Por Guillermo Nicieza Forcelledo
Autor del libro: «Leones del mar. La Real Armada española del siglo XVIII» y «Anclas y bayonetas»
Índice
Antecedentes
Las islas Bahamas eran uno de los principales archipiélagos donde los británicos habían establecido sus bases navales en el mar del Caribe, desde los que salían frecuentemente partidas y flotillas para atacar las rutas marítimas más importantes de España en América, fundamentalmente en el golfo de México.
Pero no sólo los convoyes que se congregaban finalmente en Cuba para formar las Flotas del Tesoro, sino también a otros de menor entidad que realizaban comercio y transporte entre el territorio insultar español y otras islas.
Así, con la declaración de guerra española y la participación de ésta desde 1779 en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos del lado de los patriotas norteamericanos, el gobernador de la Luisiana, que ya había participado en otros sucesos de la contienda como la famosa batalla de Pensacola, Bernardo de Gálvez, había proyectado un audaz plan para dar un golpe de mano a los británicos y hacerse con las islas Bahamas, hurtándole a la Royal Navy uno de sus principales fondeaderos y bases navales en el Caribe.
Además, la Florida Occidental era una de las prioridades estratégicas para España en aquellos momentos, pues había quedado en manos de los británicos y suponía un importante riesgos tener en sus fronteras un destacamento enemigo que dificultaría sino impediría las cuestiones logísticas relativas al transporte de tropas y pertrechos a las zonas más al norte donde se estaban librando la mayor parte de los combates entre los patriotas americanos y sus aliados franco-españoles contra los británicos y los leales.
Aunque estaba dispuesto en la planificación que el golpe final fuera contra Jamaica, la principal y más importante posesión británica en aguas del Caribe, donde Port Royal destacaba como central puerto de guerra, primero era necesario realizar una maniobra preparatoria como era realizar un asalto sobre las Bahamas.
Preparativos
En los planes de Gálvez, el primer paso natural era tomar Nassau, que se elevaba como capital y emplazamiento más importante de las Bahamas, en la isla de Nueva Providencia.
Para ello, Gálvez preparó una estrategia que debía poner en marcha una expedición de invasión contra las islas Bahamas a finales de 1781, pero al iniciarse la campaña militar sobre Yorktown debió posponerse hasta que la ciudad cayera en manos aliadas y las tropas fueran posteriormente reforzadas y reagrupadas.
Finalmente, una vez caída Yorktown en octubre de 1781 y pudieron comenzar las labores logísticas y agrupación de tropas para la expedición contra Bahamas, a principios del año siguiente se reactivó el plan de Gálvez, según lo inicialmente proyectado.
Sin embargo, las aguas de las Bahamas tenían un serio problema para la Real Armada española, ya que eran aguas someras y superficiales y dificultaban en gran medida que los navíos de línea o de porte de guerra pudieran navegarlas solventemente sin riesgo a vararse o no poder entrar en las bahías y fondeaderos principales.
Esto supuso que se decidiera no contar con un gran contingente de asalto, pues, además, la mayor parte de la escuadra española se encontraba asediando Gibraltar, Menorca, o patrullados las aguas de influencia de ambas plazas marítimas.
Entonces, la opción naval más factible era centrar la táctica en el uso de fuerzas sutiles, principalmente fragatas, corbetas, bergantines, goletas y balandras, que por su porte sutil y menor calado tendrían más facilidades para navegar aquellas aguas.
La invasión
A principios de 1782, se encargó al teniente general Juan Manuel Cagigal, en aquel momento gobernador de Cuba, preparar la expedición, para la que contó con Francisco de Miranda como segundo, que ya había estado en 1781 en Kingston, Jamaica, como espía.
A finales de enero de ese año, los españoles conseguían sumar a su causa del comodoro recién estadounidense Alexander Guillon, que había ejercido y seguía ejerciendo como corsario y mandaba una pequeña escuadrilla compuesta por ocho bergantines y la fragata South Caroline, de 28 cañones y considerada su nave capitana.
Aunque fue entonces cuando Gálvez consideró que era más prioritario lanzar el ataque contra Jamaica y suspender la expedición contra Bahamas, ya que Kingston se había demostrado no estar tan protegido como se suponía gracias a los informes de inteligencia españoles, Cagigal continuó con la misión que le había sido encomendada.
El 18 de abril de 1782, partía de La Habana una escuadra hispano-estadounidense compuesta por nueve buques americanos y españoles de diverso porte, fundamentalmente bergantines y alguna fragata, y 54 transportes españoles en los que iban embarcados unos 2.500 soldados de infantería.
El 4 de mayo, la escuadra aliada llegaba al puerto de Nassau y tras intercambiar fuego de artillería con las baterías y fuertes de costa, lo bloqueaba eficientemente, haciendo presa de algunas embarcaciones británicas que se encontraban allí ancladas, sin sufrir bajas.
La rendición
Dos días más tarde, Juan Manuel Cagigal enviaba a su segundo, Miranda, en misión diplomática a tierra con una misiva para el capitán general británico de Bahamas, el vicealmirante John Maxwell, con los términos de la rendición; esta capitulación constaba de doce artículos bien definidos y considerablemente generosos, garantizando la seguridad de los civiles y proponiendo una rendición honrosa para los británicos.
Artículos de la rendición de las Bahamas
El día 8 de mayo, Maxwell firmaba la capitulación ante Miranda, rindiendo la plaza de Nassau, el archipiélago conjunto de Bahamas, ya que la principal guarnición estaba en la capital, y doce buques de guerra de porte variado, incluida una fragata.
En la rendición también cayeron en manos españolas cinco goletas, dos balandras y unas 65 naves mercantes menores, y 159 cañones y seis obuses. Y se hicieron 1.412 prisioneros, de los cuales 274 era regulares, entre los que había oficiales de diverso rango, 338 milicianos y 800 marineros, a ellos hay que sumar 2.376 esclavos de las plantaciones.
En Nueva Providencia también se tomaron todos los abastecimientos de la isla, que fueron aprovechados posteriormente para reforzar a los patriotas norteamericanos.
El éxito de la expedición a Bahamas fue tan rotundo e incontestable que las defensas de la isla, en total cinco fuertes y varias baterías de costa, fueron tomadas sin tener una sola baja.
Las islas Bahamas permanecieron en manos españolas hasta que, con la firma de la paz con el Tratado de París, el 3 de septiembre de 1783, cedían el archipiélago y reconocían la soberanía británica a cambio de la Florida Occidental, hecho muy favorable para los intereses de España.
De hecho, el gran vencedor de la Guerra Anglo-española de 1779, como vertiente territorial de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, fue España, que pudo imponer unas cláusulas no sólo favorables sino realmente bastante humillantes para Reino Unido, que se vio obligado a ceder Menorca, la Florida Oriental, la Florida Occidental y las posiciones ocupadas durante la contienda en las costas de Nicaragua y Honduras, así como la soberanía sobre la Providencia.
A cambio, España sólo había cedido las Bahamas, aunque también tuvo que resignarse a no recuperar Gibraltar.
Bibliografía
- Martínez Laínez, F.; Canales, C. (2009). Banderas lejanas: la exploración, conquista y defensa por España del territorio de los actuales Estados Unidos. Madrid: EDAF.
- Chavez, T. E. (2003). Spain and the Independence of the United States: An Intrinsic Gift. Nuevo México: University of New Mexico Press.
- Marley, D. (1998). Wars of the Americas: A chronology of armed conflict in the New World, 1492 to the present. ABC-CLIO.