Por Juan García (Todo a Babor)
Índice
Introducción
Hace poco hablábamos de alguno de nuestros corsarios más audaces, entre los que destacaba el andaluz Miguel Villalba con su cañonera Poderoso. Bien, hoy les traigo a otro corsario digno de mención; en este caso se trata del catalán Martín Badía y Caner, quien en el transcurso de la guerra contra Gran Bretaña de 1779 realizó grandes servicios al mando de varias embarcaciones corsarias.
¿Y qué tienen en común ambos corsarios? Pues lo que distinguía a todo hombre de mar que sabía su oficio y además era arrojado: la intrepidez. Eso que hacía que muchos abordaran buques más poderosos cuando otros ni se acercaban. Lo que hacía que ante la duda, mejor atacar. Y sí, en España hemos tenido decenas de hombres así, lo que pasa es que nadie se ocupó nunca de darlos a conocer, mientras que en otras latitudes nos abruman con sus héroes, haciendo pensar a muchos que ellos han sido los elegidos de los dioses de la fortuna. No se preocupen, para eso estamos aquí, para sacar a la luz a nuestros marinos, gente profesional y dura, como había que ser para embarcarse en aquella época.
Hace tiempo realicé una entrada sobre Martín Badía, sobre la que volveremos más adelante. Pero picado por la curiosidad por el tesón y valor de este corsario que demostró en ese episodio, empecé a indagar un poco más en la Gaceta de Madrid, que es una veterana publicación precursora del actual BOE, y esto es lo que he podido encontrar. Que lo disfruten.
Primeras incursiones del corsario Martín Badía
Nuestro corsario empezó sus incursiones con un barco modesto, un londro llamado Nuestra Señora de Montenegro. Un londro era un buque de vela latina, de un solo palo muy utilizado en pesca y mercante en el Levante, aunque como vemos también servía para el corso. Ideal para «pescar» presas pequeñas.
El 31 de julio de 1779, es decir, apenas había sido declarada la guerra contra Gran Bretaña, el patrón Badía se echó a la mar auxiliado por la falúa de resguardo de Rentas bajo el mando de José Martínez Cabo nombrada San Miguel. Ya ven que no se tardó demasiado en obtener la patente de corso, armar un buque y echarse a la mar. Aquel día apresaron frente a Formigas, a tres millas de tierra, a una jábega corsaria mahonesa. Vean que el enemigo tampoco estaba dormido, aunque hay que decir que ellos llevaban un par de años más de guerra cuando España se decidió a secundar a Francia en su ayuda de las colonias norteamericanas en su emancipación de los británicos.
Fue una captura tras dos horas de caza. Recordemos que Menorca fue británica en aquellas fechas (serían expulsados por españoles y franceses en 1782), y que en la mayoría de los corsarios de aquella isla, que luchaban bajo pabellón británico eran españoles de la isla. Bien, dicha embarcación llevaba 22 hombres, con un cañón, seis trabucos y 12 fusiles, aparte de algunas pistolas y armas blancas, más pólvora, balas y cartuchería. La llevaron a Palamós. No era gran cosa, pero todo era empezar.
Unos pocos meses después vemos a nuestro corsario al mando de un nuevo buque, el pingue Valeroso (nombre muy recurrente entre los corsarios). Este buque era parecido a un jabeque, pero más pequeño. Aún así, era más grande que su anterior londro.
En diciembre de 1779 apresaron un pingue genovés y represaron una embarcación española de la matrícula de Tosa. Entraron con ambos buques en Palamós el 5 de diciembre.
Verano de 1780
Pasamos de año y el corsario Martín Badía seguía con lo suyo: apresar barcos al enemigo. Y lo hacía con su Valeroso.
El 1 de junio represa una embarcación napolitana cargada de duelas con destino a Barcelona. Este buque había caído apresado por un jabeque mahonés el 1 de junio. En el buque represado iban 6 marineros menorquines y 4 napolitanos. Es curiosos cómo en uno y otro bando había marineros menorquines; o bien al lado de los británicos o de España. Aunque lo normal fuera que los adeptos a los británicos fueran los mahoneses, por ser Mahón la base británica más importante de la isla. Los habitantes de esta, acostumbrados a los vaivenes que les daba la historia, simplemente aprovechaban lo que se les presentaba.
Entre el 3 y el 4 de junio tuvo lugar otro encuentro entre el corsario español y fuerzas muy superiores. Badía dio caza a una embarcación, y a las nueve de la noche, cuando la alcanzó, todavía sin saber a quienes se enfrentaban, desde el otro buque le preguntaron en catalán que de dónde eran. El corsario Badía, presumiendo que fueran corsarios mahoneses, mandó que respondieran en italiano que ellos eran un pingue de Génova con destino a Mahón. Sin embargo, desde el otro barco se negaron a responder más preguntas, por lo que los españoles se prepararon para el abordaje que aquellos parecían dispuestos a dar.
El Valeroso hizo algunos cañonazos para prevenirlo, que fue contestada por una andanada y enseguida se generalizó el combate.
En la madrugada del día 4, Martín Badía mandó enarbolar bandera y gallardete español, lo que fue correspondido por el enemigo con la de Argel, viéndose ya con luz que se trataba de una media galera de 18 remos por banda. Se prosiguió el combate hasta las tres de la tarde, a cuya hora los argelinos hicieron la tentativa de abordar de nuevo, evitándolo desde el Valeroso por ser mucha menos gente que aquellos. Desde el pingue se les siguió hostigando con la artillería, de resultas que la media galera arrió el pabellón, dispuestos a rendirse, tras echar al agua a sus muertos y varios pertrechos.
Pero, como suele pasar en la mar, surgió lo imprevisto y se hizo una calma que facilitó la huída a remo de los argelinos. Además, intentaron remediar sus averías, que eran muchas y graves, desapareciendo de la vista de los corsarios españoles a la caída de la noche. Sin embargo, a las doce de la noche se escucharon cinco cañonazos, que supusieron eran para pedir socorro. El Valeroso fue para allá, pero no se descubrió nada, pensando que sólo cabía la posibilidad de que se hubieran ido a pique.
En todo el combate los españoles hicieron 240 disparos de cañón, además de los tiros de fusilería, sin un solo muerto herido y con pocos daños localizados en la jarcia y velamen.
El verano acabaría con una presa más. El 19 de agosto se hicieron con el jabeque mahones de 6 cañones, de calibres de 2 y 4 libras, llamado la Unión, con 38 hombres a bordo, entre ellos su capitán Antonio Orfica. Se lo llevaron, como no, a Palamós.
Se le nombra alférez de fragata de la Real Armada
Después del verano, Martín Badía se encuentra al mando esta vez de una balandra, llamada Villa de Reus, armada con 18 cañones de 8 libras y 107 hombres de tripulación. Su carrera como corsario progresaba a buen ritmo, y lo mejor estaba por venir.
Hace tiempo hice una entrada relatando el suceso que llevó a nuestro corsario a ser nombrado oficial de la Real Armada. Léanlo antes de proseguir, no tiene desperdicio la valentía demostrada y que, como veremos, repetiría más adelante. Esto ocurrió el 13 de noviembre de 1780.
Sacando al enemigo de su refugio
En enero de 1781 un compañero de correrías de Martín Badía, el capitán corsario Gerónimo Basart del pingue San Antonio de Padua, sostuvo un combate durante dos horas a seis millas de Ciutadella de Menorca con una fragata de aquella isla. Esta se libró por la caída de la noche y los numerosos faroles que le pusieron desde el castillo de dicha ciudad, lo que le facilitó la entrada a su puerto.
Cuando terminó dicho combate, Basart divisó a la balandra del ya alférez de fragata Martín Badía y decidieron darse una vuelta por la costa de Mahón en busca de presas, sobre todo corsarios.
En efecto, pasando por la cala Senicha observaron dos embarcaciones fondeadas. Sin dudarlo, los dos corsarios españoles entraron a por ellas.
Empezó el fuego por un jabeque enemigo hacia la balandra Villa de Reus, al igual que una batería situada a la derecha de los corsarios españoles. Esta fue desmontada por los acertados disparos que se le hizo desde la balandra. El pingue de Basart se quedó dando cobertura, atacando a la tropa y demás gente que había acudido al socorro, mientras que el bueno de Badía sacaba las presas de la cala. Estas eran un jabeque corsario inglés nombrado el Suceso, capitaneado por Jaime Soler (recuerden los mahoneses al servicio de Gran Bretaña). La otra embarcación era una tartana francesa que había sido capturada por el Suceso.
No contentos con esto, los corsarios españoles cubrieron el desembarco de algunos de sus tripulantes que se hicieron con toda la batería abandonada por los ingleses, además de sus pertrechos.
Tras esta feliz y valiente operación, llevaron a las presas a Alcudia, en Mallorca.
Contra el cúter británico
La noche del 2 de junio de 1781, estando delante de Barcelona con su balandra Villa de Reus, el alférez de fragata Martín Badía recibió aviso del puerto de aquella ciudad de que en aguas de Lloret estaba cruzando una balandra británica que impedía el paso a las embarcaciones mercantes.
Nuestro corsario no se lo pensó y allá que se fue. Al amanecer del día siguiente divisaron a dos embarcaciones cerca de Mataró que hacían rumbo al sur. Detuvieron la primera embarcación, que resultó ser neutral pero les informó que había avistado el día antes cerca de Blanas a un cúter británico de 32 cañones, de los cuales dos eran de a 18 libras, veinte de a 9 y diez de bronce de a 6, con 150 hombres de tripulación. Es decir, un oponente muy fuerte, teniendo en cuenta que la balandra de Badía tenía menos cañones y de menos potencia y sólo un centenar de hombres.
¿Y qué hizo nuestro corsario? ¿Pedir refuerzos? ¿Dejarlo para otro día?
Efectivamente, se fue a por el cúter.
A las nueve de la mañana reconocieron al enemigo, que al ver llegar a los corsarios españoles optaron por escapar. Pero la Villa de Reus tenía el viento a su favor y se pusieron a tiro de cañón sobre las once de la mañana.
Los del cúter dispararon un cañonazo y enarbolaron el pabellón británico. Badía cumplió también con el protocolo y se empezó un reñido combate durante tres horas. Tras lo cual el cúter se retiró un poco a remediar los grandes daños que tenía. Los de la Villa de Reus los estaban dando a base de bien, dejándolos la banda de estribor muy maltratada. Pero no se piensen que los españoles no recibieron también, así que se dedicaron ese tiempo a tapar agujeros.
Tras la pausa, y algo rehabilitados, ambos buques se enzarzaron de nuevo, esta vez hasta las siete y media de la tarde, quedando ambos buques desmantelados. Pero el cúter era el que peor lo tenía, porque las andanadas de Badía escocían mucho más. Esto tenía pinta de rendición… pero como pasa siempre, llegó la caballería a salvar a los británicos. Bueno, más bien una fragata que estaba en conserva de aquellos.
No había más que hacer. La Villa de Reus sólo tenía un barril de pólvora y dos cajones de cartuchos. Habían disparado tanto que apenas les quedaba algo para asegurarse una más que honrosa retirada. Y eso fue lo que hicieron. Los daños del cúter no se supieron, pero los del corsario español fueron dos muertos y ocho heridos, dos de consideración.
Entraron en Palamós a reparar, dándose tanta prisa en ello que se hicieron a la mar al poco tiempo. Seguramente quiso salir en busca del cúter o de alguna otra presa para resarcirse de la pérdida de aquel premio que había tenido tan cerca. Pero es lo que tiene enfrentarse con rudos y bien armados corsarios y no dóciles mercantes. Badía era un cazapiratas en toda regla.
Esta vez salió en conserva de su hermano Constantino, que siguiendo la tradición familiar, era patrón corsario. Y además del anterior buque de Martín: el pingue Valeroso. Desde Palamós se los vio cazar a un jabeque y una escampavía mahoneses.
Apresaron una escamparía corsaria mahonesa con 27 hombres de tripulación y un cañón que arrojaron al agua. No era un cúter de 32 cañones y 150 hombres, pero algo es algo. Acabarían el mes con otra presa: el jabeque mahonés Alegría, del patrón Francisco Hernández, con 49 tripulantes y seis cañones. Lo capturaron entre Cerdeña y Menorca el 18 de junio al amanecer tras sólo un par de cañonazos.
Y así llegamos al final del artículo. No he encontrado más datos sobre nuestro corsario, pero por las fechas o bien le llegó el final de la guerra y con ella sus servicios como corsario, o tuvo un final abrupto. Lo ignoro. Lo que está claro es que ese hombre fue sólo uno de los muchos corsarios que hicieron un servicio impagable a su país y que, en contra de lo que piensan muchos, no fue una excepción.
- Fuente: Gaceta de Madrid.