Octavio de Aragón y sus galeras despejando la costa valenciana de corsarios

Por Juan García (Todo a Babor)

Introducción

Otra entrada con las acciones de la marina del duque de Osuna, una sección que ya es de las más largas de la web y que está repleta de hechos de armas singulares y, por qué no decirlo, espectaculares en su mayoría.

Y de nuevo una acción protagonizada por don Octavio de Aragón, uno de los hombres fuertes del duque y seguramente de los más temerarios de este.

Un hombre que empezó muy bien a las ordenes del duque de Osuna y cuya relación acabó de forma abrupta y con amenazas de duelo de por medio.

Eso da para otra historia que abordaremos algún día. Sin embargo, es preciso señalar que Octavio de Aragón no actuó con acierto ni en sus acciones ni en sus excusas, tanto frente a su antiguo jefe como ante el rey, lo que llevó a que este lo encerrara en prisión. Irónicamente, años después, el duque de Osuna sufriría un destino similar.

Esta vez, los movimientos de la escuadra de Octavio de Aragón lo llevaron a las costas valencianas, una zona alejada del área habitual de operación de los buques de Osuna, que se centraba principalmente en la costa sur italiana, el norte de África y, sobre todo, el Mediterráneo oriental, en territorio otomano.

Las razones que llevaron a Aragón a dirigirse a las costas ibéricas fueron la gran cantidad de berberiscos dedicados al corso en las costas españolas, especialmente las valencianas. Decían que numerosos navíos de ladrones moriscos españoles navegaban por la zona.

Galera del siglo XVII
Galera mercante en puerto. Escuela italiana del siglo XVII. Autor desconocido.

Esos moriscos, expulsados de España poco antes de esta historia (1618)1, atacaban con saña a su antigua patria. Algunos lo hacían por despecho, otros por dinero y otros por una mezcla de ambas razones.

Habían encontrado un nuevo hogar, principalmente en el norte de África, y desde allí se lanzaban a depredar las costas españolas, muy extensas y por tanto de vigilancia insuficiente por parte de los buques de la Armada.

Al parecer, el jefe de esta banda de saqueadores era Ali-Zayde, un morisco español llamado Antonio Quartanet de Zaragoza, de donde era natural y hombre valiente en extremo que había jurado hacer cuanto mal pudiese en aquellos tres reinos.

No es de extrañar que el duque de Osuna enviara a uno de sus mejores hombres para hacerle un favor al rey y, de paso, obtener recursos de los botines para financiar su escuadra.

En ese entonces, el duque era virrey de Nápoles, cargo que ejercía desde 1616, tras llegar del virreinato de Sicilia. Su lugarteniente, Octavio de Aragón, lo acompañó a su nuevo puesto, donde continuó sorprendiendo a todos, como ya lo había hecho anteriormente.

Hacia el canal de Constantinopla

Era 1618, y antes de ir hacia Valencia Octavio de Aragón, ya con una justa fama labrada de imbatible, gracias a sus numerosas gestas como decimos, entre las que destacaban el bombardeo de Constantinopla2 (Estambul) e innumerables presas a los corsarios berberiscos y otomanos, fue mandado por el duque para que fuera primero al canal de Constantinopla en busca de unas galeras turcas.

Desde allí atacaron a las galeras turcas, que fueron atacadas por sorpresa. Tras cañonearlas con su escuadra se fueron a por ellas al abordaje.

La crónica nos dice que murieron muchos turcos, aunque no sabemos la cifra exacta. De los españoles murieron 14, además de algunos heridos.

Los españoles rindieron las dos naves. Se hicieron muchos prisioneros turcos, además de un gran botín de paños finos y otras cosas de precio. Tras aquello, pasaron por Sicilia, donde dejaron las galeras turcas, que montó muchos ducados.

A Valencia

Tras aquel corto periplo por aguas otomanas, Octavio de Aragón se avino a ir por fin hacia Valencia, no sin antes (y como prueba de su eficacia) apresar por el camino una galeota, una saetía, tres barcos grandes de bastimentos y cuatro fragatas3 de moros.

En la galeota se encontraron con 25 cristianos que iban a Roma y que fueron capturados por los corsarios berberiscos4. Todos ellos fueron puestos en libertad, devolviéndoles lo robado y modo para hacer el viaje sin peligro, ya que además de ser gran soldado, don Octavio de Aragón es muy caritativo.

Llegó la escuadra a Valencia, donde estuvo dos días, enviando Octavio de Aragón al capitán Lezcano con dos galeras a reconocer la costa, apresando un buque corsario berberisco a los que rindió, liberando de paso a nueve cristianos que llevaban presos y que eran personas principales de Valencia que iban a Denia y que fueron capturados por los del buque norteafricano.

Mientras eso pasaba, Octavio de Aragón recibió la noticia de un buque genovés, que venía huyendo de los corsarios. Estos estaban cerca y eran unas doce velas gruesas (doce buques grandes de vela).

Los genoveses había podido escapar, así que Octavio de Aragón mandó un patache5 a investigar aquellas embarcaciones sospechosas.

A las dos horas regresó el veloz buque de exploración, avisando que se acercaban ocho grandes buques, en buen orden y forma de batalla, dispuestos a pelear.

Esta noticia se la dieron a Octavio de Aragón cuando estaba comiendo con muchos caballeros valencianos, que estaban de visita en su embarcación. En las demás galeras de la escuadra había también muchos ciudadanos. Era, como es de esperar a una escuadra de guerra que llegaba de visita, motivo de alegría y curiosidad de aquellas gentes.

Pero había que ponerse en zafarrancho de combate cuanto antes y salir al encuentro del enemigo, porque Octavio de Aragón no se había achantado de la llegada de fuerzas tan superiores y disciplinadas, alejadas del clásico buque corsario berberisco que tenemos en mente.

Sin embargo, había un problema: si bien los ciudadanos fueron desalojados de las galeras (aunque hubo algunos que se quedaron), el comandante español no pudo hacer lo mismo con los caballeros de su galera.

Y aunque don Octavio replicó y pidió con insistencia se fuesen a tierra, no fue posible lo hiciesen, antes dijeron habían peleado en otras ocasiones, y en esta querían hacer lo mismo y servir a Su Majestad, y así luego tomaron espadas y rodelas.

Aquel inesperado refuerzo a su guarnición no le iba a venir mal a su escuadra, como veremos.

Combate contra los buques berberiscos

Así que rápidamente se hizo la escuadra española a la mar, justo cuando los corsarios berberiscos se les echaban encima con buen orden.

Octavio de Aragón, veterano en esas lides, aguardó a estar cerca del enemigo para abrir fuego con los únicos cañones que tenían las galeras, las de crujía a proa. Y fue tan buen ataque que el enemigo perdió de inmediato un buque, que se fue al fondo.

Los corsarios respondieron con su artillería, pero no hicieron demasiado daño.

Batalla de galeras y galeones en el Mediterráneo.
Batalla de galeras y galeones en el Mediterráneo. Sebastian Castro (active 1633–1660). National Maritime Museum, Londres.

La Capitana6 de Aragón se fue a por la homóloga corsaria, disparándola y haciéndole un gran portillo7. La galera española se aferró al costado del buque corsario y por el agujero que estos habían hecho con los cañones entraron los soldados españoles, siguiendo a don Octavio de Aragón que no se lo había pensado mucho y con su espada y rodela se había colado entre los primeros.

Cual fue la sorpresa del comandante español cuando, al entrar en el buque enemigo se encontró con el valenciano Juan de Ariño, quien se había arrojado al agua desde la galera capitana española, con la rodela a la espalda y la espada en la boca, y había entrado al buque enemigo por la parte contraria a la del ataque español, cogiendo desprevenidos a los moros.

de los cuales tenía muertos a sus pies un buen palenque, el cual fue la causa que desmayasen, viendo lo que Ariño hacía.

La flojedad del enemigo aumentó también al ver a Octavio de Aragón y los suyos progresar de forma tan efectiva por su buque.

En la capitana enemiga, no tardaron con toparse los españoles con el comandante de aquellos, Ali-Zayde, Quartanet. Y fue un caballero español de la Orden de San Juan llamado García Lope, uno de los que se negaron a desembarcar cuando Octavio de Aragón de lo pidió en Valencia, quien luchó con el bravo morisco.

Sin embargo, de nada le sirvió la demostrada valentía al capitán Ali, porque García Lope era un consumado luchador y lo venció a los pocos lances. Después, todo fue en cadena, pues al ver a su comandante muerto, el resto de la tripulación corsaria se vino abajo, rindiéndose.

En ese mismo tiempo también lo hizo la nave almiranta enemiga, buque tomado por otro valiente y aguerrido español Juan de Solís, natural de Salamanca, además de los ciudadanos valencianos Pedro Jorge de Cárdenas y Sebastián Vicente Tafalla.

De los cinco buques corsarios que quedaban huyeron dos de ellos, pero fueron igualmente apresados al ser alcanzados por el capitán Diego de Soria. Y de los otros tres buques cargaron todos contra ellos, aunque no fue fácil porque hicieron mucha resistencia. Y esto fue así porque tenían un mando de cuidado.

Los gobernaba [a los buques corsarios que quedaban] un morisco andaluz, gran soldado y muy ladino, que algún tiempo sirvió en Flandes con diferente nombre y patria, natural de Motril.

Pero al final tuvieron que rendirse también.

La batalla había durado nueve horas, lo que habla muy bien de la ferocidad con la que se combatió y lo aguerridos de sus combatientes.

El virrey de Valencia, que mientras tanto había habilitado algunos buques para ayudar a la escuadra de Octavio de Aragón, se encontraron con estos y las presas cuando estos regresaban a Valencia.

Todos juntos navegaron hasta el Grao8, donde desembarcaron dejando una fuerte guarnición en los buques.

Octavio de Aragón, junto con el virrey y los caballeros que le habían acompañado, llegaron a la ciudad de Valencia, donde fueron reconocidos por las salvas de los baluartes y donde había muchas luminarias.

Tras el consecuente homenaje en la iglesia mayor, fueron al palacio del virrey donde descansaron tras el gran combate que se había resuelto de forma tan espectacular. Pero Octavio de Aragón no se durmió en los laureles, puesto que al día siguiente ya estaba embarcado para seguir su labor de búsqueda y destrucción (o apresamiento) de corsarios de las aguas valencianas.

Notas

  1. La expulsión de los moriscos fue decretada por el rey Felipe III en 1609. Hasta el año de 1613 fueron expulsadas de España unas 300.000 personas, que fueron llevadas en su mayoría a las costas de Berbería, aumentando sin proponérselo el problema de los corsarios berberiscos con la incorporación al enemigo de muchos de estos moriscos en sus buques.
  2. No había un llamado canal de Constantinopla como tal, sino que había dos lugares de paso hacia Estambul: por el norte había un estrecho natural del Bósforo, que conecta el mar Negro con el mar de Mármara y, por el sur, otro que conectaba el Mediterráneo a través del estrecho de los Dardanelos. Este estrecho separa la parte europea de la asiática en la actual Turquía y ha sido de importancia geoestratégica desde tiempos antiguos. Es en este último donde seguramente estuvo apostado Octavio de Aragón y sus galeras.
  3. En la época a la que nos estamos refiriendo, se utilizaba el término fragata para describir una galera ligera equipada con remos, velas y armamento ligero, diseñada específicamente para ser rápida y maniobrable.
  4. Entre los capturados había muchos religiosos, un ermitaño de 84 años, un caballero romano con su esposa y dos hijas (doncellas grandes), entre otros.
  5. Un patache era una embarcación pequeña de vela, utilizada como buque auxiliar. Era rápido y maniobrable, utilizado como explorador, aviso, patrulla y apoyo.
  6. La nave Capitana en aquella época era el buque insignia de una escuadra, el que enarbolaba la insignia del comandante. Al buque Almiranta se refería al que llevaba al segundo comandante de la flota.
  7. Paso o entrada que se abre en un muro, vallado, etc. RAE.
  8. El término Grao se refiere, en general, a un puerto o zona portuaria, especialmente utilizada para denominar los puertos de ciertas ciudades costeras del Mediterráneo. El término proviene del latín gradus (escalón o grado), relacionado con la idea de un punto de acceso o parada en la costa. En España, el Grao se asocia con las zonas marítimas de ciudades como Valencia (El Grao de Valencia) o Castellón (El Grao de Castellón), que eran áreas portuarias donde se desarrollaba la actividad comercial y pesquera. 

Fuente

  • El gran duque de Osuna y su marina. Cesáreo Fernández Duro.

Compartir
Twittear
Pin