Un marino en la coronación de Napoleón

Por Joan Comas

Marino en la coronación de Napoleón

En una visita a la capital francesa durante vacaciones, no podía, como buen turista no visitar al Museo del Louvre. Toda una hazaña ya que su gran tamaño imposibilita poder verlo todo en un solo día. Entre las salas más famosas se puede admirar (a parte de la enigmática Mona lisa) el cuadro de la coronación de Napoleón, obra de Jacques-Louis David en 1807. Uno, al siempre haber visto tal mastodóntico lienzo reducido en libros, ser queda fascinado por los detalles al tamaño natural etc.

Al haber estudiado un poco de historia del arte quise poner a prueba mis conocimientos. Entonces me fijé en la parte donde se hallan los embajadores extranjeros (justo detrás del Papa Pio VII y sus obispos) había algo reconocible, si sin duda eran la cinta con los colores blanco y azul celeste del gran cordón de la orden de Carlos III, por lo que tendría de tratarse del embajador de España. Pero por el color de sus ropas, eran las de un uniforme de la Real Armada, ¿Qué hacia allí un marino? Lo normal, tratándose de la consagración de un monarca era enviar a una aristócrata o un príncipe ¿Por qué un marino? ¿Quién era?

Al mirar su rostro todo quedó aclarado, amigos y amigas de Todo a Babor, les presento a Don Federico Gravina y Nápoli, que se hallaba en Paris como embajador. Curioso que después de haberse visto los dientes durante el sitio de Toulon de 1793 ahora coincidían en 1804 y él era testigo de cómo el general republicano francés se convertía en lo que una vez juró destruir.

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