Por Guillermo Nicieza Forcelledo
Autor del libro: «Leones del mar. La Real Armada española del siglo XVIII» y «Anclas y bayonetas»
Índice
Antecedentes
En el contexto de las Guerras Napoleónicas, si bien los británicos no se atreverían a atacar las provincias españolas de ultramar hasta finales del conflicto debido a que estas plazas estaban bien defendidas, aunque fundamentalmente por milicianos y regimientos nativos, sí llevarían a cabo incursiones en las colonias francesas del Caribe.
Las Antillas habían quedado en el siglo XVIII prácticamente repartidas entre España, Reino Unido y Francia, quedando estos dos últimos con las zonas más humildes y de menor tamaño.
Así, de lo que se llamaron Antillas Mayores, compuestas por Cuba, La Española, Puerto Rico y Jamaica, las tres primeras quedarían en manos españolas, compartida La Española entre Santo Domingo y Haití, y Jamaica bajo dominio británico.
Las Bahamas, aunque podrían estar englobadas por cercanía en esta denominación, se han considerado siempre ajenas e independientes y bajo dominio británico.
Sin embargo, las Antillas Menores, un gran archipiélago compuesto por unas 24 islas de pequeño tamaño y dispuestas geográficamente en arco frente a la costa de Venezuela, quedaron virtualmente en manos británicas y francesas, ya que fueron de poco interés para los españoles al ya poseer la perla del Caribe: Cuba.
Así, las diversas islas de las Antillas Menores cambiaron frecuentemente de manos durante todo el siglo XVIII, tratando franceses y británicos de establecer nuevas bases navales para operar en el Caribe, siendo un punto de presión y ruptura habitual entre ambas naciones.
Los británicos capturan y fortifican la roca
De esta forma, tratando de hacer fuerte su posición en estas aguas, la escuadrilla del contraalmirante Samuel Hood, con insignia en el HMS Centaur, tomó el islote de Roca del Diamante el 7 de enero de 1804, fortificando la posición con la instalación de varios cañones.
La operación de desembarco la llevaría a cabo el teniente James Wilkes con una brigada de hombres del HMS Centaur, sin ninguna oposición francesa al estar desierto el islote.
Inmediatamente desembarcaron en tierra un cañón de 24 libras y fortificaron una cueva cercana, donde instalaron también una fragua y un taller de artificieros.
Posteriormente, valiéndose de escalas y cuerdas consiguieron llegar a la cumbre, estudiando los acantilados, casi verticales, del peñón y sus grutas interiores. Estas grutas quedarían como zona de descanso para la tropa y cobertura en el caso de recibir fuego de asedio.
Tras deforestar media isla con fuego, los británicos instalaron varias baterías durante el mes de febrero, la mayoría cañones navales del HMS Centaur, siendo 3 de 24 libras, uno al nivel del mar y otro en la cima, y 2 cañones de 18 libras, que también se colocaron en la cumbre.
En la zona de desembarco además amarraron varios botes, uno de ellos armado con una carronada desde donde batir a los barcos mercantes que se aproximaran a la isla o para frustrar un desembarco francés con botes. Además, 107 hombres habían quedado como guarnición bajo mando del teniente Wilkes.
El contraalmirante Hood tenía experiencia en la lucha contra los corsarios franceses que atacaban las rutas comerciales británicas en la Indias Occidentales y que usaban como bases de operaciones las islas de Martinica y Guadalupe.
La razón del súbito interés británico por tomar y fortificar un pequeño islote deshabitado y que sólo presentaba cactus y matorrales era doble, se debía a la privilegiada posición estratégica de la Roca del Diamante, cubriendo el canal de Santa Lucía, estrecho que comunica la bahía de Fort-de-France, capital de Martinica, con la isla de Santa Lucía.
También los británicos conseguirían así reducir la actividad corsaria francesa e interceptar los suministros que llegaran a la guarnición y acuartelamiento francés de Fort-de-France.
Tomada la Roca del Diamante, literalmente, ningún barco podría salir de Fort-de-France y navegar hacia Santa Lucía, ni hacia el oeste, sin recibir el fuego de artillería posicionado en el islote. Esto se debía a que además las corrientes marítimas arrastraban a los barcos hacia Roca del Diamante, siendo un punto clave para la navegación en las aguas de influencia de Martinica.
Por otro lado, el islote era fácilmente defendible al tener un único punto de desembarco en la zona oeste, y quedar el resto como un peñón alto y escarpado. En palabras del contraalmirante Hood:
Treinta hombres con rifles podrían defender la colina contra diez mil asaltantes. (…) Se trata de una perfecta plaza naval.
En un primer momento, los franceses parece que no acusaron este suceso, el gobernador de Martinica, el vicealmirante Louis Villaret de Joyeuse, decidió no intervenir en el islote a pesar de la muy evidente situación desfavorable del HMS Centaur que podía ser batido.
Así, mientras los británicos continuaban con la fortificación de la isla, los franceses se dedicaron a construir una carretera en la costa frente a la Roca del Diamante y más tarde una batería de artillería, pero escasamente guarnecida. Alertados los británicos por algunos nativos negros, organizaron una salida de la isla para silenciar la batería francesa, consiguiendo además hacer prisionero al ingeniero francés. Esta batería nunca sería finalizada.
Para este tiempo, los británicos habían terminado de fortificar el islote, al que llamaron Fort Diamond, y sus cañones ya cubrían el canal y bloqueaban la navegación en las aguas de Fort-de-France. Así, el principal puerto de Martinica quedó desabastecido y sin apoyo marítimo.
Por el otro lado, Fort Diamond comenzó a ser tratado administrativamente como una presa de guerra británica, bautizándose su batería de 24 libras como Hood’s Battery, y la de 18 libras como Diamond Battery. Además, el teniente Wilkes fue ascendido al grado de capitán de fragata y comandante del puesto.
Curiosamente, el islote no fue tratado como tierra sino como un barco, del porte de corbeta, ahí que se considerara una presa y no un territorio conquistado.
La vida en la Roca del Diamante no fue en absoluto sencilla para los británicos ya que no tenían provisión de agua dulce, que tenía que ser transportada desde el HMS Centaur y almacenada en cubas, lo mismo que la comida, la pólvora o las medicinas.
Además, se había establecido la misma cadena de mando de un barco, con sus oficiales, cirujano, infantes y marineros, que tenían que ir y venir del navío insignia cada poco con órdenes mediante un bote.
Si esto fuera poco, los acantilados eran escarpados y peligrosos y los hombres corrían el riesgo de precipitarse, por no decir que existía una serpiente muy venenosa que era endémica en Martinica, la fer-de-lance.
Por otro lado, el HMS Centaur debía aprovisionarse en Martinica de forma sibilina y secreta, apoyado por las gentes que simpatizaban con los británicos. Sin embargo, finalmente el contraalmirante Hood tuvo que partir con su HMS Centaur, dejando en solitario al capitán Wilkes con su guarnición, hecho que supo el gobernador francés de Martinica.
Una noche cerrada, los franceses enviaron cuatro barcazas con tropas para tratar de tomar el islote aprovechando como ventaja táctica que ya no estaba apoyado por un navío de línea. Sin embargo, una serie de corrientes y mala mar les hizo llegar exhaustos al islote y no pudieron desembarcar al empujarles la mar hacia el otro lado del canal.
Finalmente, los franceses llegaron sanos y salvos a Martinica sin que los ingleses se hubieran percatado de su presencia, aunque, obviamente, el ataque fue un rotundo fracaso. Por otro lado, bastante abatidos por la operación anterior, y sin tener ninguna solvencia de poder atacar de día ya que sería batidos por los cañones británicos, los franceses no volvieron a intentar ningún ataque.
Mientras tanto, los británicos atacaban a gusto los mercantes que tenía la mala fortuna de cruzar frente a la Roca del Diamante, interrumpiendo el comercio francés con la isla de Martinica.
La toma de la Roca del Diamante por la escuadra franco española
Al dificultar considerablemente las rutas comerciales y el transporte de tropas de una de las principales colonias francesas en las Antillas, y fracasar los sucesivos intentos de la guarnición de la isla, la Marina de Guerra francesa enseguida organizó una expedición para expulsar a los británicos de allí y recuperarla.
En el contexto de la campaña de Trafalgar, o, dicho de otra forma, la expedición a las Indias Occidentales según el plan de Napoleón Bonaparte para atraer allí a las escuadras británicas de Nelson y del canal de la Mancha y poner en marcha la invasión de Inglaterra, en mayo de 1805, se presentaba una gran flota francesa en Fort-de-France.
La escuadra francesa estaba compuesta por unos 11 navíos de línea, 5 fragatas y 2 bergantines, con mando del vicealmirante Pierre de Villeneuve, y tuvo un intercambio breve de artillería con la Roca del Diamante al pasar frente a la posición británica, aunque de escaso valor militar.
A los pocos días, según lo previsto, la escuadra española del teniente general Federico Gravina, con insignia en el navío Argonauta, se presentaba en las mismas aguas con 6 navíos de línea y 1 fragata, procedente de Cádiz.
La llegada de la gran escuadra aliada cambió la situación estratégica de la Roca del Diamante.
Aunque la flota franco-española llevaba embarcado un gran número de soldados con la misión expresa de Napoleón Bonaparte de hostigar y castigar las posesiones británicas en el Caribe para atraer las escuadras británicas del Atlántico, el vicealmirante Villeneuve, haciendo honor a su carácter, expresó no tener claras sus órdenes y decidió fondear en Fort-de-France esperando instrucciones más claras.
Según la previsión, a Martinica debería llegar la escuadra del vicealmirante Honoré Ganteaume, que estaba bloqueado en Brest y no había podido burlar a la escuadra británica que le mantenía fondeado en el puerto francés.
Así, la escuadra aliada permaneció en Martinica cerca de dos semanas sin realizar ningún movimiento contra los británicos de Roca del Diamante, que hubiera caído al instante de haberse realizado un ataque conjunto.
Finalmente, por presión de sus oficiales, Villeneuve accedió a enviar una pequeña partida liderada por el capitán de navío Julien Cosmao-Kerjulien, del navío Pluton, para tomar el islote y deponer a los británicos de su privilegiada posición.
La flotilla que se organizó a tal efecto estaba compuesta por dos navíos de línea, el Pluton y el Berwick, la fragata Sirère, una corbeta, una goleta, once cañoneras y entre 300 y 400 hombres, franceses y españoles.
El día 29 de mayo, la división de Cosmao-Kerjulien abandonaba la bahía de Fort-de-France y pusieron rumbo a la Roca del Diamante, aunque una serie de vientos contrarios la obligaron a resguardarse hasta el día 31, donde consiguieron una posición óptima con el barlovento.
Al observar la fuerza de desembarco y las naves de guerra, el capitán Wilkes decidió abandonar la defensa del desembarco y centrarse en mantener las alturas, inutilizando los cañones de la cueva, hundiendo los botes y movilizando a sus hombres a la Hood’s Battery.
La escuadra española, aunque no se estimaba necesario que participara en principio, posicionó a los navíos Argonauta, San Rafael, España y Firme a tiro de cañón, y desde ellos se organizaron cuatro cañoneras con tropas de desembarco, que serían precisamente las primeras en tomar la playa bajo el intenso fuego enemigo. Mientras tanto, la división de Cosmao-Kerjulien hacía fuego de cobertura.
En esta operación se perderían 3 cañoneras y 2 barcazas de desembarco a causa del intenso fuego británico desde la posición elevada de la cumbre de la Roca del Diamante, si bien las tropas españolas consiguieron tomar la playa.
Posteriormente, con la cabeza de desembarco segura, las tropas francesas desembarcaron y se dirigieron hacia las grutas interiores y hacia los acantilados para tratar de llegar a la cima. Sin embargo, en un grave error de preparación y de logística, no llevaron escalas, lo que hacía imposible salvar la pared vertical del risco.
Los avances de los franceses y españoles fueron lentos y costosos, pero la situación de los sitiados tampoco era mucho mejor, ya que los británicos se encontraban en la cumbre con una notable escasez de agua, alimentos y municiones al no poder ser abastecidos desde el HMS Centaur como ocurría en las semanas anteriores.
Para desgracia de los británicos, muy pronto los aliados franco-españoles en una operación de reconocimiento descubrieron la cisterna principal de agua dulce de los británicos, y peor aún, vieron que tenía una brecha importante que impedía que se rellenara con agua, con lo que estimaron que los hombres de Wilkes tendrían para menos de dos semanas.
Las razones de que la cuba se rajara hay que buscarla en los temblores de tierra que causaban las vibraciones del fuego de artillería de las baterías instaladas en la roca.
El 2 de junio, tras varios días de intercambio de fuego, ya sin munición y con una acuciante necesidad de alimentos y agua, el capitán de fragata Wilkes solicitó parlamentar y discutir los pormenores de su rendición.
A las 16:00 h, ya ondeaba la bandera blanca de tregua, y poco después subía hasta la cima un oficial francés con los términos de la capitulación.
El día 5 de junio, el capitán de fragata Wilkes aceptaba los términos y rendía la Roca del Diamante al considerar honorable los pormenores, entre los que estaba que los oficiales conservarían sus sables, y que toda la guarnición británica sería repatriada a territorio colonial inglés tan pronto como fuera posible.
La mañana siguiente el capitán Wilkes y sus hombres embarcaban en los navíos Pluton y Berwick, y abandonaban la Roca del Diamante.
Consecuencias
Los combates en la Roca del Diamante, aunque fueron de escasa entidad ya que el fuego fue mayoritariamente de cobertura y supresión, dejaron varias bajas en ambos bandos. Así, los británicos tendrían 2 muertos y 1 herido, además de 104 hombres hechos prisioneros.
Por el lado aliado, se estiman las bajas en 50, entre muertos y heridos, aunque los datos pertenecen a un recuento rápido de los oficiales franceses y pueden no ser del todo precisos.
Posteriormente, haciendo honor a los términos de la rendición, tras llevar a los prisioneros en un primer momento a Fort-de-France, los franceses desembarcaron a los hombres de Wilkes en Barbados el día 6 de junio.
Allí, tal y como exigía el protocolo de la Royal Navy para cualquier comandante que hubiera perdido su barco, el capitán de fragata Wilkes fue sometido al interrogatorio y pesquisas de un consejo de guerra, siendo posteriormente absuelto de toda responsabilidad al juzgar el tribunal que había hecho todo lo posible por defender la Roca del Diamante.
Por otro lado, el vicealmirante Villeneuve continuó mareando la perdiz durante otro tanto tiempo, esperando por la llegada del contraalmirante Magon de Médine y sus 2 navíos de línea, y la gran escuadra del vicealmirante Gantaume que nunca llegaría a Martinica. Posteriormente, al recibir la novedad que el vicealmirante Nelson y su escuadra habían llegado al Caribe, el francés ordenó abandonar esas aguas y poner rumbo a Europa.
Si bien este tiempo en las Antillas puede considerarse poco aprovechado y de escaso valor militar, gracias a una inteligente maniobra del teniente general Federico Gravina la escuadra española conseguiría capturar un convoy de 15 mercantes británicos, salvando ligeramente la iniciativa y el provecho de la travesía en las Indias Occidentales.
Bibliografía
- Henderson, J. (2005). Frigates, Sloops and Brigs. Pen & Sword Military Classics.
- Adkin, M. (2007). The Trafalgar Companion: A guide to history’s most famous sea battle and the life of admiral Lord Nelson. Londres: Aurum Press.
- Adkins, R.; Adkins, L. (2007). The War for all the Oceans: From Nelson at the Nile to Napoleon at Waterloo. Londres: Abacus.