que parece exagerada, por su parte los ingleses reconocieron 121 muertos y 240 heridos.

He aquí la lista de las bajas inglesas (99):

  • Navío «Caesar«: 6 marineros y 2 soldados de marina, muertos, y 18 marineros y 6 soldados de marina, heridos. Total 32.
  • Navío «Pompee«: 10 marineros y 3 soldados de marina, muertos, y 53 marineros y 10 soldados de marina, heridos. Total 76.
  • Navío «Venerable«: 7 marineros muertos y 23 heridos. Total 30.
  • Navío «Audacious«: 8 marineros, muertos, y 25 marineros y 6 soldados de marina, heridos. Total 39.
  • Navío «Spencer«: 5 marineros, muertos, y 23 marineros y 3 soldados de marina, heridos. Total 31.
  • Navío «Hannibal«: 68 marineros y 5 soldados de marina, muertos, y 44 marineros y 14 soldados de marina, heridos. Total 131.

Los oficiales muertos, fueron los siguientes:

  • «Caesar»: Willian Grave, maestro (100)
  • «Pompee»: Roxburgh, mestro y Steward, aspirante de marina.
  • «Venerable»: Willian Gibbons, aspirante de marina.
  • «Spencer»: Robert Spencer, voluntario de primera clase.
  • «Hannibal»: J. D. Willians, 1° teniente de tropas de marina, David Lindsay, secretario del capitán.

Los oficiales heridos, fueron los siguientes:

  • «Caesar»: George Willian, contramaestre.
  • «Pompee»: Richard Cheesman, A. Stapleton y Thomas Innes, tenientes; Curry y Hillier, segundos maestros, y John Hibberd, aspirante de marina.
  • «Venerable»: Silvester Austin y Martin Collins, aspirantes de marina.
  • Audacious»: J. W. Day, teniente de tropas de marina.
  • «Spencer»: Joseph Chatterton, aspirante de marina.
  • «Hannibal»: J. Turner, teniente; J. Wood, contramaestre; M.G. Dudgeon, aspirante de marina y George Dunford, teniente de tropas de marina.

En total, 7 oficiales muertos y 114 marineros y soldados, y 15 oficiales heridos y 225 marineros y soldados, sumando el total del número de bajas 361.

Por parte franco-española los daños no fueron menos severos, ya que la mayoría de los buques franceses se encontraban tocados y cinco de las siete lanchas cañoneras españolas había sido hundidas, las que tenían los numerales 2, 4, 8, 12 y 13.

Se contabilizaron 306 muertos y 280 heridos, figurando entre los primeros el comandante del «Indomptable» (101), el comandante de la lancha número 12, el alférez de navío, don Jerónimo Lobatón, tres patrones y dos marineros españoles.

Entre los heridos figuraban los capitanes galos, Moncouse (o Moncoure) y Laindet Lalonde, y un artillero y nueve tripulantes españoles heridos.

Este es el parte del capitán de navío Juan Pablo de Lodares, comandante de las cañoneras españolas que ha sido incluido por Todo a babor por su interés y que proviene del libro: Presas de la Armada española, de Rubén E. Vela y Cuadros.

Antes de ayer tarde fondearon en este surgidero procedentes de Tolón tres navíos franceses y una fragata mandados por el Contralmirante Linois, que iban a Cádiz con 1500 hombres de transporte, e hicieron esta arribada de resultas de las noticias de haber sobre Cádiz fuerzas enemigas superiores: a las 7 de esta mañana hicieron señal las Torres del O. de avistarse con rumbo a Gibraltar seis navíos ingleses, pero a las 8 ½ se dirigieron a este fondeadero, entrando en él a la vela con viento al O: al momento se empezó un combate vigorosísimo por ellos, navíos y fragatas franceses, nuestras siete cañoneras, únicas que aquí había, y las baterías de tierra, y duró con el mismo tesón hasta las 2 en punto de la tarde, que se retiraron los navíos ingleses, dejando aquí varado y rendido el Anibal de 74: Los tres navíos y fragata franceses están varados y con averías de mucha consideración: de nuestras siete cañoneras quedaron boyantes solamente dos, y las otras cinco he mandado rehabilitarlas con la prontitud que permiten las pocas proporciones, excepto el místico Delfín que fue a fondo enteramente, por si vuelven los enemigos a atacarnos. Aún no he tenido noticia exacta de los muertos y heridos de nuestras lanchas: los navíos franceses han tenido muchos, y no habrán sido menos los de los enemigos: En el correo inmediato informaré a VE exactamente de todo para la debida noticia de S.M., y ahora me limito a recomendar el particular mérito que han contraído estos oficiales y gente de que enviaré a VE la correspondiente relación en el mismo correo. Nuestro Señor guarde la vida de VE muchos años. Algeciras y Julio 6 de 1801. Exmo. Sr. Juan de Lodares = Exmo. Sr. Dn. José Antonio Caballero

Notas

  • (82)- Este almirante apresó a Linois en el océano Indico en 1803
  • (83)- COCHRANE, ALEJANDRO TOMÁS, conde de Dundonald. Marino inglés. Nació en Annesfield (Escocia) el 27 de diciembre de 1775 y murió en Kensington (Inglaterra) en 1864. lngresó en la marina británica en clase de teniente en 1797, a las órdenes del almirante Keith, el que le dio el mando de la «Reina Carlota» y más tarde del «Speedy», bajel de 14 cañones, con el que Cochrane hizo en diez meses las presas de 33 buques. Capturado por Linois, después de un sangriento combate, estuvo prisionero durante varios años, hasta que fue canjeado, y ascendido a capitán por su gobierno, continuando peleando contra Napoleón, alcanzado fama de corsario. En 1806 entró en el Parlamento, donde intentó conseguir la reforma de la organización naval británica, lo que le valió numerosos enemigos. Fue borrado del escalafón de la Armada y encarcelado en 1814, acusado de haber propalado rumores falsos para especular en la bolsa. En 1817 pasó a Sudamérica, llamado por los chilenos, para que creara la flota de este país y para luchar contra los españoles. El 12 de diciembre de 1818 fue nombrado hijo adoptivo de Chile y almirante en jefe de la flota de esta república. Afortunado en aquellos mares, venció en varias ocasiones a los españoles (cuya flota en aquellas aguas era muy reducida), prolongándose la lucha hasta 1822. Colaboró a la independencia del Perú. En 1823 fue invitado por el emperador Pedro 1, del Brasil, para hacerse cargo de la armada del mismo, prestando valiosos servicios en la lucha por la independencia contra Portugal, premiándosele con el título de marqués de Maranhao y una subvención, aprobada por el consejo legislativo, que no llegó a cobrar. Regresó a Europa, donde luchó por la liberación de Grecia (1827), volviendo posteriormente a Gran Bretaña, donde en 1832 fue rehabilitado, con el cargo de almirante. El 1849 el gobierno británico le confirió el mando de las fuerzas navales que hacían los cruceros de Norte-América y las Indias Occidentales, y al año siguiente fue revestido de facultades extraordinarias, durante ese tiempo, Cochrane exigió de Venezuela, bajo amenazas formales, la satisfacción de ciertas reclamaciones hechas por súbditos ingleses. La dureza de la nota estuvo a punto de originar un conflicto entre ambas naciones. Arreglado este asunto por la cancelación de las notas mandadas, regresó a Inglaterra en 1851, retirándose del servicio, falleciendo en 1864, siendo enterrado en el monasterio de Westminster. En el año 1873 la ciudad de Valparaiso levantó, en memoria de Cochrane, su estatua en bronce, frente al océano que le marino surcó victorioso. Fue autor de varios estudios de tecnología naval y publicó una crónica de sus campañas en América.
  • (84)-  El «Speedy», aunque se dedicaba al corso, era un buque de guerra británico, al menos como tal figura en la lista de la Roya! Navy de 1794. Fue construido en 1782. Fue apresado a los españoles y tenía su base en Gibraltar. Fue precisamente esta circunstancia las que motivaron las discrepancias entre franceses y españoles, cuando se apresó por Linois.
  • (85)- Ocaña Torre, Mario. «Corso y corsarios en el Estrecho de Gibraltar». Algeciras 1990. El profesor Ocaña hace un análisis del corso español durante todo el siglo XVIII.
  • (86)- Bueno Lozano. Ob. Cit. Págs. 94 y 95.
  • (87)- TaI como se ve, los ingleses conocían las posibilidades reales de las baterías de costa. 71
  • (88)- No se tiene más constancia de este hecho de armas, en que participaron, según Semple, las baterías de la Comandancia de Artillería de Algeciras, seguramente las de Punta Carnero y San García.
  • (89)- Evidentemente lo que frenó la persecución de la fragata y el bergantín, fueron las baterías de costa, por eso solo pudieron hundir una de ellas, en la primera andanada, porque inmediatamente las cañoneras se pusieron al amparo de los cañones españoles y los navíos ingleses no quisieron arriesgarse a continuar, teniendo en cuenta que habían cumplido su objetivo de que el convoy entrara en Gibraltar.
  • (90)- Bueno Lozano, Martín. «El renacer de Algeciras a través de sus viajeros». Pag. 91. Uno de los viajeros recogidos por el padre Martín Bueno, es Robert Semple, del que dice: «Semple fue, según indicios, espía al servicio de Inglaterra, en guerra a la ocasión con España».
  • (91)- BATALLA NAVAL DE ABOUKIR
    El ejército de Napoleón, destinado a la conquista de Egipto, desembarcó en 1° de julio de 1798 en Alejandría. Con 13 navíos de línea y 4 fragatas ancló el almirante Brueys en 6 de julio en la rada de Abukir, junto a la costa. El contraalmirante inglés Nelson, que en vano había buscado la flota francesa hacía algunas semanas, apareció el 1° de agosto delante de las costas de Egipto con 13 navíos de línea y 3 fragatas. Envió una parte de sus barcos al angosto canal de poco fondo, entre el ala izquierda de la línea enemiga y la orilla, mientras que los restantes anclaron formando arco, delante de la flota francesa. Hacía las siete de la tarde comenzó la batalla, y a las ocho habían sido ya echados a pique o tomados cinco navíos franceses. Nelson, herido en la cabeza, fue reemplazado en el mando por el capitán Berry. Durante la noche prosiguieron los buques franceses la batalla con tenacidad. El almirante Brueys murió; su buque L’Orient se incendió y voló con la tripulación. A las tres de la mañana terminó la batalla con la huida a Corfú de los dos buques de línea y las dos fragatas que quedaban de los franceses. La escuadra de Bonaparte perdió la mitad de la tripulación y 3.705 prisioneros; los ingleses tuvieron 900 muertos o heridos.
  • (92)- GIBRALTAR CHRONICLE del 10 de julio.
  • (93)- Fernández Duro, Cesáreo. «Armada Española. Desde la unión de los Reinos de Castilla y de Aragón». Tomo VII. Pág. 220.
  • (94)- Fernández Duro, Cesáreo. Ob. Cit. Pág. 221.
  • (95)- Desde entonces, a una de las rocas que casi emergían del agua, se le denominó la «Roca del navío», sobre la que luego se construyó el «muelle del Navío» del puerto de Algeciras. No obstante, existen algunas dudas si la roca contra la que encalló el «Hannibal» es la misma que la de la tradición, ya que parece que debía encontrarse algo más al norte, casi enfrente de Fuerte de Santiago. Asi mismo Algeciras, cuenta con una calle con este nombre.
  • (96)- Vigón, ob. cit.. Pág. 22. El ilustre historiador militar, relata: don Manuel Velasco y Coello, que mandaba la famosa batería de Santiago, de la plaza, después de seis horas de cañoneo con el navío británico «Aníbal», de 74 cañones, consiguió rendirlo y apresarlo.
  • (97)- El Gibraltar Chronicle la cita como la batería del «Mirador», pero no podía ser, sino una de fajina, situada en la desembocadura del río Palmones.
  • (98)- Con respecto al apresamiento del «Hannibal» y posterior rebautizamiento como «Algeciras» y su participación en la batalla de Trafalgar, hay que desmentirlo totalmente, porque hay documentos suficientes que manifiestan lo contrario. El Centro de Información Naval de Londres, notificó al padre Martín Bueno en 1992, que el «Hannibal» fue construido en Blackwall y fu botado al agua el 15 de abril de 1786. Llevaba una tripulación de 600 hombres. Entre 1794 a 1800 navegó por las islas de Sotavento, teniendo su base en el puerto de Jamaica, regresando a la metrópoli a finales del último año. En 1801 fue puesto al mando del capitán Ferris y formando parte de la escuadra de Saumarez. Tras ser capturado se integró en la flota francesa con el nombre de «I’Annibal», participando en la campaña de Santo Domingo, a donde llegó el 1 de agosto de 1802, transportando parte del 7° Regimiento de Infantería Ligera. En 1805 se encontraba en el puerto de Telón, por lo que participó en las operaciones del vicealmirante Villeneuve. La Dirección General de Archivos de Francia, también a requerimiento del padre Martín Bueno, y a través del agregado militar en París, certificó que el navío de 74 cañones, «I’Algeciras», que había combatido en Trafalgar, al mando del contraalmirante Magón y el capitán de navío Le Tourneur se construyó en Lorient, según el proyecto del ingeniero Sané, y que fue botado el 8 de julio de 1804. La confusión que sobre el rebautizamiento a «Algeciras» la provocó el viajero inglés Semple, que así lo confirmó en sus escritos. La existencia de un buque francés con idéntica denominación en la batalla de Trafalgar, es lo que motivó que distintos historiadores lo dieran como un hecho.
  • (99) – «GIBRALTAR CHRONICLE del día 10 de julio de 1801.
  • (100)- «Master» (Maestro) era como se denominaban a una clase de «warrant officer» de la Royal Navy, teniendo la graduación más alta, delante de los cirujanos (civilian officer).
  • (101)- Fernández Duro, Cesáreo. Ob. Cit. Se indica que también pereció en la acción el capitán de navío Troude, comandante del «Formidable», pero no fue así, ya que tal como se ha visto en la pequeña biografía recogida en el capitulo V, este marino galo alcanzó el grado de almirante.

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