Ataque y recuperación de la isla de San Martín

Por Juan García (Todo a Babor)

Expulsión de los holandeses de la isla de San Martín, (Islas de Barlovento, 1 de julio de 1633)
Expulsión de los holandeses de la isla de San Martín, (Islas de Barlovento, 1 de julio de 1633). Pintura de Juan de la Corte. Museo Naval de Madrid.

Introducción

Ya vimos hace poco la recuperación de la Isla de San Cristóbal y la de las Nieves, en 1629 por parte de la escuadra de Fadrique de Toledo.

También mencionamos que aquello sólo sirvió para echar a los ingleses, franceses y holandeses durante una temporada, pero al poco tiempo regresaron en cuanto se fueron las tropas españolas.

En el año de 1632 no hubo flota de Indias, pero para el siguiente se decidió que la armada de galeones no se limitara a escoltar a los mercantes, sino que, aprovechando el viaje, deshiciera alguna de las guaridas de corsarios.

Principalmente se referían a la isla de San Martín, que estaba situada al este de la de San Cristóbal y, por tanto, en el camino de las flotas que venían de España. De hecho, los franceses que ocupaban San Martín provenían de San Cristóbal que llegaron a aquella a partir de 1624, aprovechando que los españoles no mostraron demasiado interés por ocupar aquella plétora de islas.

Mapa de las Antillas con la situación de la isla de San Martín
Mapa de las Antillas con la situación de la isla de San Martín dentro de un círculo rojo.

Se reunen las escuadras españolas

En Cádiz se aprestaron y juntaron entonces las escuadras de Lope de Hoces y Nicolás de Masibradi con la de Lope Díaz de Armendáriz, marqués de Cadereyta, general en jefe de la expedición. Fueron reforzados con cuatro urcas suecas que se embargaron en Sanlúcar y otra más en Sevilla.

Se pusieron a la vela el 12 de mayo de 1633. La escuadra la componían 55 buques, de los cuales 24 eran de guerra. Como novedad llevaban también cinco barcos luengos falcados, de reciente invención y que se gobernaban a remo y vela.

El 22 de junio recalaron sin novedades en el isla de San Bartolomé, a poca distancia al sudeste de la isla San Martín, distando unos 35 kilómetros de esta.

En aquel surgidero hallaron seis buques desaparejados, que al ver a la flota española echaron arriba los masteleros, envergaron y se marcharon.

Un hecho que no acredita de vigilancia ni de diligencia a los nuestros, escudados con la alegación de no tener prácticos.

Sí apresaron una urca que habían dejado abandonada aquellos corsarios. Pero los buques que escaparon debieron llevar la noticia a San Martín de la llegada de los españoles, porque cuando estos recalaron en aquel lugar el día 24 de junio ya los estaban esperando.

Llegada de los españoles a San Martín

Los españoles reconocieron el lugar y encontraron una buena fortaleza con 22 cañones que dominaba el fondeadero y en disposición de difícil ataque.

Galeones españoles en la Isla de San Martín
Galeones españoles en la Isla de San Martín. Detalle de la pintura de Juan de la Corte. Museo Naval de Madrid.

Los generales acordaron empezar con el ataque cuanto antes, aunque intimándo a la rendición en primer lugar. Así se dirigieron al fuerte Benito Arias Montano, gobernador de Araya y el ayudante Candelas, que conocía el neerlandés.

Al mando de la fortaleza holandesa se encontraba Jan Claeszoon van Campen (1), a quien hicieron entrega de la carta del jefe de la expedición española, que decía así:

El marqués de Cadereyta, del Consejo de Su Majestad, su mayordomo y Capitán general de esta su armada y ejército.

El Rey nuestro señor, Felipe Cuarto de las Españas, que Dios guarde, me envía con esta armada para desalojar la gente que está en su isla y puerto de San Martín. De parte suya y de la mía digo, que vuesas mercedes vean lo que les conviene hacer, antes que eche gente en tierra y me obliguen a disparar un arcabuz, pues en tal caso usaré del rigor que se debe usar con los que pierden el respeto a las armas y estandarte de Su Majestad.

Dios guarde a vuesas mercedes. De esta Capitana real a 24 de junio de 1633 años, día de Señor San Juan.

Los parlamentarios fueron recibidos con suma cortesía, incluso brindando a la salud del rey de España. Pero tras eso afirmaron que debían cumplir con su deber, que no era otro que defenderse hasta las últimas consecuencias. Gente valiente, de eso no hay duda.

Ataque a la fortaleza de la isla de San Martín

Los parlamentarios habían observado (y lo que les había contado un conocido que hallaron en el fuerte), la guarnición constaba de 150 soldados europeos y 40 negros.

Comunicado al general que no tocaba otra que combatir, este ordenó que las naos se desviaran fuera del tiro de cañón de la fortaleza y que los galeones, con él a bordo, fueran derechos a atacar.

Se rompió así el fuego por ambas partes, causando los tiros del castillo siete bajas a los españoles.

Desembarco de tropas

Mientras eso ocurría, algunas lanchas iban reconociendo el lugar para hacer un desembarco, lo cual se efectuó con 1.300 hombres y dos cañones de campaña. Al mando de todos iba Lope de Hoces, hombre experimentado con cargo de general desde 1619; como maese de campo llevaba a Luis de Rojas.

La tropa desembarcada fue a atacar por la parte trasera de la fortaleza, pero esta zona era una selva impenetrable. Debido al trabajo de avanzar, el calor y la sed murieron 16 soldados. Para colmo, aquel lugar estaba en una zona pantanosa donde se hundían los hombres, teniendo que rodear bastante para hacer pie.

Desembarco de las tropas españolas en la Isla de San Martín
Desembarco de las tropas españolas en la Isla de San Martín. Detalle de la pintura de Juan de la Corte. Museo Naval de Madrid.

Tras eso, sufrieron el fuego de la artillería y los mosquetes. Lope de Hoces resultó herido en un brazo, que le dejó manco.

Pero los españoles siguieron con el ataque y emplazaron los dos cañones de campaña desde donde empezaron a hacer fuego.

Breve asedio

Durante una noche los buques de reconocimiento apresaron una embarcación con diez holandeses que intentaban entrar en el fuerte, viniendo de otra isla próxima a estimular la defensa.

A los prisioneros les sacaron información valiosa. Se supo que en la isla de San Cristóbal, recordemos que fue conquistada por los españoles y vuelta a ocupar cuando estos de marcharon, había unos cuatrocientos ingleses y franceses en tres fuertes, con seis buques cargados de sal y tabaco dispuestos a dar vela.

Todos ofrecían a los de la isla de San Martín darles socorro y avisar a otros lugares de las Antillas; poniendo en disposición de estos sobre un centenar de buques, de los cuales unos treinta o cuarenta eran de gran fuerza.

Un día se desembarcó de la escuadra cuatro piezas de artillería para batir, emplazándolas y adelantando las trincheras con gran serenidad por parte de los soldados, aunque aquello no evitó que se produjeran bajas, algunas tan estimables como la de un sobrino del Marqués de Santa Cruz, llamado Espinosa quien a cuerpo descubierto fue a reconocer la zona para el asalto.

Fin de la conquista

A los ocho días de aquel breve asedio, el 1 de julio, cuando estaba todo preparado para el asalto final, los del fuerte pusieron bandera blanca con intención de parlamentar.

Enviaron a un tambor con la proposición de rendirse bajo unas condiciones muy ventajosas. Sin embargo, el general en jefe Lope Díaz de Armendáriz, marqués de Cadereyta, no acordó más que salieran libres con lo que llevaran encima, salvo el gobernador, al que se le permitiría llevar su espada.

Y así se hizo; quedaban vivos 62 holandeses y 15 negros.

Tras la conquista era hora de tomar decisiones. Si hacían como en San Cristóbal, esto es irse sin poner guarnición, no pasaría mucho tiempo hasta que los holandeses regresaran y fortificaran de nuevo lo que los españoles destruyeran.

Por lo que se determinó abrir un canal de comunicación entre los dos puertos de la isla, mejorar la defensa de la misma y artillarla con cuatro cañones de 24 libras, cuatro medias culebrinas de 18 y cinco cañones de 12 y 10 libras además de los que tenían los vencidos.

Se dejaron 250 soldados a las órdenes del capitán Cebrián de Lizarazu, caballero de Santiago, mientras que la armada y su flota de mercantes continuarían su viaje a Nueva España.

Fue un acierto, ya que los españoles lograron rechazar en 1644 un ataque del gobernador holandés de Curazao Peter Stuyvesant, quien con gran superioridad numérica intentó hacerse con la isla.

No sería hasta el Tratado de Münster en enero de 1648, dentro de la Paz de Westfalia, cuando la isla fue devuelta a los holandeses y los españoles abandonarían ya definitivamente la isla de San Martín, que viviría no obstante una sucesión de invasiones inglesas, francesas y holandesas según las guerras del momento.

Nota:

(1) Mencionado en A Short History of the Netherlands Antilles and Surinam. Escrito por Cornelis C. Goslinga.

Fuente:

  • La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Cesáreo Fernández Duro.

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