Por Carlos Parrilla
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Dejando atrás el cabo Caccia una flota aragonesa compuesta por dos galeras y algunas naves de alto bordo navegan aproados rumbo a Alguero en Cerdeña. En primer término una gran carraca encabeza la formación.
La carracas fueron el equivalente mediterráneo de las naos atlánticas.
Aunque menos robustas que aquellas las carracas eran naves que cumplían a la perfección su papel por aguas del Mare Nostrum, de gran volumen y capacidad servían tanto como buques de transporte como de naves de combate, y contribuyeron decisivamente a la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo.
Una vez completada la reconquista en la península ibérica barcos como estos, aragoneses, catalanes y valencianos, transportaron a las fuerzas militares y diplomáticas de la corona aragonesa incorporando territorios, unos de manera efímera pero otros de forma permanente hasta el S.XVIII, ya como parte del Reino de España, así como instalando decenas de consulados que hicieron de Aragón la principal potencia del Mediterráneo occidental.
Territorios como los Condados de Gévoudan y Provenza, o el Señorío de Montpellier en la actual Francia, por supuesto las Islas Baleares como Reino de Mallorca, o los territorios hoy italianos de los reinos de Sicilia, Cerdeña y Nápoles, la isla de Malta, o los ducados griegos de Atenas y Naopatria formaron parte de esa gran entidad. También la diplomacia aragonesa alcanzó toda la costa, implantando consulados hasta en la zona más oriental, en el actual Líbano, siendo la mayor competencia de la gran potencia comercial en esos mares que era la República de Venecia.
La Corona de Aragón dominó el Mediterráneo por más de seis siglos disputándoselo a Venecia, Génova, Florencia, el Imperio Otomano y otros rivales con los que supo bregar durante todo ese período de la Historia, y es de justicia recordarlo.