Las cartas privadas de Churruca antes de Trafalgar

Por Juan García (Todo a Babor)

Introducción

Hay una serie de cartas privadas, escritas por el brigadier de la Real Armada Cosme Damián Churruca y Elorza, justo unos meses antes de la Batalla de Trafalgar, que por su interés y, sobre todo, por que al ser privadas el marino vasco no se ahorraba en detalles sobre el lamentable estado de los buques, los mandos o su comprensible frustración por no ver satisfechos sus deseos de tener su navío listo para el combate, que merecen dedicarlas atención.

Repasaremos todas esas cartas privadas y tendremos así un punto de vista nuevo sobre lo acontecido en aquella infausta batalla que se llevó por delante, entre otros muchos marinos, al propio Churruca.

Empezaremos por orden cronológico, desde la más antigua hasta la última que escribió, apenas unos días antes de la batalla. Sus destinatarios fueron su hermano Julián, con quien tendrá las más reveladoras confesiones, y con el editor de su obra sobre punterías, el brigadier director del Depósito Hidrográfico de Madrid don José Espinosa y Tello.

Retrato del marino español Cosme Damián Churruca
Retrato de Cosme Damián Churruca (1761-1805). Museo Naval de Madrid.

Carta del 13 de febrero de 1805 a su hermano Julián

Esta carta la escribió Cosme Damián Churruca a su hermano Julián desde Ferrol, donde se estaban armando los navíos de línea de aquel departamento para la lucha contra los británicos, tras la reanudación de la guerra a consecuencia de la batalla del Cabo de Santa María el año anterior.

España se había comprometido con Francia en armar ocho navíos y cuatro fragatas en el Ferrol; doce navíos en Cádiz y seis navíos en Cartagena.

En la misiva, el brigadier se muestra muy satisfecho, ya que al fin le conceden el mando del navío San Juan Nepomuceno, buque que él mismo había solicitado a Godoy.

Además, en la misiva le cuenta a su hermano lo siguiente:

…y autorizándome para que sin sujeción a reglamentos, disponga yo sus distribuciones interiores y le arme a mi entera satisfacción, en cuanto lo permita la escasez actual en este arsenal.

Esto, como veremos en una carta más adelante, sería motivo de una gran frustración.

Pero la alegría es doble, ya que no sólo pasaba a mandar un buque de guerra de su preferencia, sino que dejaba atrás el siempre incómodo puesto de capitán de bandera de un buque insignia, en este caso del navío Príncipe de Asturias, que enarbolaba la insignia del teniente general Domingo Pérez de Grandallana.

Pero los motivos de que Churruca pidiera el traslado a un buque sin generales con insignia se debían, sobre todo, a la manifiesta animadversión que tenía de Grandallana, y a tenor por sus comentarios, no era el único que detestaba a aquel general. El mismo Napoleón le dijo a su ministro Decrés de que no quería a Grandallana como mando.

Por consiguiente tengo la doble satisfacción de libertarme del disgusto de ser capitán de bandera de un general y de serlo del tal señor, cuya caída ha causado un regocijo universal en toda la Armada. Harto será que no tenga yo algunas disputas con él, porque querrá trabarme en el uso de las facultades que se me han concedido para el armamento de mi navío bajo pretexto de que atraso el de los demás de su escuadra; pero yo sabré sostenerme sin compromiso alguno.

Grandallana había sido Ministro de Marina hasta que el 2 de febrero sustituye al jefe de escuadra Baltasar Hidalgo Cisneros, que era el mando de la escuadra de el Ferrol. La caída, es por tanto, la vuelta de Grandallana a un puesto a bordo de un buque y no en el goloso puesto de ministro.

Unos pocos meses más adelante, el propio Gravina, quien sería el comandante en jefe de las fuerzas españolas en Trafalgar, echaría a Grandallana del Príncipe de Asturias para quedárselo él.

En esta carta, Churruca menciona también el estado de la situación de la Real Armada, afirmando que duda que se encontrase marinería suficiente para armar los 26 navíos de los tres departamentos, a pesar, explica, de que enviaron desde Galicia a Cádiz a 1.200 hombres de mar.

Añade que el el departamento ferrolano se han concentrado tropas, y que hay una acuciante falta de harinas, carnes, vinos, aceite, leña, carbón, hierro y cualquier otra cosa de los artículos más necesarios, creyendo que era imposible hacerse la escuadra a la mar próximamente.

Carta de 8 de mayo de 1805 al brigadier José Espinosa y Tello

Aprovechando la carta que envía a su editor, sobre unas correcciones de su libro sobre punterías, Churruca se desahoga con su amigo contándole las desgracias ocurridas con el armamento de su navío San Juan Nepomuceno.

Cruelísimamente contrariado, escribirá nada más empezar, porque a pesar de la orden superior que tenía de armar a su navío a su entera satisfacción1

… va a quedar no solamente lejos de tal estado, sino que peor que algunos otros de la escuadra, pues la tal orden ha hecho que sea yo la «bete noir» para los que mandan el arsenal y los trabajos.

Churruca estaba seguro de que habían echado a perder el San Juan en la carena, al aumentar extraordinariamente el peso y disminuyendo su estabilidad.

El aumento de peso estaba íntimamente relacionado con la incapacidad de pertrechar al navío con las debidas vituallas, teniendo por lo tanto menos autonomía que antes, por no poder embarcar las provisiones totales que sí podía llevar antes del desastre que le hicieron en el astillero.

Sin embargo, Churruca se conocía bien la burocracia y los egos de quien trataba en los arsenales, ya que afirma:

Pero voy con pies de plomo y no hablaré de oficio hasta que pueda hacerlo de modo que no se me pueda responder, bien que aquí está establecido no contestar a ningún oficio, como no se ha contestado a una representación muy fuerte ni a ninguna de otras dos que he hecho sucesivamente. Es un verdadero martirio servir así.

La última frase es más que elocuente de la frustración del marino vasco.

Además, Churruca aboga por disponer de más palanquetas que balas rasas por cañón, ya que, según su propia experiencia, eran más utilizadas.

Sin embargo, añade:

Pero veo que nada se resuelve y es doloroso que nos quedemos como estamos.

Para terminar, le confiesa a su editor que tampoco se le ha permitido armar su navío con sólo obuses en alcázar y castillo, desechando los pequeños cañones de 8 libras como deseaba, ya que estos en una batalla contra navíos eran totalmente inservibles. Así que asistiría a la batalla con los obuses, además de 6 cañones de 8 libras que sólo iban a embarazar la cubierta y ocupar unos hombres para nada.

Le remitieron en aquella negativa al reglamento de artillado de navíos. A él, al hombre que estaba escribiendo un tratado de punterías de los más avanzados de la época, al marino que había investigado más que nadie el uso de la artillería naval. A Churruca todavía le humillaban de aquella forma.

Finiquita la carta de esta manera:

He representado pero no se me hace caso. Soy en fin, el último mono.

Carta de 23 de agosto de 1805 a su hermano Julián

En esta misiva, Churruca le cuenta a su hermano Julián los pormenores del corto trayecto desde Ferrol a Cádiz. Tras la batalla de Finisterre del 22 de julio, Gravina y Villeneuve deciden poner rumbo a Cádiz.

El teniente general español toma el mando de la escuadra española, entre los que se encuentra el San Juan Nepomuceno de Churruca.

Aquella travesía le daría al marino vasco la oportunidad de probar su navío en la mar. En general, decía que el buque lo había hecho bien, aunque tumbaba extraordinariamente.

Retrato de Cosme Damián Churruca
Retrato de Cosme Damián Churruca (1761-1805), que fue brigadier de la Real Armada Española y murió en la batalla de Trafalgar, librada el día 21 de octubre de 1805. Colección particular.

También se quejaba de la mayor parte de su marinería, que era bisoña, pero aún así, fue felicitado por los mandos españoles y franceses por su buen proceder en la navegación.

En concreto Gravina le aseguró que:

los franceses me miraban como una gran fortuna el tener en su escuadra un capitán como yo, y felicitándome de haberme elegido por cabeza de línea en su escuadra de observación.

A pesar de las quejas en la preparación del San Juan, este había sido elegido como buque de observación, de los que iban por delante de la escuadra para otear a posibles enemigos. Y eso sólo lo hacían los buques más marineros.

Es en el momento de recalar a Cádiz cuando Churruca, una vez más, se frustra ante tanta incompetencia, en este caso proveniente del vicealmirante Villeneuve, a quien, siguiendo la línea general de otros mandos españoles, no guardaba demasiado respeto, como se verá sobre todo en la última carta.

Si el señor francés hubiera sabido recalar a Cádiz, hubiéramos apresado una división inglesa de 4 navíos y dos fragatas que estaban bloqueando este puerto cuando llegamos; pero recaló mal, y la perseguimos inútilmente por no podérsele cortar la retirada a Gibraltar.

En aquella ocasión, el navío de Churruca tiene la oportunidad de apresar una fragata británica de guerra, que no había sido vista por la escuadra principal. Recordemos que el San Juan iba destacado en observación.

Churruca estaba seguro de cortarla el paso antes de las seis de la tarde, pero Villeneuve, que no quería sotaventearse de Cádiz, mandó retirarse al marino vasco. Este se hizo el desentendido, según sus propias palabras, pero Gravina le particularizó la señal a su navío y ya no pudo más que obedecer la orden, o se hubiera metido en un buen lío.

Entonces no pude ya dispensarme de obedecer, y lo hice de malísima gana, no tanto por la presa que me quitaban, como porque yo quería ser el cebo de la escuadra inglesa, a fin de que por defender su fragata me atacasen, y empeñarla así con toda la nuestra.

La clara inteligencia de Churruca iba más allá de conseguir un simple trofeo, sino que buscaba una batalla más general en la que los británicos, simplemente por inferioridad numérica, serían aplastados.

Hubiera sido un buen golpe a la moral de los británicos, pero se perdió la ocasión, como tantas otras veces por falta de arrojo en algunos mandos y su nula visión estratégica.

Pero no sería la única oportunidad en la que el San Juan intentara apuntarse una presa, ya que antes de entrar en Cádiz…

… pude coger otra fragata inglesa, si hubiera querido hacer su deber una fragata francesa que estaba en mejor posición que yo, a la que hice inútilmente varias señales, pero no me hizo caso; el enemigo estaba a barlovento, yo a cuatro leguas de la escuadra, empecé a descubrir al anochecer dos navíos que maniobraban a cortarme, y me fue preciso retirar.

Churruca afirmaría que «La fragata francesa se manejó con mucha collonería2 «.

El brigadier no dejaba de sorprenderse de la buena fama que estaba teniendo entre los mandos españoles y franceses por lo que él pensaba que había obrado mal:

En la mar fui nombrado desde el primer día para escuadra ligera con otros dos navíos franceses, sin dejar por eso de ser cabeza de línea de la escuadra de observación, por consiguiente ando siempre lejos de la armada, visitando embarcaciones y dando caza a todo el mundo. Todos están asombrados de verme en movimiento continuo, y haciendo los mayores esfuerzos de vela con un navío que tumba tanto. En fin, puedo decirte para tu satisfacción que cuando yo creía haberme manejado mal por la torpeza de mi gente, he adquirido una grande opinión en ocho días de mar, y hecho el primer papel en la escuadra combinada.

Carta de 13 de septiembre de 1805 a José Espinosa y Tello

En esta misiva, de nuevo Churruca se pone en contacto con su buen amigo el brigadier Espinosa, su editor, a quien le da las gracias por su colaboración.

Le hace mención de las llaves de artillería, que estaban en la marina británica en uso desde hacía años y que en la española estaba empezando a ser introducida. Estas llaves permitían un disparo más rápido y seguro que con el acostumbrado botafuego.

Vmd. ha visto por el combate de 22 de julio (Finisterre) cuán diferente es tirar con llaves; y yo espero que la sorpresa de nuestros enemigos será mucho mayor cuando se les tire con presencia de la instrucción sobre punterías. Dios quiera que la estudien y observen todos.

Los navíos españoles que combatieron en Finisterre llevaban las susodichas llaves de artillería, hecho que Gravina resaltó como uno de los motivos del buen hacer de sus artilleros en aquella ocasión.

Churruca deseaba que su libro pudiera servir a la escuadra española en su mejor manejo de la artillería. Eso y la adopción de las llaves (que se estaban fabricando a contrarreloj) debería, según él, notarse en un combate contra los británicos.

Carta de 1 de octubre de 1805 a Julián

En la anterior navegación de Ferrol a Cádiz, el navío San Juan Nepomuceno, como hemos visto, se había destacado en su labor como buque de observación.

Aquellas idas y venidas constantes hacían que la tripulación, la mayoría bisoña, se tuviera que esforzar como si de una tripulación curtida se tratase, resintiéndose por tanto la disciplina en unos hombres que todavía no estaban acostumbrados a las penurias del trabajo en la mar.

Así, el 27 de agosto se declaró un motín a bordo del San Juan que se sofocó no sin esfuerzo aunque sin derramamiento de sangre.

Se trataba de casi medio centenar de soldados de marina, a los que se arrestó y esperaban una más que probable sentencia de muerte. La disciplina naval así lo estipulaba en sus penas por motines.

Churruca, sabedor de que a aquellos hombres no les esperaba otra cosa que la muerte, intercedió por ellos.

En la carta, le cuenta a su hermano la buena noticia de que les habían perdonado la vida, aunque debían estar presos ocho años.

Querido hermano: como supongo que antes del recibo de esta habrá visto la relación del motín que tuve el 27 de agosto, te envío copia de la orden publicada ayer en la escuadra, para que veas que la Corte ha apreciado mi mediación, y que tengo el doble placer de haber salvado las vidas a 40 desgraciados que debían morir, y de que conste así en los archivos, para que la posteridad vea en este hecho que no pude provocar tal atentado por un rigor excesivo ni por abusar de autoridad, pues no recelo que se me tache nunca de abandono en la disciplina militar.

Además de esta noticia, Cosme le pone a su hermano al día de los acontecimientos, que no tardarían en precipitarse:

La escuadra enemiga ha sido reforzada hasta 32 navíos, 8 de ellos de tres puentes, con la llegada de los dos quijotes ingleses Nelson y Sydney Smith. Nosotros tenemos la orden de estar prontos a dar la vela en el momento que aquella se debilite por la separación de algunas fuerzas que se presume deben ir al Mediterráneo, no sé para dónde ni es fácil adivinarlo, pero creo que no se debilitarán a punto de que quedemos superiores, ni espero que salgamos hasta que algún temporal aleje o disperse a los bloqueadores.

Termina la carta deseando que se declare la guerra continental, para que quede escarmentado el señor Emperador hereditario de Austria, para así llegar cuanto antes a la paz, ya que Churruca no confiaba en que una campaña larga beneficiara a España, como efectivamente así fue.

Carta de 11 de octubre de 1805 a su hermano Julián

A tan sólo diez días de la batalla de Trafalgar, tenemos la última carta de Cosme a su hermano Julián, donde una vez más se hace palpable su pesimismo por lo que está por venir. Tanto, que suena más a un testamento y despedida final.

En esta ocasión la añadiremos de forma íntegra. En ella escribe asuntos muy interesantes sobre el estado de sus cuentas, ya que no recibía paga alguna, teniendo que encomendarse a la ayuda externa, algo que no debía ser plato de gusto para nadie y menos para alguien como él. También hace un interesantísimo repaso a la escuadra combinada y sus problemas.

Navío San Juan, en Cádiz, a 11 de octubre.
Querido hermano: Desde que salimos del Ferrol no pagan a nadie, ni aún las asignaciones, a pesar de estar declaradas en la clase del prest3 del soldado, de manera que les deben ya cuatro meses, y no tienen ni esperanza de ver un real en mucho tiempo; aquí nos deben también 4 meses de sueldo y no nos dan un ochavo4, sin embargo de que nos hacen echar los bofes5 trabajando; con que no puedo menos de agradecer mucho el que hayas libertado a Dolores por ahora de los apuros en que andaría para pagarte los 1.356 reales que te los libraré yo luego que pueda. Entretanto, he encontrado en El Ferrol a un amigo rico que socorrerá a Dolores con cuanto necesite, y quedo tranquilo con haber asegurado ya su subsistencia decentemente. Estos son los trabajos de los que servimos al Rey, que en ningún grado podemos contar sobre nuestros sueldos.

Hace tres días que, estando moviendo los navíos en el fondeadero para ordenarlos de modo que no pudieran ser atacados, nos sorprendió el general francés con la señal de prepararnos a dar la vela, sabiendo que las fuerzas enemigas del bloqueo eran muy superiores. Sin duda creyó encontrar oposición en los españoles para echarnos las cargas, pero Gravina repitió la señal a los suyos afirmándola con un cañonazo, con lo cual quedó burlada su esperanza, y no verificó su bravata.

Al día siguiente pidió junta de generales españoles con los franceses, manifestó la orden que tenía del Emperador para salir a la primera oportunidad que se presentase, y se decidió que no estábamos en el caso.

Parece que el objeto es entrar en el Mediterráneo, pero yo lo veo muy difícil, si los temporales del invierno no dispersan o debilitan las fuerzas enemigas; lo cierto es que nosotros seguimos nuestros preparativos de defensa contra brulotes y toda otra tentativa, bien sea de bombardeo o de ataque que puedan emprender.

Conozco los atrasos de Pascual, su situación y su buena voluntad; y lo que escribí no tenía más objeto que el de hacer conocer la mía. Adiós, mil abrazos a madre, Vicenta, Dominica, Juanola y niños, mantente bueno, y dispón de tu afectísimo hermano. C. Damián (rubricado).

P.D. Leí que Dolores te escribe, y también a madre y a Vicenta.

Cosme Damián Churruca moriría aquel 21 de octubre, a bordo de su buque, el navío San Juan Nepomuceno, junto con un centenar de sus hombres.

Muerte del brigadier de la Real Armada Cosme Damián Churruca en la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, a bordo de su navío San Juan Nepomuceno.
Muerte del brigadier de la Real Armada Cosme Damián Churruca en la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, a bordo de su navío San Juan Nepomuceno. Pintado por Eugenio Álvarez Dumont. Museo Nacional del Prado.

Carta del 4 de enero de 1806 de Manuel, el criado de Cosme Damián Churruca a Julián de Churruca, hermano de este

A modo de epílogo añadiremos la carta que Julián de Churruca envió a su padre, contestando algunas preguntas que el progenitor le hizo a su hijo Julián sobre la muerte de su hermano.

Fue Manuel, el criado de Cosme quien le respondió a esas cuestiones.

Empieza el buen criado explicando que el brigadier murió en sus brazos y que después fue a la cámara donde se encontró el equipaje y la cómoda de su amo descerrajados. Alguien los había forzado, pero el criado contó que todavía quedaba mucha ropa en el interior y que todo lo entregó a Juan de Apodaca, que era pariente de Cosme.

¿Quién robó el equipaje del comandante del San Juan Nepomuceno en aquellas trágicas circunstancias?

Manuel nos lo aclara:

Los ingleses sé fijamente que no tomaron nada, quienes tenían el mayor cuidado para que nadie lo llevase. Los mismos del navío fueron quienes robaron antes que los ingleses vinieran a bordo, pues no pude abandonarle a mi querido amo, y no podía atender a dos partes: que si mi amo habrá muerto luego, yo tendría mucho cuidado con el equipaje, pero como bajó herido a las cuatro y media y murió a las ocho, no me separé un minuto de la vera suya.

Terrible, e indignante, que alguien del San Juan fuese el culpable del robo tras la rendición del navío. Suponemos que no fue en plena batalla, pues habría muchos soldados rondando por todas partes. Alguien le hubiera visto, a no ser que quien hubiera robado las pertenencias del comandante hubiera sido un soldado de marina. A saber, pues no consta que se descubriera culpable alguno.

Lo que está claro es que fue algo que pasó en otros navíos españoles e incluso en los naufragios, ya que Antonio de Escaño ordenó perseguir el comercio ilegal de estas prendas al saberse del saqueo que habían sido objeto algunos equipajes de oficiales y de cuerpos que llegaban a las playas.

Lo que sí se llevaron los ingleses fueron los documentos que había en la cámara, algo lógico por otra parte. Sin embargo, entre aquellos papeles se llevaron también la lista de todo lo personal del brigadier, a pesar de que Manuel les insistió a los ingleses de lo que era aquel papel, que no era de navegación si no personal.

El criado ignoraba qué papeles se llevaron aquellos, pues el no lo sabía:

Yo creo que no tenía ningún papel de interés, pues siempre le oí decir que estaba muy pobre.

La familia Churruca quiso saber si dejaba alguna deuda a lo que Manuel no sabía nada del particular tampoco. A excepción de que a la mujer de Cosme Damián le había asignado veinte mil reales anuales, los que recibiría en una casa del comercio de Ferrol; no se acordaba del nombre del benefactor, pero nosotros sabemos por anteriores cartas que se trataba de un amigo rico de aquella localidad gallega, aunque en su correspondencia, por decoro, nunca dijo el nombre.

También informó Manuel que su amo no había recibido paga alguna en tres o cuatro meses ni gratificación de mesa por dos meses.

Y aquello fue todo, la familia Churruca con estas preguntas al criado quería saber si había alguna deuda que saldar o alguna otra cuestión que sólo el criado podía conocer por ser la persona más cercana a Cosme.

Notas

  1. En orden de 1 de febrero de 1805 el Príncipe de la Paz a Félix de Tejada se dice:
    «Disponga V.E. que el brigadier D. Cosme Churruca, comandante del navío Príncipe de Asturias cese en el mando de este buque y pase a tomar el del navío San Juan Nepomuceno que le he conferido. Y respecto al que aún no están hechas las distribuciones interiores de él, permitirá V.E. que Churruca las disponga y arme este buque a su entera satisfacción, pero teniendo siempre en consideración el estado en que se halla ese arsenal y la escasez de medios en que nos vemos. Dios guarde a V.E. muchos años. Aranjuez, 1º de febrero de 1805.»
  2. Collonería: De collón. f. coloq. cobardía. RAE
  3. Prest: Del fr. prêt; propiamente ‘préstamo’, y este der. del lat. praestāre ‘proveer’. M. desus. Parte del haber del soldado que se le entregaba en mano semanal o diariamente. RAE
  4. Ochavo: Antigua moneda española de cobre que equivalía a dos maravedís.
  5. Echar los bofes: loc. verb. coloq. Quedar exhausto por un esfuerzo físico. RAE

Fuentes

  • «Campaña de Trafalgar (1804-1805) Corpus Documental». José Ignacio González-Aller. Ministerio de Defensa de España. 2004.
  • Trafalgar, génesis de una selección. Artículo de Hermenegildo Franco Castañón. Revista de Historia Naval.

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